jueves, 30 de agosto de 2012

LA EXISTENCIA DE DIOS

Toda doctrina tiene sus principios básicos, de los cuales derivan otros, que son
consecuencias naturales o lógicas de los primeros. Uno de los principios básicos de la
Doctrina Espírita es el de la existencia de Dios, como el Creador necesario de todo lo
que existe. Otro, evidentemente fundamental, es el de la existencia de los Espíritus,
como sus criaturas; y otro más es el de la naturaleza espiritual del alma humana, considerada
como Espíritu encarnado, que constituye la individualidad consciente, permanente e
imperecedera del hombre. Todo lo demás que los Espíritus revelaron – la pluralidad de
los mundos habitados, la encarnación y las reencarnaciones, con la consecuente pluralidad
de existencias corporales, la ley de causa y efecto, el principio de la necesidad de las
pruebas, como medio de progreso y de las muy dolorosas pero redentoras expiaciones
—, todo eso, que revela suprema sabiduría, que armoniza bondad con infalible justicia,
es consecuencia natural de aquellos principios básicos. Al frente de todos, no obstante,
resplandece luminoso el principio de la existencia del Eterno Creador.
Ya hicimos notar en la Guía Nº 01 del Programa II, el hecho tan significativo de
que Kardec haya comenzado «El Libro de los Espíritus» con un capítulo II, acerca de la
existencia de Dios, mostrando que ésta constituye el más importante principio de la
Doctrina Espírita, conforme veremos a continuación.
1 – Por ser Dios la causa primera de todas las cosas, el origen de todo lo que existe,
la base sobre la que reposa el edificio de la creación, es también el punto que interesa que
consideremos ante todo.
2 – Constituye un principio elemental, el de que por sus efectos se juzga una causa,
aún cuando ésta se mantenga oculta.
Si al surcar el aire, un pájaro es alcanzado por una mortífera perdigonada, se deduce
que un hábil tirador la ha disparado, a pesar que este último no sea visto, para saber que
existe. No siempre, pues, es necesario que veamos una cosa, para saber que existe. En
todo, observando los efectos se llega al conocimiento de las causas.
3 – Otro principio igualmente elemental y que de tan evidente pasó a ser
axioma, es el que todo efecto inteligente tiene que provenir de una causa
inteligente.
Si preguntasen cuál es el constructor de cierto mecanismo ingenioso, ¿qué
pensaríamos de quien respondiese que fue hecho por sí mismo? Cuando se contempla
una obra maestra del arte o de la industria, se dice que ha de haberla producido un
hombre de genio, porque sólo una gran inteligencia podría concebirla. Se reconoce, sin
embargo, que es obra de un hombre, porque se verifica que no está por encima de la
capacidad humana; pero a ninguno se le ocurrirá la idea de decir que salió del cerebro de
un idiota o de un ignorante, ni mucho menos que es el trabajo de un animal o producto
del acaso.
4 – En todas partes se reconoce la presencia del hombre por sus obras. La existencia
de los hombres antidiluvianos no fue probada únicamente por medio de los fósiles
humanos: también dio prueba de ella, con mucha certeza, la presencia en los terrenos de
aquella época, de objetos elaborados por los hombres. El fragmento de un recipiente,
una piedra tallada, un arma, un ladrillo, bastarán para atestiguar su presencia. Por lo
grosero o acabado de un trabajo se reconocerá el grado de inteligencia o de adelanto de
quienes lo han ejecutado. Si, pues, hallándoos en una región habitada exclusivamente por
salvajes, descubrierais una estatua digna de Fideos, no dudaríais en decir que por ser
incapaces de hacerlas los salvajes, es obra de una inteligencia superior a la de éstos.
5 - ¡Pues bien! Al dirigir una mirada a su alrededor, sobre las obras de la Naturaleza,
al notar la providencia, la sabiduría, la armonía que presiden esas obras, el observador
reconoce que no hay ninguna que no supere los limites de la más portentosa inteligencia
humana.
Ahora bien, como el hombre no las puede producir, son producto de una inteligencia
superior a la de la Humanidad, a menos que se sostenga que hay efectos sin causa.
Considera luego Kardec la opinión de los que oponen a ese razonamiento tan
lógico el que  las obras consideradas de la Naturaleza son producidas por fuerzas
materiales que actúan mecánicamente, en virtud de las leyes de atracción y repulsión,
 806) en cuyo imperio todo ocurre, sea en el reino inorgánico o en los reinos vegetal
y animal, con una regularidad mecánica que no causa la acción de ninguna inteligencia
libre.  El hombre – dicen esos opositores – mueve el brazo cuando quiere y como
quiere, pero aquél que lo moviera en el mismo sentido, desde el nacimiento hasta la
muerte sería un autómata. Ahora bien, las fuerzas mecánicas de la naturaleza son
puramente automáticas.
Todo eso es verdad – replicó Kardec – pero, esas fuerzas son efectos que deben
tener una causa  Son materiales y mecánicas; no son por sí mismas inteligentes,
también eso es verdad; pero son puestas en acción, distribuidas, apropiadas a las necesidades de cada cosa por una inteligencia  que no es la de los hombres. La aplicación útil de esas fuerzas es un efecto inteligente que denota una causa inteligente.
Dios no se muestra, pero se revela por sus obras.
El Espiritismo, por lo tanto, da al hombre una idea de Dios que, con la sublimidad
de la Revelación, está conforme con la más perfecta y justa racionalidad. Nos convence de la divina. Existencia sin necesidad de recurrir a otras pruebas que no sean las que provienen de la simple contemplación del Universo donde Dios se revela a través de obras admirables y de las leyes sabias, que constituyen un conjunto grandioso de tanta armonía y donde existe una perfecta adecuación de los medios a los fines, que se torna imposible no ver detrás de tan portentoso mecanismo, la acción de una Suprema Inteligencia. Por eso, a la pregunta del Codificador: «¿Qué es Dios?  los Espíritus
reveladores respondieron:
«Dios es la inteligencia suprema, causa primera de todas las cosas».
Así lo comprenden, en una innata intuición de Su existencia y de Su poder, todos
los que no se dejaron dominar totalmente por el terrible entorpecedor de la inteligencia y
del sentimiento humano que es el orgullo y así, reconocen en el armonioso mecanismo
que mantiene los movimientos universales, la existencia imprescindible de un primer
motor trascendente. «La mecánica celeste no se explica por sí misma – escribe León
Denis, - y la existencia de un motor inicial impone. La nebulosa primitiva, madre del Sol
y de los planetas, estaba animada por un movimiento giratorio. ¿Pero quien le imprimió
ese movimiento? Respondemos sin dudar: Dios.
Así como León Denis, ya entonces iluminado por la radiante luz del Espiritismo, lo
reconoció, lo hizo también Albert Einstein, con todo el rigor de su razonamiento lógico,
puramente matemático. Por mucho razonar en busca de la verdad, Einstein adquirió un
alto grado de intuición que lo llevó del mismo modo que a muchas otras cosas, al
reconocimiento de la existencia de Dios, como fuente necesaria de energia que da el
primer impulso a todo lo que se mueve en el Universo.
Mucho antes de Einstein, el no menos genial, Isaac Newton tuvo incluso que
reconocer la existencia necesaria de una causa trascendente y de un primer motor, para
explicar el movimiento de los planetas. A pesar de descubrir la gran ley de la gravitación
universal, que vendría aparentemente a resolver ese milenario problema, al final de su
libro» Principios Matemáticos de Filosofía Natural» se declara impotente para explicar
aquellos movimientos tan solo por las leyes de la Mecánica.
 En un transporte de entusiasmo, su noble Alma se exalta hacia Aquel que por
sí solo puede, con su poderosa mano, lanzar a los mundos sobre la tangente de sus
órbitas. Nunca la ciencia humana y el genio del hombre se elevaron más alto que en esa
página celebre, digno coronamiento de ese libro grandiosa Conforme con lo que
escribió en la « Revue du Bien» el profesor Bulliot, citado por León Denis en su libro «El
gran Enigma

lunes, 13 de agosto de 2012

OCURRIÓ EN LA CASA ESPIRITA

Esta importante escritura la he elegido para saber como llegan a ser los obsesores, los espíritus que viven  en las sombras  y para valorar lo que podemos hacer o ser nosotros mismos en un momento determinado y para ver que tarde o temprano según nuestra evolución llegaremos todos a ser hermanos Superiores pero nos falta tanto  por ser tan ciegos y no querer ver lo que hemos hecho en nuestras vidas Terrenal y Espiritual.
INFILTRACIÓN PROGRAMADA
En una extraña ciudad del plano espiritual inferior, se congregaron espíritus obsesores con las más perversas intenciones.
Reunidos en una sombría plaza, trazaron directrices de persecución y destrucción de una respetable Institución Espírita. Entidades recién desencadenadas deambulaban, lunáticas, por la extraña región, semi-esclavizadas por mentes maléficas que las transformaban en verdadero material humano de desequilibrio. Estos infelices permanecían junto a los obsesores por tener compromisos espirituales intensos delante de aquellos que se dedicaban a la práctica del mal.
La psicosfera de la ciudad bizarra era densa, triste, angustiante y depresiva; resultante de los pensamientos de sus habitantes.
Julio César, en la condición de jefe, llamaba desde el centro y desde lejos a los obsesores, que circulaban en torno del jardín de piedras, con las siguientes argumentaciones:
- ¡Adelante, amigos, el trabajo nos espera!
No podemos perder más tiempo, es necesario que actuemos ahora como, de lo contrario, el trabajo de dos años estará perdido.
- ¿Cuál es la misión? - Preguntó Gonzálves, uno de los compañeros inmediatos a Julio César.
- ¡La misión,- respondió el siniestro orador - es de infiltración espiritual! Estamos, desde hace tiempo, planeando la invasión, dominio y destrucción de una gran Casa Espírita.
Cuando el adversario jefe pronunció estas palabras, extensa multitud de espíritus fanáticos corrió junto al perseguidor maestro, escuchándolo atentamente, mientras la novedad corría, relampagueante, entre los habitantes del extraño "municipio".
Verdadera falange de adversarios de la bondad se presentó delante del líder perverso, animándolo en la transmisión de éstas terribles orientaciones:
-Aquí tengo la relación actualizada. - Y, manoseando torpemente el material, expuso una larga lista con estadísticas de trabajos espíritas, leyendo, segundos después, en voz alta, estos datos:
-Solamente este año:
-2500 espíritus, que estaban bajo nuestro comando, fueron violentamente arrancados de nosotros y se convirtieron al Nazareno, con el auxilio de la mediumnidad parlante, del diálogo engañador y de la interferencia de los emisarios del bien;
- cerca de 3000 encarnados, que permanecían bajo severos procesos obsesivos, readquirieron el equilibrio, gracias a la odiosa intervención de las entidades de luz;
- una gran multitud está encontrando en aquella Casa maldita, tranquilidad y confort espiritual lo que, para nosotros, es abominable;
- más de 4000 entrevistas;
- aproximadamente 20.000 vibraciones;
- centenas de charlas, transmitiendo la Doctrina Espírita y las enseñanzas de Jesús, exaltando el bien y el amor.
Y aún hay más, - continuó el expositor de las tinieblas, imprimiendo en las palabras rabia e inconformismo.
- Más de 15.000 pases trasmitidos, de los cuales el 70% tuvieron efectos muy positivos sobre las personas;
- 200 enfermos, imposibilitados físicamente de comparecer a la institución, recibieron la visita fraterna y la fluidoterapia contra nuestra voluntad.
Y no acaba ahí, - insistió el malhecho completamente admirado - : ¡gestantes, niños, jóvenes, caminantes etc. recibieron de la Casa Espírita el concurso cariñoso! ¡Eso sin contar las obras sociales que impulsan ampliamente a la criatura humana!
¡El Centro en cuestión es una dínamo de beneficencia! Si con nuestra interferencia ellos trabajan terriblemente, ¿imaginan si dejásemos el camino libre?
Por eso, es preciso que continuemos, redoblando nuestros esfuerzos a fin de acabar con esa desacertada caridad, la absurda preocupación por el otro y, por encima de todo, con esa inaceptable propuesta de renovación moral, traída por el Cristo, que exige demasiado de los seres humanos.
Recibimos, de nuestros superiores, más de ocho mil solicitudes, tengo conmigo los apuntes. - Y, lanzando al viento algunos papeles, continuó irritado - : Miren, requerimientos de obsesión, memorándum solicitando prioridades, innumerables órdenes de servicio no cumplidas y sin contar las infinitas reclamaciones...
¡Como ven, nuestra incompetencia está declarada!
Es preciso estar organizados para la desestructuración de la institución Espírita que nos atormenta. Permanecemos desacreditados ante nuestros superiores y creo que a ninguno de nosotros le gustaría desafiarles o contrariarles. Todos sabemos de la ira que nos perseguirá eternamente, si fallamos. ¡Todo cuidado es poco,- advirtió el organizador del mal, - sino somos cautelosos, expertos e inteligentes, podemos caer en las garras de los emisarios de la luz, que hacen verdadero lavado cerebral proporcionándonos un bienestar falso, con el objetivo de esclavizarnos de nuevo en la Tierra a través de la reencarnación!
- ¿Y cómo vamos a actuar? - Preguntó un bullicioso bastante animado -. ¿Acaso, vamos hacer que los objetos se muevan? ¿Arrojaremos piedras contra los elegidos del Señor? ¿Asesinaremos a alguien?
Y, desde la muchedumbre, fueron proferidas infinidad de sugerencias maléficas, entre la algarabía y una pseudoalegría que envolvían a la legión ensordecedora.
El líder fanático preciso interrumpir la agitación alertando:
- ¡No será así!
Nuestro trabajo está dentro de ciertos límites; leyes universales regulan nuestra influencia. ¡Y la Casa Espírita, la cual deseamos invadir, dispone de poderosa protección espiritual, millares de espíritus superiores en incesante trabajo en el bien, además de entidades sublimes garantizándoles extraordinario auxilio!
Nuestra actuación, - prosiguió el planificador de las sombras, - será discreta. Trabajemos silenciosamente, ocultamente, en el campo de los sentimientos, sugiriendo pensamientos, estimulando las irritaciones, los celos, la crítica, la indignación, la susceptibilidad, la disputa de cargos, funciones, tareas etc. Tenemos ahí, un vasto campo de actuación junto a las inferioridades humanas. Aprovecharemos las brechas dejadas por muchos trabajadores. Lo gracioso es que ellos, los encarnados, dicen que, de tiempo en tiempo, nosotros, los llamados obsesores, promovemos ondas de influenciación negativa, retirando a los "angelitos" del camino del bien. Ellos es que, de vez en cuando, abren brechas; nosotros sólo aprovechamos los deslices y descuidos de los "ilustres seguidores de Jesús". A propósito, - confirmó el malvado predicador, - ese es el único modo de penetrar en la institución, la única forma de no ser borrados por las corrientes protectoras, pues los mensajeros del bien no pueden violar el libre albedrío de los adeptos de Cristo. Los Espíritus de lo más Alto siempre dicen que del mal se extrae el bien, que nuestra entrada es permitida porque servirá de testimonio para muchos de los frecuentadores y trabajadores de la Casa. Con todo, mientras las entidades evolucionadas aguardan el aprobado de sus pupilos, en el campo de las pruebas, nosotros apostamos en el suspenso de los tutelados.
Tenemos que valorar el momento, pues las dificultades económicas, sociales y políticas del país están a nuestro favor; muchos, envueltos con los problemas materiales, olvidan vigilarse, cultivando el pesimismo, la irritación, los juramentos etc.; entrando naturalmente, en nuestra faja vibratoria, autorizándonos el proceso de influenciación; y, en la mayoría de las veces para nuestra satisfacción, no se acuerdan de la oración, que podría apartarnos completamente, rompiendo nuestros propósitos.
¡La falange de las tinieblas estaba magnetizada por las palabras del jefe!
Cuando Julio César percibió que ya había estimulando a cuantos necesitaba, para la implantación de sus ideas, entonó éste grito de guerra:
- ¡Adelante!
¡Para aquella odiosa Casa Espírita, el momento del Apocalipsis, del ajuste de cuentas, del juicio final y la destrucción llegó!
¡Ellos mismos se autodestruirán!
Terminando el discurso maligno en tono de oratoria, el obsesor fanático fue aplaudido, aclamado e izado por los compañeros, mientras la multitud cantaba un himno exótico, enalteciendo a las fuerzas de las tinieblas, al mismo tiempo en que gritos alucinantes de combate corrían, sinuosos, encontrando eco en el corazón engañado de los obsesores.
Y bajo la influencia sonora de una alucinante marcha hipnótica que incentivaba a la destrucción, la legión de los adversarios del bien se escondía por las calles estrechas de la exquisita ciudad, preparándose para el terrible proceso de infiltración.
Días después, en la Casa Espírita, el trabajo seguía normalmente.
En el plano espiritual, no obstante, los instructores responsables del Centro recibían la noticia:
- Vamos a tener más de una tentativa de invasión de los adversarios del bien, - comunicó Juana, una de las cooperadoras espirituales del Centro.
Acabamos de socorrer a un espíritu desequilibrado que prestaba servicios a una extensa multitud de obsesores. Habiéndose liberado de la influencia negativa, nos narró, con riqueza de detalles, la diabólica charla que el ya conocido Julio César realizó en su ciudad siniestra, amenazando una vez más destruir la obra del bien.
El mentor trató de apaciguar a los trabajadores espirituales, solicitando que programasen una reunión con todos los cooperadores desencarnados, con el objetivo de informarles respecto a la posible invasión.

EVALUANDO LA AMENAZA
En la mañana siguiente, cuando el Centro, en su parte física, permanecía cerrado, los benefactores espirituales aprovechaban la madrugada para efectuar una conferencia alentadora sobre el deseo de dominación de las entidades inferiores.
Hecha la oración de apertura, el mentor pronunció estas orientaciones:
- ¡Hermanos!
El Señor de la Vida nos concedió esta Casa Espírita como oficina de trabajo junto a las criaturas humanas de los dos planos.
Hemos encontrado, en éste Centro, la alegría del estudio, del socorro y de la labor espíritas; posibilitándonos la bendiga oportunidad del servicio cristiano, en compañía de los hermanos encarnados comprometidos con el mismo ideal.
Con todo, nosotros, que permanecemos en el lado de acá, tenemos el deber de ampararlos y conducirlos por caminos rectos; respetándoles, obviamente, la facultad de libre elección.
Nuestro modesto trabajo en la siembra de Jesús, ha llamado la atención de los adversarios espirituales deseosos en aniquilar toda y cualquier disposición de ayuda cristiana. En el fondo, son almas enfermas, profundamente necesitadas de atención y cariño, que se esconden usando la máscara de la maldad que, antes o después, tendrá que caer, pues la ley es de progreso para todos.
¡Por eso, nuestras actividades se encuentran amenazadas!
En este instante, varios espíritus aún en aprendizaje para el trabajo espiritual se espantaron. Algunos quedaron temerosos, creyendo que nuestros superiores no tendrían disposición y recursos para la defensa, lo que llevó al orientador espiritual a transmitir las siguientes palabras tranquilizadoras:
- ¡Calma, amigos míos! Todo está bajo control. Es necesario que nos dispongamos a fortalecer a nuestros hermanos en jornada terrena. Para ellos, será una extraordinaria posibilidad de testimoniar, en la práctica, todo aquello que estudian acerca de las enseñanzas de Jesús. ¿Qué sería del alumno si la escuela periódicamente no le aplicarse exámenes?
La sabiduría divina, a través de sus leyes, controla todo, maniobra todo y, en un mundo de pruebas y expiaciones, es natural que el mal predomine, experimentando, constantemente, a los que aspiran al título de seguidores de Jesús.
¡No hay motivo para tener miedo o flaqueza moral!
No estamos abandonados por Dios; disponemos de muchos recursos espirituales de defensa; tenemos a nuestro lado a las entidades sublimes que nos apoyan, inspiran y garantizan nuestra protección.
Permanecemos trabajando en nombre de Jesús; estamos cumpliendo, cuanto nos es posible, los designios divinos.
¡Disponemos de todos éstos recursos, por eso no hay motivo de pánico!
Esta será una batalla que competirá a los encarnados vencer; nosotros, no obstante, nos limitaremos a protegerlos, vigilando y orando fervorosamente.
Es cierto que algunos, por los sentimientos que alimentan, no merecerían siquiera nuestro concurso; entretanto, las tareas que realizan promueven el bien común y, por el trabajo bien hecho que ejecutan, aunque lo realicen como "profesionales espíritas" y no como verdaderos idealistas, nuestra protección se hará sentir pensando en el todo de la Casa. Aunque éstos "profesionales" nada reciban financieramente, están siempre en busca de los elogios, de la notoriedad y siempre se irritan cuando no son llamados. Esos, infelizmente, a pesar de todo nuestro empeño en protegerlos, aún pensando en las tareas, serán los principales alcanzados. En una actuación aislada, tenemos mecanismos para evitar el asedio del mal, pero con una falange tan bien preparada, con mentes inteligentes explorando todas las inferioridades humanas, y éstos encarnados vibrando en el mismo padrón, será prácticamente imposible salvarlos.
Es una pena que en el Templo de la Fraternidad, entre los conocedores del Evangelio, algunos insistan en ser el ejemplo de aquello que Jesús no enseñó.
Con todo, tenemos que comprender que éstos hermanos están en aprendizaje, no despertaron aún, y actúan así por cargar en el alma las informaciones espíritas y no la vivencia de ellas.
Incluso así, nosotros que comprendemos más, deberemos tolerarlos, inspirarlos, conduciéndolos por el camino del bien, porque es de ley divina hacer al otro lo que nos gustaría que nos hiciesen.
No deseamos estar entre aquellos que apuntan las dificultades criticando maliciosamente, sin presentar propuestas de ayuda y renovación. Deseamos cooperar en silencio, prefiriendo ver en el semejante las virtudes que ya conquistó, animándolo amorosamente para vencer las propias dificultades morales; agradeciendo, en lo posible, a aquellos que, sin pretensión, verdadera y amorosamente, trabajan en beneficio de la Causa Espírita. Para eso, tenemos la sublime oportunidad de la mediumnidad, que nos posibilita irradiar centenares de mensajes sencillos, aquellos que, incluso sin tener condiciones de ser divulgados como literatura espírita, calan hondo en el corazón de los participantes de las reuniones de intercambio espiritual. Muchas veces, a través de mensajes simples es que los espíritus sublimes hablan, porque prefieren la sencillez del corazón, los pobres de espíritu, los mansos y pacíficos para servirles de intérpretes.
Por eso, no debemos desanimar en la tarea de protección e inspiración espiritual que nos cabe.
En contrapartida, poseemos muchos hermanos que, viviendo el Espiritismo, nos posibilitarán actuación más directa, calmando y tranquilizando las mentes encarnadas, cuando los adversarios del Evangelio esparcen, por las mentes no preparadas, el virus de la crítica, de la intolerancia y de las disputas.
Estamos acostumbrados a semejantes embestidas de las sombras y siempre ha prevalecido la bondad divina.
Claro que ésta institución corre el riesgo de ser destruida, principalmente si los frecuentadores y trabajadores se dejasen contaminar por las influencias nocivas de los espíritus perturbadores. Con todo, tenemos en varios departamentos de la Casa compañeros que partirán de aquí, de nuestra esfera, con la misión de efectuar un trabajo espírita serio basado en la vivencia cristiana. Si los malhechores espirituales examinan las flaquezas humanas, nosotros podemos estimular las virtudes del alma, apartando, con la vivencia de las enseñanzas de Jesús, las tinieblas de la maldad.
Será un período más de redoblados cuidados, de incesante trabajo; permitiremos la entrada de ciertas entidades, para que nuestros hermanos en humanidad tengan la condición de dar testimonio de sus conquistas espirituales.
Es verdad que, en éste proceso de envolvimiento espiritual negativo, muchos se envolverán hasta el punto de desistir del camino, reencontrándolo, más tarde, cuando estén maduros por la vida. Aquellos que guardan las enseñanzas de Jesús solo en los labios, los que trabajan por pura vanidad, los envidiosos, melindrosos que no desean fortalecerse, caerán en las redes de los malvados invasores, porque vibran en la misma sintonía de los enemigos de la verdad. Otros, los trabajadores discretos, respetables, deseosos del bien, idealistas, podrán sentir cierto envolvimiento, entretanto, sabrán hacer brillar la propia luz, sintonizando con los planos superiores, protegiéndose naturalmente de la infiltración de las sombras, contribuyendo para la sobrevivencia y continuidad de éste Centro. Tal vez estos tengan el corazón herido, el alma triste, pero sabrán comprender a los compañeros desequilibrados, perdonándolos por no conseguir aún dar el testimonio cristiano; y, a medida que soportan los aguijonazos de las imperfecciones humanas, habrán de proseguir granjeando naturalmente la simpatía de espíritus superiores.
No podemos exigir de las criaturas aquello que no conquistaron. ¡Cada uno da lo que posee! Infelizmente, muchos no saben valorar la honra de los testimonios en favor del Evangelio. Otros olvidan que la Casa Espírita es un Templo sagrado, donde se exaltan los valores de Cristo a través de la fraternidad.
Además, - continuó el mentor cambiando el rumbo de la exposición, - centenares de espíritus mentirosos alcanzarán libertad; podemos tocarlos con el mensaje evangélico convidándolos a la transformación moral. ¡En la gran familia universal, de la cual Dios es el responsable, nadie se perderá para siempre! El Padre es realmente sabio, permite ciertas infiltraciones que, al principio, parecen terribles, exactamente para hacer que la humanidad progrese más deprisa.
¡Por tanto, estemos confiantes! Precisaremos animarlos en el bien, estimulándolos a la fraternidad, cuando estén en el capítulo de las pruebas.
Evitemos los comentarios innecesarios. Permanezcamos, delante de estos acontecimientos, en silencio absoluto, hablando sobre ellos lo estrictamente necesario, a fin de poner en acción la caridad.
Mensajes preventivos solicitando más trabajo, vigilancia, tolerancia y oración en las tareas de beneficencia, están siendo redirigidos y posteriormente serán dirigidos a través de la mediumnidad, con objetivo de esclarecerlos previamente y de modo general, sobre las infiltraciones espirituales.
Ya fueron convocados los espíritus protectores de todos los encarnados, que ejecutan cualquier tarea en este templo cristiano, solicitando su comparecimiento en una reunión de estudio, donde pediremos su concurso para vigilar a sus tutelados más intensamente, ayudándolos a vencer los ataques de las tinieblas.
Ahora, - dijo el trabajador finalizando la exposición, - me compete alertar personalmente a los dirigentes encarnados de éste puesto de servicio. En cuanto a nosotros, sigamos con tranquilidad, no obstante, alerta, guardando confianza en Dios, en nosotros mismos y, principalmente, en los hermanos envueltos en la materia densa.
Terminada la conferencia, los trabajadores del mundo espiritual se retiraban en silencio absoluto, dedicándose a las labores de rutina, cuando Castro, el presidente encarnado del Centro, acompañado de Israel, el director de las actividades doctrinarias, se presentaban desdoblados del cuerpo, demostrando en la mirada una expresión de gran preocupación.
ORIENTANDO A LOS ENCARNADOS
- Querido amigo, - dijo Castro, - Juana, nuestra estimada cooperadora, ya nos informó superficialmente sobre la posibilidad de un nuevo ataque a nuestra Casa, ¿podría darnos mayores detalles?
El Benefactor, abrazándolos amorosamente, trató de calmarlos con una afectuosa sonrisa, esclareciendo lo siguiente:
- ¡El caso es realmente delicado!
¡Castro, amigo mío, nuestra institución está siendo amenazada por Julio César!
- ¿De nuevo? - Preguntó el responsable de la institución en el plano físico.
- Sí, - afirmó el mentor -. El aún tienen un odio terrible por nuestro movimiento, no soporta las obras benéficas de promoción a la infancia que ejecutamos en la Tierra, los enfermos atendidos por los médicos voluntarios, los innumerables beneficiados por nuestra farmacia etc., además de nuestra intensa y organizada actividad doctrinaria.
Sabes que serás uno de los primeros que intentarán derrumbar. Es natural que así sea, pues eres tú quien está al frente de toda la organización. Los adversarios saben de la importancia de la función que ejecutas, y no se precisa de una súper inteligencia para comprender la utilidad del orden que conduce al progreso. Y tú estás cumpliendo satisfactoriamente con los deberes, lo que, además, te garantiza protección espiritual proporcionada.
Ahora, es natural que pases por la prueba como cualquier trabajador.
Ciertamente, comprendes que el hecho de asumir una función de dirección no te coloca por encima de los trabajadores menores; sabes que no eres mejor que ninguno; entiendes la necesidad de esforzarte en el camino del propio progreso como todos nosotros. Así, no esperes privilegios, por el contrario, será exigido más de ti, porque, estando al frente de una tarea tan importante, es natural que supongamos estés empeñándote, más que los otros, en la búsqueda de tu propia reforma íntima. No ignoras el propio pasado; sabes que estás en éste cargo para recomponer con el bien y la fraternidad los desvíos materiales y espirituales que proporcionaste a los hermanos en humanidad. Todos traemos débitos a saldar junto a las leyes divinas. Con todo, no te desampararemos, tendrás a partir de hoy, protección redoblada, con el fin de que no pierdas las fuerzas necesarias para continuar cumpliendo las labores esenciales para el buen encaminar de ésta institución. Entretanto, eso no te librará de las embestidas de las tinieblas; ellos intentarán todo, te envolverán de todas formas. Siendo así, evita las irritaciones y los aborrecimientos cuanto sea posible, cultivando tolerancia y vigilancia siempre; y, cuando tuvieras que orientar, procura conciliar autoridad moral con fraternidad.
Comprendemos, hermano mío, que realmente no es fácil: innumerables casos requerirán decisión rápida, varias reclamaciones pidiendo corrección, trabajadores rompiendo normas, celos, etc., naturales para una Casa con éstas proporciones. ¡Entre tanto, paciencia! El ejemplo tiene que ser de arriba a abajo. Tendrás que ser el espejo que refleje la comprensión, tolerancia y fraternidad.
No pienses que estamos exigiendo mucho de ti, sólo te recordamos los valores del hombre de bien, a que se refiere el Evangelio, y te estimulamos a continuar con el trabajo que vienes realizando hace algunas décadas. Sigue adelante, acuérdate de la oración, nosotros estamos sustentándote, vibrando para que consigas estar, cuanto sea posible, en sintonía superior, buscándonos con el pensamiento. Aunque permanezcamos invisibles, estaremos, como siempre, a tu lado, porque tu disposición para el bien y el trabajo que desempeñas precisan de nuestra cooperación.
Trabajamos en beneficio de tu salud, para que los años no pesen demasiado sobre ti, impidiéndote la continuidad de la obra. Aún precisarás estar por algún tiempo en ésta jornada, hasta que aquellos que habrán de ser los continuadores estén preparados. Por eso trabaja, soporta y predica el Evangelio, en ésta Casa que es, para todos nosotros, una bendición de los Cielos.
Confiamos en tu trabajo, administras incalculable tesoro, que precisa ser multiplicado en beneficio del bien común.
Sabemos de tus sufrimientos, de tus dudas, renuncias y de tus expectativas en cuanto al retorno a la vida del infinito. ¡Calma! Tu trabajo, aunque lleve muchas imperfecciones, te garantizará una reentrada tranquila en la vida espiritual. Con tu dedicación de todos éstos años, granjeaste la simpatía, la amistad de muchos cooperadores espirituales. Sigue alerta y confiante.
No te desanimes en ningún momento; aunque muchos no lo valoren, tu presencia firme ha sustentado a innumerables criaturas, convirtiéndote en verdadero ejemplo de trabajo cristiano.
Incluso aunque no entres en la faja vibratoria de los enemigos del bien, ellos desearán alcanzarte a través de los cooperadores y frecuentadores invigilantes, que te dirigirán palabras duras a fin de cortarte, cual navaja afilada, el corazón generoso.
Cuando creas que vas a explotar, acuérdate de que es preciso pensar en la obra y, por ella, mantener el equilibrio.
Todas éstas orientaciones, que son simplemente la vivencia del Cristianismo, son necesarias porque éste no es un ataque común. Julio Cesar está apostando todas sus cartas, empeñando todos sus esfuerzos, y nosotros guardamos gran deseo de envolverlo en nuestros brazos, conduciéndolo al progreso. Pero, para eso, será necesario un trabajo en conjunto. De ésta manera, precisaremos contar con tu comando, exaltando la paciencia.
Terminados los esclarecimientos del dirigente espiritual, Castro solicitó emocionado:
- Siendo éste un caso tan grave, permítame recordar ésta conversación, cuando despierte en el cuerpo denso, para que tenga posibilidad de tomar las debidas providencias.
- No será posible, amigo mío. Acuérdate: nada de privilegios. No obstante, guardarás la sensación de que algo desagradable va a ocurrir, además de una imagen simbólica, de una gran casa con inmensas grietas. Este símbolo será grabado en tu memoria física, para que te sirva de alerta sobre las posibles infiltraciones producidas por las grietas de la invigilancia humana. Eso bastará para que te pongas en guardia, aplicando, como medio de defensa, los preceptos cristianos.
- Esta conversación, - continuó el amoroso mentor, - sólo tiene por objeto fortalecerte espiritualmente. Tendrás que vencer con el propio esfuerzo, conduciendo con el propio ejemplo a los trabajadores del bien, evitando siempre la proliferación de las intrigas, que son fatales en casos de ataques espirituales.
Y, volviéndose hacia el otro trabajador dedicado que acompañaba atentamente la conversación, el emisario del bien añadió:
- En cuanto a ti, Israel, las mismas recomendaciones aumentadas de un cuidado redoblado con la pureza doctrinaria. ¡Tienes en tus manos el corazón de la institución, es decir, el propio Espiritismo!
Es de extrema importancia, continuar velando por la pureza doctrinaria, y permanecer con la divulgación del Espiritismo a través de los cursos sistematizados, preparando doctrinariamente a cuantos deseen servir en la siembra de Jesús.
Con el estudio doctrinario constante, los trabajadores del Espiritismo tienen las actividades disciplinarias. Gracias a la posibilidad de trabajo que los centros espíritas ofrecen, muchas personas dejan de perderse en el mundo; varios cooperadores, encarnados, encuentran ahí el apoyo para vencer en la jornada terrena. Frente a actividades nobles y valiosas, es preciso estar atentos, pues los obsesotes crueles tendrán en el ámbito doctrinario su mayor actuación.
Tú también, Israel, serás procurado por los adversarios de la bondad. Tu alma, igualmente, será herida, tu nombre, motivo de maledicencia. Entretanto, es preciso olvidarse de sí mismo, dejando de lado las conversaciones improductivas, que naturalmente surgirán, empeñándote exclusivamente en el trabajo.
Una de las armas que los enemigos de la paz seguramente utilizarán, serán las formas de hablar. Examinarán todos los tipos de creencias populares, agitando ondas de novedades “doctrinarias”. Todos aquellos que no estén firmes doctrinariamente podrán ser llevados a la confusión y no nos extrañemos si, en la Casa, hubiera cierta invasión, por demostrar la imposibilidad de la aceptación de las ideas antidoctrinarias.
Otros se dejarán fanatizar por comunicaciones extravagantes, revelando una multiplicidad de sistemas vulgares, envolventes, intrigando con el ego de las personas.
No faltarán los deseosos en imprimir cambios en la estructura doctrinaria, trayendo nuevos conceptos, denominaciones exageradas, para definir lo ya definido.
Así, amigo mío, de tu parte solicitamos la acostumbrada vigilancia, la prudencia característica de los estudiantes serios del Espiritismo, la firmeza en Kardec, buen sentido y, como siempre, rigor, lógica y razón en el análisis de todo lo que viniera de los espíritus.
Si te pedimos firmeza en la defensa de la pureza doctrinaria, también te solicitamos disposición y fraternidad en el esclarecimiento de las futuras formas, comprendiendo a las mentes invigilantes, el orgullo y la vanidad sobreexcitados. Será para ti una excelente oportunidad de ejercitar la caridad dentro de la propia Casa.
Es posible que el método que te fue inspirado, para la elaboración de los cursos sistematizados, sea considerado, por algunos, obsoleto; tal vez, voces eruditas griten que la modernidad exige consideraciones científicas profundas; actualización del pensamiento kardeciano; que tus directrices, en el campo de las clases, no responden a las expectativas de los alumnos. Frente a esto, tu postura deberá ser la del compañero que se pondrá a disposición para la revisión del trabajo, del método, de la técnica; pero sin cambiar los objetivos; aceptarás solamente lo que fuera razonable, lógico, y lo que estuviera en condiciones de ser implantado y asimilado por la mayoría (en la administración de la Casa Espírita es preciso pensar en todo).
Evita las vulgaridades, continua con tu trabajo discreto, sin grandes pretensiones. Y si por ventura los “doctores” en Espiritismo te solicitan alteraciones drásticas, proponiendo implantaciones de nuevas ideas, acógelos con simpatía, respetándoles el modo de pensar, esclareciéndolos cuanto sea posible, pero sin incorporar, en las actividades de esta Casa, lo que no esté en absoluto de acuerdo con las obras básicas. Recordando que el estudio doctrinario, en el Centro Espírita, debe alcanzar todos los niveles de comprensión humana, evitándose al máximo la valoración y la evidencia de aquellos que disponen de mayores recursos intelectuales. Estos deberán utilizar su bagaje para ayudar a los menos favorecidos, en el campo del intelecto, a comprender más y mejor nuestra Santa Doctrina. Continúa, por tanto, con la sencillez que te caracteriza, cargando contigo la discreción y el simple deseo de hacer brillar en ésta Casa, por encima de cualquier cosa, las enseñanzas de Jesús. Los verdaderos idealistas no exigen cambios de la noche a la mañana. Los que desean cooperar, saben aguardar el momento oportuno, revistiéndose de humildad. De ésta manera, cuando los adversarios de la verdad te visiten, ten confianza, búscanos en la oración, consulta las obras básicas y espera; guardando la certeza de que estos compañeros podrán estar bajo una fuerte influencia negativa embriagándoles el pensamiento, impidiendo el raciocinio sano y, por eso mismo, necesitarán de nuestra comprensión, misericordia y cariño.
Acuérdate de que igualmente serás perseguido, los enemigos de la verdad de cualquier forma desearán tentarte.
¡Cálmate, también estaremos contigo! Tu trabajo sigue satisfactoriamente, tus responsabilidades son muchas, tus testimonios son considerables, tus conquistas, a pesar de tus imperfecciones naturales, son respetables. Por eso, sigue adelante, hermano mío, en la certeza de que, delante de los sufrimientos que éste proceso de invasión traerá, Dios, el Señor de la Vida, todo lo sabe.
Procuremos sacar de éstas pruebas experiencia y aprendizaje para nuestra alma, agradeciendo al Creador por la bendita oportunidad de cooperar en el bien.
Sacrifícate, cuanto sea posible, en beneficio de ésta Institución que socorre a multitudes de los dos planos. Colócate a disposición del bien, incesantemente, aprovechando la tempestad de criaturas infelices que se aproximan a nosotros, para disciplinar los pensamientos, sintonizando con esferas mayores. Evita colocar la organización por encima de la bondad y de la fraternidad; en la relación humana, disciplina y amor deben andar juntas. El resto déjalo con Dios y sigue tu camino.
¡Cuando despiertes, - concluyó el mentor, - poco recordarás de éstas orientaciones; sin embargo, estaremos contigo, produciendo las intuiciones necesarias para que venzamos!
Y, volviendo la mirada amorosa hacia los dos representantes de la Institución en cuestión, finalizó diciendo: - Retornen al cuerpo confiantes: Dios está con nosotros.
Terminadas las orientaciones y esclarecimientos, el mensajero espiritual abrazó largamente a la multitud de cooperadores en desdoblamiento, conduciéndolos personalmente a la Tierra.
Por la mañana, Castro recordó con extraño sentimiento imágenes curiosas.
Más tarde, relatando al responsable de la dirección doctrinaria la impresionante vivencia espiritual, dio la siguiente interpretación:
- Israel, tuve un sueño interesante.
- Yo también, - relató el amigo, - soñé que usted y yo permanecíamos delante de un respetable instructor espiritual.
- No, - dijo Castro, - mi sueño fue diferente: pude vislumbrar nuestra Casa Espírita completamente infestada de grietas, permaneciendo angustiado hasta el momento, como si estuviese presintiendo días difíciles para ésta Institución.
Israel cerró ligeramente los ojos, como si buscase a los amigos espirituales, interpretando la vivencia espiritual del amigo de ésta manera:
- ¿Nuestra Casa con grietas? Puede significar que el trabajo de este templo será alterado.
- Sin duda, - respondió Castro, - llamaré ahora mismo a un profesional para examinar las estructuras del Centro; quién sabe si las paredes guardan defectos que desconocemos, tal vez algunas de nuestras obras asistenciales estén precisando un examen y, si fuera necesario, haremos reformas materiales urgentes.
Interrumpiendo al amigo, Israel recordó:
- ¡Eso puede ser, también, un símbolo! Grietas, infiltraciones, quién sabe si es una alerta del plano espiritual para que fortalezcamos nuestra vigilancia, evitando en nuestro templo las brechas en el campo del espíritu. A propósito, - continuó el dirigente doctrinario, - acordé un deseo de promover entre nuestros cooperadores, un estudio acerca de la Casa Espírita: sus objetivos, trabajo y trabajadores; así como la necesidad de convivencia pacífica entre los sembradores de Cristo, ¿qué me dice?
- Creo que será oportuno, - respondió el presidente con tono de profunda reflexión, - mientras yo examino el aspecto físico, usted reúne a los cooperadores tratando el aspecto moral. No es que estemos fanatizados por los sueños, sino que, ya que nuestras interpretaciones revelan prudencia y buen sentido en la administración de ésta Casa, no veo mal en tomar las providencias necesarias.
Habiendo cada cual guardado, de las vivencias espirituales, lo que más les había impresionado, los amigos espirituales alcanzaron el objetivo: permitir que los responsables, con sus propias capacidades y bajo inspiración superior, actuasen a fin de organizarse y fortalecerse.
De ésta manera, los dos planos de la vida estaban de común acuerdo; vibrando en la misma sintonía, amparándose mutuamente.
INICIANDO EL ATAQUE
Los días transcurrían y el trabajo en el Centro Espírita proseguía con relativa tranquilidad. En las zonas espirituales inferiores, no obstante, los adversarios de la verdad ya estaban prontos para el ataque.
Julio César, cual enfermo mental, gritaba palabras de orden, seguidas de estas orientaciones:
- ¡Camaradas! ¡Nuestra hora llegó! ¡Ya fui informado de que los emisarios de la luz se organizan igualmente, hablando a los responsables encarnados de la maldita Institución sobre nuestros planes! ¡Ya esperábamos eso, espíritus cobardes nos denunciaron; eso no nos va a detener!
El odioso Templo permanece impregnado de fluidos amorosos. Nosotros, también, somos muchos y disponemos de poderosas vibraciones negativas. ¡Nuestro momento llegó!
- ¡Gonzálves!... ¡Gonzálves! - Gritó el infeliz, buscando entre la multitud a su capataz.
- Estoy aquí, señor, - respondió el siervo diabólico.
- ¿Ya hizo la identificación de los principales trabajadores?
- Sí, aquí está la nota, diez dirigentes serán visitados por nosotros.
Tenemos, por ejemplo, los registros de la… responsable del… atendimiento fraterno. Vea:
Su nombre es Marcia Buenaventura. Vimos, tras días de observación, que es una mujer dedicada al trabajo espírita. En los últimos cinco años, dicen las referencias, nunca faltó en los días de guardia. Organiza periódicamente reuniones con sus cooperadores, está siempre dispuesta a escuchar sugerencias, trata a todos con afabilidad y dulzura, evita los comentarios menos edificantes, está distante de las intrigas, trabajando con espantosa seriedad, guardando el recomendado absoluto silencio sobre todos los casos de atendimiento. A través de ella no tenemos ningún campo de acción, sin contar la protección que adquirió por el trabajo tan bien realizado; casi no ofrece brecha, limitando al 1% nuestra influencia sobre ella. Entretanto, para nuestra gran alegría, está casada con un hombre poseedor de densas vibraciones, lo que nos permitió la aproximación y convivencia en su propia residencia; contrario al Espiritismo, el esposo frecuenta raramente los cultos de una secta evangélica, cargando en la mente la idea de que la Doctrina Espírita es cosa del diablo.
- ¡Eso! - Interrumpió el jefe, ¡He ahí nuestro hombre!¡Incentívelo a continuar en la iglesia, acompáñelo, ore con él si fuera preciso! (risas)
- ¿La iglesia? - Preguntó el servicial admirado -.
¿Sabe lo que me está mandando hacer? - Insistió el capataz, completamente aturdido. - Explique mejor, señor, cuales son sus objetivos.
- Preste atención, Gonzálves,- dijo el astuto Julio César, aproximándose al empleado, abrazándolo como si desease hablarle en secreto, con un brillo extraño en los ojos, retirándose a pasos lentos, hacia un lugar aislado, mientras dictaba con voz taciturna, en los oídos del desagradable servidor de las tinieblas éste triste plan:
- Vamos a atormentarla, envolveremos de tal forma al infeliz marido que él hará de la vida de ella un infierno y, con el pretexto de mantener la armonía del hogar, ella tendrá que abandonar las tareas y ahí, adiós a la afabilidad y a la dulzura.
- Maestro, - argumentó Gonzálves -, hay también otra cosa a considerar: El marido es dado a la bebida, si lo incentivamos a la iglesia, las orientaciones, aunque fanáticas, amenazando a los adeptos con el fuego del infierno, podrán llevarlo a dejar el alcohol, imposibilitándonos el triunfo.
- Ahora, - respondió el obsesor jefe -, ¿qué mejor triunfo podríamos tener sino el miedo del infierno? Nosotros somos los propios “demonios”, deje que el infeliz pare de beber; para nosotros lo que importa es infernarla, irritarla en aquello que posee de más sagrado. Ella no aguantará los argumentos de un marido fanático y, además de eso, podremos hacer que toda la economía doméstica sea, mensualmente, depositada en la iglesia, “contribuyendo con la obra del Señor”, perturbándole aún más la vida financiera y la convivencia familiar. Así, ella se verá obligada a buscar un empleo, con el fin de suplir las necesidades básicas, apartándose definitivamente de las tareas del Centro Espírita.
No se olvide, - continuó el perverso coordinador -, de observar en la institución a alguien cuyas vibraciones denoten deseo ardiente en asumir un cargo; vea entre los propios compañeros de Marcia si hay brechas en ése campo: quién sabe, un deseo escondido, una poquita de envidia etc. Incentívelos a cobijar éste sentimiento, aproveche uno de ésos días en que los trabajadores demuestran natural irritación, ocasionada por las actividades frenéticas de la vida moderna, haciendo que algunos comiencen a aburrirse con las orientaciones de la coordinadora. Haga brotar, entre ellos, ideas de que la responsable de las entrevistas le gusta mandar, aparecer, dominar. Así, cuando nuestra querida “hermana” abandone el trabajo espírita, obligada por el marido, otros estarán en disposición, ávidos por la disputa del cargo de entrevistador, y los que sean rechazados ciertamente se apartarán afectados. Los que queden, no tendrán la misma eficiencia de nuestra víctima; será el fin del atendimiento fraterno bien organizado de aquella Casa.
¡Plan perfecto!
¡Vamos, - ordeno el mandón perverso -, no quiero perder más tiempo! ¡Es preciso valorar las horas, el atendimiento fraterno precisa ser desestructurado a cualquier precio!
- Mas, señor,- dijo el secretario de las sombras -, ¿no deberíamos visitar primeramente, como estaba programado, al presidente de la Casa juntamente con el director doctrinario? ¿No deberían ser las primeras víctimas de nuestra persecución?
- Ya están siendo, - respondió el organizador astuto -a medida que los departamentos sean alcanzados por nuestra influencia, cuando el funcionamiento de las tareas comiencen a comprometerse, se preocuparán y muy probablemente se irritarán poco a poco, abriéndonos el canal de influenciación. Es preciso hacer que la organización esté por encima de la fraternidad, ahí, será más fácil nuestra infiltración. Se abrirán brechas por todos los lados, y nuestras ideas serán captadas con más facilidad.
Organizaremos al resto de los perseguidores para visitar a los otros dirigentes. Quiero cuidar del caso Marcia Buenaventura con especial atención.
Los obsesores dejaron la ciudad de las tinieblas en dirección a la residencia del matrimonio Buenaventura.
Marcia, trabajadora en el campo de las entrevistas, permanecía junto a las actividades domésticas. El marido, criatura ácida y difícil, desprendía ondas de impaciencia e indignación por el trabajo de la esposa en el Centro Espírita, argumentando:
- Mujer, usted tiene que parar con esas cosas del Espiritismo, es preciso pensar un poco más en nuestra vida financiera. ¿Cuánto recibe usted de su Centro por las horas que emplea al servicio del Espiritismo?
- Recibo la conciencia tranquila de haber realizado algo de bueno en beneficio de los semejantes.
- ¡Basta! - Dijo el marido visiblemente irritado.
Diga, ¿quién es quien pone la comida en ésta casa? ¿Quién es quien paga las despensas domésticas y, además de eso, quién financia el transporte colectivo que le conduce al Centro?
- Es usted, mi bien, - respondió la esposa, procurando ser tolerante. Y argumentó:
Mas, vea, he cumplido con mis quehaceres, la casa permanece en orden, nada le falta, cumplo todos sus deseos. ¿De qué se queja usted? ¿Sólo porque me dedico, algunas horas por semana, a los trabajos voluntarios promoviendo el bien?
El hombre rudo, de vibraciones densas, vencido por las palabras calmas, lúcidas y apoyadas en la autoridad moral, se quedó pensativo. Fue en ese intervalo que los adversarios de la verdad lo envolvieron en estos pensamientos:
- A la iglesia, vaya a la iglesia, muéstrele a ella que usted es más caritativo. Si ella va al Centro, usted también puede ir a los cultos evangélicos. ¡Dios precisa de usted!
Y siendo envuelto por pensamientos exteriores y porque desease salir de la casa, llevó a cabo las ideas que le llegaban vagamente.
Horas más tarde, Buenaventura, acompañado por Julio César y Gonzálves, los intérpretes de las tinieblas, adentraba en el lujoso “templo”, deseando oír argumentos para liberar a la esposa del Espiritismo.
La “iglesia” mantenía espacio amplio y moderno, con centenas de lugares a disposición de la multitud de necesitados. Físicamente inspiraba respeto; espiritualmente, no obstante, era el refugio de entidades maléficas, interesadas, sensuales y explotadoras. Una multitud de espíritus desequilibrados aguardaba la turba de encarnados. Músicas envolventes eran compuestas, en esa psicosfera espiritual, con el fin de inspirar a los compositores encarnados de aquél grupo, con el objetivo de hipnotizar y envolver las mentes menos preparadas.
El “templo” levantado en homenaje a Mamon∗, era administrado espiritualmente por Daniel, entidad que en su última encarnación fundó innumerables sectas fanáticas que exaltaban el dinero.
Sentado en una silla especial, representando un trono celeste en el centro del palco, el coordinador inferior, controlaba todo el movimiento de las entidades malvadas.
Daniel, notando la llegada del Julio César, con sobresalto se dirigió a su encuentro y, en posición de subordinación, se inclinó con ésta reverencia:
- ¡Salve, oh gran Julio César!
- ¿Usted me conoce? - Preguntó el gran perseguidor admirado.
- ¿Quién no oyó hablar de figura tan ilustre? Claro que lo conozco.
Sé que el señor es uno de los obsesores inmediatos de la falange de la cual formo parte. Sé, también, que administra una respetable ciudad dedicada a las obsesiones. ¡Tengo las informaciones básicas de su currículum, entre ellas conozco su especialización en destruir centros espíritas!
¡Yo lo admiro sinceramente! No es fácil perseguir a aquellos que tienen conocimiento de cómo funcionan las cosas espirituales. Aquí, por ejemplo, de vez en cuando, los espíritus de la luz se presentan y arrebatan a muchos de nosotros; pero los encarnados, trabajadores de éste núcleo, no disponen de intercambio mediúmnico ostensivo, de la fe razonada, de la caridad pura, lo que facilita mucho mi trabajo. Pero, ¿desde cuándo el señor trabaja tan de cerca y tan animosamente junto a los trabajadores de los centros espíritas? ¡Ah! ¡Eso no es para uno cualquiera!
Sea bienvenido a mi casa, quiero que sepa: soy Daniel, desde ahora su siervo.
¡El jefe de las tinieblas casi explotó de tanta satisfacción! Reponiéndose de los elogios del colega, le habló de esta forma:
- Estoy agradecido, Daniel, por su hospitalidad, eso facilitará mucho mi trabajo. Será recompensado por eso; hablaré a mis superiores de su buena voluntad en ayudar, de su colaboración y seguramente será ascendido.
- No, señor, - replicó la entidad alucinada -, no deseo ascenso, sé que las vacantes en su equipo están muy solicitadas. Una oportunidad a su lado, para mí, ya es excelente; deseo perfeccionar mis condiciones de influenciación negativa.
- Estupendo, - dijo Julio César -, quedará con nosotros bajo las órdenes de mi secretario. Su presencia nos será útil.
Ya que demuestra tamaña atención para con nosotros, quiero hablarle de nuestros planes: necesito de su ayuda para influenciar a alguien en especial. ¿Ve a aquél señor en la tercera fila a la derecha?
- Sí, - respondió Daniel.
- Precisamos hacer que quede completamente fascinado con las ideas que usted divulga aquí. La esposa de él, por realizar un trabajo que nos incomoda, es a quien deseamos llegar. Ella es una roca moral, espiritualizada y dedicada al prójimo. No tenemos condiciones de alcanzarla por vibrar en otras fajas, sintonizando constantemente con los mensajeros de la luz. Por eso, estamos siendo obligados a desarrollar una verdadera maniobra, ocupándonos un tiempo precioso, pero valdrá la pena.
Nos gustaría que nos concediese la palabra, que nos permitiese envolver al “pastor”, en el momento del culto, para que lo que añadamos puedan alcanzar a Buenaventura de lleno.
- ¡Ah! En cuanto a eso, el señor no tendrá problema. Clodoaldo, nuestro valeroso “predicador” encarnado, atiende a nuestras ondas mentales con mucha facilidad; está también ligado a nuestros intereses.
¡Muy bien, - concluyó Daniel -, está autorizado! Entretanto, precisamos apresurarnos, el “culto” va a comenzar en unos instantes.
Aquella secta edificó un rico templo en homenaje a Mamon. Fluidos de intereses materiales estaban impregnados por todas partes, evidenciando la explotación humana. Entre los coordinadores encarnados era inexistente el deseo de servir desinteresadamente y muchas personas fueron atraídas por el comercio de la fe. La codicia y la ambición dominaban los sentimientos de los representantes del “templo”, donde la palabra de Jesús debería ser vivida, pero no ocurría así. Entidades terriblemente inferiores ensayaban discursos para el “culto”. Poco a poco, la “iglesia” era ocupada por personas con diversas dificultades. Muchas revestidas de fe verdadera, de méritos espirituales, de honestidad y amor, también se presentaban engrosando las filas del lujoso “santuario”.
Próximo al inicio de las actividades, se tocaron piezas musicales, preparando el psiquismo de los presentes.
Terminado el show de músicas lúgubres, una figura exquisita entró en el ambiente físico, era Clodoaldo, el “pastor” jefe.
En posesión del libro sagrado de los cristianos, la criatura austera de intenciones sombrías, contempló detenidamente la extensa platea de necesitados, preparándose para hablar, cuando fue envuelto por los dos intérpretes de las tinieblas, que le inspiraron éste discurso:
- Hermanos míos, los sufrimientos en el mundo representan el castigo divino. Si usted sufre es porque está en débito con Dios y precisa saldar ésa deuda. Nosotros, los pastores de Dios, recibimos un don del eterno Padre: el de aliviar y hasta acabar con los sufrimientos; somos los mensajeros del Señor.
Entretanto, nada en la vida es de gracia; Dios espera que usted haga su parte, dé a su cuota de sacrificio para liberarse de los problemas espirituales que le atormentan, y es sobre el sacrificio que vamos a hablar. Es preciso tener coraje para agradar a Dios, tener fe para conquistar la simpatía de Dios, ser osado en las rogativas dirigidas a Dios. Si usted quiere verse libre de los problemas, done su parcela de sacrificio para la edificación del reino de Dios en la Tierra. Y la iglesia es la casa de Dios, que precisa de su contribución para consolar a multitud de desafortunados, hijos del Señor.
Extraña fuerza partía del “predicador”, poderosas vibraciones magnéticas cautivaban la atención del público.
Julio César estaba transfigurado, se unía con planos más inferiores y mentalizaba la figura mítica de satanás, asumiendo periespiritualmente la forma mitológica, impresionando a los adversarios del bien.
Daniel, con todo, decía:
- ¡Lindo! ¡Qué capacidad! ¡Este es mi maestro, mi mentor! ¡Que las tinieblas le acompañen, Julio César! - Gritaba el nuevo discípulo, sustentando al camarada con pensamientos menos edificantes.
- Todo aquél, - continuó el representante de la maldad, - que contribuye con Dios, tendrá siempre el doble. Por tanto, quien más done, más recibirá.
En éste momento, gritos de aleluya fueron pronunciados por los profesionales de la fe, incentivando al pueblo a concordar con los absurdos proferidos por el “pastor”, que exaltaba la insensatez.
Buenaventura estaba impresionado; los ojos le brillaban a la manera de aquellos que están ebrios de ambición; se sentía atraído por el pastor, notaba aires de simpatía hacia aquél hombre. Clodoaldo, influenciado por Julio César, se unió a Buenaventura, mirándolo incesantemente, como si estuviesen imantados por extraño magnetismo.
El esposo de Marcia no buscaba algo verdaderamente espiritual, sino beneficios puramente materiales, como muchos de los presentes. Pensaba en la reforma de la casa, en aumentar la renta doméstica y, quién sabe, enriquecerse con la ayuda divina. Eso facilitaba mucho la actuación de los perseguidores.
En éste punto, los adversarios espirituales comenzaron a gritar instigando a la masa: ¡Donen! ¡Donen! ¡Donen todo! ¡Todo para el Señor! ¡Dios es nuestro salvador! (risas)
Estas palabras eran repetidas por los trabajadores encarnados. Se veía nítidamente que manos marchitas ofrecían los últimos recursos; a hombres fuertes ofertando el salario del mes y madres desesperadas donando los últimos centavos, engordando los cofres del “santuario” levantado a Mamon. El escenario era triste, varios espíritus buenos, apenados, aguardaban la hora oportuna para ayudar.
Terminado el momento del ofertorio, el “pastor” hizo una rogativa. ¡Las palabras pedían a Dios por los necesitados, pero el corazón contaba las monedas! Entretanto, centenares de personas oraban con fervor; innumerables poseían méritos y, en ésta hora, los benefactores espirituales, que están en todas partes, allí se presentaron, atraídos por los pensamientos de las personas nobles de sentimientos, cogiendo los pedidos sinceros que, muchas veces, en una explosión de fanatismo, se hacían gritando; en aquella algaraza, los verdaderos espíritus del Señor, que no eran vistos o percibidos por los adversarios del bien, trabajaban silenciosamente, anónimamente: promovían pases magnéticos a los enfermos, recogían obsesores, a espíritus recién desencarnados, almas sufridoras e infelices; es decir, un extraordinario trabajo de beneficencia. Terminada la “oración”,
muchos se sentían aliviados, atribuyendo la mejoría o la cura a los poderes místicos del “pastor”.
Eran literalmente los falsos profetas, anunciados por Jesús. En el proceso de selección en que la Tierra se encuentra, es natural que Dios nos permita que actuemos con libertad, ya que estamos siendo clasificados a través de los propios actos.
Entretanto, nada huye a la ley de causa y efecto. Esas expresiones dolorosas tendrán que ser recompuestas por los propios engañadores. Incluso en los núcleos dedicados a la explotación humana, Dios dirige luces, enviando a los buenos espíritus para socorrer a cuantos clamen sinceramente por misericordia.
Julio César, acompañando al portavoz de Mamon, lo fortalecía en el discurso mentiroso:
- Yo te solicito Señor que, aquellos que contribuyeron con su obra, sean especialmente bendecidos y que los males espirituales sean retirados y los demonios apartados. Y, en ése instante, “actores” contratados caían al suelo, simulando manifestaciones demoníacas, sugestionando a las mentes débiles, perturbadas por los adversarios del bien, a repetir los actos locos. En el plano espiritual las entidades corrompidas reían, se divertían de la credulidad popular; al mismo tiempo muchos frecuentadores encarnados quedaban temerosos, aguardando la expulsión de los demonios por el “pastor” quien, pronunciando las palabras combinadas, apartó a los espíritus impuros de los “actores”, mientras los ayudantes despertaban las mentes impresionadas, restableciendo el “orden” en el ambiente físico. Concluida la escenificación, aún fuertemente envuelto por los coordinadores de las tinieblas, el “predicador” continuó:
- ¿Ustedes vieron el poder del demonio? ¡Pero nuestro poder es mayor! ¡Aleluya! ¡Aleluya!
Todos aquellos que no tienen fe, caen en las garras de satanás. Él actúa de varias formas, teniendo su morada en los centros espíritas.
En éste momento, Julio César se retiró ligeramente del campo de acción del expositor de la mentira, acercándose a Buenaventura, influenciándolo, para que las informaciones le convenciesen.
- El Espiritismo, - continuó el orador de las tinieblas -, es la doctrina del demonio; los espíritas son adoradores de la maldad; aquellos que abrazan ésta doctrina tienen la vida atrasada, los hombres que están casados con mujeres que trabajan en éste movimiento pueden ser contaminados, lo contrario también es verdadero; la residencia queda marcada y el diablo podrá arrebatarlos del día para la noche. Si alguien de los que están aquí posee parientes frecuentando o trabajando en esas casas, dejen los nombres para la reunión de liberación, donde apartaremos al demonio amarrándolo definitivamente, confinándolo en el infierno, de donde nunca debería haber salido, librando a los hogares de ésta indeseable compañía. Sean fuertes, no den tregua a los espíritas, convenzan a los parientes, tráiganlos a nuestro templo. Todo aquél que consigue convertir a un hermano a nuestra fe, crece a los ojos de Dios.
- ¡No toleren las conversaciones espíritas, satanás es quien orienta esas casas!
Buenaventura parecía estar en trance, y una onda de odio, iniciada por Julio César, le invadió el alma, haciéndolo reflexionar erróneamente, de esta forma:
- Entonces, por eso, permanezco en la pobreza; ése es el motivo de no conquistar nada materialmente. ¡Marcia me las va a pagar!
El jefe de las tinieblas lanzó la mirada hacia el “predicador”, ayudándole a terminar la ridícula exposición y haciendo que pronunciara estas palabras:
- El espíritu de Dios me está diciendo que aquí hay varias personas con éste problema; aquellos que poseen amigos o parientes envueltos con el espiritismo, por favor, levanten la mano.
Decenas de personas se presentaron, el “pastor”, entonces, se puso a su disposición para, al final del “culto”, conversar individualmente con aquellos que quisiesen liberar a sus parientes del demonio, recuperando la paz familiar.
ESTIMULANDO LA VANIDAD
¡El plan de Julio César fue muy bien ejecutado! Clodoaldo consiguió convencer a Buenaventura, que permanecía embriagado por las nuevas informaciones recibidas.
¡Los adversarios de la paz lo celebraban!
Julio César, conversando animadamente con el capataz, informó:
- ¡Pronto! Sólo nos resta aguardar; la simiente fue lanzada y la tierra es muy buena. Buenaventura, de retorno al hogar, infernará a nuestra “querida” Marcia, efectuando la discordia, retirando, naturalmente, a la esposa del equilibrio. El marido fanático habrá de masacrarla, destruyéndole, poco a poco, la disposición para trabajos espíritas. ¡La tarea del atendimiento fraterno perderá una de sus mejores cooperadoras!
- ¿Y ahora maestro? - Preguntó Gonzálves, deseando saber de los planes íntimos del mentor de las sombras para la continuidad del proceso de infiltración.
- Ahora, querido mío, nos cabe examinar a los grupos de asistencia espiritual.
- Pero, ¿vamos a abandonar el caso Marcia Buenaventura? - Cuestionó el siervo de la maldad.
- No abandonaremos éste caso, simplemente precisaremos dar tiempo al tiempo para que la simiente del fanatismo, plantada en la mente de Buenaventura, germine; más tarde retornaremos a la residencia de la cooperadora del atendimiento fraterno para las debidas verificaciones. Esta operación, querido mío, requiere mucha paciencia. Todo cuidado es poco, la organización y la cautela son el alma de éste emprendimiento. Toda infiltración comienza siendo pequeña, casi imperceptible, para, después, ganar volumen causando dolor, destruyendo o, por lo menos, innumerables perjuicios.
Caminando lentamente al lado de los compañeros, con una de las manos tocando la frente, como recapitulando los propios pensamientos, Julio César informó:
- Nuestras atenciones, de ahora en adelante, estarán orientadas hacia los grupos de fluidoterapia. Deberemos hacer surgir entre ellos la competencia y la disputa.
- Pero señor, - preguntó el secretario de la maldad -, ¿cómo conseguiremos penetrar en el Centro Espírita? No disponemos de autorización. ¿Cómo romperemos las barreras protectoras del Centro? ¿Cómo haremos para despistar a los mensajeros de la luz…?
- ¡Venga! ¡Venga! - Gritó el jefe. - ¿No ve que me perturba con tantas preguntas?
¿Cómo vamos a entrar? Aprovecharemos los desequilibrios humanos, las brechas, como el orgullo, la mezquindad, el deseo de mando, la vanidad, etc. etc.
Mientras usted marca los pasos, yo ya recibí valiosas relaciones de nuestros comandantes que permanecen junto a muchos trabajadores encarnados. Ellos tienen libre acceso a la Institución, por ser acompañantes usuales de los trabajadores del Centro que no viven el mensaje cristiano, que forman parte de los grupos de intriga, de los que llevan siempre la contra, de aquellos que desean reformar todo y nunca están satisfechos con nada.
Identificamos, en tres grupos, pasistas que nutren el deseo ardiente de desenvolver la facultad de cura. Creen ser especiales, aunque sus tendencias para el fanatismo permanezcan controladas por la organización y el estudio doctrinario esclarecedor, conteniendo ciertas ideas. No poseen, ni de lejos, la rarísima facultad de curar instantáneamente las enfermedades.
- Mas ¿y ahí? - Preguntó Gonzálves.
- Ahí, amigo mío, nosotros vamos a darles a ellos la facultad de cura.
- ¿Cómo así?
- ¡Simplemente! Aprovechando la brecha de innumerables trabajadores, penetraremos en la institución. De los asistidos que entren en la sala de pases y estén bajo un proceso obsesivo, si ésos obsesores forman parte de nuestra extensa falange, les solicitaremos que se aparten momentáneamente, causando una cura, instantánea, aparente. El resto, si yo conozco bien a la criatura humana, ocurrirá de forma natural.
- No entendí, - dijo Gonzálves. - ¿El señor puede explicarse mejor?
- Fácil: muchas personas no entienden el proceso de la mediumnidad; no comprenden que los pasistas son simples instrumentos, aunque haya siempre una parcela de magnetismo humano; y al desear agradecer los recursos recibidos, el endiosamiento batirá, sin tardanza, a las puertas de las salas de fluidoterapia, haciendo que los pasistas disputen entre sí, quién dispone de mayores recursos magnéticos.
- ¡Ah!... ¡Maestro! ¡El señor es un genio!
- Gonzálves,- alertó el obsesor jefe -, preste bastante atención: una vez dentro de la Institución todo cuidado es poco. Es posible que no veamos a las entidades superiores trabajando en aquella Casa, probablemente sentiremos cierto desconfort psíquico, por el contraste de nuestras vibraciones. De los cooperadores espirituales que pudiéramos observar, por trabajar íntimamente ligados a nuestra esfera de actuación, con el objetivo de arrebatar a muchos de nosotros, evite mirarlos fijamente, pues vibraciones amorosas intentarán retirarnos del camino. Y si, por ventura le agarraran, no piense en aquellos que usted amó un día; no se contamine con la fraternidad y mucho menos se deje tocar por las palabras dulces y afectuosas que nuestros adversarios intentarán transmitirnos. Si una flaqueza cualquiera lo envuelve, llámeme. Usted, aunque con sus dificultades en el campo del intelecto, es muy valioso; además de guardar informaciones confidenciales de éste proceso y no deseo que el enemigo sepa de nuestros planes más íntimos. ¡Así pues, vigile las emociones!
Habiéndose dirigido hacia las puertas de la institución, examinaron la protección y la organización de la Casa, aguardando que los trabajadores encarnados con quien se afinizaban se presentasen para el trabajo. Fue en ése período que María Souza, trabajadora de la fluidoterapia, entró en el Centro, autorizando, por sus pensamientos y sentimientos pedantes, la entrada de los representantes de la maldad en el núcleo cristiano. Estos, imantados a la servidora vanidosa, tomaban las providencias necesarias para la continuidad de las infiltraciones.
Las entidades superiores lo sabían todo y los acompañaban discretamente sin que, en el Centro, los enemigos de la verdad pudiesen percibirlas; permitiendo así, la entrada “libre”, y sin embargo advertida, de Julio César y Gonzálves que, para los trabajadores de la Casa Espírita, se convertirían en elementos de pruebas en el campo de las enseñanzas de Jesús.
Penetrando en la sala cuyas actividades eran de asistencia espiritual, los malhechores notaron la diferencia fluídica: las vibraciones evidenciaban respeto y tranquilidad.
En el aspecto físico, disciplina y seriedad dominaban el corazón de la mayoría de los trabajadores. Entidades amigas, cuales enfermeros espirituales, acompañaban a los pasistas con el fin de ayudarlos en la transmisión de energías restablecedoras, haciendo un trabajo cristiano y anónimo.
María Souza desenvolvía voluntad sincera en ayudar, pero el sueño de ser una gran magnetizadora, una extraordinaria médium de cura, le atrapaba las buenas disposiciones, pues el pedantismo le anulaba las mejores intenciones, impidiéndole la producción de sentimientos sublimes, con lo cual quedaba como las personas comunes, sobrecargando al equipo espiritual, que se veía obligado a hacer todo el trabajo puesto que sólo podía aprovechar algunos recursos magnéticos de ella.
Iniciada la sesión de pases, una señora curvada, gravemente envuelta por una turba de obsesores, se sentó con mucha dificultad en la silla donde María suministraba la fluidoterapia. Los amigos espirituales envolvieron cuanto les fue posible a los obsesores, recogiéndolos amorosamente para el socorro debido; sin embargo, endurecidos, permanecían ligados a la enferma por estar profundamente comprometidos con su pasado delictuoso. La asistida solamente se liberaría por completo a través del esfuerzo íntimo, por la transformación moral a la cual, en verdad, no se dedicaba.
Julio César, analizando las vibraciones del coordinador de aquél caso, notó pertenecer a su categoría espiritual y, tras las conversaciones preliminares, añadió:
- El camarada ciertamente me conoce ¿no?
- ¡Claro, Julio César, claro! ¿Qué quiere de mí?
- Pequeños favores.
- ¿Favores? ¿Gratis?
- No, amigo mío, será recompensado, digamos que será correspondencia de gentilezas.
- ¿Puede decir qué es?
- Necesito que usted y su equipo abandonen a ésta mujer.
- ¿Qué? ¡¡¡Nunca!!!
- Será momentáneo, es por nuestra causa. ¡Conoce a mis superiores! En nombre de ellos, me estoy ocupando en la destrucción de éste Centro y preciso de su…
- ¡Ah! ¿Por qué no lo dijo antes? ¿Es para destruir ésta Casa maldita? Entonces, tiene todo mi apoyo. Gracias a éste terrible templo de amor no consigo concluir mi plan. Si ésta criatura continúa en pie, es por causa de estas energías y de las oraciones que ha recibido de ésta odiosa institución. Julio, tendrá toda mi ayuda. Estaremos lejos de ella… veamos… seis meses, ¿está bien? Ni un día más, ¿está oyendo?
Pero a cambio, - continuó el obsesor mercenario -, tras el vencimiento del plazo, usted me cederá veinte trabajadores suyos bien entrenados, por el tiempo equivalente a mi ausencia junto a la infeliz. ¿Qué me dice?
- Negocio cerrado, - finalizó el arquitecto de la maldad.
Mientras se transmitía el pase, los espíritus perseguidores de aquél caso salían silenciosamente.
Los amigos espirituales, también se retiraron discretamente, aprovechando la tregua interesada de los malhechores, para intentar liberarlos de la idea de maldad y venganza. Movilizaron, entonces, equipos socorristas, consiguiendo encaminar a muchos adversarios para el intercambio espiritual.
Así, la mujer que entró en la sala, curvada, recuperaba la postura correcta de forma inmediata, readquiriendo cierta vitalidad. Cuando se vio liberada de aquellas influencias, en un deseo de agradecer, agarró la mano de la pasista, besándola y diciendo éstas palabras de gratitud:
- ¡Dios bendiga a la señora! ¡Su mediumnidad es fantástica, ahora yo lo sé! ¡Soy libre, usted es una santa! Estas actitudes de la asistida rompieron las normas de silencio y discreción que la Casa Espírita solicitaba, perturbando momentáneamente el trabajo. El dirigente encarnado se aproximó conteniendo los excesos, imponiendo orden y disciplina en el ambiente.
Julio César acompañó el trabajo de María Souza durante varias semanas, haciendo que casos semejantes a éstos fuesen repetidos; para eso ofrecía cargos, favores y retribuciones a los obsesores, provocando en ella la certeza de que finalmente había desarrollado la facultad de cura.
En poco tiempo, ciertos cooperadores se dejaron envolver y contaminar por los celos, envidia e intolerancia.
María Souza se tornaba valioso instrumento de actuación del obsesor jefe que la envolvía en éstos pensamientos:
- Usted, realmente, es médium de cura y yo soy su médico, su mentor.
Estamos poniéndonos a disposición para un nuevo trabajo en ésta Casa: deseamos desarrollar aquí grandes trabajos de cirugía espiritual; usted será famosa, su nombre será divulgado largamente y todos la respetarán.
Entretanto, muchos envidiosos desearán retirarla de la misión; por eso apártese de aquellos que quieran analizar sus producciones.
El resto, va por nuestra cuenta.
La “médium curadora”, contaminada por la presunción, divulgaba aquí y allá, sus nuevas “capacidades” y en poco tiempo los asistidos ya disputaban una vacante junto a su silla para recibir los pases “curadores”.
En la sala, la competición estaba instalada. Varios compañeros invigilantes cayeron en el armazón de las tinieblas, olvidándose de que el trabajo en cualquier área requiere discreción y fraternidad.
Algunos se perdían en la indignación, afirmando que la “curadora”, en realidad, era anímica, vanidosa, orgullosa y debería ser suprimida del grupo.
Otros, formaban pequeños grupos en favor de la pasista fascinada; además de las intrigas que recorrían, rápidamente, los corredores.
Era el inicio de una seria perturbación espiritual, que daría mucho trabajo a la dirección doctrinaria del centro.
Espiritualmente, Julio César permanecía eufórico, porque ahora ya había lanzado dudas y problemas en dos importantes departamentos.
El proceso dedicado a la destrucción de la Casa Espírita proseguía. Los instructores espirituales del grupo cristiano permanecían atentos, acompañando el caso de infiltración, respetando, con todo, el libre albedrío de los trabajadores encarnados, dándoles la oportunidad de poner en práctica las enseñanzas cristianas.
INTERVENCIÓN SUPERIOR
El perseguidor, no obstante, continuaba implacable. Tras haber lanzado la discordia en el equipo de la fluidoterapia, se preparaba para el envolvimiento de los grupos mediúmnicos propiamente dichos. Ahora, los médiums ostensivos son los que serían probados.
Los invasores de las sombras se creían libres de los protectores espirituales. Se sentían fortalecidos en el deseo de dominar el Centro Espírita, por permanecer imantados a los trabajadores que ofrecían brechas en éste o en aquél campo.
Entretanto, cuando se preparaban para invadir un grupo de desobsesión, fueron fuertemente envueltos por algunos espíritus buenos, impidiéndoles el acceso a la reunión de orientación y liberación espiritual.
Julio César no se contenía; embravecía lanzando palabras ofensivas al grupo, además de fluidos nocivos que eran neutralizados por la actuación de los benefactores espirituales.
El grupo dedicado a la desobsesión estaba compuesto por personas graves e idealistas, lo que naturalmente les garantizaba el amparo, librándolos de los adversarios perturbadores de las tareas.
Mientras el malhechor protestaba, los amigos espirituales aguardaban en silencio que el hermano perturbado fuese vencido por el cansancio. Aún no era el momento de dialogar con el terrible perseguidor. Las entidades amigas esperaban la hora adecuada para intervenir junto al agente de la destrucción.
Gonzálves se apartó momentáneamente para dar algunas órdenes a los otros espíritus alborotadores, cuando un valeroso trabajador, haciéndose visible, se aproximó dirigiéndole cariñosamente éstas orientaciones:
- Hijo mío, la paz de Jesús te envuelva. Deseamos abrazarte, hablándote de nuestro deseo en compartir contigo las alegrías espirituales. Veo en tus ojos sufrimiento, en tu faz amargura, tu alma pide socorro, estás cansado de luchas inútiles y de sufrimientos intensos.
Y del pecho del benefactor salían chorros de fluidos amorosos, envolviendo al capataz del mal en las más sublimes energías.
El adversario se acordó de la advertencia del jefe en cuanto a las tentativas de los apóstoles de la luz en intentar arrebatarlos y, desesperado, comenzó a gritar el nombre de su maestro, pidiéndole ayuda.
El representante de la discordia, no obstante, estaba muy ocupado, embravecido con los coordinadores espirituales de la reunión de desobsesión, siéndole imposible oír el pedido de socorro del camarada.
La entidad amiga envolvió al auxiliar de la discordia en tiernas vibraciones y, como no soportaba las irradiaciones amorosas, el contraste energético le causó un sopor, una somnolencia irresistible, cayendo, por fin, en los brazos amorosos del socorrista que lo condujo a una de las innumerables reuniones de desobsesión del Centro.
El equipo espiritual anhelaba, con eso, ofrecer aprendizaje a los encarnados; al mismo tiempo que agilizaba la tarea socorrista, valiéndose del ambiente fluídico equilibrado, del amor verdadero y de la imantación mediúmnica, que permitiría al adversario permanecer parado, por algunos instantes, y en estado de lucidez para oír las palabras inspiradas del dialogador. El amigo espiritual que lo amparó con confianza dentro de la sala, verificó, junto a los compañeros de tarea, la posibilidad de atendimiento en aquella noche.
Tras salutación fraterna, hizo éste pedido:
- Queridos amigos, tenemos un caso delicado que precisa ayuda urgente. Este, a quien amparo cuidadosamente, se trata del asistente de Julio César, aquél que impartió un proceso de infiltración en éste Templo.
Conseguimos envolver a este hermano en dulces vibraciones y necesitamos atenderlo en éste momento; aprovechando el estado de adormecimiento en que se encuentra, gracias a nuestros recursos magnéticos, para efectuar la unión mediúmnica.
Sé de las oportunidades mínimas de una liberación inmediata; comprendo el estado enfermizo de su mente, entiendo su corazón perdido en la ignorancia y sumergido en el odio; no ignoro, también, los pensamientos contaminados por la vanidad; sin embargo, es preciso ayudarlo en los primeros pasos para su propia rehabilitación.
Permanece engañado en cuanto a nuestro proceso de reequilibrio aplicado a las criaturas perdidas en el camino. Guarda la idea de que somos verdugos trabajando en nombre de Cristo. Aquél a quien mantiene como jefe inventó mentiras, con el pretexto de impedirle el rompimiento de las cadenas que lo prenden a las regiones inferiores.
El dirigente espiritual de la reunión, sensibilizado y consciente de la urgencia del caso, colocó al auxiliar de la maldad en la lista de atendimientos, mientras el valeroso equipo de cooperadores espirituales verificaba, entre los médiums presentes, los que ofrecían afinidad fluídica para el delicado atendimiento.
La sala mediúmnica estaba respetablemente preparada; los medianeros cultivaban sentimientos elevados e innumerables benefactores providenciaban la seguridad de la reducida asamblea dedicada al sagrado intercambio espiritual. Esclarecimiento, buena voluntad y dedicación de los médiums, prometían trabajos intensos aquella noche.
De los fenómenos mediúmnicos, nada se compara a las realizaciones de la mediumnidad educada, colocada al servicio del socorro espiritual.
La reunión comenzó rigurosamente en el horario previsto. El dirigente encarnado inició la sesión con una breve lectura de un texto evangélico seguido de una oración sincera, uniéndonos en agradables vibraciones.
Terminada la oración, el instructor de nuestro plano condujo a Gonzálves cuidadosamente al médium socorrista que, sintiendo las emanaciones del adversario, se mantenía firme, cultivando buen ánimo para el servicio cariñoso.
Tres experimentados trabajadores en el arte de la desobsesión fueron convocados para fortalecer al medianero, ayudándolo a contener los posibles excesos del socorrido.
Suspendidas las vibraciones controladoras, el discípulo de la perversidad retomaba vagamente la conciencia, transmitiendo al portavoz, una indescriptible sensación de malestar.
Viéndose en ambiente extraño y recordando el abordaje del emisario del bien, rememoró la advertencia del jefe y juzgó estar en manos inquisidoras. Y con pánico, inició la comunicación con éstos gritos:
- ¡Socorro! ¡Socorro! ¡Estoy preso! ¡Me quieren torturar!
¡No hablaré nada! ¡Ni con un millón de torturas!
¡Mi maestro lo va a saber! ¡Ah! ¡Se va! ¡Libérenme! Gritaba el infeliz, dando trabajo al medianero, obligándolo a regular la voz, con el fin de desempeñar lo mejor posible la abnegada tarea de socorro espiritual.
- ¡Ustedes no saben con quién están hablando, soy el secretario de las sombras, mi señor, cuando lo sepa, acabará con todos ustedes! Él es un gran representante de una importante ciudad espiritual de las regiones inferiores y soy su siervo predilecto. ¡Yo tengo “largas cuentas”, no se metan conmigo!
¡Ordeno que me liberen! ¡Ahora! ¡Ahora!
Suelten las cadenas que me aprisionan. ¿Por qué misterios me prenden a otra persona? ¿Es la mediumnidad, o no es? ¡Claro, fui muy bien avisado!
¡Maldita sea la mediumnidad! ¡Malditos sean todos ustedes! ¡Malditos!
El espíritu perdía completamente el control. Si no fuese la mediumnidad disciplinada, el atendimiento sería prácticamente imposible. Y porque el adversario hizo una pequeña pausa, promovida por el cansancio del momento, las entidades amigas, examinando la necesidad de una rigurosa intervención, envolvieron al dialogador llevándolo a hablar de manera inspirada en estos términos:
- ¡Paz y amor, es lo que deseamos a aquellos que Dios nos envía!
Hermano mío, usted no está amarrado y mucho menos preso; permanecemos trabajando todos en nombre de Jesús nuestro Maestro.
- No pronuncie ese nombre cerca de mí, mi maestro es otro. Cristo quiere engañarnos, engañarnos…
- Calma, amigo mío, - dijo el dialogador imprimiendo en sus palabras afabilidad y dulzura. El nombre de Jesús representa la sublime bondad; el amor verdadero, aquél amor que usted hace mucho tiempo dejó de sentir; la amistad verdadera que no pide retribuciones, el brazo afectuoso de alguien que nos ama. Acuérdese. Entregándose a la práctica del mal, el amigo olvidó que es hijo de Dios y tiene una tarea importantísima que realizar, su reforma moral…
- ¿Tarea? ¡Tengo incluso una gran misión a realizar: la destrucción de ésta Casa!
Ustedes piensan que lo saben todo, creen estar protegidos, que son santos, ¿no es así? ¡Nosotros vamos a mostrar lo contrario! ¡Mi maestro es especialista en destruir casas como ésta! Yo he visto innumerables centros ser devorados por los propios espíritas.
¡Esta Casa será la próxima!
Que vengan las falanges inferiores, que vengan espíritus de las tinieblas; el momento es nuestro, ésa guerra ya está ganada.
¡Maestro, - bramaba el adversario -, sálvame! ¡Señor de las tinieblas, socórreme ahora!
Y mientras el enemigo de la paz gritaba, el equipo espiritual se hizo visible, irradiando intensamente en beneficio del sufridor. Una entidad respetable se aproximó al esclarecedor, inspirándole ésta rogativa:
- ¡Señor Jesús!
He aquí que te pedimos con amor sincero…
Estas simples palabras, envueltas en los más sublimes sentimientos, impresionaron al perseguidor calándolo momentáneamente, permitiendo la actuación directa del equipo socorrista. Entidades amigas se aproximaron, aprovechando los extraordinarios beneficios de la oración, proyectando en telas fluídicas algunas imágenes referentes a la última encarnación del obsesor en atendimiento.
El invasor se reconocía en una valerosa empresa, desempeñando un trabajo importante. Se veía explotando a los funcionarios menos reconocidos financieramente. Abusando de jóvenes ingenuas, autorizaba abortos librándose de la paternidad indeseable. Promovía dimisiones innecesarias. Usaba el poder para dominar, perdiéndose en la noche de los vicios.
Por eso, atrajo junto a sí entidades malévolas, que lo incentivaban al desvarío.
Y, de retorno a la vida mayor, la ley de causa y efecto lo arrastró a la siniestra ciudad. Los obsesores que lo recibieron lo examinaron hasta el punto de borrarle de la memoria ciertos recuerdos, convirtiéndolo en torpe servidor de la maldad.
Gonzálves estaba asombrado, se sentía usado por los compañeros. Y, humillado, continuó en silencio, escuchando la petición del dialogador que seguía conmovido, poniendo en las palabras el propio corazón:
- ¡Te rogamos por éste amigo y hermano!
No nos colocamos por encima de él; bien sabemos de nuestras limitaciones.
Te imploramos humildemente poder comprender a nuestro compañero, ayudándolo en el despertar, con el fin de colocarse rumbo al propio progreso.
También sabemos de los sufrimientos de ésta alma, nuestra hermana; de las noches tristes que pasa; de la salud que maltrata, del frío que atormenta y de la soledad de dilacera el pecho.
Quién sabe, si en tu misericordia, nuestro hermano encuentre la alegría de servir en el campo del bien, recomponiendo y liberándose de los errores del pasado.
Y, reconocidos en tu amor, he aquí que entregamos a tu compasión éste amigo, nuestro hermano, solicitando que lo acojas en tus brazos.
Terminada la oración, el asistido parecía estar en éxtasis. El corazón fue invadido por vibraciones amorosas; por primera vez, en muchos años, se sentía respetado, valorado, querido y amado.
Y, lanzándose en profunda reflexión, se acordó del jefe perseguidor e instintivamente deseó huir; sorprendiéndose cuando notó a los propios amigos espirituales mostrándole la salida y autorizándole a dejar el ambiente.
Ayudado por la entidad que lo trajera a la reunión libertadora, se levantó, recibiendo un abrazo repleto de afecto, seguido de éstas orientaciones:
- Gonzálves, hijo mío, - dijo el benefactor -, no estamos en la condición de jueces implacables y no queremos que nos tengas en la lista de adversarios. Deseamos estar unidos en el amor de Dios, nuestro Padre.

Es posible que guardes ciertas dudas respecto a nosotros, entretanto, amigo, sepas que si actúas con cierta libertad, es porque estás dentro de los límites de las leyes divinas. Antes o después tu actuación será impedida por las leyes universales.
Deseamos, con éste proceso de socorro, calmarte, para dialogar más de cerca; advirtiéndote en cuanto a la responsabilidad de componer lo que vienes deteriorando. Queremos que tengas en nosotros a unos amigos queridos, dispuestos a ayudarte en tu recuperación personal.
Sigue adelante, hermano mío; reflexiona sobre todo lo que viste, oíste y sentiste en éste ambiente, valorando nuestros propósitos. Sé que deseas verte libre de nosotros; entretanto, tienes saber que permaneces cautivo de la propia conciencia.
- ¿Qué? - Preguntó el obsesor, interrumpiendo la palabra de la entidad amiga. - ¿Libre?
¿Dónde están los instrumentos de tortura? ¿El lavado de cerebro? ¿Los verdugos encapuchados portadores de látigos a los cuales mi maestro se refería?
- No disponemos de ninguno de estos instrumentos,- respondió el amigo espiritual.
El amor, la comprensión y el perdón son nuestros mecanismos de trabajo en la siembra del bien.
¡Eres tú quien permanece en una eterna tortura!
Con todo, cuenta siempre con nuestra disposición en ayudarte a encontrar el camino de vuelta.
Ahora eres tú, la decisión es tuya, consulta la propia conciencia.
El obsesor salió emocionado pero el orgullo y la vanidad le impedían transformarse íntimamente en aquella hora.
Los instructores de la vida mayor, responsables de la Institución, estaban satisfechos, pues sabían que la simiente de la verdad estaba plantada y, en el momento oportuno, habría de germinar.

∗ Mamon: dios Asirio que representa la fortuna. (Nota del traductor)

Texto extraído del libro "Ocurrió en la Casa Espírita"