viernes, 25 de febrero de 2011

LUZ EN LAS SOMBRAS

Sí –afirmaba el instructor Druso, sabiamente el estudio de la situación espiritual de la criatura humana, después de la muerte del cuerpo, no puede ser relegado a un plano secundario. Todas las civilizaciones que antecedieron a la gloria occidental en los tiempos modernos, consagran especial atención a los problemas del Más Allá. Egipto mantenía un incesante intercambio con los antepasados y enseñaba que los muertos sufrían un riguroso juicio entre Anubis, el genio con cabeza de chacal, y Horus, el genio con cabeza de halcón, ante Maat, la diosa de la justicia, decidiendo si las almas debían ascender al esplendor solar o volver a los laberintos de las pruebas, en la propia Tierra, en cuerpos deformes y viles. Los indios admitían que los desencarnados, de acuerdo con las resoluciones del Juez de los Muertos, subirían al Paraíso o descenderían a los precipicios del reino de Váruna, el dios de las aguas y del reino de los muertos, para ser aislados en cámaras de tortura, amarrados unos a otros por serpientes infernales. Los hebreos, griegos, galos y romanos, tenían creencias más o menos semejantes, convencidos de que la elevación celeste se reservaba a los espíritus rectos y buenos, puros y nobles, guardando los tormentos del infierno para aquellos que se rebajaban en la perversión y en el crimen, en las regiones de suplicio, fuera del mundo o en el propio mundo, a través de la reencarnación en formas envilecidas por la expiación y el sufrimiento.
La conversación nos fascinaba.
Hilario y yo, estábamos de visita en la “Mansión de Paz”, notable escuela de reajuste, de la que Druso era el abnegado director y amigo.
El establecimiento, situado en los planos inferiores, era una especie de “Monasterio de San Bernardo”, en una zona castigada por la naturaleza hostil, con la diferencia de que la nieve, casi constante en torno del célebre convento enclavado en los desfiladeros existentes entre Suiza e Italia, allí era sustituida por la sombra densa que, en aquella hora, se hacía aún más densa, móvil y terrible, alrededor de la institución, como si estuviese dominada por un vendaval incesante.
Aquel puesto acogedor, que permanece bajo la jurisdicción de “Nuestro Hogar” 2
Por tanto, el enorme caserío, parecido a una amplia ciudad instalada con todos los recursos de seguridad y defensa, mantiene áreas de asistencia y cursos de instrucción, en los que médicos y sacerdotes, enfermeros y profesores, encuentran, después de la muerte terrestre, enseñanzas y actividades de la más elevada importancia. , fue fundado hace más de tres siglos, y se dedica a recibir espíritus infelices y enfermos que se deciden a trabajar por su propia regeneración, criaturas que se llevan a colonias de perfeccionamiento en la vida Superior, o que vuelven al plano físico, en una reencarnación rectificadora.
Queríamos efectuar algunas observaciones referentes a las leyes de causa y efecto el karma de los hindúes– y, convenientemente recomendados por el Ministerio de Auxi-lio, estábamos allí, encantados con la palabra del orientador, que prosiguió con la ma-yor atención, después de una larga pausa:
–Es necesario tener en cuenta que la Tierra se contempla desde los más variados puntos de vista. Para el astrónomo, es un planeta que gravita en torno del Sol, para el guerrero, es un campo de lucha en el que la geografía se modifica a punta de bayoneta, para el sociólogo, es un amplio espacio en el que se acomodan diversas razas. Pero, para nosotros, es un valioso lugar de servicio espiritual, como un filtro en el que el alma se purifica poco a poco en el curso de los milenios, adquiriendo cualidades divinas para la ascensión a la gloria celeste. Por eso, hay que mantener la luz del amor y del conocimiento, en el seno de las tinieblas, igual que es necesario mantener el medicamento en el foco de la enfermedad.
Mientras oíamos, observábamos, allá afuera, a través de la transparencia de una amplia ventana, la convulsión de la naturaleza.
Un vendaval ululante, trayendo consigo una sustancia oscura, parecida a un lodo aéreo, se arremolinaba con violencia, en un torbellino extraño, en forma de tinieblas que se despeñaban como una cascada.
Y, entre el cuerpo monstruoso de aquel torbellino terrible, surgían gritos de horror, vociferando maldiciones y gemidos.
Aparecían de refilón, unidos unos a otros, gran cantidad de criaturas agarradas entre sí ante el peligro, con el ansia instintiva de dominar y sobrevivir.
Druso, como nosotros, contempló el triste cuadro con una visible piedad reflejada en su semblante.
Nos miró en silencio, como si quisiera llamarnos a la reflexión.
Parecía expresar cuánto le dolía en su alma el trabajo en aquel paraje de sufrimiento, cuando Hilario le preguntó:
“¿Por qué no se abren las puertas a los que gritan allí afuera? ¿No es éste un puesto de salvación?”.
–Sí, respondió el instructor sensibilizado, “pero la salvación solamente es importante para aquellos que desean salvarse”.
Y después de un pequeño intervalo, continuó:
–En este plano, más allá de la tumba, la sorpresa más dolorosa para mí fue ésa: el encuentro con fieras humanas que habitaban en cuerpos carnales como personas comunes. Si las acogemos aquí sin la necesaria preparación, nos atacarían de inmediato, arrasando este instituto de asistencia pacífica. Y no podemos olvidar que el orden es la base de la caridad.
A pesar de su explicación firme y serena, Druso se concentraba en la visión exterior, dominado por la compasión que se reflejaba en su rostro.
Pasados unos instantes, prosiguió:
–Hay una gran tempestad magnética, y los caminantes de los planos inferiores, están siendo arrebatados por el huracán, como hojas secas por un vendaval
–¿Y tienen conciencia de eso? –preguntó Hilario con perplejidad.
–Muy pocos. Las personas que se encuentran así después del sepulcro, son aquellas que no se han acogido en la vida física al refugio moral de algún principio noble. Traen su interior inmerso en un torbellino tenebroso, parecido a la tormenta externa, por los pensamientos desorganizados y crueles de que se alimentan. Odian y aniquilan, muerden y hieren. Si los alojamos en los puestos de socorro aquí establecidos, sería como introducir tigres hambrientos entre fieles que oran en un templo.
–Pero, ¿se conservan siempre en ese terrible desajuste? –insistió mi compañero, fuertemente impresionado.
El orientador intentó sonreír y contestó:
–No, eso no. Esa fase de inconsciencia y desvarío pasa también como pasa la tempestad, aunque la crisis perdure, a veces por muchos años. Debido al temporal de las pruebas que le imponen dolor desde el exterior al interior, el alma se reforma, poco a poco, serenándose hasta abrazar, por fin, las responsabilidades que creó para sí misma.
–Quiere decir, entonces dije a mi vez que no basta el peregrinaje del espíritu después de la muerte, por los lugares de tinieblas y de padecimientos, para resarcir las deudas de la conciencia...
–Exactamente aclaró el instructor. La desesperación sólo tiene el valor de la demencia a que se lanzan las almas en las explosiones de incontinencia y de rebeldía. No sirve como pago ante los tribunales divinos. No es razonable que el deudor solucione con gritos e improperios los compromisos que contrajo por su propia voluntad. Además, tengamos en cuanta que de los desmanes de orden mental a que nos entregamos desprevenidos, salimos siempre más infelices y endeudados. Pasada la fiebre de locura y de rebelión, el espíritu culpable vuelve al remordimiento y a la penitencia. Se calma, como la tierra que vuelve a la serenidad y a la paciencia, después de haber sido insultada por el terremoto, a pesar de haber sido maltrecha y herida. Entonces, como el suelo que vuelve a ser fértil, se somete de nuevo a la siembra renovadora de sus destinos. Sentimos una gran expectación, cuando Hilario comentó:
–¡Ah! ¡Si las almas encarnadas pudiesen morir en el cuerpo algunos días al año, no mediante el sueño físico en que se rehacen, sino con plena conciencia de la vida que les espera!...
–Sí, –dijo el orientador eso modificaría realmente la faz moral del mundo. Pero mientras tanto la existencia humana, por larga que sea, es un simple aprendizaje en el que el espíritu reclama benéficas restricciones para poder restaurar su camino. Usando un nuevo cuerpo entre sus semejantes, debe atender a la renovación que le corresponde, y eso exige la centralización de sus fuerzas mentales en esa transitoria experiencia terrestre.
La palabra fluida y sabia del instructor, era para nosotros motivo de singular encanto y, creyéndome en el deber de aprovechar aquellos minutos, sopesaba en silencio, para mí mismo, la calidad de las almas desencarnadas que sufrían la presión de la tormenta exterior.
Druso percibió mi indagación mental y sonrió, como esperando por mi parte una pregunta clara y positiva.
Instado por la fuerza de su mirada, dije respetuosamente: ante este penoso espectáculo al que estamos asistiendo, nos vemos obligados a pensar en la procedencia de los que experimentan su inmersión en ese torbellino de horror... ¿Son delincuentes comunes, o criminales acusados de grandes faltas? ¿Habrá entre ellos seres primitivos como nuestros indígenas salvajes, por ejemplo?
La respuesta del orientador no se hizo esperar.
–Cuando vine acá, esas preguntas asaltaron igualmente mi pensamiento. Hace cincuenta años que estoy en este refugio de socorro, oración y esperanza. Entré en esta casa como un enfermo grave, después de haberme desligado del cuerpo terrestre. Aquí, encontré un hospital y una escuela. Amparado, pasé a estudiar mi nueva situación, anhelando poder servir. Fui camillero, limpiador, enfermero, profesor, magnetizador, hasta que, después de algunos años, recibí jubilosamente el encargo de orientar la institución, bajo la supervisión positiva de los instructores que nos dirigen. Obligado a efectuar pacientes y laboriosas investigaciones, como parte de mis deberes, puedo deciros que las tinieblas densas, solamente son ocupadas por las conciencias que se oscurecieron con la práctica de crímenes deliberados, apagando la luz del propio equilibrio. En estas regiones inferiores no transitan las almas simples, sencillas, que se encuentren sufriendo los errores naturales de las experiencias primitivas. Cada ser está adherido, por imposición de la atracción magnética, al nivel de evolución que le es propio. Los salvajes, en su gran mayoría, hasta tanto se desarrolla en ellos el mundo mental, viven casi siempre confinados en el bosque que resume sus intereses y sueños, retirándose lentamente del campo de la tribu, bajo la dirección de espíritus benevolentes y sabios que les asisten... y las almas notoriamente primitivas, en gran parte, caminan al influjo de las entidades beneméritas que les sustentan e inspiran, trabajando con sacrificio en las bases de la sociedad, y aprovechando los errores, hijos de las buenas intenciones, como enseñanzas preciosas que garantizan su educación. Os aseguro que en las zonas que podríamos llamar infernales, sólo residen los que, conociendo sus responsabilidades morales, se alejaron deliberadamente de ellas, con el loco propósito de escarnecer al propio Dios. El infierno puede ser definido como un amplio campo de desequilibrio, establecido por la maldad calculada, nacida de la ceguera voluntaria y la perversidad completa. Ahí viven, a veces por siglos, espíritus que se animalizaron, fijándose en la crueldad y egocentrismo. Forman una enorme zona vibratoria en conexión con la humanidad terrestre, ya que todos los padecimientos infernales son creaciones de la misma. Estos lugares tristes funcionan como una cribanecesaria para todos los espíritus que desertan de las responsabilidades que el Señor les otorga. De ese modo, todas las almas que tienen el conocimiento de la verdad y la justicia, responsables en la construcción del bien, que en la Tierra incurren en ese o aquel delito, desatendiendo el noble deber que el mundo les fija, después de la muerte del cuerpo permanecen por estos lugares por días, meses o años, reconsiderando sus actuaciones, antes de la reencarnación que deben lograr para obtener su propio reajuste lo más pronto posible.
Por eso... –aventuró a decir Hilario, cuando Druso, captando la pregunta, le interrumpió resumiendo:
–Por eso, las entidades infernales que creen gobernar esta región con un poder infalible, residen aquí por un tiempo indeterminado y las criaturas perversas que se afinan con ellas, aunque sufran su dominio, están aquí por muchos años. Las almas extra
viadas en la delincuencia y el vicio, que tienen posibilidades de próxima recuperación, permanecen aquí por períodos ligeros o regulares, aprendiendo que el precio de las pasiones es demasiado terrible. Para las criaturas desencarnadas de ese último tipo, que alcanzan el sufrimiento, el arrepentimiento y el remordimiento, la dilaceración y el dolor, a pesar de no hallarse libres de los trastornos oscuros con que han sido arrojados en las tinieblas, las casas fraternales y de asistencia como ésta, funcionan, activas y diligentes, acogiéndolas en todo lo posible, y habilitándolas para que vuelvan a las experiencias de naturaleza expiatoria en la carne. Me acordé del tiempo en que yo mismo había deambulado, semiinconsciente y perturbado, por las sombras, desde el momento en que me había librado del cuerpo físico, enfrentándome a mis propios estados mentales del pasado y del presente, cuando el orientador prosiguió:
–Como es fácil deducir, si la oscuridad es el molde que imprime brillo a la luz, el infierno, como región de sufrimiento y de falta de armonía, es perfectamente posible, constituyendo un establecimiento justo de filtración, para el espíritu que se halla en el camino de la vida superior. Todos los lugares infernales surgen, viven y desaparecen, con la aprobación del Señor, que tolera semejantes creaciones en las almas humanas, como un padre que soporta las llagas adquiridas por sus hijos, y que se vale de ellas para ayudarles a valorar la salud. Las inteligencias consagradas a la rebeldía y criminalidad, por eso mismo, a pesar de admitir que trabajan para sí, permanecen al servicio del Señor, que corrige el mal con el propio mal. Por eso mismo, todo en la vida es movimiento hacia la victoria del bien supremo.
Druso iba a proseguir, pero una invisible campanilla vibró en el aire y, demostrando estar alerta por la imposición del tiempo, se levantó y nos dijo sencillamente:
–Amigos, llegó el momento de llevar a cabo nuestra conversación con los internados que ya ofrecen muestras de hallarse pacíficos y lúcidos. Dedicamos algunas horas, dos veces a la semana, a semejante ocupación.
Nos levantamos y le acompañamos.
Extraido del libro Acción y Reacción de Chico Xavier.....

sábado, 19 de febrero de 2011

PSICOGRAFIA DE UN MAESTRO DEL SIGLO XIX

Mucha Paz en nuestro Maestro Jesús:
Me llamo Javier y soy alumno de la hermana Amalia,
te voy a contar una de mis vidas pasadas. Nací en una familia que me quería mucho, fui el tercero de siete hermanos, era por el año 1800, mi padre era medico rural y no ganaba mucho, pero vivíamos bien
me crié muy sano vivíamos en un pueblo de montaña; con el tiempo me fui haciendo mi porvenir me gustaba estudiar y me licencie en Magisterio y no tuve problemas en mis estudios cuando termine mi licenciatura me mandaron a trabajar a un pueblo rural como maestro dábamos todas las asignaturas y a todas las edades de niños y niñas por eso tenia mucho trabajo: Pero me pareció una buena experiencia estar en ese pueblo, y lo bien considerado
Hasta que conocí a una mujer joven y hermosa del pueblo, nos gustábamos y con el tiempo nos deseábamos. Cuando se enteraron en el pueblo fuimos muy criticados; ella tenia marido que estaba fuera en otra ciudad trabajando, ella entre ligera que era y tanto tiempo sin ver al marido se caso por poderes (en aquellos años se hacia esto mucho) no lo conocía , nos enamoramos y hacíamos el amor todos los días. Yo no sabia lo que tenia marido porque nadie me lo dijo solo veía que cuchicheaban de nosotros pero yo deduje que era cosas de pueblos, hasta que me entere del casamiento de Juana.
Cuando nos vimos se lo comente y le dije que no podía ser nuestra relación me había enterado de lo suyo, y que no quería complicarme la vida, que el trabajo que tenia era de tener respeto y si yo no me hacia respetar y dar ejemplo y en estos momentos no estaba haciéndolo.
Me contesto que ella necesitaba tener a un hombre al lado por sus instintos: que no lo permitiría el dejarme pues su marido no lo conocía y que su juventud no la perdía por una firma: pero yo que me creía más sensato la deje y no le abrí la puerta de mi casa, ella se enfado mucho y como habíamos hecho el amor muchas veces: a los cuatro meses de dejalo, vino y me contó que tenia faltas en la menstruación, y yo le pregunte que desde cuando y ella me contesto que de cuatro o más yo la creí pero me venia un gran problema, ella estaba casada con poderes no conocía a su marido un lío grande, porque si fuese soltera me caso con ella y no hubiese pasado nada: pasaron los días y trajo al mundo a un niño: a mi me echaron del trabajo los padres de los niños que les daba clase no me querían allí me fui del pueblo, ella se quedo, paso un tiempo y yo encontré trabajo en otro pueblo
ella se entero donde trabajaba y se acerco un día con su hijo y me dijo que le diese el apellido que era mi hijo. Estaban pasando unos días conmigo mis padres, y al verlos a la madre e hijo me preguntaron que pasaba yo les conté toda la historia que había pasado, a mi padre como medico que era le pareció raro que a los cuatro meses me dijese que estaba en estado y me pidió si podía invitarla a casa ella no sabia que mi padre era medicó la lleve a casa y se puso mi padre hablar con ella, empezó a preguntarle por el niño, sobre el parto y cuando se quedo embarazada, ella contesto a todo era muy lista estábamos todos en casa y servio mi madre unas pastas con jerez y al poco de beber que le gustaba un poco, empezó hablar y hablar y contó que el hijo no era mio que como la deje lo hizo con otro del pueblo y se quedo embarazada a posta para darme una lección y decir que el hijo era mio: mi padre escribía todo que ella contaba. Cuando se le paso lo de la bebida me dijo que le había pasado que me iba a llevar a lo tribunales que ella era una señora casada y yo la había violado y contaría una historia y me detendrían.
Mi padre que era muy sabio y había escrito todo y ella no sabia leer, le dijo Juana me puedes firmar aquí pues alguna cosa haremos para arreglar todo esto y tengo que tener tu firma como vives fuera para no tener que venir, ella firmo muy contenta pero firmo su sentencia, lo que hicimos estuvo muy mal pero tampoco estuvo bien por ella así que la balanza estaba igualada.
La denunciamos y ganamos el juicio.. el padre del niño salio en su defensa, pero perdió y llevaba una rabia y un odio nos dijo que se vengaría.
Al poco tiempo vino el marido y se encontró con un hijo de otro y que su mujer no era virgen y en aquellos años se exigía mucho ser virgen la repudio y se fue, ella no tubo otro remedio que vivir con el padre de su hijo, y se fueron del pueblo, y vinieron al que yo estaba trabajando. yo ya tenia mujer e hijos.
El día que vino el chico a la escuela ya tenia doce años? me entere que era de Juana: medio una vuelta el corazón, pensé ya siguen los problemas, con lo que mi vida había cambiado, pero el chico no tenia culpa alguna.
Le pregunte su nombre, y lo presente a sus compañeros de clase, lo observaba y lo veía amargado no era como cualquier chico que estaba en clase, no tenia iniciativa, estaba (como te diría que en su casa hubiese mal ambiente y eso al cabo de los años marca a la persona)
nos hicimos amigos, bueno amigos lo que se dice por amigos: yo quería que fuese uno mas en clase y no tuviese complejos, pero sin meterme mucho que conociendo a su madre no quería profundizar mucho. Pero se complicaron las cosas, en el pueblo se ven la gente y se conoce y todos los días nos vemos, yo no quería verme con esa mujer, pero su hijo estaba en la escuela y yo estaba allí? un día vinieron los dos el padre y la madre, yo los recibí como a otros padres,pero Juana, me miraba con un odio no olvide. Me preguntaron por su hijo y conteste que muy bien pero que era muy tímido y retraído con los compañeros, ellos no dijeron nada del comentario pero me dijeron que algo tendría que hacer yo para ayudarle, les comunique que ya estaba trabajando con el y solíamos hablar mucho para que el cogiese confianza y no se sintiese solo y les comunique que ellos tenían que ayudarle también y así el chico estaría más abierto y cogería confianza para estar con sus compañeros: Así quedaron las cosas. ¿Pero yo intuía que me iba hacer la vida imposible Juana. Y así sucedió yo tenia mi familia y era muy feliz, esa señora me arruino mi vida no en ese momento pero si mucho
más tarde, el muchacho era bueno y le cogí cariño mis hijas que estaban en la escuela también se hicieron amigos.
Paso el tiempo y el odio salio, a mi hija le gustaba Antonio que así se llamaba el hijo de Juana y Antonio se encapricho de mi hija y se casaron. después de mucho tiempo me enteré que la madre le decía a su hijo sal con Ángela y casate con ella) Asi fue se casaron, yo no lo tenia claro no por ellos si no por los padres:así fue el dia de la boda en la comida conto agritos todo lo que habiamos hecho los dos en otros tiempos, se vengo de mi y mi hija se emfado conmigo medejo de hablar, se fueron a vivir a casa de ellos que eso era lo que Juanaqueríaa para vengarse de mi con mi hija y despues con mis nietos,
ella odiaba a mi hija pero más me odiaba ami: mi mujer e hijos se enfadaron conmigo yo les esplique todo como paso y hacia muchos años y que esa mujer no era buena, les costo entenderlo: Ami hija, Juana de hacia la vida imposible como no se hablaba conmigo no quería venir a casa: así que los pecados de juventud lo estaba pagando quien menos culpa tenia, Juana lo hacia para fastidiarnos a la familia no quería a nadie ni a si hijo. A mi hija le hacia pasar hambre la tenia como esclava hacia todo lo de la casa estaba embarazada le hacia la vida imposible a esto el marido lo veía y no decía nada, en la casa no mandaba nada y tampoco tenia mucha personalidad para poder defender a su esposa. Pasaron los años y tuvieron hijos pero mis nietos no sabían quien era su abuelo hasta que un día se puso muy enferma Juana y fui a esa casa y hable con mi hija que quería ver ala moribunda, y que entrara conmigo así fue mi hija me quería se dio cuenta que la mala era Juana le hice confesar toda la verdad delante de mi hija para que supiese toda la verdad, pero ella se negaba, hasta que en el ultimo momento de su vida que todo lo que había dicho era mentira y que se quería vengar de mi,pasaron los días y todos eramos felices, los nietos eran una bendición para mi mujer y para mi:
pasaron los años y yo era muy mayor y me marche pronto, pero feliz por que todo se había arreglado y el amor de los hijos y los nietos.
Descansaba en paz porque todo se había solucionado, y era un bien para mi progreso.

domingo, 13 de febrero de 2011

Las Penas Futuras Según el Espiritismo.

ORIGENES DE LA DOCTRINA ESPIRITISTA SOBRE LAS PENAS FUTURAS
La doctrina espiritista, en lo que concierne a las penas futuras, no se funda en una teoría
preconcebida. Como en sus otras partes, no es un sistema sustituido a otro sistema, sino que todos los hechos se apoyan en observaciones, y esto es lo que constituye su autoridad. Ninguno ha imaginado que las almas, después de su muerte, vengan a encontrarse en tal o cual situación. Los mismos seres que han dejado la Tierra son los que vienen hoy a iniciarnos en los misterios de la vida futura, a describir su posición, feliz o desgraciada, sus impresiones y su transformación
después de la muerte del cuerpo. En una palabra, a contemplar sobre este punto la enseñanza de Cristo. No se trata aquí de la relación de un solo espíritu, que podría ver los acontecimientos desde su punto de vista, bajo un solo aspecto, o estar todavía dominado por las preocupaciones terrestres, ni de una revelación hecha a un solo individuo que podría dejarse engañar por las apariencias, ni de una visión extática, que se presta a las ilusiones y muchas veces no es más queresultado de una imaginación exaltada,1 sino de innumerables ejemplos suministrados por toda categoría de espíritus, desde lo más alto hasta lo más bajo de la escala, con ayuda de innumerables intermediarios diseminados sobre todos los puntos del globo, de tal modo que la revelación no es privilegio de nadie, sino que cada uno está en disposición de ver y de observar, y nadie está obligado a creer en la palabra de otro.
1. Véase Cáp. VI, n.º 7, y El Libro de los Espíritus, n.º 443 y 444.

CODIGO PENAL DE LAS PENAS FUTURAS

El Espiritismo no viene, pues, con su autoridad privada, a formular un código de fantasía. Su
ley, respecto al porvenir del alma, deducida de las observaciones tomadas de los hechos, puede
resumirse en los puntos siguientes:
1. El alma o espíritu sufre en la vida espiritual las consecuencias de todas las imperfecciones
de que no se ha despojado durante la vida corporal. Su estado dichoso o desgraciado es inherente al grado de su depuración o de sus imperfecciones.
2. La dicha perfecta es inherente a la perfección, es decir, a la depuración completa del
espíritu. Toda imperfección es a la vez una causa de sufrimiento y de goce, de la misma manera que toda cualidad adquirida es una causa de goce y atenuación de los sufrimientos:
3. “No hay una sola imperfección del alma que no lleve consigo sus consecuencias molestas
e inevitables, ni buena cualidad que no sea origen de un goce.”
La suma de penas es, de este modo, proporcional a la suma de imperfecciones, de la misma
manera que la suma de goces está en razón de la suma de buenas cualidades.
El alma que tiene, por ejemplo, diez imperfecciones, sufre más que la que tiene tan sólo tres
o cuatro. Cuando de estas diez imperfecciones no le quede más que la cuarta parte o la mitad,
sufrirá menos. Y cuando no le quede ninguna ya no sufrirá y será enteramente dichosa. Así sucede en la Tierra con aquel que, teniendo muchas enfermedades, sufre más que el que no tiene más que una o el que no tiene ninguna. Por la misma razón, el alma que posee diez cualidades tiene más goces que la que posee menos.
4. En virtud de la ley del progreso, teniendo el alma la posibilidad de adquirir el bien que le
falta y de deshacerse de lo malo que tiene según sus esfuerzos y voluntad, se deduce que el porvenir no está cerrado a ninguna criatura. Dios no repudia a ninguno de sus hijos, recibiéndolos en su seno a medida que alcanzan la perfección, y dejando así a cada uno el mérito de sus obras.
5. El sufrimiento, siendo inherente a la imperfección, como el goce lo es a la perfección, el
alma lleva consigo misma su propio castigo en todas partes donde se encuentre. No hay necesidad para eso de un lugar circunscrito. Donde hay almas que sufren está el infierno, así como el cielo está en todas partes donde hay almas dichosas.
6. El bien y el mal que se hace son producto de las buenas y malas cualidades que se poseen.
No hacer el bien cuando se está en disposición de hacerlo es resultado de una imperfección. Si toda imperfección es una causa de sufrimiento, el espíritu debe sufrir no sólo por todo el mal que ha hecho, sino también por todo el bien que pudo hacer y no hizo durante su vida terrestre.
7. El espíritu sufre por el mismo mal que hizo, de modo que estando su atención
incesantemente dirigida sobre las consecuencias de este mal, comprende mejor los inconvenientes y es incitado a corregirse de él.
8. Siendo infinita la justicia de Dios, lleva una cuenta rigurosa del bien y del mal. Si no hay
una sola mala acción, un solo mal pensamiento que no tenga sus consecuencias fatales, no hay una sola buena acción, un solo movimiento bueno del alma, el más ligero mérito, en una palabra, que sea perdido, aun en los más perversos, porque constituye un principio de progreso.
9. Toda falta cometida, todo mal realizado es una deuda que se ha contraído y que debe ser
pagada. Si no lo es en una existencia lo será en la siguiente o siguientes, porque todas las
existencias son solidarias las unas con las otras. Aquel que ha pagado en la existencia presente, no tendrá que pagar por segunda vez.
10. El espíritu sufre la pena de sus imperfecciones, bien en el mundo espiritual o bien en el
mundo corporal. Todas las miserias y vicisitudes que se sufren en la vida corporal son consecuencia de nuestras imperfecciones o expiaciones de faltas cometidas, ya sea en la existencia presente o en las precedentes.
Por la naturaleza de los sufrimientos y de las vicisitudes que acontecen en la vida corporal
se puede juzgar la naturaleza de las faltas cometidas en una anterior existencia, y las imperfecciones causantes de ellas.
11. La expiación varía según la naturaleza y gravedad de la falta. Así es como la misma falta
puede dar lugar a expiaciones diferentes, según las circunstancias atenuantes o agravantes en que se cometió.
12. No hay ninguna regla absoluta y uniforme en cuanto a la naturaleza y duración del
castigo. La única ley general es que toda falta recibe su castigo, y toda acción buena se
recompensa, según su valor.
13. La duración del castigo está subordinada a la mejora del espíritu culpable. No se
pronuncia contra él ninguna condena por un tiempo determinado. Lo que Dios exige para poner
término a los sufrimientos es una mejora seria, efectiva, y una vuelta sincera al bien.
Una condena por un tiempo determinado cualquiera tendría dos inconvenientes: El de seguir
castigando al espíritu que se mejoró, o cesar cuando éste perseverase en el mal. Dios, que es justo, castiga el mal mientras existe, cesa de castigar cuando el mal no existe.2 O si se quiere, siendo el mal moral por sí mismo una causa de sufrimiento, éste dura tanto tiempo como el mal subsiste. Su intensidad disminuye a media que el mal se debilita.
2. Véase Cáp. VI, n.º 25, cita de Ezequiel.
14. Estando subordinada la duración del castigo a la mejora, resulta de ello que el espíritu
culpable que no se mejorara nunca, sufriría siempre, y que para él la pena sería eterna.
15. Una condición inherente a la inferioridad de los espíritus es la de no ver el término de su
situación y creer que sufrirán siempre. Para ellos es un castigo que les parece que debe ser eterno.
3. Perpetuo es sinónimo de eterno. Dícese: “El límite de las nieves perpetuas, los hielos eternos de los polos.” También se refiere: “El secretario perpetuo de la Academia.” Lo cual no significa que lo será perpetuamente, sino por un tiempo ilimitado. Eterno y perpetuo se emplean en el sentido de indeterminado. En esta aceptación, puede determinarse que las penas son eternas si se entiende que no tienen una duración limitada. Son eternas para el espíritu que no ve su fin.
16. El arrepentimiento es el primer paso hacia la mejora. Pero no es suficiente. Son precisas
aún la expiación y la reparación. Arrepentimiento, expiación y reparación son las tres condiciones necesarias para borrar las huellas de una falta y sus consecuencias.
El arrepentimiento endulza los dolores de la expiación, puesto que da la esperanza y prepara
los caminos de la rehabilitación, pero sólo la reparación puede anular el efecto destruyendo la
causa. El perdón es una gracia y no una anulación.
17. El arrepentimiento puede tener lugar en todas partes y en cualquier tiempo. Si es tardío,
el culpable sufre mucho más tiempo.
La expiación consiste en los sufrimientos físicos y morales, que son consecuencia de la falta
cometida, bien en esta vida o después de la muerte en la vida espiritual, o bien en una nueva
existencia corporal, hasta que queden borradas las huellas de la falta. La reparación consiste en hacer bien a aquel a quien se hizo daño. Aquel que no repare en esta vida las faltas cometidas por impotencia o falta de voluntad, en una posterior existencia se hallará en contacto con las mismas personas a quienes habrá perjudicado y en condiciones escogidas por él mismo que pongan a prueba su buena voluntad en hacerles tanto bien como mal les había hecho antes.
Todas las faltas no ocasionan siempre un perjuicio directo y efectivo. En este caso, la
reparación se verifica haciendo aquello que debía hacerse y no se ha hecho, cumpliendo los deberes descuidados o desconocidos, las misiones en que ha faltado, etc. En fin, practicando el bien en contra del mal hecho anteriormente, siendo humilde si antes se fue orgulloso, dulce si se fue duro, caritativo si se fue egoísta, benévolo si se fue malévolo, laborioso si se fue perezoso, útil si se fue inútil, sobrio si se fue disoluto, de buen ejemplo si se fue de mal ejemplo, etc. Así es como el espíritu progresa aprovechando su pasado. La necesidad de la reparación es un principio de rigurosa justicia, que puede considerarse como la verdadera ley de rehabilitación moral de los espíritus. Es una doctrina que ninguna religión ha proclamado todavía.
Sin embargo, algunas personas la rechazan, porque hallarían más cómodo borrar sus malas acciones con un sencillo arrepentimiento, que no cuesta más que palabras ayudadas por algunas fórmulas. Libres son de creerse satisfechas, más tarde verán si esto les basta. Pregúnteseles si ese principio no está consagrado por la ley humana, y si la justicia de Dios es inferior a la de los hombres. ¿Se darían por satisfechos de un individuo que,habiéndose arruinado por abuso de confianza, se limitase a decir que lo siente infinitamente? ¿Por qué retroceden ante una obligación, que todo hombre honrado tiene el deber de cumplir en la medida de sus fuerzas?
Cuando esta perspectiva de la reparación se inculque en la creencia de las masas, será un freno mucho más poderoso que el del infierno y de las penas eternas, porque se refiere a la actualidad de la vida, y el hombre comprenderá la razón de ser de las circunstancias penosas en que se encuentra colocado.
18. Los espíritus imperfectos están excluidos de los mundos dichosos, en los cuales
turbarían la armonía. Permanecen en los mundos inferiores, donde por medio de las tribulaciones de la vida expían sus faltas y se purifican de sus imperfecciones hasta que merezcan ser encarnados en los mundos más adelantados moral y físicamente.
Si puede concebirse un lugar de castigo circunscrito, es el de los mundos de expiación,
porque a su alrededor pululan los espíritus desencarnados, esperando una nueva existencia que
permitiéndoles reparar el mal que han hecho, coopere a su adelanto.
19. Como el espíritu tiene siempre su libre albedrío, algunas veces es lenta su mejora, y muy
tenaz su obstinación en el mal. Puede que su persistencia en desafiar la justicia de Dios cede ante el sufrimiento, y a pesar de su falso orgullo, reconoce la potencia superior que le domina. Desde que se manifiesta en él los primeros resplandores del arrepentimiento, Dios le hace entrever la esperanza.
Ningún espíritu se halla en tal condición que no pueda mejorarse nunca. De otro modo,
estaría destinado fatalmente a una eterna inferioridad y fuera de la ley del progreso, que rige
infalible a todas las criaturas.
20. Cualesquiera que sean la inferioridad y la perversidad de los espíritu, Dios no les
abandona jamás. Todos tienen su ángel guardián que vela por ellos, espía los movimientos de su
alma y se esfuerza en suscitar en ellos buenos pensamientos, y el deseo de progresar y de reparar en una nueva existencia el mal que han hecho. Sin embargo, el guía protector obra lo más a menudo de una manera oculta, sin ejercer ninguna presión.
El espíritu debe mejorarse por el hecho de su propia voluntad, y no a consecuencia de una
fuerza cualquiera. Obra bien o mal en virtud de su libre albedrío, pero sin ser fatalmente inducido en un sentido o en otro. Si hace mal, sufre sus consecuencias tanto tiempo como permanece en el mal camino. Luego que da un paso hacia el bien, siente inmediatamente los efectos. Observación. Sería un error el creer que, en virtud de la ley del progreso, la certeza de que ha de llegar tarde o temprano a la perfección y a la dicha puede ser una excitación para que
persevere en el mal, dejando el arrepentimiento para más tarde.
En primer lugar, porque el espíritu inferior no ve el término de su situación. En segundo,
porque el espíritu, siendo el artífice de su propia desgracia, acaba por comprender que de él
depende el hacerlas cesar, y que cuanto más persista en el mal, durará más tiempo su desgracia. Que su sufrimiento durará siempre, si él mismo no le pone un término. Éste sería, pues, un cálculo falso, cuya primera víctima sería él. Si, al contrario, según el dogma de las penas irremisibles, le ha sido cerrada toda esperanza, persevera en el mal, porque no tiene ningún interés en volver al bien, que no le es de utilidad
Ante esta ley, cae igualmente la objeción sacada de la presciencia divina. Dios, al crear un
alma, sabe, en efecto, si, en virtud de su libre albedrío, tomará el buen o el mal camino. Sabe que
será castigada, si obra mal, pero sabe también que este castigo temporal es un medio de hacerle
comprender su error y de hacerla entrar en la buena senda, a donde llegará tarde o temprano. Según la doctrina de las penas eternas, se sabe que desfallecerá, y que por anticipado está condenada a tormentos sin fin.
21. Cada uno sólo es responsable de sus faltas personales. Nadie sufre por las faltas de otro,
a menos que haya dado lugar para ello, ya provocándolas con su ejemplo, o no impidiéndolas
cuando tenía poder para ello.
Así es, por ejemplo, que el suicida es siempre castigado. Pero aquel que con su conducta
empuja a un individuo a la desesperación, y de ahí a matarse, sufre una pena todavía más grande.
22. Aunque la diversidad de los castigos sea infinita, los hay que son inherentes a la
inferioridad de los espíritus, y cuyas consecuencias, salvo los matices, son casi idénticas.
El castigo más inmediato, entre aquellos sobre todo que se han aferrado a la vida material,
despreciando el progreso espiritual, consiste en la lentitud de la separación del alma y del cuerpo, en las angustias que acompañan a la muerte y al despertar en la otra vida, en la duración de la
turbación, que puede durar meses y años.
Entre los que, por el contrario, tienen la conciencia pura, que se han identificado en su vida
con la vida espiritual y despreciando de las cuestiones materiales, la separación es rápida, sin
sacudidas, el despertar apacible y la turbación casi nula.
23. Un fenómeno muy frecuente tiene lugar entre los espíritus de cierta inferioridad moral,
que consiste en creerse todavía vivos, y esta ilusión puede prolongarse por muchos años, durante los cuales sienten todas las necesidades, todos los tormentos y todas las perplejidades de la vida.
24. Para el criminal, la vista incesante de sus víctimas y de las circunstancias del crimen son
un cruel suplicio.
25. Ciertos espíritus están sumergidos en densas tinieblas. Otros, en un aislamiento absoluto
en medio del espacio, atormentados por la ignorancia de su posición y de su suerte. Los más
culpables sufren tormentos indecibles, tanto más punzantes cuanto más lejos ven sus términos.
Muchos están privados de la vista de los seres que le son queridos. Todos generalmente sufren con una intensidad relativa los males, los dolores y las necesidades que han hecho sufrir a los otros hasta que el arrepentimiento y el deseo de la reparación vienen a darles un consuelo, haciéndoles entrever la posibilidad de poner por sí mismos un término a esta situación.
26. Es un suplicio para el orgulloso ver a mayor altura, en la gloria, apreciados y
acariciados, a los que había menospreciado en la Tierra, mientras que él es relegado a la última
clase. Para el hipócrita, el verse traspasado por la luz que pone a descubierto sus más recónditos
pensamientos, que todo el mundo puede leer, sin medio alguno para ocultarse y disimular; para el sensual, el tener todas las tentaciones, todos los deseos, sin poder satisfacerlos; para el avaro, el ver su oro malgastado y no poder evitarlo; para el egoísta, el ser abandonado por todo el mundo, y el sufrir todo lo que los otros han sufrido por él. Tendrá sed y nadie le dará de beber, tendrá hambre y nadie la dará de comer. Ninguna mano amiga vendrá a apretar la suya, ninguna voz compasiva vendrá a consolarle. No ha pensado más que en él durante su vida, y por tanto, nadie piensa en él, ni le compadece, después de su muerte.
27. El medio de evitar o de atenuar las consecuencias de los defectos en la vida futura es el
deshacerse de ellos lo más pronto posible en la vida presente. Reparar el mal para no tener que
repararlo en adelante de una manera más terrible. Cuanto más tarda en deshacerse de sus efectos, más penosas son las consecuencias, y más rigurosa la reparación que se debe cumplir.
28. La situación del espíritu desde su entrada en la vida espiritual es aquella que se ha
preparado por medio de la vida corporal. Más tarde se le da otra encarnación para la expiación y
reparación por nuevas pruebas, pero las aprovecha poco o mucho en virtud de su libre albedrío. Si no se corrige, tiene que volver a empezar la tarea cada vez en condiciones más penosas, de suerte que aquel que sufre mucho en la Tierra, puede decir que tenía mucho que expiar. Los que gozan de una dicha aparente, a pesar de sus vicios y su inutilidad, que estén ciertos de que lo pagarán caro en una existencia ulterior.
En este sentido señaló Jesús: “Bienaventurados los afligidos, porque serán consolados” (El
Evangelio según el Espiritismo, Cáp. V).
29. La misericordia de Dios es infinita, sin duda, pero no es ciega. El culpable, a quien
perdona, no queda descargado, y hasta que no haya satisfecho la justicia, sufre las consecuencias de sus faltas. Por misericordia infinita es preciso entender que Dios no es inexorable, y deja siempre abierta la puerta de la vuelta al bien.
30. Las penas, siendo temporales y subordinadas al arrepentimiento y a la reparación, que
dependen de la libre voluntad del hombre, son a la vez castigos y remedios que deben ayudar a
cicatrizar las heridas que ocasionan el mal.
Los espíritus en castigo son, pues, no como los condenados a presidio por un tiempo, sino
como enfermos en el hospital, que sufren por la enfermedad que es a menudo consecuencia de su falta, y de los medios curativos dolorosos que necesitan, pero que tienen la esperanza de curar, y
que curan tanto más pronto cuanto mejor sigan las prescripciones del médico, que vela por ellos con anhelo. Si prolongan los sufrimientos por su falta, no es culpa del médico.
31. A las penas que el espíritu sufre en la vida espiritual se añaden las de la vida corporal,
que son consecuencia de las imperfecciones del hombre, de sus pasiones, del mal empleo de sus
facultades y la expiación de sus faltas presentes y pasadas. En la vida corporal es cuando el espíritu repara el mal de sus anteriores existencias, poniendo en práctica las resoluciones tomadas en la vida espiritual. Así se explican las miserias y vicisitudes que a primera vista parece que no tiene razón de ser, y son enteramente justas, desde el momento en que son en compensación del pasado y sirven para nuestro progreso (véase Cáp. VI, “El Purgatorio”, n. º 3 y ss.; Cáp. XX, “Ejemplo de expiaciones terrestres”. El Evangelio según el Espiritismo, Cáp. V, “Bienaventurados los afligidos”).
32. Algunos se preguntan: ¿no probaría Dios mayor amor hacia sus criaturas creándoles
infalibles, y, en consecuencia, exentas de las vicisitudes inherentes a la imperfección?
Hubiera sido preciso, para esto, que crease seres perfectos que no tuvieran que adquirir nada
ni en conocimientos ni en moralidad. Sin ninguna duda puede hacerlo. Si no lo ha hecho, es porque en su sabiduría ha querido que el progreso fuese la ley general.
Los hombres son imperfectos, y como tales, están sujetos a vicisitudes más o menos
penosas. Éste es un hecho que es preciso aceptar, puesto que existe. Inferir de él que Dios no es
bueno ni justo sería una rebeldía contra Dios.
Habría injusticia si hubiera creado seres privilegiados, más favorecidos los unos que los
otros, gozando sin trabajo de la dicha que otros consiguen con pena o que no pudieran conseguir
jamás. Pero donde resplandece su justicia es en la igualdad absoluta que preside a la creación de
todos los espíritus: todos tienen un mismo punto de partida. No hay ninguno que en su formación tenga mayores dotes que los otros, ninguno cuya marcha ascendente se le facilite por excepción.
Los que han llegado al fin han pasado, como los otros, por las pruebas sucesivas y la inferioridad.
Admitiendo esto, ¿qué más justo que la libertad dejada a cada uno? El camino de la felicidad
está abierto para todos. Las condiciones para alcanzarla son las mismas para todos. La ley grabada en la conciencia se enseña a todos. Dios ha hecho de la dicha el precio del trabajo y no del favor, a fin de que indudablemente tuviesen los hombres el mérito de ella. Cada uno es libre de trabajar o de no hacer nada para su adelanto. El que trabaja mucho y pronto, antes es recompensado, mientras que el que se extravía en la ruta o pierde su tiempo, retarda su llegada, y no puede culpar a nadie sino a sí mismo. El bien y el mal son voluntarios y facultativos. Siendo libre el hombre, no es impulsado fatalmente ni hacia el uno ni hacia el otro.
33. A pesar de los diferentes géneros y grados de sufrimiento de los espíritus imperfectos, el
código penal de la vida futura puede resumirse en los tres principios siguientes:
El sufrimiento es inherente a la imperfección.
Toda imperfección y toda falta que la motiva lleva consigo su propio castigo, por sus
consecuencias naturales e inevitables, como la enfermedad es consecuencia de los excesos, y el
fastidio de la ociosidad, sin que sea necesaria una condena especial para cada falta y cada
individuo. Pudiendo el hombre deshacerse de sus imperfecciones por su voluntad, evita los males, que son su consecuencia, y puede asegurar su felicidad futura.
Tal es la ley de la justicia divina. A cada uno según sus obras, así en el cielo como en la tierra.
extraido del Cielo y el Infierno de Allan Kardec

sábado, 12 de febrero de 2011

POR QUÉ LOS ESPIRITISTAS NO TIENEN TEMOR A LA MUERTE

La doctrina espiritista varía completamente el modo de mirar el porvenir. La vida futura
no es ya una hipótesis y sí una realidad. Es estado de las almas después de la muerte no es ya un
sistema, sino un resultado de la observación. El velo se ha descorrido, el mundo espiritual se nos
manifiesta en toda su realidad práctica. No son los hombres los que lo han descubierto por el
esfuerzo de una imaginación ingeniosa, sino los habitantes mismos de esos mundos que vienen a
descubrirnos su situación. Los vemos allí en todos los grados de la escala espiritual, en todas las
fases de la dicha y de la desgracia. Presenciamos todas las peripecias de la vida de ultratumba. Ésta es para los espiritistas la causa de la serenidad con que miran la muerte, y de la calma de sus últimos instantes sobre la Tierra.
Lo que les sostiene no es solamente la esperanza, sino la certidumbre. Saben que la vida
futura no es más que la continuación de la vida presente en mejores condiciones, y la esperan con la misma confianza con que esperan la salida del sol después de una noche tempestuosa. Los
movimientos de esta confianza están en los hechos de los que son testigos, y en la concordancia de estos con la lógica, la justicia y la bondad de Dios, y las aspiraciones íntimas del hombre.
Para los espíritus el alma no es ya una abstracción. Tiene un cuerpo etéreo que hace de ella
un ser definido, que el pensamiento abarca y comprende. Esto es ya mucho para fijar las ideas sobre su individualidad, sus aptitudes y sus percepciones. El recuerdo de aquellos seres queridos descansa sobre algo real y positivo. No nos los representamos ya como llamas fugitivas que nada recuerdan al pensamiento, sino bajo una forma concreta que nos los manifiesta mejor como seres vivos. Además, en lugar de estar perdidos en las profundidades del espacio, están a nuestro alrededor. El mundo corporal y el mundo espiritual están en perpetuas relaciones, y se asisten mutuamente. No cabiendo ya duda sobre el porvenir, el temor a la muerte no tiene razón de ser. Se la ve venir con serenidad, como a una libertadora, como la puerta de la vida y no como la de la nada.
estraido del libro. El Cielo y el Infierno de Allan Kardec