domingo, 23 de junio de 2013

¿QUÉ ES LA OBSESIÓN?

En el Movimiento Espírita existe mucha confusión al respecto de la obsesión y de cómo se
caracteriza. Uno de los obstáculos para su curación está, en la dificultad para identificarla. Frecuentemente, es confundida con la simple influencia de Espíritus sufrientes o con las influencias negativas que todo ser humano recibe. Se puede comparar este error, más o menos, como el del médico que, al examinar al paciente, confundió el resfriado con la tuberculosis. Hay aquellos que confunden la obsesión con mediumnidad o con el trabajo del paciente en el campo de la asistencia social. Es un grave error que puede llevar a consecuencias dañinas. Es lo mismo que un médico prescribiera para la cura de una enfermedad, que su paciente estudiara medicina o que fuera a trabajar a un hospital.
La obsesión es una enfermedad con fondo moral que debe ser tratada por métodos lógicos
y racionales enseñados por la Doctrina Espírita. Si deberá haber actividad mediúmnica o no en la
vida del paciente, ello quedará decidido después del tratamiento, pues dependerá de una serie de
factores que deberán ser evaluados por el dirigente de sesiones o por el responsable del Centro.
Es necesario para el observador, detenerse en algunos detalles para identificar correctamente
el proceso obsesivo. Sólo de esta manera podrá ser tratado correctamente.
“La obsesión presenta caracteres diversos que es muy necesario distinguir, y que resultan
del grado de opresión y de la naturaleza de los efectos que produce”. (Allan Kardec en el Libro de
los Médiums, capítulo 23:237)
“La palabra obsesión es de algún modo un término genérico por el cual se designa esta
especie de fenómeno, cuyas principales variedades son: la obsesión simple, la fascinación y la subyugación.”
(ítem anterior)
1.1 - Definición clásica.
Allan Kardec, el codificador, define de esta manera la obsesión:
“La obsesión es la acción persistente de un Espíritu malo sobre una persona. Presenta características
muy diversas, desde la simple influencia de orden moral, sin señales exteriores perceptibles,
hasta la completa perturbación del organismo y las facultades mentales”
“Se trata del dominio que algunos Espíritus pueden adquirir sobre ciertas personas. Son
siempre los Espíritus inferiores que buscan dominar, pues los buenos no ejercen ningún constreñimiento...
Los malos, por el contrario, se agarran a los que consiguen cautivar. Si llegan a dominar a
alguien, se identifican con el Espíritu de la víctima y la conducen con se hace con un niño”.
La obsesión es el dominio que los Espíritus inferiores adquieren sobre algunas personas,
provocándoles desequilibrios psíquicos, emocionales y orgánicos. Esta es la definición básica que
Allan Kardec dio de ella. Como causa fundamental de la obsesión, el Codificador señaló ciertas
flaquezas del organismo moral de los pacientes.
La Doctrina Espírita enseña que todos nosotros recibimos la influencia de los buenos y
malos Espíritus, explicando que se trata de un proceso natural, por medio del cual el espíritu es
estimulado a la experiencia evolutiva cuando está encarnado. Sin embargo, cuando un Espíritu
atrasado se apega a una persona y su influencia perniciosa se vuelve constante, entonces puede
clasificarse como obsesión.
Los síntomas que caracterizan a la obsesión varían en cada uno de los casos, desde simples
efectos morales, pasando por manías, fobias, alteraciones emocionales acentuadas, cambios en la
estructura psíquica, subyugación del cuerpo físico, hasta la completa disgregación de la normalidad
psicológica, produciendo la locura.
En el tratamiento de la obsesión es preciso saber distinguir sus efectos, de aquellos otros
causados por las influencias naturales (mas o menos pasajeras) y de las alteraciones emocionales
oriundas del propio psiquismo del paciente.
Existen personas que buscan el Centro Espírita trayendo desequilibrios psicológicos que,
aunque se puedan beneficiar de las enseñanzas de la Espiritualidad, también necesitan del apoyo de
terapeutas. La relación con la vida actual, la propia educación que reciben o su pasado reencarnatorio
les cargan de traumas y condicionamientos que los hacen sufrir.
El estudio de la Doctrina y las conferencias públicas podrán ayudar a esos individuos en la
recuperación de la normalidad anhelada, pero el entrevistador u orientador no debe dispensar la
competente orientación profesional, cuando lo crea necesario.
Es evidente que el entrevistador o dirigente del Centro Espírita tiene que saber diferenciar la
obsesión de las otras anomalías psíquicas. Existen algunas reglas generales que pueden observarse,
lo que les ayudará con profundidad, será la experiencia en trono de los casos examinados.
El fenómeno obsesivo presenta señales morales, psicológicas o físicos característicos, que el
trabajador debe aprender a identificar. En la obsesión, obsesión, se observa un constreñimiento de la
voluntad del paciente, un incómodo que parece no cede a ninguna providencia. Con la simple influencia
de sufridores, eso no ocurre. En ella, solo se observa la tristeza apática, la melancolía,
llanto, sin mayor gravedad. Alguien puede estar alterado emocionalmente, influenciado por un Espíritu
sufriente, sin con ello estar obsesado.
Los síntomas relacionados abajo, pueden ser indicadores de procesos obsesivos ya desarrollados
o en fase de desarrollo. Si permanecen constantes en una persona, se puede sospechar con
gran margen de acierto, que esté bajo el imperio de la obsesión. Son estos:
- Depresión, angustia y tristeza.
- Pesadillas constantes.
- Tendencia al vicio.
- Prácticas mundanas.
- Agresividad fuera de lo normal.
- Abandono de la vida social o familiar.
- Ruidos extraños a voluntad propia.
- Visión frecuente o esporádica de sombras.
- Impresión de escuchar voces.
- Manías y tics nerviosos.
Una persona, alguna que otra vez, puede tener pesadillas, entrar en un estado de tristeza o
sentir cualquiera de los síntomas citados arriba, sin que esté siendo víctima de la obsesión. Lo que
caracterizará la fenomenología obsesiva será la insistencia de esos estados mórbidos en incomodar a
la persona.
Todavía en el campo de los síntomas, se puede afirmar que en las simples influencias espirituales,
las entidades normalmente son Espíritus sufridores o ignorantes, que pueden ser apartados
fácilmente del campo psíquico del paciente a través de pases y evangelización. En las obsesiones
provocadas por Espíritus malos es diferente. Los síntomas se presentan con tendencias agravantes y
enfermas. Se observa una insistencia de la entidad en agredir al obsesado o interferir en su mente,
afectando la normalidad.
Con el tiempo, el responsable de la recepción en el Centro Espírita adquirirá experiencia
suficiente para detectar la obsesión y prever su tratamiento con relativa seguridad.
1.2 – Causas de la obsesión.
Es de vital importancia a los que trabajan con el tratamiento de la obsesión, descubrir las
causas que llevarán al paciente a caer bajo el dominio del Espíritu obsesor que lo atormenta. Sabemos,
a través de las enseñanzas de Allan Kardec, que en el fondo de todas las perturbaciones espirituales
residen las flaquezas morales del perturbado, las imperfecciones del alma que son las puertas
de entrada para la influencia extraña.
Algo parecido ocurre con las enfermedades del cuerpo físico: cuando ellas se instalan en el
organismo, la causa está generalmente en las flaquezas de la estructura orgánica.
En estudios realizados en el Grupo Espírita Bezerra de Menezes, en la ciudad de San José
de Río Preto, San Pablo, Brasil, fueron examinados más de 7 mil casos de comportamientos anormales,
causadas por Espíritus o no, se clasificaron las causas de la obsesión como si vinieran de
cuatro fuentes distintas:
- Causa moral
- Causa Kármica
- Contaminaciones
- Auto obsesión.
Causa moral.
Hay dos situaciones que pueden llevar a un paciente a ser víctima de la obsesión de fondo
moral: el Espíritu inmaduro y el Espíritu mal orientado. En el primer caso, el de la inmadurez espiritual,
son pacientes poco adelantados moralmente, con el psiquismo todavía dominado por pensamientos
inferiores. La conducta de esas personas con acciones y pensamientos inferiores, atraen a
Espíritus imperfectos que se afinizan con ellas. En el principio de la relación, se verifica solo alguna
interferencia en algunas actitudes del individuo. Mas tarde, aparece un delicado mecanismo de interinfluenciación,
donde las voluntades y deseos son conmutados entre perturbado y perturbador.
Luego, la voluntad del obsesado, poco a poco va siendo sustituida por la del obsesor,
instalándose el fenómeno obsesivo. Este tipo de obsesión es común y hay situaciones en que los que
la llevan ni perciben que dividen su vida mental con un Espíritu inferior. En ese tipo de obsesión no
hay gran cura en el tratamiento. Lo que se puede conseguir es una mejoría relativa, pues no hay
como cambiar bruscamente el estado evolutivo de una persona, haciéndola entender conceptos que
todavía no tienen condiciones de concebir.
En la segunda situación, la del Espíritu mal orientado, se encuentran los pacientes que
tuvieron educación deficitaria en el hogar, en la religión, en la escuela. La inferioridad del mundo
terrenal, sus costumbres y sistemas educativos estimulan en el ser humano un desarrollo de las
pasiones y lo apartan de Dios. Estructuras psicológicas mal orientadas provocan en las personas,
conductas desordenadas, llevándolas a sintonizar con Espíritus inferiores. Por el mismo mecanismo
citado anteriormente, se forma el proceso obsesivo de fondo moral. En esos casos, el tratamiento
será más fácil, pues se trata de un problema que una simple orientación bien conducida puede resolver.
Causa karmica.
Se clasifican como obsesiones kármicas los casos obsesivos relacionados con las vidas
pasadas de un paciente en desequilibrio. Karma es un término que se refiere al bagaje histórico del
Espíritu. Es el producto de todas las encarnaciones vividas por la entidad. La palabra “Karma” es de
origen sánscrito (una de las más antiguas lenguas de la india), y significa “acción”. Se puede decir, a
grosso modo, que el karma es la acción del Espíritu en toda su trayectoria evolutiva, desde su
primera encarnación.
Se denominan obsesiones de “causa kármica”, aquellas en que las persecuciones observadas
no pertenecen a la relación obsesado y obsesor, ocurridas en vidas pasadas, en este u otros
mundos. Es un tipo de obsesión provocada por la desarmonía de conducta entre dos o más seres
humanos, generando odios, resentimientos y venganzas que pueden extenderse hacia sus vidas futuras.
La ley de acción y reacción, o causa y efecto, regulan estos procesos de ajuste entre las partes
envueltas, permitiendo que las consecuencias de esta cosecha mal hecha den sus frutos con vistas al
aprendizaje de todos.
El compromiso en el pasado, a través de las ataduras vibratorias, atrae al desencarnado
que, viendo consumida la fase de infancia de su enemigo, inicia su influencia maléfica sobre él.
Durante dos años se instala la obsesión, presentándose una mayor o menor gravedad, según las
circunstancias de cada caso.
Contaminaciones.
En la Génesis, Capítulo XIV, Allan Kardec hace un importante estudio sobre los fluidos
espirituales. Examinando dichos puntos, se puede concluir que los ambientes materiales poseen una
especie de atmósfera espiritual creada por las personas que viven con ellas. Se obtiene de ahí, que
los Centros Espíritas, los terrenos de Umbanda, las Iglesias, los hogares, los locales de trabajo y de
diversiones, constituyen verdaderos núcleos de magnetismo espiritual, creados por los pensamientos
de los que los frecuentan. Aprendemos que en esos ambientes constituidos por personas mas o
menos imperfectas, donde se asocian Espíritus desencarnados con tendencias afines.
En las investigaciones basadas en la obsesión, realizadas en el Grupo Espírita Bezerra de
Menezes de Brasil, se verificó que frecuentadores de ambientes espirituales donde predominan presencias
de Espíritus inferiores (terrenos primitivos, centros espíritas desajustados o templos de sectas
extrañas), pueden quedar contaminados con su influencia. Tal dominio se forma en virtud de la
sintonía mental de los frecuentadores, con los Espíritus que habitualmente van ahí. Estas obsesiones
tienen la denominación de “contaminaciones”.
En los casos de los terrenos dichos anteriormente de Umbanda, los consultantes – como
son llamados allí los necesitados – casi siembre van a solicitar ayuda para la solución de sus problemas
materiales y amorosos. En esos ambientes, generalmente predominan intereses rápidos, ligados
a la vida material y nadie acostumbra a tratar las cuestiones morales relativas al futuro del individuo
como Espíritu inmortal.
Los Espíritus inferiores que militan en esos ambientes, ayudan a las personas interfiriendo
sus vidas, causándoles contrariedades o efectos materiales que engañan a los que no poseen conocimientos
de la verdad enseñada por el Consolador. Cuando el frecuentador se aparta de esos lugares,
la influencia de los malos Espíritus no siempre cesa. Al notar que están perdiendo sus víctimas,
pueden instalar la desarmonía emocional así como material en la vida de los que envuelven.
Las obsesiones causadas por contaminaciones son más frecuentes de lo que se imagina. En
la región de San José de Río Preto (Brasil), por ejemplo, lo son un 40% de los casos examinados.
Las contaminaciones también pueden ocurrir a través de las actividades de los Centros Espirituales
mal orientados. Cuando personas novatas, sin estudio o preparación, son puestas en reuniones
mediúmnicas para ejercitar sus facultades, es muy común caer bajo el dominio de los Espíritus
inferiores, acabando como víctimas de la obsesión. Grupos espíritas dominados por entidades ignorantes
y malévolas son verdaderos focos de contaminación espiritual, que perjudican a los que allí
van a buscar ayuda y orientación para sus vidas.
Auto-obsesión.
En la auto-obsesión, la mente de la persona enferma se encuentra en una condición enferma
parecida a la neurosis. Es una situación donde él se atormenta a sí mismo con pensamientos de los
cuales no se consigue librar. Hay casos más graves en que el paciente no acepta que su mal resida en
él mismo.
Las causas de este tipo de obsesión residen en los problemas anímicos del paciente, o sea,
en sus dramas personales, de esta o de otras encarnaciones. Son traumas, remordimientos, culpas y
situaciones que vienen de la intimidad de su ser, que le perjudican la normalidad psicológica.
Cuando se examinan esos casos mediúmnicamente, se pueden encontrar Espíritus atrasados
o sufrientes asociados a la vida mental de los enfermos. Pero, en las comunicaciones indican que
ellos están allí por causa de la sintonía mental con el obsesado. Agravan su mal, pero no son los
causantes de él.
La causa central de ese tipo de obsesión reside en el paciente, que se atormenta él mismo,
en una especie de punición a sí mismo. La mente de un auto-obsesado está cerrada en sí misma y es
preciso abrirla para la vida exterior, si queremos ayudarlo.
La psicoterapia convencional puede y debe ser utilizada en el tratamiento de la auto-obsesión.
Uniéndose a él la terapia espírita, basada en la evangelización y en el ascendente moral, se
pueden obtener resultados satisfactorios. El tratamiento abrirá la prisión psíquica donde el individuo
vive, liberándole de la esclavitud mental.
1.3 - Grados de la obsesión.
La obsesión posee causas, consecuencias y señales diversas. Allan Kardec ordenó el fenómeno
obsesivo según ciertas características y grados de intensidad que le es propio y que facilita el
entender la gravedad de cada caso. El Codificador clasificó la obsesión en tres categorías distintas,
según su grado de manifestación: Obsesión simple, Fascinación y Subyugación.
Obsesión simple.
En la obsesión simple, ocurre un grado de constreñimiento que se limita a perturbar la
voluntad, emoción y psiquismo del paciente obsesado. El Espíritu inferior incomoda al individuo,
pero no domina en profundidad su psiquismo. Alguien que tenga el sueño perturbado por pesadillas,
puede estar siendo víctima de una obsesión simple. Si, mientras tanto, los efectos provocados por
esos sueños ruines permanecen durante el día perturbando al enfermo, el caso puede ser clasificado
como una subyugación moral.
Pacientes portadores de depresiones de carácter leve a mediana, pueden ser víctima de
obsesiones simples. Sin embargo, si la situación psicológica degenera en la predominación de malos
pensamientos en el tránsito mental, la situación también puede ser clasificada como subyugación
moral.
Pequeños tics nerviosos y manías esporádicas, también pueden clasificarse como obsesiones
simples. En el caso de que los tics nerviosos se vuelvan constantes, el fenómeno obsesivo podrá
ser clasificado como subyugación física. En resumen, la obsesión simple es, como el propio nombre
indica, una interferencia espiritual no grave. Pero, es importante citar que algunas obsesiones simples,
si no fueran cuidadas adecuadamente, podrán degenerar en formas más graves, tales como la
subyugación o fascinación. Por tanto, todos los casos de obsesión merecen la mayor intención.
Fascinación.
La fascinación es el proceso de obsesión más grave. Es Allan Kardec todavía quien así lo
dice, hablando de esa situación obsesiva:
“La tarea (de desobsesión) es mucho más fácil cuando el obseso, comprendiendo la situación
en que se halla, aporta su concurso poniendo voluntad y orando. No sucede lo mismo si,
seducida por el espíritu embustero, la víctima está ilusionada con las supuestas cualidades de quien
la domina y se complace en el error en que este último la sume, porque en tal circunstancia, muy al
contrario de colaborar con los que le asisten, rechaza su ayuda. Tal es el caso de la fascinación,
siempre infinitamente más rebelde que la más violenta de las subyugaciones. Digamos, por último,
que en todos los casos de obsesión, la plegaria es el más poderoso auxiliar de la oración contra el
espíritu obsesor.” – (El evangelio según el Espiritismo, Capítulo 28:81).
En la fascinación, existe un mecanismo de profunda ilusión instalada en la mente enferma
del paciente. Él afecta a las facultades intelectuales, distorsionando el raciocinio, la capacidad de
juicio y la razón. El Espíritu obsesor engaña al enfermo explorando en sus flaquezas morales,
engañándolo con falsas promesas. Un fascinado no admite que está obsesado. El defecto moral que
provoca la fascinación es el orgullo. Infelizmente todos nosotros, seres humanos, todavía tenemos
esa hierva dañina en la intimidad del alma. Buenos valores mediúmnicos ya se perderán por causa de
la supervalorización que algunas personas darán a su amor propio.
Los espíritus fascinadores son hipócritas. No poseen vergüenza alguna en adornarse con
nombres honrados y, así mismo, llevar a sus víctimas a tomar actitudes ridículas delante de los
demás.
La fascinación es más común de lo que se piensa. Actualmente, alcanza al Movimiento
Espírita como una enfermedad moral muy seria. Es ella la responsable de la edición de libros antidoctrinarios
y comprometedores existentes en el mercado de la literatura espírita en buen número.
Esas obras son escritas por médiums y escritores vanidosos, que bajo el imperio de la fascinación, no
se dan cuenta del ridículo a que se someten.
También es fascinación la responsable de innumerables conductas esdrújulas observadas en
Centros Espíritas, tales como la entonación de cánticos, utilización de ropas y adornos en las sesiones,
uso de cromoterapia, transformación de la tribuna en anecdotario, etc.
Los intelectuales, aun instruidos, no están libres de la fascinación. Algunos de esos individuos,
por confiar excesivamente en su presunto saber, se vuelven instrumentos de Espíritus fascinadores
y pasan a divulgar en el Movimiento Espírita conceptos anti-doctrinarios nocivos a la fe
espírita.
Allan Kardec nos alerta en otro gran peligro: el de la fascinación de grupos espíritas. Iniciados
atrevidos e inexpertos pueden caer víctimas de Espíritus embusteros que se complacen en ejercer
dominio bajo todos aquellos que le prestan oído, manifestándose algunas veces como guías y
otras como Espíritus de otra naturaleza.
La fascinación también puede caer sobre grupos experimentados que se juzgan maduros o
suficientes para entregar libros escritos a través de su dañina influencia. El orgullo y el sentimiento
de superioridad es la gran puerta para la entrada de Espíritus fascinadores. Por tanto, se debe tener
todo el cuidado en la dirección de Centros Espíritas y de las sesiones mediúmnicas. Los dirigentes
son el blanco preferido de los Espíritus hipócritas que, dominados, pueden más fácilmente dominar
al grupo.Subyugación.
La subyugación es un tipo de obsesión que presenta un elevado grado de dominio del
aspecto corporal, y a veces, moral del paciente. Cuando la subyugación es moral, se diferencia de la
fascinación, porque el paciente sabe que está obsesado. En la fascinación él niega que lo esté.
En la subyugación ocurre un intenso dominio del Espíritu obsesor en el plano fluídico que,
en algunos momentos, llega a imantar al cuerpo espiritual del enfermo, provocándole crisis de movimientos
involuntarios, con consecuentes reflejos en el cuerpo físico.
Las crisis provocadas por esta categoría de obsesión son conocidas en el lenguaje popular
como “posesión”. Ese término es inadecuado, pues no se llega a poseer el cuerpo físico por parte del
Espíritu desencarnado. Lo correcto es afirmar que alguien está subyugado por un Espíritu, esto es,
bajo su dominio, su juego.
El desarrollo de los procesos de subyugación se inicia primero en el plano moral. Después
de encontrada la sintonía adecuada, él evoluciona hacia la homogeneización fluídica, que más tarde
llevará al dominio del periespíritu. Más tarde, empezarán a aparecer las crisis que afectan al cuerpo
físico, con tics nerviosos constantes, muecas, agresiones y situaciones parecidas a convulsiones.
1.4 – Situaciones obsesivas
Las situaciones, generalmente, no presentan gravedad y pueden ser tratadas relativamente
fácil a través de la metodología espírita. Sólo en un número pequeño de casos hay factores que
predisponen a la degeneración del proceso, culminando en subyugación o fascinación. En las obsesiones
más graves, casi siempre se encuentran situaciones donde el enfermo tiene un alto índice de
endeudamiento frente a las leyes de Dios. En esos casos, se percibe todavía la presencia marcada,
ostensible, de un Espíritu obsesor y de circunstancias morales en el paciente que facilitan la evolución
del estado mórbido.
En todos los casos de obsesión hay siempre dos lados unidos. En un lado está el obsesado,
aquel que sufre la agresión del obsesor. En el otro, está el obsesor, que provoca la agresión, dando
origen a la obsesión.
En la patología obsesiva hay varias situaciones de dominio espiritual, que precisan ser bien
comprendidas a fin de contribuir con la finalidad de la terapia espírita. Citaremos los casos posibles
que pueden ocurrir, teniendo como objetivo facilitar el trabajo de los adoctrinadores, pues, como
veremos, será preciso actuar en las dos vertientes del proceso, para solucionarlo de forma conveniente.
Se puede tener las siguientes situaciones obsesivas:
- De desencarnado a encarnado
- De encarnado a desencarnado
- De desencarnado a desencarnado
- De encarnado a encarnado
- Auto-obsesión
- Obsesión recíproca.
De desencarnado a encarnado.
Se trata de la obsesión convencional, conforme Allan Kardec nos dice en las obras básicas.
Es un proceso obsesivo más común y de mayor incidencia. Todas las personas poseen la faja psíquica
con la cual sintonizan. Cuando la insistencia de esa influencia se sitúa en el campo de la influencia
de los Espíritus atrasados, aparece ahí el fenómeno obsesivo. Las razones de la obsesión son diversas,
como ya tuvimos oportunidad de verificar.
De encarnado a desencarnado.
Aunque esa situación obsesiva no sea muy común, ella se observa en casos en los cuales
personas encarnadas pueden ejercer sobre Espíritus desencarnados una influencia magnética muy
grande. Tales sucesos pueden ocurrir en ocasiones en que alguien pierde un ser querido y alimenta
hacia él un amor posesivo.
El deseo de quien está del lado material en permanecer ligado a aquel que partió y el
lamento desmedido, pueden establecer lazos fluidicos bastante poderosos entre ambos. Casos entre
padres e hijos; entre amantes; entre enemigos; situaciones que envuelven disputas por herencia, etc.,
ya fueron observados y clasificados como siendo entre “encarnado y desencarnado”.
De desencarnado a desencarnado.
Espíritus que atormentan Espíritus son un drama que se desarrolla tanto en la Tierra como
en el plano espiritual. En las sesiones de mediumnidad es muy común en los médiums tener contacto
con entidades que se quejan de estar siendo perseguidas por verdugos invisibles. En la Revista
Espírita, del mes de junio de 1860, en el artículo “Conferencias familiares más allá de la tumba”,
Allan Kardec evoca al espíritu de la Sra. Duret y propone lo siguiente:
Pregunta: ¿El Espíritu que obsesó un médium en vida, puede obsesarlo después de la muerte?
Respuesta: La muerte no libera al hombre de la obsesión de los malos Espíritus: es la figura
de los demonios, atormentando a las almas sufridoras. Si, esos Espíritus los persiguen después de la
muerte y les causan sufrimientos horribles, porque el Espíritu atormentado se siente en un abrazo de
que no se puede librar.
De encarnado a encarnado.
Personas obsesándose entre ellas, existen en gran número. La obsesión entre vivos se puede
manifestar a través de sentimientos de envidia, pasión, deseo de poder, orgullo y odio. Tenemos
como ejemplo, situaciones de relación interpersonal, como el marido que limita la libertad de la
esposa; la esposa que somete al marido a sus caprichos; padres que se creen con derecho de limitar
la libertad de los hijos; pasiones que terminan en dramas dolorosos, pactos de suicidio, asesinato,etc.
Auto-obsesión.
En la auto-obsesión, como ya vimos, la mente del enfermo se encuentra en una condición
enferma, donde él se atormenta a sí mismo. Las causas de este tipo de obsesión, residen en los
problemas anímicos del paciente, o sea, en sus propios dramas personales, vividos en esta o en otras
encarnaciones.
“No es raro que el hombre sea obsesor de sí mismo” – (Allan Kardec, en Obras Póstumas, ítem 58)
Obsesión recíproca.
Son situaciones de persecución en que dos Espíritus alimentan odio el uno por el otro o son
esclavos de las mismas pasiones. Algunos casos pueden clasificarse como de verdadera simbiosis,
donde uno se alimenta de los desequilibrios del otro. Puede acontecer entre encarnados y
desencarnados

jueves, 13 de junio de 2013

EL TRÁNSITO

 No se excluyen por la confianza en la vida futura los temores del tránsito de esta vida a la otra. Muchos no temen la muerte por el hecho de morirse, lo que temen es el momento de la
transición. ¿Se sufre o no se sufre en el tránsito? He aquí lo que les ocupa más, y la importancia de este asunto es tanto mayor cuanto con toda seguridad nadie puede evitarlo. Puede uno dejar de hacer un viaje terrestre, pero aquel camino han de recorrerlo todos, ricos y pobres, y por doloroso que sea, ni la clase social, ni la fortuna, pueden endulzar su amargura.  Al ver la calma de ciertas muertes y las terribles convulsiones de la agonía en algunas otras, se puede ya considerar que las sensaciones no son siempre las mismas. Pero, ¿quién puede hacernos una reseña respecto de esto? ¿Quién nos describiría el fenómeno fisiológico de la separación del alma y del  de la suma de los puntos de contacto que existe entre el cuerpo y el periespíritu, y de la mayor o menor dificultad y lentitud que ofrece la separación. Es preciso, pues, entender que, según las circunstancias, la muerte puede ser más o menos penosa. Estas diversas circunstancias son las que vamos a examinar.
cuerpo? ¿Quién nos dirá las impresiones que se sienten en este instante supremo? Sobre este punto, la ciencia y la religión enmudecen. ¿Y por qué? Porque falta a la una y a la otra el conocimiento de las leyes que rigen las relaciones del espíritu y la materia; la una se detiene en el umbral de la vida espiritual; la otra en el de la vida material. El Espiritismo es el lazo de unión entre las dos. Él solo puede referir cómo se opera la transición, y sea por las nociones más positivas que da de la naturaleza del alma, ya sea por lo que informan los que han dejado la envoltura material. El conocimiento del lazo fluídico que une el alma y el cuerpo es la clave de este fenómeno, así como de muchos otros. La materia inerte es insensible, éste es un hecho positivo. Sólo el alma experimenta las sensaciones del placer y del dolor. Durante la vida, cualquier separación de la materia se refleja en el alma, quien recibe por ello una impresión más o menos dolorosa. El alma es la que sufre y no el cuerpo. Éste no es más que el instrumento del dolor, el alma es el paciente. Después de la muerte, estando el cuerpo separado del alma, puede ser impunemente mutilado, porque nada siente. El alma, cuando está aislada, no sufre por la desorganización de este último. Tiene sus sensaciones propias, cuyo origen no está en la materia tangible. El periespíritu es la envoltura fluídica del alma, de la cual no se separa ni antes ni después de la muerte, con la que no forma, por expresarlo así, más que uno, porque no puede concebirse el uno sin el otro. Durante la vida, el fluido peri-espiritual penetra en el cuerpo en todas sus partes y sirve de vehículo a las sensaciones físicas del alma. Por este intermediario obra también el alma sobre el cuerpo y dirige sus movimientos. La extinción de la vida orgánica causa la separación del alma y del cuerpo por la rotura del lazo fluídico que los une, pero esta separación jamás es brusca. El fluido periespiritual se separa poco a poco de todos los órganos. de modo que la separación no es completa y absoluta sino cuando no queda un solo átomo del periespíritu unido a una molécula del cuerpo. La sensación dolorosa que el alma experimenta en semejante momento está en razón

Sentemos, desde luego, como principios los cuatro casos siguientes, que se pueden mirar
como las situaciones extremas, entre las cuales hay una multitud de matices:
1.º Si en el momento de la extinción de la vida orgánica estuviese operada completamente la
separación del periespíritu, el alma no sentiría absolutamente nada.
2.º Si en este momento la cohesión de los dos elementos está en toda su fuerza, se produce
una especie de rasgadura que obra dolorosamente sobre el alma.
3.º Si la cohesión es débil, la separación es fácil y se verifica sin sacudidas.
4.º Si después del cese completo de la vida orgánica existen todavía numerosos puntos de
contacto entre el cuerpo y el periespíritu, podrá el alma sentir los efectos de la descomposición del
cuerpo hasta que el lazo se rompa enteramente.
De esto resulta que el sufrimiento que acompaña a la muerte está subordinado a la fuerza de
adherencia que une el cuerpo al periespíritu. Que todo lo que pueda menguar esta fuerza y
favorecer la rapidez de la separación hace el tránsito menos penoso. En fin, que si la separación se opera sin ninguna dificultad, el alma no experimenta ninguna sensación desagradable.
En el tránsito de la vida corporal a la vida espiritual se produce también otro fenómeno de
una importancia capital: es el de la turbación. En este momento, el alma experimenta un sopor que
paraliza momentáneamente sus facultades y neutraliza, en parte al menos, las sensaciones. Está, por expresarlo así, cataleptizada, de modo que casi nunca es testigo consciente del último suspiro.
Decimos casi nunca, porque hay un caso en que puede tener conciencia de ello, como veremos
después. La turbación puede, pues, considerarse como el estado normal en el instante de la muerte.
Su duración es indeterminada, varía de algunas horas a algunos años. A medida que se disipa, el
alma está en la situación de un hombre que sale de un sueño profundo. Las ideas son confusas,
vagas e inciertas. Se ve como al través de una niebla, poco a poco la vista se aclara, la memoria
vuelve, y se reconoce. Pero este despertar varía según los individuos. En unos es tranquilo y
   experimentan una sensación deliciosa, mientras que en otros está lleno de terror, de ansiedad, y produce el efecto de una terrible pesadilla.
El momento del último suspiro no es, pues, el más penoso, porque, ordinariamente, el
alma no tiene conciencia de sí misma. Pero antes sufre por la des-agregación de la materia durante
las convulsiones de la agonía, y después, por las angustias de la turbación. Apresurémonos a
declarar que este estado no es general. La intensidad y la duración de este sufrimiento están, como
hemos dicho, en razón de la afinidad que existe entre el cuerpo y el periespíritu. Cuanto más grande es esta afinidad, mayor es y más penosos son los esfuerzos del espíritu para separarse de sus lazos.
Pero hay personas en las cuales la cohesión es tan débil, que la separación se opera por sí misma y naturalmente. El espíritu se separa del cuerpo como un fruto maduro cae de su tallo. Esto sucede con las muertes tranquilas y de apacible despertar en la otra vida. El estado moral del alma es la causa principal que influye sobre la mayor o menor facilidad de la separación. La afinidad entre el cuerpo y el periespíritu está en razón de la adhesión del espíritu a la materia. Está en su máximum en el hombre cuyas preocupaciones se encuentran todas en la vida y goces materiales, y es casi nula en aquel cuya alma purificada se ha identificado con anticipación con la vida espiritual. Puesto que la lentitud y la dificultad de la separación están en razón del grado de depuración y des-materialización del alma, depende de cada uno hacer el tránsito más o menos fácil o penoso, agradable o doloroso.
Sentado esto, a la vez como teoría y como resultado de la observación, nos queda por
examinar la influencia de la clase de muerte sobre las sensaciones del alma en el último momento.
En la muerte natural, la que resulta de la extinción de las fuerzas vitales por la edad o la
enfermedad, la separación se opera gradualmente. En el hombre cuya alma está desmaterializada y
cuyos pensamientos se han desprendido de las preocupaciones terrestres, la separación es casi
completa antes de la muerte real. El cuerpo vive todavía con vida orgánica cuando el alma ha
entrado ya en la vida espiritual, y no está ligada al cuerpo sino por un lazo tan débil. que rompe a la
última palpitación del corazón. En este estado, el espíritu puede haber recobrado ya su lucidez y ser
testigo consciente de la extinción de la vida de su cuerpo, considerándose feliz por haberse librado
de él. Para él la turbación es casi nula. Esto no es más que un momento de sueño pacífico, de donde sale con una indecible impresión de dicha y de esperanza.
En el hombre material y sensual, aquel que ha vivido más para el cuerpo que para el espíritu,
para quien la vida espiritual es nada, ni siquiera una realidad en su pensamiento, todo ha contribuido a aflojarlos durante la vida. Al aproximarse la muerte, la separación se hace también por grados continuos. Las convulsiones de la agonía son indicio de la lucha que sostiene el espíritu que, a veces, quiere romper los lazos que le retienen, otras se aferra a su cuerpo, del cual una fuerza irresistible le arranca violentamente, como si dijéramos a pedazos.
 El espíritu se adhiere tanto más a la vida corporal cuanto no ve nada más allá. Siente que se le escapa y quiere retenerla. En lugar de abandonarse al movimiento que  la  arrastra, resiste con todas sus fuerzas, pudiendo así prolongar la lucha durante días, semanas y meses enteros. Sin duda en este momento el espíritu no tiene toda su lucidez. La turbación ha comenzado mucho tiempo antes de su muerte, pero por esto no sufre menos, y la vaguedad en que se encuentra, la
acabado todo. La turbación continúa, siente que vive, pero no sabe si es de la vida material o de la vida espiritual. Lucha todavía hasta que las ultimas ligaduras del periespiritu se rompen. La muerte ha puesto termino a la enfermedad efectiva, pero no ha tenido sus consecuencias. Mientras existen puntos de contacto entre el cuerpo y el periespíritu, el espíritu   
siente los achaques de aquel, y sufre muy diferente en la posición del espiritu desmaterializado aun en la mas crueles  enfermedades. Los lazos fluídicos que le unen al cuerpo, siendo muy débiles, se rompen sin ninguna sacudida. Después su confianza en el porvenir, que ha entrevisto ya con el pensamiento, algunas veces también en realidad, le hace mirar la muerte como una libertad y sus males como una prueba. De lo que resulta para él una tranquilidad moral y una resignación que endulzan el sufrimiento. Después de la muerte, rotos estos lazos en el mismo instante, ninguna reacción dolorosa se opera en él. Siente su despertar libre, dispuesto, aliviado de un gran peso, sobre todo contento porque no sufre ya. En la muerte violenta, las condiciones no son exactamente las mismas. Ninguna desagregación parcial ha podido traer una separación anticipada entre el cuerpo y el periespíritu. La vida orgánica, en toda su fuerza, se para repentinamente. La separación del periespíritu no comienza, pues, sino después de la muerte, y en este caso, como en los otros, no puede operarse instantáneamente.
El espíritu, sorprendido, está como aturdido, pero sintiendo que piensa, se cree aún vivo, y
esta ilusión dura hasta que se da cuenta de su posición. Este estado intermediario entre la vida
corporal y la vida espiritual es uno de los más interesantes para el estudio, porque presenta el
singular espectáculo de un espíritu que toma su cuerpo fluídico por su cuerpo material, y que
experimenta todas las sensaciones de la vida orgánica. Ofrece una variedad infinita de matices,
según el carácter, los conocimientos y el grado de adelanto moral del espíritu. Es de corta duración
para aquellos cuya alma está depurada, porque en ellos había un desprendimiento anticipado, y la
muerte, incluso la más súbita, no hace más que apresurar su realización. En otros puede prolongarse durante años. Este estado es muy frecuente incluso en los casos de muerte ordinaria, y para algunos no tiene nada que sea penoso, según las cualidades del espíritu. Pero para otros, es una situación terrible. En el suicidio, sobre todo, ésta es la situación más penosa. El cuerpo, reteniendo al periespíritu por todas sus fibras, todas las convulsiones del mismo repercuten en el alma, y por esto siente atroces sufrimientos.
El estado del espíritu en el momento de la muerte puede resumirse así: El espíritu sufre tanto más cuanto el desprendimiento del periespíritu es más lento. La prontitud del desprendimiento está en razón del grado de adelanto moral del espíritu. Para el espíritu desmaterializado, cuya
conciencia es pura, la muerte es un sueño de algunos instantes, exento de todo sufrimiento, y cuyo despertar está lleno de suavidad. Para trabajar en su depuración, reprimir sus tendencias malas, vencer sus pasiones, es preciso ver sus ventajas en el porvenir. Para identificarse con la vida futura, dirigir a ella sus aspiraciones y preferirla a la vida terrestre, es necesario no sólo creer en aquella, sino comprendedla. Es necesario representársela bajo un aspecto satisfactorio para la razón, en completa concordancia con la lógica, el buen sentido y la idea que uno se forma de la grandeza, de la bondad y de la justicia de Dios. De todas las doctrinas filosóficas, el Espiritismo es la que ejerce, bajo este aspecto, la más poderosa influencia por la fe inquebrantable que da. El espíritu formal no se limita a creer, cree porque comprende, y comprende porque se dirige a su entendimiento. La vida futura es una realidad que se descorre sin cesar a su vista. La ve y la toca, por expresarlo así, en todos los instantes. La duda no puede entrar en su alma. La vida corporal, tan limitada, se borra para él ante la vida espiritual, que es la verdadera vida. De ahí el poco caso que hace de las sinuosidades del camino y su resignación en las vicisitudes, de las cuales comprende la causa y la utilidad. Su alma se eleva por las relaciones directas que tiene con el mundo invisible, los lazos fluídicos que le adhieren a la materia se debilitan y así se opera un primer desprendimiento parcial que facilita el tránsito de esta vida a la otra. La turbación inseparable del tránsito dura poco tiempo, porque tan pronto como se ha franqueado el paso se reconoce a sí mismo. Nada le es extraño y se da cuenta de su estado.
Ciertamente el Espiritismo no es indispensable para obtener este resultado. Así es que no
tiene pretensión de que sólo él puede asegurar la salvación del alma, pero la facilita por los
conocimientos que procura, los sentimientos que inspira y las disposiciones en la cuales coloca el
espíritu, a quien hace comprender la necesidad de mejorarse. Además, da los medios de facilitar el
desprendimiento de otros espíritus en el momento en que dejan la envoltura terrestre, y de abreviar
el término de la turbación por la plegaria y la evocación. Por la oración sincera, que es una
magnetización espiritual, se provoca una desagregación más pronta del fluido periespiritual, por una evocación dirigida discretamente y con prudencia, y animando con palabras de benevolencia, se saca al espíritu del sopor en que se encuentra y se le ayuda a reconocerse más pronto. Si está  sufriendo, se le incita al arrepentimiento, el único que puede abreviar los sufrimientos

miércoles, 5 de junio de 2013

3º PARTE EL VALLE DE LOS SUÍCIDAS

La 1ª y 2ª parte del valle de los suicidas la escribí hace un tiempo en este mismo Blog, paginas atras estan explicadas y sigo escribiendo esta interesante obra para saber la trayectoria de estos hermanos que van evolucionando poco a poco con una seguridad ejemplar, prosigo con la 3ª parte.
LA CIUDAD UNIVERSITARIA -- LA MANSIÓN DE LA ESPERANZA
La primera noche la pasamos en ansiosa expectación. Nuestros aposentos daban
sobre el jardín y de las ojivas que los rodeaban veíamos el amplio horizonte de la metrópolis,
adornado de pabellones graciosos como construidos en madreperla y de cuyos quioscos,
que lo adornaban pintoresca mente, emanaban fragancias delicadas de miríadas de arbustos
y tiernas flores, ya no monótonas, níveas, como en el Departamento Hospitalario.
Todo indicaba que gravitáramos, según nuestras afinidades, a una Ciudad
Universitaria, donde nuevos ciclos de estudio y aprendizaje se nos concedería, según
nuestro deseo. Mientras paseábamos, ante nuestros ojos interesados se extendía un paisaje ameno y
seductor, donde soberbios edificios, finamente trabajados en un estilo ideal, que recordaría
el padrón de una civilización que nunca llegaría a concretarse en las camadas terrestres,
nos llevaron a meditar sobre la posibilidad de neblinas ignotas, irisadas de palideces también
desconocidas, servir a artistas aquellas cúpulas seductoras, los encajes sugestivos, el
pintoresco encanto de los balcones convidando a la mente del poeta a devaneos profusos,
camino al Ideal!. Inmensas avenidas se abrían entre arboledas majestuosas y lagos
dulcemente encrespados, orlados de ramilletes floridos y perfumados. Y, alineadas, como en
visión inolvidable de una ciudad de hadas, las Academias donde el infeliz que atentara
contra la sacrosanta oportunidad de la existencia terrena debería habilitarse para las
decisivas reformas personales que serian indispensables para, mas tarde, después de una
nueva encarnación terrena, donde testificase los valores adquiridos durante la preparación, ser admitido en la verdadera Iniciación. No me permitiré el intento de describir el encanto que se irradiaba de ese barrio donde las cúpulas y torres de los edificios parecían filigranas resplandeciendo discretamente, como que rociadas, y sobre las que los rayos del Astro Rey, proyectados en conjunto con evaporaciones de gases sublimados, prestaban tonalidades de efectos cuya belleza a nada se puede comparar!. En todo, sin embargo, se diseñaba una augusta superioridad, desprendiendo
sugestiones grandiosas, inconcebibles al hombre encarnado. Y, en tanto, no era residencia privilegiada!. Apenas un grado mas arriba del triste asilo hospitalario!...
Emocionados, nos detuvimos ante las Escuelas que deberíamos cursar. Allá estaban,
coronándolas, los letreros descriptivos de las enseñanzas que recibiríamos:
- Moral, Filosofía, Ciencia, Psicología, Pedagogía, Cosmogonía, y hasta un idioma
nuevo, que no seria apenas una lengua mas, a ser usada en la Tierra como adorno de ricos,
ornamento frívolo de quien tuviese recursos monetarios suficientes para comprar el privilegio
de aprenderla. ¡No!. El idioma cuya indicación allí nos sorprendía seria el Idioma Definitivo,
que había de en el futuro estrechar las relaciones entre los hombres y los Espíritus, por
facilitarles el entendimiento, removiendo igualmente las barreras de la incomprensión entre
los humanos y contribuyendo para la confraternización ideada por Jesús de Nazaret: "Una sola lengua, una sola bandera, un solo pastor!" Ese idioma, cuya ausencia entre médiums brasileros le había imposibilitado realizar obras como deseara, contribuyendo para que fuera mas penoso el trabajo de mi rehabilitación, tenia un nombre que se aliaba al dulce alivio que aclaraba nuestras mentes. Se llamaba, como nuestro barrio, Esperanza, y allá estaba, junto a los demás, el majestuoso edificio donde era enseñado, acompañándose de las recomendaciones fraternales para las que fue ideado!. Convendría, así, que lo aprendiésemos, para que, al reencarnar, llevándolo
impreso en el fondo del Espíritu, no descuidásemos de ejercitarlo en la Tierra.
El benéfico frescor matinal nos traía al olfato el perfume dulcísimo, que afirmaríamos
ser de los claveros sanguíneos que las damas portuguesas tanto gustan de cultivar en sus
canteros, de las tiernas glicinas, excitadas por el rocío saludable de la alborada. Y pájaros,
como si cantasen a lo lejos, sonaban tiernas melodías, completando el dulzor del cuadro.
Habíamos llegado en la víspera, cuando las estrellas comenzaban a fulgir irradiando
caricias luminosas. Romeu y Alceste, nos presentaron a la dirección del nuevo Instituto, se despidieron enseguida, dando por terminada la misión junto a nosotros. No fue sin profunda emoción que vimos partir a los jóvenes buenísimos a quienes tanto debíamos, y a los que abrazamos, conmovidos, aunque, sonriendo, observasen: "- No estaremos separados. Apenas mudasteis de recinto, dentro del mismo hogar. ¡¿Por ventura el mismo Universo Infinito no es el hogar de las criaturas de Dios?!..." El hermano Sostenes era el director de la Ciudad Esperanza. Nos habló grave, discreto, bondadoso, sin que nos animásemos a mirarlo:
"- Sed bienvenidos, mis caros hijos!. Que Jesús, el único Maestro que, en verdad, aquí
encontrareis, os inspire la conducta a seguir en la nueva etapa que hoy se delinea para
vosotros. ¡Confiad!. ¡Aprended!. ¡Trabajadad!. – ¡a fin de que podáis vencer!. ¡Esta mansión
os pertenece. Habitáis, por tanto, en un hogar que es vuestro, y donde encontrareis
hermanos, como vosotros, hijos del Eterno!. María, bajo el beneplácito de su Augusto hijo,
ordenó su creación. Para que os fuese proporcionada ocasión de preparativos honrosos
para la rehabilitación indispensable. Encontrareis en su amor de madre el sustentáculo
sublime para vencer el negror de los errores que os alejaron de los pasos del Gran Maestro
a quien debéis antes amor y obediencia!. Cumple, por tanto, apresurar la marcha, recuperar
el tiempo perdido!. Espero que sabréis comprender con inteligencia vuestras propias
necesidades." No respondimos. Lágrimas humedecieron nuestras mejillas. Eramos como niños
tímidos que se viesen solas por primera vez con el viejo y respetable profesor aun
incomprendido. Fue cuando, después, nos condujeron al Internado donde deberíamos
residir, donde pasáramos la noche y de donde, por la mañana, saldríamos a pasear.
Aquí y allí, por los parques que bordeaban la ciudad, encontrábamos a grupos de
alumnos oyendo a sus maestros bajo la poesía dulcísima de arboledas frondosas, atentos y
absortoscomo otros lo habrian sido los discípulos de Sócrates o de Platón, bajo el
murmullo de los plátanos de Atenas; los iniciados del gran Pitágoras y los desgraciados de
Galilea y Judea, los sufridores de Cafarnaum o Genesaré, embebidos ante la intraducible
magia de la palabra mesiánica!. Señoras caminaban por las alamedas, acompañadas de severos vigilantes como Marie Nimiers, a quien mas tarde conoceríamos muy de cerca; o impenetrables como Vicência de Guzman,  joven religiosa de la antigua Orden de S. Francisco, hermana de nuestro antiguo benefactor, Conde Ramiro de Guzman, a la cual igualmente pasamos a bien querer
tan luego supimos de los eslabones inmarcesibles que la unían a aquel dedicado servidor de
la Sección de las Relaciones con la Tierra.
Absortos, consentíamos que la imaginación se desbocase arrastrada por las
sugestiones, dejando palpitar en nuestra mente múltiples impresiones, cuando suavemente
alguien me tocó el hombro, produciendo en mi sensibilidad la suave emoción de una caricia
infantil que me despertase de un prolongado torpor. Me volví, ya mis compañeros más
cercanos reducidos a Joâo y Belarmino, ya que los demás se habían internado en el
24 Personajes de una narración incluida en los apuntes concedidos por el verdadero autor de estas páginas en el curso de veinte años de experiencias mediúmnicas, mas la cual su compilador tuvo por bien omitir en el presente volumen, reservándolo para un nuevo ensayo literario en moldes espiritas. Recogimiento. Dos damas estaban a nuestro lado, invitándonos para una reunión de honor
para la cual fuera convocada la pequeña falange llegada ayer. Decían las damas, que,
entonces, seriamos presentados a nuestros nuevos mentores, aquellos que nos darían la
educación definitiva. Seriamos entregados a ellos como los verdaderos guardianes que por
nosotros celarían paternalmente, hasta terminar el curso de experiencias renovadoras que
urgía las realizásemos en la próxima encarnación en los planos terrestres.
La primera de esas damas, justamente la que me tocara, era una niña rubia y delicada,
que andaría por las quince primaveras, dueña de una gracilidad irresistible!. Vestía, sin
embargo, curiosamente, no escapándosenos, ninguno de nosotros, del impertinente análisis.
Una túnica blanca atada a la cintura, manto azul colgado al antiguo uso griego y una
pequeña guirnalda de minúsculas rosas adornándole la frente eburnea. Parecía un ángel a
quien le faltasen las alas. Al comienzo me creí víctima de una alucinación, que, salido del
Valle de los Réprobos para la Ciudad de la Esperanza, tendría el don de crear lo opuesto de
lo hediondo, o sea, lo agradable y lo Bello. La niña tenía el poético e imponente nombre de
Cassía de Fórjaz Franzâo, decasílabo que la habría implicado en un círculo familiar
aristócrata, en la ultima etapa terrena sufrida en tierras de Portugal. Pasados algunos días,
no teniendo el deseo de elucidarme acerca de sus interesantes vestidos, la veía
entristecerse ante mi indiscreción, mientras oía su respuesta a mi interrogante:
“- Me sepultaron así, o mejor, así vistieron mi fardo carnal, cuando lo abandoné por
ultima vez, en la Tierra. Tan grata fue a mi corazón la vuelta a lo Invisible, no obstante del
desastre que ocasionó a un ser muy querido para mi, que retuve en la mente el recuerdo del
último "toilette" terreno..." La segunda, alta, también rubia, debería haber dejado la vestidura corporal no lejos de los cincuenta años, conservando aun las impresiones mentales que permitían esas observaciones. Simpática y atrayente, me extendió la diestra muy gentilmente,
presentándose de modo asaz cautivante para: " Tengo la certeza que ya oísteis hablar de mi... Soy Doris Mary Steel da Costa.., y vengo de una existencia terrena en la que muy gratamente serví de madre a mi pobre Joel... vuestro amigo del Departamento Hospitalario. "
Nos confesamos encantados, no teniendo frases suficientemente expresivas para
traducir la emoción que nos conmovía. Respetuosamente  nos dimos la mano que tan
democrática -mente nos era extendida, mas sinceramente lo hicimos, sin la afectación a que
nos habituáramos siempre. A la hora marcada fuimos introducidos a la sala de reuniones, situada en la sede central del nuevo Departamento, por hermanas vigilantes encargadas del servicio interno.
Nuestro grupo, que contaba cerca de doscientos pecadores, era de las mas grandes
que en el momento habían en la Ciudad, contando en su conjunto con un gran contingente
de damas brasileñas pertenecientes a variados planos sociales de la Tierra, lo que mucho
nos admiró, reconociendo que las estadísticas de suicidios de mujeres en el Brasil es
mucho mayor que la de Portugal. Presidía la magna reunión el Guardián jefe del Instituto, el
Hermano Sóstenes. Iniciándola, nos exhortó a un homenaje mental al Creador, lo que hicimos orando íntimamente, tal como nos fuese posible, impelidos, todavía, por un sincero respeto. A su
derecha estaba un anciano, cuyas barbas níveas, bajando hasta la cintura, para terminar en
punta, le imprimían tal aspecto de venerabilidad a su personalidad que, emocionados, nos
creímos en presencia de uno de aquellos patriarcas que los libros sagrados nos retratan o a
un faquir hindú experimentado en virtudes y ciencias a través de las mas austeras
disciplinas. A la izquierda, otro iniciado nos despertó la atención con su perfil hindú clásico,
lo que infundió a nuestro espíritu un singular sentimiento de atracción. Tan venerable cuanto
el otro, el nuevo personaje tenia, sin embargo, menos edad, reflejando antes la madurez con
la pujanza de su equilibrio racional estampada en el vigor de sus facciones que nos dejaba
ver con nitidez. Más allá, un joven casi adolescente nos despertó mayor atención, ya que ocupaba otra cátedra de maestro, y no el lugar reservado a los adjuntos. Hermosísimo de
rostro, de una hechura por así decir angelical, su perfil hebreo irradiaba tan impresio
nante
dulzura que creíamos tratarse antes de una aparición de las que los libros orientales eran
fértiles en mencionar, si no fuera por la realidad indiscutible de todo cuanto nos cercaba. A la
derecha de Sostenes, codeándose con el anciano. A una seña del Hermano Sostenes, se inició la llamada de los pacientes. Nuestros nombres, registrados en el voluminoso libro de matrícula donde los firmáramos a llegar resonaban, uno a uno, proferidos por la vigorosa voz de un adjunto que, al lado da tribuna de honor, como secretario de la reunión. Y, oyendo que nos llamaban, respondíamos tímidamente, como colegiales bisoños, mientras el eco hacia repetir nuestros nombres mas allá, entre salas y galerías, llevándolos, a través de las alamedas distantes, de los parques de la ciudad que se extendía entre flores y pabellones grandiosos, para perpetrarlos, quien
sabe? repercutiéndolos a través del Infinito y de la Eternidad!. Ante todos los presentes, se levantó el director para el discurso de honor: "- Iniciáis en este momento una nueva fase en vuestra existencia de Espíritus delincuentes, mis caros amigos!. Entre tantos padecientes que con vosotros llegaran a esta Colonia, fuisteis los únicos a alcanzar las condiciones indispensables para las luchas del aprendizaje espiritual que os conferirá una base sólida para adquirir valores personales en
los días por venir. Seréis matriculados en nuestras escuelas, una vez que presentáis el
necesario desenvolvimiento moral y  mental para la adquisición de esclarecimientos que os
permitirán la próxima reencarnación recuperadora, capaz de daros la rehabilitación decisiva
del error en que sucumbisteis. Como desde hace mucho debéis haber percibido, no sois condenados irrecuperables a los que la Ley Universal aplicaría medidas extremas, relegandoos a la eterna inferioridad del presente, al abandono de las angustias inconsolables de la actualidad, por excluiros de la armonía apropiada a toda criatura originada del Sempiterno Amor!. Al contrario, estamos
participandoos que tenéis el derecho de mucho esperar de la bondad paternal del
Omnipotente Creador, porque, la misma Ley, por El establecida, que infringisteis con el acto
irrespetuoso de la rebelión contraproducente, a todos os facultará la posibilidad de recomenzar la experiencia interrumpida por el suicidio, dándoos, honrosamente, oportunidad de rehabilitación segura. Nada conocéis,
sin embargo, de la Vida Espiritual y urge que la conozcáis. Hasta ahora
vuestras estadías en la erraticidad vienen verificándose en zonas inferiores de lo Invisible
donde poco habéis aprovechado moralmente, a causa de la coraza de animalidad que
envuelve vuestras vibraciones mentales soldadas, particularmente, al dominio de las
sensaciones. Hace cerca de un siglo, sin embargo, llegó la época de anteponer rigores a
vuestros continuados desatinos y despertaros del círculo vicioso en que os dejasteis estar
encaminándoos hacia la alborada de la redención con Jesús, que os conducirá al verdadero
objetivo que, como criaturas de Dios, debéis forzosamente alcanzar!.
Muchos de vosotros, que fuisteis doctos en la Tierra, lúcidas inteligencias que se
impusieron en el concepto de la sociedad terrena, desconocéis, todavía, los mas
rudimentarios principios de espiritualidad, llevando realmente la displicencia al extremo de
negarlos y combatirlos, cuando los descubristeis ornando el carácter del prójimo. Debéis, por
eso mismo, iniciar con nosotros un curso de reeducacion moral-mental-espiritual, que es lo
que os ha faltado, ya que las predisposiciones para tan elevado acto acudieron a las
invocaciones desesperadas de los sufrimientos por los que pasáis!.
Si no fuera por el gesto audaz de precipitación, afrontando leyes invariables que aun
desconocéis, y hoy estaríais glorificados por una victoria magnífica, laureados por el
cumplimiento del Deber, preparados para nuevos ciclos de aprendizaje. Sin embargo, el
suicidio, que no os trajo la muerte, porque la muerte es ficción en este Universo vivo y regido
por leyes eternas oriundas de la sabiduría de un Creador Eterno; que no os concedió ni
reposo, ni olvido, ni aniquilamiento, porque no alcanzó sino el cuerpo físico-terreno y no,
jamas! el espiritual, donde reside vuestra personalidad verdadera y eterna, el suicidio,
decimos, arrebató todo el mérito que podríais tener, precipitándoos a una situación calamitosa, de la cual no saldréis mientras restauraciones totales no sean realizadas. Y os advierto, mis amigos, que, en la lucha que emprenderéis para conseguir tal desideratum,
mas de un siglo presenciará las lágrimas que derramareis sobre las consecuencias del
execrable acto irrespetuoso hacia vosotros mismos, como hacia Dios!.
Sin embargo, las enseñanzas que os administraremos influirán bastante en la victoria
que deberéis alcanzar contra vosotros mismos. Mas, no saldréis de este local, alcanzando
esferas espirituales mas compensadoras, mientras de nuestro Instituto, o de vuestras
Consciencias, no recibáis certificados de rehabilitación, los que os conferirán el ingreso a
lugares normales en la jerarquía de la evolución, y tales certificados, mis amigos, solo os
serán confiados después de la reencarnación que deberéis abrazar, una vez terminado el
curso iniciado en este momento." Siguió una pausa breve, que nos dio la impresión de que nuevas disposiciones despertaban las fibras de nuestras almas. Volviéndose hacia los tres compañeros que lo rodeaban, el orador continuó, prendiendo acaso aun más nuestra atención:
"- Aquí tenéis a vuestros educadores. Son como ángeles-tutelares que sobre vosotros,
como sobre vuestros destinos, se inclinaran, amparandoos en la espinosa jornada!. Os
acompañaran, a partir de este momento, en todos los días de vuestra vida, y solo darán por
cumplida la noble misión de que encargaron junto a vosotros, cuando, ya glorificados por la
observancia de la Ley que infringisteis, volváis de la Tierra, nuevamente, a este asilo,
recibiendo, entonces, como que el pasaporte para otra localidad espiritual, donde retornéis el
hilo normal de la ruta evolutiva interrumpida por el suicidio.
Las credenciales de los maestros a quienes, en este momento, sois entregados en
nombre del Pastor Celeste, se extienden, en virtudes y méritos, a un pasado remoto,
muchas veces comprobado en los testimonios santificantes.
A mi derecha, está Epaminondas de Vigo, en cual, en escala ascensional brillante,
viene desde el antiguo Egipto hasta los sombríos días de la Edad Media, en España,
sirviendo a la Verdad y exaltando el nombre de Dios, sin que sus triunfos se enfriasen en los
planos de la Espiritualidad hasta el momento presente. En los tiempos apostólicos, donde,
como discípulo de Simón Pedro, glorificó al Maestro Divino, tuvo el honor supremo de sufrir
el martirio y la muerte en el circo de Domício Nerón. En España, bajo el imperio de las
tinieblas que circundaban las leyes impuestas por el llamado Santo-Ofício, brilló como
estrella salvadora, mostrando caminos sublimes a los desgraciados y perseguidos, como a
muchos corazones ansiosos por el ideal divino, empuñando antorchas de ciencias
sublimadas en el amor y en el respeto a los Evangelios del Cordero Inmaculado, ciencias
que fuera a buscar, desde hacia mucho, en peregrinaciones devotas, a los arcanos sagrados
de la vieja India, sabia y protectora, en la Tierra, de verdades inmortales!. Mas justamente
porque brillara en medio de tinieblas, lo sacrificaran nuevamente, ya no tirando su viejo
cuerpo carnal a las fieras hambrientas, y sí quemándolo en la hoguera pública, donde,
todavía una vez mas, probó él su inmarcesible dedicación al Señor Jesús de Nazaret!.
A la izquierda tenéis a Souria-Omar, antiguo maestro de iniciación en Alejandría;
filósofo en Grecia, luego después de la venida de Sócrates, cuando fulgores inmortales
comenzaban a encenderse para el pueblo, hasta entonces alejado de los conocimientos
sublimes, ya que estos eran mantenidos en secreto y apenas para conocimiento y uso de
sabios y doctos. Como el eminente precursor del Gran Maestro, enseñó la Doctrina Secreta
a discípulos elevados de las mas modestas clases sociales, a los desheredados e infelices;
y, a la sombra benéfica de las hayas frondosas o bajo la amenidad poética de los plátanos,
les hacia sorber enseñanzas llenas de divina magnificencia, transportándolos de felicidad en
la elevación de los pensamientos hacia el Dios Sempiterno, Creador de Todas las Cosas,
aquel Dios desconocido cuya imagen no constaba en la colección de los altares de piedra de
la antigua Hélade... Mas tarde, lo tenéis reencarnado en la propia Judéa, atraído por la figura
incomparable del Maestro de los maestros, manifestándose en actitudes humildes, oscuras,
mas generosas y sanas, por seguir los pasos luminosos del Celeste Pastor!. Entrado ya en
edad avanzada, conoció las férreas persecuciones de Jerusalén, después del
apedreamiento de Esteban. Estoico, fortalecido por una fe inquebrantable, sufrió un largo
martirio en el fondo siniestro de un antiguo calabozo; torturado con la ceguera, por ser
considerado varón de muchas letras y, por tanto, peligroso, nocivo a los intereses farisaicos;
martirizado con golpizas, mutilaciones dolorosas, hasta sucumbir, ignorado por la sociedad,
irreconocible por la propia familia, mas glorificado por el Maestro Excelso, por amor de quien
todo soportó con humildad, amor y reconocimiento. Souria-Omar, como Epaminondas, tuvo
la mente vuelta, desde hace muchos siglos, hacia las altas expresiones de la Espiritualidad,
el alma fervorosamente balizada en la pira sagrada de la Ciencia Divina y del amor a Dios!.
Hoy, se encuentra trabajando en la región de angustias en que nos encontramos todos,
materializado al punto de ser por vosotros reconocido como en su ultima estructura corporal,
no será porque le falten luces y merecimientos para alcanzar otros lugares, en armonía con
sus méritos, mas porque fieles, ambos, a principios de la iniciación cristiana, que observa
por encima de cualquier otra norma, prefieren extender atenciones y amor a los mas
desgraciados y desprovistos de animo, dedicándose a encaminarlos a la redención
inspirados en el ejemplo del Príncipe Celeste que abandonó Su reino de glorias para darse,
en sacrificios continuos, al bien de las ovejas de la Tierra...
...!Y Aníbal, mis caros hijos!. Este joven que conoció personalmente a Jesús de
Nazaret, durante sus sermones inolvidables a través de la sufrida Judea!. Aníbal de Silas,
uno de aquellos niños presentes en el grupo que Jesús acarició cuando exclamó,
demostrando la inconfundible ternura que una vez mas expandía entre las ovejas aun
vacilantes: "Dejad que los niños vengan a mi, porque de ellas es el reino de los Cielos..."
Aníbal, que os dará enseñanzas cristianas exactamente como las oyera del mismo
Rabí, a quien ama con arrebatos de idealista entusiasta y ardoroso, desde la infancia lejana,
pasada, entonces, en el Oriente!. Asevera él que, cuando el Señor enseñaba su hermosa Doctrina de Amor, cuadros explicativos, de maravillosa precisión y encanto inefable, surgían inesperadamente a la visión del oyente de buena voluntad, elucidándolo de forma inconfundible, por imprimir en los arcanos del ser de cada uno el ejemplo que nunca mas sería olvidado!. Que era por eso que, hablando, conseguía el gran Enviado refrenar, en serenidad inalterable, multitudes
hambrientas, por largas horas, dominar turbas rebeldes, arrebatar oyentes, convencer
corazones que, o se prosternaban a su paso, tímidos y aturdidos, o a Su Doctrina para
siempre se prendían, encantados y fieles. Los impíos, sin embargo, cuyas mentes viciadas
permanecían desafinadas con las vibraciones divinas, nada perciban, oyendo apenas relatos
cuya excelsitud no eran capaces de alcanzar, ya que traían las almas impregnadas del virus
letal de la mala voluntad!. Uno de esos cuadros, ciertamente el mas bello de cuantos el
Maestro Amado creó para instruir a sus ovejas descarriadas, porque aquel mismo que lo
retrataba en su gloria de Unigénito del Altísimo, bastó para que Saulo de Tarso se
transformase en arrimo ardiente de la Doctrina Redentora con que honrara al mundo!.
Aníbal creció se hizo hombre, sintiéndose siempre envuelto por las radiaciones
inmarcesibles del Divino Pastor, y que nunca mas se apagaran de sus recuerdos. Trabajó
por la Causa, repitió aquí como mas allá lo que oyera del Señor o de sus Apóstoles,
prefiriendo, sin embargo, instruir a criaturas y jóvenes, recordándose de la dulzura indecible
con que Jesús se dirigía a la infancia. Viajó y sufrió persecuciones, ultrajes, injurias,
injusticias, todavía porque era de buen gusto social criticar a los adeptos del Nazareno,
ofenderlos, perseguirlos, matarlos!. Y, una vez llegado a Roma, se vio glorificado por el
martirio, por amor al Enviado Celeste: tuvo su fardo carnal incinerado en uno de aquellos
postes de iluminación festiva, en la célebre ornamentación de los jardines de Nerón, a los
treinta y siete de edad!. Mas, entre la tortura del fuego resinoso, por ventura aun mas atroz,
y el espanto por verse cogido en las redes del sublime testimonio, él que se consideraba
humilde, incapaz de merecer tan elevada honra, revió nuevamente las márgenes del
Tiberíades, el lago hermoso de Genesaré, las aldeas simples y pintorescas de Galilea y a
Jesús evangelizando dulcemente la Buena Nueva celestial con aquellos arrebatadores
cuadros que, en la hora suprema, se mostraban aun mas bellos y fascinantes a su alma de
adepto humilde y fervoroso, mientras Su Voz dulcisima repetía, como el ósculo de la
extremaunción que le bendijese su alma, destinándola a la gloria de la Inmortalidad:
"Venid a mi, benditos de Mi Padre, pasad a mi derecha..."
Enamorado sincero de la Buena Nueva del Cordero inmaculado, será la Buena Nueva
la enseñanza que os administrará, pues, para él, sois niños que todo ignoráis acerca de
ella... Y lo hará como aprendió del Maestro Inolvidable: - en cuadros demostrativos que os
representen, lo mas fielmente posible, el encanto que para siempre lo arrebató y prendió a
Jesús!. A fin de especializarse en tan sublime genero de confabulación mental le han sido
necesarias al devoto Aníbal vidas sucesivas de renuncias, trabajos, sacrificios, múltiples
experiencias y dolorosas en el carrero del progreso, pues solamente así seria posible
desarrollar en las facultades del alma tan precioso don. El lo consiguió, sin embargo, porque
jamas en su corazón faltó la voluntad de vencer, jamas olvidó los días gloriosos de los
sermones mesiánicos, el momento, sempiterno en su Espíritu, en que sintió la diestra del
Celeste Mensajero posándose sobre su frágil cabeza de niño, para el convite inolvidable:
"Dejad que los niños vengan a mi..." Es que Aníbal venia siendo, para eso, preparado desde eras lejanas!. Vivió en los tiempos de Elías, respetando el nombre del verdadero Dios!. Fue, mas
tarde, iniciado en los mistérios augustos de las Ciencias, por la antigua escuela de los
Egipcios. El respeto y la devoción al Dios Verdadero, y a la esperanza inquebrantable en el
advenimiento libertador del Mesías Divino, iluminaban su mente desde entonces, por entre
antorchas de virtudes que no se desmayarían mas!.
No obstante, después del sacrificio en Roma, trabajador e infatigable, renació Todavía
sobre la costra del planeta. Lo seducía la voluntad poderosa e inflexible de seguir en las
pisadas del Maestro, consintiendo a Sus divinas invocaciones. Sufrió, por eso, nuevas
persecuciones en tiempos de Adriano, y exultó con la victoria de Constantino!.
Desde entonces, se dedicó particularmente al amparo y a la educación de la infancia y
de la juventud. Sacerdote católico en la Edad Media, mas de una vez se hizo ángel tutelar de
pobres criaturas abandonadas, olvidadas por la prepotencia de los señores de entonces,
convirtiéndolas en hombres útiles y aprovechables para la sociedad, en mujeres honestas,
dedicadas al culto del Deber y de la Familia!. Y tanto Aníbal se preocupó con la infancia y la
juventud, tanto fijó energías mentales en aquellas caritas hermosas y dulces, que su mente
imprimió en si misma un eterno rostro de adolescente gentil, pues, como veis, se diría que
aun es el niño acariciado por el Maestro Nazareno, en Judéa, hace casi dos mil años!...
... Hasta que un día, glorioso para su Espíritu de siervo fiel y amoroso, una orden
directa bajó de las altas esferas de luz, como gracia concedida por tantos siglos de
abnegación y amor: Ve, Aníbal... y ofrece tus labores a la Legión de Mi Madre!. Socorre con Mis
enseñanzas, que tanto aprecias, a los que mas destituidos de luces y de fuerzas encuentres,
confiados a tus cuidados... Piensa, preferentemente, en aquellos cuyas mentes han
desfallecido bajo las penas del suicidio... Los entregué, desde hace mucho, a la dirección de
Mi Madre, porque sólo la inspiración maternal será bastante caritativa para erguirlos hacia
Dios!. Enséñales Mi palabra!. Despiértalos, acordándoles los ejemplos que dejé!. A través
de Mi lecciones, enséñalos a amar, a servir, a dominar las pasiones, oponiendo a ellas las
fuerzas del Conocimiento, a encontrar el camino de redención en el cumplimiento del Deber,
que para los hombres tracé, a sufrir con paciencia, porque el sufrimiento es preanúncio de
gloria, palanca poderosa del progreso... Abreles el libro de tus recuerdos!. Recuerda de
cuando me oías, en Judéa... e ilumínalos con las claridades de Mi Evangelio, pues es solo
eso lo que les falta!... " Y aquí lo tenéis, mis caros hijos, modesto, pequeñito como un adolescente, mas tocado por la flama inmortal de la inspiración con que lo une a la bondad inmarcesible del Maestro Excelso... A él os confío!." Una intensa conmoción alcanzaba nuestras almas, extrayendo de lo mas íntimo de nuestro ser, reales sentimientos de admiración por las tres figuras que nos eran presentadas y que tan estrechamente se ligarían a nuestro destino por un tiempo que no podríamos,
absolutamente, prever. También la inconfundible figura del Nazareno nos fuera
singularmente presentada. La verdad era que, hasta entonces, El se nos aparecía a las
cogitaciones mas como una sublimidad ideal, incomprensible a la mente humana, que como
una personalidad real, capaz de hacerse comprensible e imitada por las demás criaturas.
Nuestros tres maestros, sin embargo, habían sido contemporáneos de El. Lo conocieron. Le
oyeron hablar. Realmente hablaron, con El, porque era de notarse que ese Divino Maestro
jamas se negó a hablar con quien lo buscase!. Uno de aquellos mismos maestros sintiera a
blanda caricia de su mano acariciarle la cabeza. Jesucristo, así conocido, así visto, así
amado, atraía nuestra atención. Muchos internos presentes habían bajado la frente. Otros se abandonaban a las lágrimas silenciosas, discretas, que bajaban, como rociando sus almas, en un grato y fervoroso bautismo!. El silencio continuó por algunos instantes, después Sostenes continuó,
orientador y celoso: "- Como jamas será aconsejable la perdida de tiempo, porque, algunos minutos
desperdiciados en la bendita labor del progreso podrán acarrear para el futuro sinsabores
difícilmente reparables, iniciaremos hoy mismo medidas favorables a vosotros. Seréis
nuevamente divididos en grupos homogéneos de diez
individuos, continuando separadas,
como en el Hospital, las damas de los caballeros. Solamente durante las aulas o en días
fijados para reuniones recreativas, podréis veros y trocar ideas. Eso acontecerá porque
traéis aun restos penosos de la Matéria, inquietudes mentales perturbadoras, que conviene
educar. Vuestros pensamientos deberán habituarse a la disciplina higiénica, encaminándose
lo mas rápidamente posible hacia las buenas expresiones del Espíritu, para cogitaciones
cuyo avo estará en la idea de Dios!. Haréis con nosotros el ejercicio mental de elevación del
ser hacia el Infinito; mas para que consigáis tanto será indispensable que os desobliguéis de
preocupaciones subalternas. ¡La idea del sexo es una de las mas incomodas trabas a las
conquistas mentales!. Las inclinaciones sexuales oprimen la voluntad, turban las energías
del alma, le entorpecen las facultades, arrastrándola a vibraciones pesadas e inferiores, que
retardan la acción del verdadero estado de espiritualidad. Por eso, será prudente, mientras
no progreséis bastante, el aislamiento será, un buen consejero que os llevará al olvido de
que fuisteis hombres y mujeres todavía ayer, recordandoos, enseguida, de que, ahora, os
debéis buscar preferentemente con el amor espiritual, con el sentimiento fraterno
inmarcesible, inclinación divina, apropiada para los arrebatos del Espíritu. No obstante,
entidades ya educadas en las reales afinidades del alma, y que animaran, en la Tierra,
cuerpos femeninos, son indicadas para acompañaros en misión educativa, como familiar.
Escogidas en nuestro cuerpo de vigilantes, serán como preceptoras que os auxiliaran en la
verdadera adaptación al ambiente espiritual, que en verdad desconocéis, visto que vuestros
estadios en el Mas Allá se han verificado, hasta ahora, apenas entre las camadas inferiores
de lo Invisible, lo que no es la misma cosa... Oirán ellas vuestras confidencias, os consolaran
con sus consejos y experiencias, cuando las fatigas o las posibles añoranzas os amenacen
el ánimo; atenderán vuestros pedidos, transmitiéndolos a la dirección de esta Mansión, y, así
actuando, mantendrán alrededor de vuestros corazones los dulces y sacrosantos
sentimientos de la Familia, impidiendo que los olvidéis por una larga separación, pues no
podréis prescindir de los sentimientos de familia, tal como en la Tierra son ellos
experimentados, porque todavía muchas veces reencarnareis en sus escenarios,
reconstituyendo hogares que no siempre supisteis apreciar, testimoniando enseñanzas que
habéis de aprender en el plano espiritual, con vuestros maestros, delegados de Jesús. Junto
a vosotros, aquí desempeñaran ellas como que el papel de la solicitud materna, del interés y
de la dedicación fraternas!.
Como veis, toda la ayuda que la Ley permite en vuestro deplorable caso, os será
facultada por la magna dirección de la Colonia Correccional que os abriga, cuyos estatutos,
fundamentados en la Doctrina Excelsa del Amor y de la Fraternidad, tienen por ideal el
educar para elevar y redimir!.
Avanzad, pues, caros amigos y hermanos! corajudos y decididos, para la batalla que os
concederá la libertad de las graves consecuencias que creasteis en la hora de la infeliz y
temeraria inspiración!."
En un salón que precedía a la sala de asambleas, encontramos a las Damas de la
Vigilancia, noble corporación de legionarias que ejercían el aprendizaje sublime para las
futuras tareas femeninas a ser experimentadas en la Tierra, y lo hacian junto a nosotros, sus
hermanos sufrientes carentes de elucidaciones y consuelo. Esperaban por sus protegidos, a
fin de ser debidamente presentadas. Ora, un grupo formado desde el Hospital por mi,
Belarmimo de Queiroz e Souza y Jôao d´Azevedo, y que viera enriquecido, ahí mismo, por
mas algunos aprendices afines, portugueses y brasileños, recibió como futuros “genios
buenos” a las damas que nos habían encaminado a la reunión de la que saliéramos, o sea,
Doris Mary y Rita de Cássia. Encantados con el acontecimiento, porque una irresistible
simpatía ya impelía a nuestros Espíritus hacia ellas, fue conmovidos que confesamos la
satisfacción que nos avasallaba el besarles la diestra que bondadosa-mente nos fuera
extendida. Sin perdida de tiempo, fuimos encaminados al noble edificio en el quem funcionaban
las clases de Filosofía y Moral, uno de los magníficos palacios situados en la hermosa
Avenida Académica. Cuando entramos al recinto de las aulas, una suave conmoción agitó las fibras
doloridas de nuestro ser. Era un salón inmenso, dispuesto en semicírculo, cuyas cómodas
graderías acompañaban un trazado idéntico, mientras una placa luminosa de grandes
dimensiones despertaba la atención del visitante, y en el centro, junto a ella, la cátedra del
expositor, profesor emérito del trascendental curso que iniciaríamos. Notamos que no nos
resultaban extraños los aparatos. Ya los viéramos, mas de una vez en los servicios del
hospital. Sin embargo ese, ahora, parecía perfeccionado, presentando una leveza y
dimensiones diferentes. Suaves tonalidades blanco-azuladas proyectaban en el ambiente en que entrábamos por primera vez el encanto sugestivo de los santuarios. Jamas sintiéramos tan
profundamente la insignificancia de nuestra personalidad como al entrar al extraño anfiteatro
donde el primer detalle a despertar nuestra atención era el sublime convite del Señor de
Nazaret, escrito en caracteres fulgurantes leyéndose sobre el telón:
"Venid a mi; todos los que estáis trabajados y cargados, que yo os haré
descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mi, que soy manso y
humilde de corazón, y hallareis descanso para vuestras almas; Porque mi yugo es
fácil, y ligera mi carga.”
(25) JESÚS-Mateo, 11:28,29, y 30.
Súbitamente, sin embargo, el tintinear suave de una campanilla despertó nuestra
atención. El maestro apareció: - era el joven Aníbal de Silas, a quien fuéramos presentados
hacia pocos minutos. Venia seguido de
dos adjuntos, Pedro y Salústio, dos adolescentes,
como él, delicados y atrayentes, que inmediatamente iniciaron los preparativos para la
magna actividad. Pensamientos remolineaban precipitadamente por los rincones de mi
consciencia, dejando que recuerdos queridos de la infancia aflorasen gratamente al
corazón... y me reví pequeñito, conmovido y temeroso al
enfrentar, por primera vez, al viejo
maestro que me diera a conocer las primeras letras del alfabeto...
Los adjuntos conectaron al sillón, donde ya Aníbal se sentara, hilos imperceptibles, no
obstante, luminosos, y prepararan como
una diadema que distinguimos como semejante a la
vista en la Torre, para la elucidación de Agenor Peñalva. el silencio era religioso. Se percibía
una gran homogeneidad en la asamblea, pues la armonía se imponía, creando un bienestar
indefinible a todos nosotros. Sufridores, excitados, afligidos, angustiados que éramos,
aquietamos quejas y preocupaciones personales, aguardando la secuencia del momento!.
Sobre el tablado mas seis hermanos iniciados se presentaran. Se sentaran en cojines
dispuestos en semicírculo, mientras Aníbal se conservaba en el centro y Pedro y Salústio se
distanciaban. Aníbal se levantó. Parecía que besos maternales rociasen nuestras almas caliginosas.
Ansias de esperanza susurraban misteriosamente a nuestros corazones obliterados por la
larga desesperación, y suspiros se distendieran, aliviando opresiones abominables. Oímos
sones lejanos y armonías de conmovedoras melodías, como un himno sacro, los que
predispusieron a nuestros Espíritus, alejando del ambiente cualquier resquicio de
preocupación subalterna que aun permaneciesen por la atmósfera. Instintivamente nos
vimos presa de profundo y singular respeto, que llegaba realmente a una impresión de
temor. Ignotos escalofríos rozaban nuestras fibras psíquicas, calentándolas dulcemente,
mientras que un extraño burbujeo de lágrimas refrescaba nuestras pupilas ardientes por el
llanto inflamado de la desgracia!. Era evidente que ondas magnéticas preparativas eran
conducidas a través de los sones de aquel himno mirífico, que unificaba nuestras mentes a
los balanceos de acordes irresistibles, haciéndonos vibrar convenientemente, en un
armonioso estado de concentración de pensamientos y voluntades.
En medio de un silencio de tumba, en el que no nos distraíamos siquiera con las
molestias provenidas de los males que nos afectaban, la voz de Aníbal, grave y cariñosa a
un solo tiempo, esparció por la sala el tierno convite:
"- ¡Vamos a orar, mis hermanos!. Antes de ningún emprendimiento que tentemos para
fines elevados, tenemos el honroso deber de presentarnos a Dios Altísimo a través de las
fuerzas mentales de nuestro Espíritu, homenageandolo con nuestros respetos para que
solicitemos su bendición divina..."
Las pupilas encendidas, con el fulgor de la inteligencia, entraron en lo mas intimo de
nuestros corazones, como si levantasen de las sombras interiores de nuestro ser el acervo
de nuestros pensamientos, con la intención de iluminarlos. Tuvimos la impresión perfecta de
que aquella mirada chispeante era una antorcha viva que iluminaba nuestras almas
temerosas y abatidas, una a una, y bajamos las míseras cabezas, amedrentados ante de la
superior fuerza psíquica que nos penetraba en lo mas recóndito del alma!.
Bondadoso, prosiguió, como en un preludio armonioso:
"- La oración, mis caros hermanos, será el vigoroso baluarte capaz de mantener
serenos vuestros pensamientos ante las tormentas oriundas de las experiencias y
renovaciones indispensables para el progreso que haréis. Aprendiendo a elevar la mente al
Infinito, en las suaves y sencillas expresiones de una oración sincera e inteligente, estaréis
en posesión de la llave áurea que os suscitará el secreto de la buena inspiración. Orando, y
presentandoos, confiados y respetuosos, ante el Padre Supremo, es como un deber de cada
uno de nosotros, de El recibiréis el influjo bendito de fuerzas ignotas, que os habilitaran para
el heroísmo necesario para las luchas de las realizaciones cotidianas, propias de aquellos
que desean avanzar por el camino del progreso y de la luz!. Impulsados por la oración bien
sentida y comprendida, aprenderéis, progresivamente, a sumergir el pensamiento en las
regiones acariciadas por las claridades celestes, y volveréis esclarecidos para el desempeño
de las mas arduas tareas!. Es con la intención de iniciaros en ese itinerario provechoso que os convido a extender el pensamiento por el Infinito, acompañando el mío... No importa que el ardiente recuerdo de los delitos cometidos en el pasado os pese en las consciencias, ni que, por eso, dificultades de expansión os traben el necesario desprendimiento. Lo que es preciso, lo que se torna
urgente e impostergable es querer iniciar la tentativa, y os arrojareis, vigorosamente
reanimados por el mas vivo coraje que pudiereis convocar de lo profundo del ser, para la
caminada por los compensadores canales de la oración... porque, sin que os preparéis en
este curso iniciatico de conjugación mental con los planos superiores, ¡¿como habéis de
entrar en ellos a fin de que os edifiquéis?!.
Y Aníbal oró, entonces atrayendo nuestros míseros pensamientos hacia aquellas vías
suaves, distribuidoras de los bálsamos consoladores, de las fuerzas renovadoras!. A medida
que oraba, sin embargo, una faja fosforescente, de radiación opalina, se extendía sobre él,
y, abarcando a la asistencia, a todos envolvía como en un ósculo maravilloso de
bendiciones. El himno acompañaba dulcemente, en sordina, las palabras ungidas de fe, que
Aníbal profería... y dulcísimas impresiones lenificaban las contusiones todavía doloridas del
pasado. Aníbal de Silas se sentó en el centro del semicírculo formado por los seis iniciados que
lo acompañaban. Pedro y Salústio le colocaran en la frente la diadema de luz, conectándola
a una pantalla a través de los hilos argénteos que conocemos. Un minuto grave de
recogimiento y fijación mental predominó entre el grupo de maestros que veíamos en acción,
concentrando, armonizando sus voluntades. Luego después, inició el catedrático la
explicación de su importante aula. Por la magnitud de lo que pasó, entonces, no solo en aquel día, como en los subsiguientes, durante esas aulas inolvidables; por la capital influencia que ejerció sobre nuestro destino, nuestro desarrollo moral y mental y la importancia del método pedagógico,
absolutamente inédito para nosotros, ,conscientes de que, a pesar del esfuerzo y de la buena voluntad que empleemos, apenas un reflejo muy pálido de lo que presenciamos conseguiremos
explicaros.
«VENID A MI»
Aníbal entró a comentar la urgencia de que cada uno de nosotros, como de la
Humanidad entera, ya sea del plano físico-terreno o del Invisible inferior e intermediario, se
reeducarse bajo la orientación de las fecundas normas cristianas. Afirmó, en un análisis
sucinto, contrariando ideas que muchos de nosotros abrigábamos, que no existían ni
misticismo supersticioso ni hechos milagrosos y anormales en la epopeya magnífica del
Cristianismo, epopeya que no se limitaba del pesebre de Belén al drama del Calvario, mas
que se extendía de las Esferas de Luz
a las sombras de la Tierra, perennemente, en lances
patéticos, positivos, sublimes, los que solo la ceguera de la ignorancia deja de apreciar
debidamente. Al contrario de eso, el Cristianismo, doctrina universal cuyo origen se fija en
las propias Leyes Sempiternas, poseía bases prácticas por excelencia, trayendo por
finalidad la recuperación moral del hombre para si mismo y la sociedad en que sea llamado
a vivir en su larga caminata evolutiva, con vistas al engrandecimiento de la Humanidad ante
las Leyes Sabias del Creador. Recordó que los hombres terrenos proyectaran sombras
sobre las enseñanzas del Maestro Excelso, envolviéndolas en complejos calamitosos, por
empañarles el brillo de la esencia primitiva con innovaciones y atavíos propios de la
inferioridad personal de cada uno, desfigurando, de ese modo, la verdad de que son, las
mismas enseñanzas, el exponente máximo. Aseveró con vehemencia impresionante, de la
cual no juzgaríamos capaz a un adolescente, que solo los magnos y altruistas conocimientos
de las doctrinas educativas expuestas por el Excelso Catedrático Jesús de Nazaret nos
permitirían a nosotros, como a la Humanidad, la ocasión a la rehabilitación imprescindible,
preparándonos para la adquisición de una nueva y elevada Moral, para la sanidad de
acciones capaces de llevar a aparecer en nuestros míseros corazones horizontes
vastisimos, de resurgimiento personal y colectivo, de un progreso legítimo, en la escala de
ascensión para la Vida abundante de la Inmortalidad!. Que por, doctos, sabios, genios que
fuésemos, que de nada nos servirían tan
ilustre acervo si continuásemos ignorantes de las
normas de la Moral del Cristo de Dios, en cuya aplicación reside la gloria de la felicidad
eterna, ya que Sabiduría sin Amor y sin Fraternidad tiene sus ficticias glorias apenas en el
seno de las sociedades terrenas...
Nos participó, enseguida, que su primera aula consistiría en presentarnos a nosotros,
sus discípulos, su personalidad. Que seria necesario que lo conociésemos íntimamente, a fin
de que sus ejemplo nos estimulase en la senda espinosa en la que seríamos llamados a
solventar grandes débitos, porque será siempre buena pedagogía que el mentor presente
sus propios ejemplos a los alumnos, a quienes inicie, y también para que aprendiésemos a
amarlo, a confiar en él, tornándonos sus amigos, considerándolo bastante digno de ser oído
y acatado. Que pudiésemos, en un primer análisis, observar en él mismo los efectos
inmarcesible de un carácter reedificado por el amor del Buen Pastor, redimido a través de
los preceptos que deberíamos, a nuestra vez, conocer para reerguirnos de las sombras de la
impiedad en la que yacíamos, pues la verdad era que desconocíamos totalmente el
Cristianismo legado por el Maestro Nazareno, no éramos cristianos, sino adversarios de
Cristo, ovejas rebeldes que, en verdad, no conocían a su Pastor!
Entonces, el joven Aníbal nos contó su vida!. No apenas la existencia última,
testimoniada en tierras de Italia durante los ominosos días de la Edad Media, y sí las
variadas migraciones terrenas en su giro evolutivo que le correspondiera, sus deslices como
Espíritu en marcha, que también es, las luchas por la redención, frente a los sacrificios y las
lágrimas de las reparaciones, los impulsos hacia el Bien, las incansables labores que le
trajeran los méritos en las inspiraciones del verdadero arrepentimiento por el tiempo perdido,
labores siempre crecientes, cada vez mas arduas, así también el aprendizaje realizado
durante la erraticidad, tareas y misiones en el plano Astral como en el material, a fin de
probar la eficiencia de los progresos adquiridos, su devoción a Jesús Nazareno, a quien se
ligara por los ardores de una pasión que nada mas podría ensombrecer o enfriar!.
En tanto, era con asombro que oíamos las palabras de Aníbal traducidas en imágenes
y escenas que se reflejaban en la pantalla milagrosa que estaba a su lado. Así fue que,
mientras hablaba, la realidad de sus transmigraciones terrenas espirituales se reproducían,
allí, con tan verídica nitidez, que nos creíamos coparticipantes suyos a través de las edades
resucitadas de los repositorios secretos de sus pensamientos, pues la elevada sugestión
ejercida sobre nosotros dominaba nuestras facultades, ligándolas a la voluntad del mentor y
de sus iguales allí presentes, y llevándonos a olvidar que no pasábamos de meros alumnos
que recibían la introducción a la primera aula!. Positivamente mas real, mas completo y
sugestivo que el cinematógrafo de nuestros días, mas convincente que las escenas teatrales
que tanto absorben y arrebatan al observador, porque era la vida en si misma, natural,
humana, realmente vivida, el retrospecto del pensamiento de Aníbal fue pasando
gradualmente por el telón mientras ni siquiera de este nos recordábamos, pues no lo
distinguíamos, sino los hechos conmovedores que se calcarían en nuestras mentes como
estímulos para futuras tentativas!. Cuando cesó el dramático desfile, el bello instructor
adolescente surgía a nuestro entendimiento como un ser amado de quien nunca mas nos
desearíamos apartar!. Fuera, por así decir, un consorcio de nuestras almas con la suya lo
que se verificara a través de las exposiciones hechas, porque, la mas viva atracción afectiva
nos impelía hacia él, correspondiendo, así, nuestros sentimientos a sus nobles y fraternos
deseos. No obstante, viendo nuestra confusión, pues nos sorprendía el hecho para la
explicación de la cual no teníamos conocimientos suficientes en el acervo del capital
intelectual hasta entonces adquirido, habló todavía el profesor, suspendiendo, enseguida, los
trabajos, del día: "- Las escenas que acabasteis de ver, en esta pantalla reproductora, que no son sino un espejo singular, para vosotros desconocido, donde dejé que se reflejase mi propia alma,
fueron mis recuerdos, carísimos discípulos, despiertos intactos, vivos, de los rincones
supremos de la Consciencia!.
Todos los hijos del Altísimo, al vivir las existencias planetarias, como las espirituales,
las imprimen en las gavetas del alma, en las camadas profundas de la Consciencia, toda la
gran epopeya de las trayectorias vividas, las acciones, las obras y hasta los pensamientos
que conciben!. Su larga y tumultuosa historia se encuentra en ellas mismos gravada, como
la historia del globo, donde ya vivimos, está archivada en las camadas geológicas y
eternamente reproducida, fotografiada, igualmente archivada, en las ondas luminosas del
éter, a través del Infinito del Tiempo!. A su vez el cuerpo astral, envoltorio que traemos
actualmente, como Espíritus libres del fardo material; aparato delicadísimo y fiel, cuya
maravillosa constitución aun no sois capaces de comprender, registra, con nitidez idéntica,
los mismos depósitos que la Consciencia almacenó a través del tiempo, los archiva en sus
arcanos, los refleja o expande conforme a la necesidad del momento - tal como lo hice ahora
 bastando para eso la acción de la voluntad educada!. Bien, si tuvieseis educadas las
facultades de vuestra alma, si, cursando Universidades, en la Tierra, esclareciendo
inteligencias como hombres que fuisteis, igualmente hubieseis cultivado los preciosos dones
del Espíritu, así conquistando los sublimes conocimientos de las Ciencias Psíquicas, a mas
de no haber con vosotros la posibilidad de una derrota producida por el suicidio, porque os
habríais colocado en planos muchas veces superiores a los planos en que medran las
pasiones e insanias que a este dan origen, ahora estaríais a la altura de comprender mis
expresiones mentales sin la ayuda, por así decir, material, de este aparato que me fotografió
y animó los pensamientos, los recuerdos y reminiscencias, re-produciéndolas, para vosotros,
tal como están archivadas en los libros secretos de mi Espíritu!.
Es una operación delicada la que acabáis de ver!. Exige sacrificio por parte de quien la
tienta. Mis hermanos de ideal aquí presentes y mis discípulos me dieran los fluidos
magnéticos necesarios para la corporificacion de las imágenes y la reproducción de los
sonidos, a fin de que mi esfuerzo no fuese mucho; y, envueltos en un ambiente dominado
por ondas especiales, de un magnetismo superior, que es nuestro principal elemento,
vosotros mismos os sugeristeis la convicción de que conmigo vivisteis mis vidas, cuando la
verdad era, apenas, que asistíais al desarrollo del pasado en mi ser depositado... Os participo, a tiempo, que no tardareis en conocer las mismas experiencias, extrayendo de vosotros mismos el pasado que aun dormita, porque mantenéis, embrutecidas por las repercusiones chocantes de vuestro estado de suicidas, dones del alma que en las entidades normales despiertan con facilidad tan luego ingresan en la espiritualidad... sin
embargo, no me competirá el orientaros en este áspero y doloroso retrospecto.
El conocimiento que, con el hecho ahora presenciado, adquiristeis, común en los
planos de la Espiritualidad, aunque vulgarísimo, un día enriquecerá las adquisiciones
intelectuales y científicas de la Tierra, para galardón de los hombres, a través de la Ciencia
Psíquica Transcendental. Hasta allá, todavía, habrá el hombre de moralizarse, desenvolver
facultades preciosas del Espíritu, las que, en el momento, él ignora poseer, a fin de, sólo
entonces, tornarse digno de tan sublime adquisición, para que no venga a servirse de un don
de naturaleza divina como instrumento de crímenes y pasiones subalternas, como ha
acontecido con otros valores sagrados que hasta hoy ha recibido!. "
En la prop
ia Tierra, ese don, cuyo valor inestimable aun es desconocido a las
inteligencias vulgares, fue ejercido para las altas finalidades de la educación de las primeras
masas que se hicieran cristianas. Seria difícil hacer comprender el sublime alcance del
Evangelio del Reino a criaturas simples e iletradas, apenas con el ardor de la oratoria, la
magia del verbo. El Nazareno, compasivo y amoroso, señor de poderes psíquicos
incalculables para nosotros, donó la mayor fuerza mental que ya nos fue dado concebir,
exponiendo sus hermosas lecciones creaba escenas y las corporificava, dando a los oyentes
maravillados el esplendor de visiones interiores, que su pensamiento fecundo y poderoso no
se cansaba de distribuir, Es cierto, sin embargo, que no todos aquellos que lo oían estarían
a la altura de comprenderlo. Aun entre los escogidos para auxiliarle en el ministerio redentor
hubo quien no lo comprendiese. Mas los otros, para quienes El representaba la luz
incorruptible de la Verdad, los simples, los sufridores sedientos de justicia y de esperanza,
los de buena voluntad, destituidos de vanidad, en quienes el egoísmo del siglo ya no
medraba, vibrando mas o menos armoniosamente con El, le seguían las ondas creadoras
del pensamiento luminoso y absorbían sus enseñanzas ejemplificadas de todas formas. Sus
discípulos, del mismo modo, al hablar de Él, inconscientemente proyectaban recuerdos y
pensamientos que, recogidos por los cooperadores espirituales incumbidos de asistirlos,
eran inmediatamente corporificados, en sugestiones poderosas, para la visión del oyente
sincero y de buena voluntad, en cual pasaba, entonces, no apenas a oír una narración, y sí
verla, y la veía como si estuviese presente a los hechos sublimes del Inolvidable Maestro.
De este modo también, caros discípulos, realizaremos nuestras lecciones respecto a la
Doctrina legada por el Divino Instructor, pues muy inspiradamente anduvo la dirección de
esta Colonia de reclusos adoptando tal método para instrucción de sus internos, por ser
imposible, a través del ella, interpretaciones personales, conceptos erróneos, sofismas o
interpolaciones!." A partir de aquel día asistíamos periódicamente a las aulas de Aníbal, ya iniciado,
definitivamente, nuestra preparación moral a la luz de las superiores doctrinas expuestas por
el verbo inmarcesible del Divino Mesías. El catedrático explanó, al principio, las causas de la venida de Jesús a la Tierra. Un arrebatador desfile de civilizaciones pasó, gradualmente, por el telón mágico, mostrando a nuestros sorprendidos testimoniamos la mas fecunda exposición de las necesidades humanas, muchas de las cuales jamas habíamos tenido ocasión de percibir!. Sin la palabra mesiánica las sociedades terrenas, entonces, se nos figuraran, en efecto, como tan bien
conceptuaba Aníbal de Silas, un mundo sin la tibia luz de un globo solar, un corazón vacío
de la fuerza impulsora de la Esperanza!. El maestro hablaba y sus historias, sus
exposiciones magistrales, sus ejemplos mas que convincentes, irresistibles, y su verbo
entusiasta y ardiente arrancaban del torbellino polvoriento de los siglos muertos, de las
edades desaparecidas y hasta de los momentos contemporáneos, imágenes y escenas,
motivos reales, ejemplos colectivos o individuales, que, bajo el calor magnético de su
superior voluntad, asociada a la de sus pares, se humanizaban ante de nosotros,
llevándonos a examinarlos y estudiarlos bajo el criterio elucidativo de sus orientaciones.
Un curso superior y atrayente de Filosofía y Análisis comparado fue por nosotros
iniciado, entonces. Y era conmovedor, era bello e impresionante, con nuestro emérito
instructor resucitar del silencio de los siglos la existencia de las sociedades que se fueron en
la sucesión de las edades, sus costumbres, sus caídas, su heroísmo, sus victorias!. Ante
nuestro entendimiento se presentó la vida de la Humanidad desde los orígenes,
ofreciéndonos el mas bello estudio que osaríamos concebir, la mas fecunda elucidación que
nuestras mentes serian capaces de abarcar, porque la historia magnífica del crecimiento de las sociedades que lucharan sobre la costra del planeta, de las falanges que allí iniciaran su propio desenvolvimiento moral y mental, que nacieran y renacieran muchas veces y después
se fueran, alcanzando ciclos mejores en otras moradas del Universo, y, así, dando lugar a otras falanges, a otras humanidades, sus hermanas, las que, a su vez, lucharían también, a través de los renacimientos, trabajando continuamente en busca del mismo progreso,
enamoradas del mismo objetivo - la Perfección!.
En tanto, al correr de tales exámenes tantas eran las desgracias que descubríamos
para estudiar, tantos los sufrimientos, las apremiantes situaciones, los problemas
indefinidos, los desorientan-tes complejos engendrados por el egoísmo con sus múltiples
modos apasionados, tan grandes las luchas de la humanidad ignorante de su propia
finalidad, que imposible se tornó permanecer indiferentes como un frío observador que
estudia apenas el cadáver. Formando parte de esa sociedad terrena, de esa humanidad
desgraciada, impía y sufridora que desconoce a Dios por preferirlo a las pasiones, éramos
solidarios con sus mismos infortunios, puesto que también eran nuestros, y una pesada
angustia se infiltraba por los meandros de nuestro espíritu, despertando ansias
inexpresables, estados mentales y alucinatorios inconcebibles al pensamiento humano,
como deseos sacrosantos de algo que nos liberase de las tinieblas famélicas por la que nos
sentíamos tragados...
Hasta que, en cierta aula, en un día ameno y armonioso en el que palpitaban en
nuestro interior ansias vagas de esperanzas, como promesas benditas que entornasen
aleluyas por nuestro ser, Aníbal nos presentó la figura inconfundible, la figura inolvidable del
Dulce Rabí de Galilea, a través del recuerdo reproducido en el telón magnético con el
colorido vivo y seductor de la realidad!. Entonces, la epopeya augusta del Cristianismo,
desde el pesebre humilde de Belén transformada en cuna celeste, se desarrolló
magistralmente, en estudios fecundos para nuestro entendimiento, que comenzó a deletrear,
solo entonc
es, la palabra sacrosanta de la redención!. Las escenas descriptas por el
expositor, que tan bien conociera la época de la venida de la Buena Nueva del Reino de
Dios, mostraban circunstancialmente, con claridad impresionante, las prédicas inolvidables
del Divino Mensajero, los discursos sugestivos, animados por el vivo colorido de los cuadros
citados, las lecciones resplandecientes de la mas elevada y pura moral, lanzadas a los aires
de la humilde y oprimida Judéa, mas resonando por los rincones mas lejanos del mundo
como convites amistosos y perennes a la regeneración de las costumbres para el reinado
del verdadero Bien, invocaciones amorosas de confraternizacion personal y social, para la
concreción de una Patria ideal en la Tierra, cuyas normas de gobierno El ofrecía a través de
Su oratoria impecable, de Su ejemplo en la vida práctica sin precedentes, como en las
fulguraciones imperecibles de aquella áurea Doctrina cuyo objetivo era la educación moral
del hombre, cuya finalidad era su exaltación hacia la gloria de la vida sin ocasos, de la Vida
Eterna en la unidad con Dios!. La imagen seductora del Enviado Celeste se gravó, por así
decir, también en nuestras mentes, en trazos cautivantes e indelebles, tornando cada uno de
nuestros corazones sincero enamorado del Cristianismo, predispuestos a adquisiciones
morales bajo sus benéficas inspiraciones, pues, mientras Aníbal narraba hechos, recordando
pasajes enternecedores, mientras su palabra vibraba en ondas sonoras de comentarios
fértiles, extrayendo esencias de enseñanzas capitales para nuestra iluminación, veíamos los escenarios que servían a la acción grandiosa del Gran Maestro, al mismo tiempo que su figura inconfundible dominaba la expresión, ejerciendo el apostolado sublime!. Teníamos la impresión convincente de estarlo oyendo proferir el Sermón de la Montaña, mientras la brisa
perfumada que venía dulcemente de la cumbre de la colina le hacia volar el manto,
desaliñándole los cabellos... Otra vez, era a las márgenes del Tiberíades, era en Genesaré,
por las ciudades de Judéa o por las aldeas pobres de Galilea, como si lo siguiésemos también, formando parte de aquella masa de pueblo ávido de sus palabras consoladoras, de
sus favores dulcísimos!... Y por todas partes: en conversaciones con partidarios, amigos o
discípulos; en el Templo, explicando a los exegetas de la época las reglas áureas de la
Buena Nueva que traía; o curando, favoreciendo, protegiendo, consolando, exaltando,
educando, enseñando, redimiendo, Aníbal nos llevaba a oírlo y a aprender, con El mismo,
los caminos para nuestra urgente rehabilitación!. Lo hacia, sin embargo, Aníbal,
pacientemente, tejiendo comentarios cual un profesor emérito celoso de la claridad de las
tesis expuestas, para la buena comprensión de los alumnos...
Así fue que fuimos informados de que no solo la Tierra recibiera el premio de la Buena
Nueva, a través de su palabra de bondad y redención, mas también el Astral inferior fue
visitado por su presencia, ya que Él tenia suficiente poder para presentarse en cualquier
lugar, tornándose visible como quería, y ya que se trataba de un lugar donde los infortunios y
las calamidades de orden moral son, indudablemente, mas intensos y profundos que los del
planeta, allí también comparecía, convirtiendo Espíritus que hacia siglos permanecían en las
tinieblas de la ignorancia o en el pozo del ostracismo, tal como en la Tierra convertía
hombres, extendiendo a todos su mano fraterna y redentora! Igualmente nos decía que el
mundo terreno desconoce gran parte de las enseñanzas traídas por El, puesto que, fueron
destruidos muchos aspectos, verdaderamente feéricos, de la Verdad Divina expuesta por El,
que fueron rechazados por la mala fe o por la ignorancia presuntuosa de los hombres!. Mas que, en tanto, llegara el momento en que su Doctrina Grandiosa seria debidamente erguida para el conocimiento de todas las camadas sociales!. Para eso, la Tercera Revelación de Dios a los hombres era ya ofrecida a la Humanidad en nombre del Redentor... y nosotros
mismos, que éramos Espíritus, estábamos convidados a colaborar en ese conmovedor movimiento dirigido por el Maestro, procurando hablar con los hombres a fin de revelarlos todas estas cosas, porque la llamada Tercera Revelación no era mas que un intercambio
ostensivo, minucioso, de ideas entre los Espíritus y la Humanidad, subordinado a los dictámenes de la Ciencia Universal como de la Moral Excelente del propio Cristo de Dios!.
Después, al terminar el drama del Calvario, conocimos las ardientes luchas de los
discípulos por la difusión del Testamento regenerador del Maestro, el martirio de los
humildes y abnegados cristianos, inspirados siempre por la fuerza inmanente de la fe... y la
reforma consiguiente de los individuos que se sometían a aquellos principios regeneradores
y educativos!. Estudiamos, analizamos e investigamos todo cuanto fue posible a nuestra
mentalidad admitir respecto a la Doctrina de Jesús Nazareno. Muchos tomos, complejos,
delicados, precisaríamos escribir para que pudiésemos dar cuentas al lector de la
profundidad y extensión de esa incomparable Doctrina que tiene origen el propio
pensamiento divino, y que, siendo la misma Ley estatuida por el Creador de Todas las
Cosas, un día envolverá en sus impredecibles fulgores a todos los sectores de las sociedades
terrestres y espirituales!.
Nos sentíamos atraídos y arrebatados. Sólo entonces comprendimos la razón de la
súbita transformación de aquella María de Magdalena, tan seductoramente señalada en el
Evangelio del Señor; de aquel Saulo de Tarso, persona escogida por el Mesías Celeste; y
que antes nos parecían un mito, leyendas fabulosas de místicos orientales, se agrandó en
nuestro entendimiento como un hecho lógico e irresistible, que no podría dejar de existir tal
como se dio y las tradiciones narraran!. Presentado a nuestra comprensión así,
naturalmente, con simpleza, sin los atavíos de los misterios con que los hombres se obstinan
en ofuscar su grandeza, el Enviado Celeste se impuso a nuestra convicción realmente como
el Maestro por excelencia, el Guía Incomparable, dedicado al superior ideal de la
regeneración humana a través del Amor, de la Justicia, del Trabajo!. Lo comprendimos y lo
amamos, entonces, lo necesario para abastecernos de la Fe y de la Esperanza, cualidades
indispensables al Espíritu en marcha de progreso, las que, hacia siglos, nos faltaban como
patrimonio de nuestros corazones!.
Ese admirable curso requirió de nuestra buena voluntad y esfuerzos, y de la
abnegación de nuestro preceptor espiritual, largos años de dedicación y estudios
incansables, así como de ejemplos y práctica, ya que la Doctrina Mesiánica es práctica por
excelencia, confirmándose invariablemente a través de la vida cotidiana de cada adepto. Era
la iniciación cristiana rigurosamente administrada, de forma a no dejarnos motivos ni
ocasiones para futuros deslices en los campos de la Moral!.
Mas la caminata parecía ardua, extremadamente larga para muchos de nuestros pares,
los que se dejaban turbar ante la labor espinosa y constante, que se tornaría imprescindible
desenvolver todavía, llegáramos a una época de nuestra existencia de Espíritus en la que ya
no era posible parar, aplastados bajo los engranajes del desánimo. Reaccionábamos contra
las amenazas de la debilidad, de la angustia feraz que nos rondaba, comprendiendo que
urgía proseguir a despecho de las infinitas luchas que esperaban en porvenir, mientras que
la protectora voz de la Consciencia nos advertía de que, con el Profesor Magnífico de
Nazaret, adquiriríamos capitales justos para la jornada que se delineaba ante nuestro pávido
entendimiento de delincuentes arrepentido!. "Venid a mi, los que sufrís, y yo os aliviaré..."
Y nosotros atendíamos al dulce e irresistible llamado y avanzábamos... y seguíamos...
a Jesucristo, Divino Redentor de las almas frágiles y rebelabas cumplía la promesa: nos
atraía con sus enseñanzas sublimes, nos tomaba a su redil y nos convencía a perseverar en
sus consejos, probándonos todos los días, a través de la transformación milagrosa que en
nuestro ser se operaba, el caritativo interés en desviarnos de la desgracia para
encaminarnos a la redención!.
Impresionados por ese curso atrayente, que tanto alivio nos trajera, olvidábamos los
dramas penosos, el desequilibrio de las pasiones que nos habían desgraciado, olvidábamos
la Tierra y de ella sólo nos recordábamos gracias a otros estudios que alternadamente
éramos conducidos a experimentar, para eficiencia de la preparación, pues, como afirmamos
mas arriba, teníamos aulas prácticas, donde comprobaríamos la eficiencia del aprendizaje
teórico, antes de que las pruebas reales de una nueva encarnación terrestre nos diese la
palma de la rehabilitación.
No era raro recibir la visita, durante las arrebatadoras aulas que pálidamente
esbozamos, de otros antiguos maestros de iniciación, los que, presentados por nuestro
catedrático, exploraban conceptos y apreciaciones respecto a las doctrinas y normas
cristianas, con un ardor impresionante y sublime!. Nuevos motivos para instrucción
obteníamos entonces, nunca menos bellos ni menos agradables de lo que los que
diariamente nos eran expuestos. Vivíamos reclusos, era bien cierto. Continuaba no
existiendo permiso para salir de la Colonia a no ser en grupos escoltados, en los grupos de
aprendices, mas también no era menos verdadero que vivíamos rodeados de una asistencia
selecta, en el ámbito social de una pleyade de educadores e intelectuales cuya elevación de
principios ultrapasaba todo cuanto podríamos concebir!. Y porque comprendiésemos que tal reclusión nos resultaba como una dádiva magnánima a auxiliarnos a progresar, a ella nos resignábamos con paciencia y buena voluntad.  Diariamente, al atardecer, nos eran permitidos recreos en el gran parque de la Universidad. Nos reuníamos entonces en grupos homogéneos y nos dábamos a
conversaciones, comentarios alrededor de nuestras vidas y de la situación presente. Nuestras buenas preceptoras, las vigilantes de cada grupo, generalmente tomaban parte en esos recreos, ya hasta nuestras hermanas de los Departamentos Femeninos, lo que nos permitió ensanchar intensamente el número de nuestras relaciones de amistad. Seria difícil,
después de diez años de internado en el Instituto de Ciudad Esperanza, reconocer en
nosotros las figuras enfurecidas y trágicas del Valle Siniestro, aquellos mentecatos ridículos
reproduciendo a cada instante el acto maléfico del suicidio y sus satánicas impresiones!.
Sosegados por la Esperanza, aliviados por la magia envolvente del Amor de Jesús, bajo la
inspiración de cuyas enseñanzas ensayábamos un nuevo vuelo, éramos entidades que
podrían ser consideradas normales, si no fuera la consciencia que teníamos de nuestra
propia inferioridad de tránsfugas del Deber, cosa que mucho nos afligía y avergonzaba,
turnándonos indignos en nuestro propio concepto, inmerecedores del auxilio de que nos
rodeaba!. Las solemnidades del Ángelus nos encontraban, frecuentemente, todavía en el parque.
Se acentuaba la penumbra en nuestra Ciudad y la nostalgia dominante envolvía nuestros
sentimientos. Del Templo, situado en la Mansión de la Armonía, región donde se demoraban
con frecuencia los directores y educadores de la Colonia, partía el convite los homenajes
que, en aquel momento, seria bueno prestar a la Protectora de la Legión a la que
pertenecíamos todos – María de Nazaret. Por los rincones mas sombríos de la Colonia
resonaban entonces dulces acordes, melodías sumarísimas, entonadas por las vigilantes.
Era el momento en que la dirección-general rendía gracias al Eterno por los favores
concedidos a cuantos vivían bajo el abrigo generoso de aquel reducto de amonestaciones,
bendiciendo la solicitud incansable del Buen Pastor en torno de las ovejitas rebeldes,
tuteladas de la Legión de su Madre amorosa y piadosa. Y era todavía cuando ordenes
bajaban de lo Mas Alto, orientando los intensos servicios que se agitaban bajo la
responsabilidad de los dedicados siervos de la misma Legión. Sin embargo, no éramos
obligados a orar. Lo haríamos si lo quisiésemos. En Ciudad Esperanza, sin embargo, jamas
tuviéramos conocimiento de que algún aprendiz o interno se negase a agradecer al
Nazareno Maestro o a su buenísima Mad
re, entre lágrimas de sincera gratitud, la merced
recibida de su inapreciable amparo!.
La ternura de aquella oración, cuya simplicidad solo igualaba su propia excelsitud,
despertaba en nuestras mentes los mas tiernos recuerdos de la existencia: - reveíamos,
llevados por el imperio de gratas sugestiones, los dulces, añorados días de la infancia, las
figuras cariñosas de nuestras madres - enseñándonos el dulce homenaje del Arcángel a la
Virgen de Nazaret, y las palabras inolvidables de Gabriel, ungidas de veneración y respeto,
repercutían en las profundidades de nuestro "yo" tocadas del añorado sabor del desvelo
materno que, en la vida planetaria, jamas supimos debidamente considerar. ¡Llorábamos!. Y
añoranzas muy punzantes de la Familia y de la cuna natal, del hogar que habíamos
menospreciado y enlutado, de los entes queridos y amigos que hiriéramos con la deserción
de la vida, rodeaban a nuestro ser, pre disponiéndonos a grandes pesares sentimentales,
como nuevas fases de remordimientos dolorosos. Entonces orábamos, allí mismo en la
quietud envolvente del parque o recogidos en un lugar determinado, orábamos sintiendo
cada día el ósculo de un benéfico aliento vivificando nuestras almas, como si
misericordiosos bálsamos refrescasen nuestras consciencias de los excesivos ardores que
habían rasgado nuestro ser las garras infames del suicidio que nos deprimiera y desgraciara
ante nosotros mismos!. Y, mezclado con el consuelo, súbitamente se agrandaba la
necesidad imperiosa de hacernos dignos de esa misericordia que nos amparaba tanto - la
necesidad de los testimonios que a Dios probasen nuestro inmenso pesar por reconocernos
graves infractores de sus Magníficas Leyes!.