lunes, 25 de febrero de 2013

EXPLICACIONES DEL MAESTRO

Jesús y sus discípulos y familiares de estos después de la cena se reunían al lado del hogar, para hablar y aprender lo que Jesús les comentaba y después oraban y se retiraban al descanso para al día siguiente salir a predicar la palabra de Dios.
En el transcurso de la conversación edificante, Sara, esposa de Benjamín el criador de cabras, que seguía atenta los comentarios del Maestro durante las afables interpretaciones acerca del hogar de Cafarnaum, preguntó deslumbrada por las novedosas revelaciones:
El concepto del reino de Dios en nuestras vidas es realmente sublime. No obstante, ¿cómo haré para iniciarme en él? Hemos escuchado las predicaciones al borde del lago, y sabemos que la Buena Nueva preconiza por encima de todo el amor y el perdón.. Desearía ser fiel a tales principios, pero me siento presa de las normas tradicionales. No consigo disculpar a quienes me ofenden: no entiendo una vida en la que cambiamos nuestras ventajas por los intereses de los otros: estoy apagada a mis pertenencias y soy celosa de todo lo que asumo como de mi propiedad.
La señora se confesaba con candor, no obstante, el rictus de su boca indicaba la decepción de quien se encuentra ante inconvenientes casi insalvables.
Para eso  comentó Pedro, es indispensable la buena voluntad.  Con la fe depositada en nuestro Padre celestial, aventuro la esposa de Simón, superaremos los obstáculos más difíciles.
En todos los presentes se traslucía una ansiosa expectativa en cuanto al veredicto del  Señor, que manifestó luego de un prologado silencio:
Sara, ¿cuál es la principal tarea de tu casa? La cría de las cabras respondió la interpelada con un dejo de curiosidad. ¿Cómo haces para conservar la leche inalterable y pura, de modo de satisfacer las necesidades domésticas? .Antes de toda providencia, Señor, es imprescindible  lavar cuidadosamente el recipiente en el cual se la depositará. Si quedara algún residuo en el ánfora, en breve toda la leche se contaminará con un patente sabor agrio, y ya no servirá para las aplicaciones más delicadas.
Jesús esbozó una sonrisa y explicó: Del mismo modo ocurre con la revelación celestial dentro del corazón humano. Si no purificamos el recipiente del Alma, aunque el conocimiento sea superior, se mezcla con las suciedades de nuestro mundo intimo, como si degenerase, y se reduce la proporción del bien que de él podríamos recibir. En verdad. Moisés y los profetas han sido esforzados portadores de mensajes divinos, pero los descendientes del pueblo escogido no purificaron lo suficiente el receptáculo vivo del espíritu para recibirlos. Esa es la razón por la cual nuestros contemporáneos son al mismo tiempo juntos e injustos, creyentes e incrédulos, buenos y malos. La leche pura de los esclarecimientos elevados penetra en el corazón como un alimento nuevo, pero allí se mezcla con la herrumbre del egoísmo secular. Del servicio renovador del alma restará, entonces, el vinagre de la incomprensión que posterga el trabajo efectivo del reino de Dios
El pequeño grupo, en la sala de Pedro, recibió conmovido la lección sublime y simple, sin que produjera ninguna intervención verbal. Mientras tanto, al ponerse de pie con discreción y humildad, el Maestro acarició el cabello de la señora que lo había interpelado y concluyó, dando una muestra de su generosidad:
El rocío sobre un lirio blanco es como un diamante caído del cielo, pero sobre el polvo del camino se convierte en una gota de lodo. No olvides esta verdad simple y clara de la naturaleza
recogido del libro Jesús en el Hogar de Chico Xavier

miércoles, 20 de febrero de 2013

PARÀBOLA DEL SEMBRADOR

LO QUE DAMOS ES LO QUE RECOGEMOS
Y ¡Nada más cierto! Dice Amalia Domingo Soler en uno de sus libros: Recogemos lo que hemos sembrado, y ¡Qué mala siembra habremos hecho los terrenales! Porque la mayoría de
los habitantes de la Tierra no recogemos más que punzantes espinas.
Jesús decía a sus discípulos: llevad a la práctica después de mi partida lo que ahora llevamos  a la práctica juntos, y desparramad mis palabras como las he dicho, sin cambiarles nada ni
añadirles nada.
«La Tierra se renovará y mis palabras serán comprendidas al pasar los siglos; yo os lo repito:
el espíritu ayudará al espíritu y el reino de Dios se establecerá, por obra del poder del
espíritu».
«El espíritu arrojará la palabra y la palabra será semilla».
«Muchos de vosotros verán el reino de Dios».
«Estas palabras no podéis comprenderlas y tengo que dejaros en la ignorancia, porque el
momento no ha llegado para explicároslas; pero muchos las comentarán y yo volveré debido a
esto y a otras cosas, por cuanto mi día no ha concluido y dejaré, muriendo, errores y dudas que
mi Padre me permitirá disipar».
«La verdad se siembra en un tiempo y los frutos de la verdad se recogen como cosecha en otro
tiempo. Mas la palabra de Dios es eterna, y todos los hombres la recibirán, porque la justicia
de Dios es también eterna, y porque su presencia se manifiesta en todos los tiempos».
EN LOS EVANGELIOS DE SAN MARCOS:
San Marcos: (4, 1-20) San Mateo: (13, 3-4, 19) Y San Lucas: (8, 4-15)
NOS HABLA DE LA PARÁBOLA DEL SEMBRADOR:
Aquel día Jesús se puso a enseñar a orillas del mar. Y se reunió tanta gente junto a él que tuvo
que subir a sentarse en una barca y toda la gente estaba en tierra a la orilla, en la playa.
Les enseñaba muchas cosas por medio de parábolas. Les decía en su instrucción:
Escuchad. Una vez salió un sembrador a sembrar.
Sucedió que, al sembrar, una parte de la semilla cayó a lo largo del camino; vinieron las aves y
se la comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde no tenía mucha tierra, y brotó
enseguida por no tener profundidad de tierra; pero cuando salió el sol se abrasó y, por no tener
raíz, se secó.
Otra parte cayó entre abrojos; crecieron los abrojos y la ahogaron, y no dio fruto. Otras partes
cayeron en tierra buena y, creciendo y desarrollándose, dieron fruto.
¡Quien tenga oídos para oír, que oiga!
El sembrador es Jesús, las semillas son la palabra y los diferentes lugares donde caen son las
diferentes personas que reciben la palabra del Evangelio. La tierra buena es la gente que acepta
a la palabra y a Jesús en su corazón.
El libro “EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO” nos dice:
Escuchemos, pues, nosotros, la parábola del sembrador:
Todo aquel que escucha la palabra del reino y no le da importancia, viene el espíritu maligno
y le arrebata lo que había sembrado en su corazón; es aquel que recibió la semilla junto al
camino.
Aquel que recibió la semilla en medio de las piedras, es el que oye la palabra y por lo pronto
la recibe con gozo; pero no tiene en sí raíces, siendo de poca duración; y cuando sobrevienen
los obstáculos y las persecuciones, por causa de la palabra, la toma pronto por objeto de
escándalo y de caída.
Aquel que recibe la semilla entre espinas, es el que oye la palabra; pero pronto los cuidados
de este siglo y la ilusión de las riquezas ahogan en él esa palabra y la dejan sin fruto.
Más aquél que recibe la semilla en una buena tierra, es aquél que escucha la palabra, que le
presta atención y da fruto.
La parábola del sembrador representa perfectamente los cambios que existen en la manera de
aprovechar las enseñanzas del Evangelio. En efecto, ¡Cuántas personas hay para las cuales es
sólo letra muerta, que, semejante a la semilla caída en las piedras, no producen ningún fruto!
El Evangelio es el mensaje más importante que podemos escuchar. De hecho nos habla de la
eternidad. No es ni siquiera algo de este mundo, es mucho mas importante que las cosas
cotidianas, como: el trabajo, la casa, el lujo, la ambición, las amistades, la ropa para vestirse,
la comida, las compras, etc… El Evangelio nos habla de nuestro destino eterno. Y esto es lo
más importante que podemos escuchar, lo profundo de las cosas espirituales.
Sin embargo, la actitud de cada uno ante este regalo, de infinito valor, es muy diversa.
Para algunos, el Evangelio no representa nada en su vida. O porque no han recibido todavía su
mensaje, o porque no les interesa. Da verdadera lástima, ver a las personas cómo viven; sin
saber porqué están aquí y para qué. Pasan los años como si todo terminase aquí en la Tierra, sin
más esperanza en una existencia futura.
Otros han oído hablar del Evangelio de Jesús, pero su fe es tan superficial que viven
sumergidos en la vida consumista y viciosa, sin preocuparse lo más mínimo, adaptando sus
costumbres a las del mundo. Piensan que así están bien y que al final todo se solucionará y que
la vida se acaba y hay que aprovecharla al máximo, porque todo acaba con la muerte del
cuerpo.
El Espiritismo bien entendido, es el único que puede remediar este estado de cosas, y servir,
como han dicho los Espíritus, de poderosa palanca para la transformación de la humanidad.
De estos cuatro caminos de la parábola, Dios ha preparado un camino para cada uno de
nosotros. Por fortuna nosotros no estamos en el camino pedregoso. Sabemos que nos ha tocado
el camino de la tierra buena y fértil.
Esto a su vez tiene un gran compromiso y responsabilidad. Nacer en tierra buena significa un
gran esfuerzo de nuestra parte. Si nosotros somos los agricultores de la semilla, no esperemos
que la semilla crezca y se desarrolle por sí sola, porque al final de la vida nos pedirán cuentas
sobre el trabajo que hemos realizado para que esa semilla que nos confiaron, creciera y diera
buenos frutos.
Lo que sembremos será lo que recojamos, porque cuando recibimos es porque primero hemos
entregado y esto no se refiere solamente a la parte física, esta ley interviene también y en gran
medida en las cosas morales y espirituales, y digo que es una ley porque así es, es una ley
universal, que funciona en todos los lugares y es igual para todas las personas, porque Dios no
hace distinciones. Aunque tengamos que oír a algunas personas sus quejas sobre las injusticias
divinas.
Estas mismas personas seguro que tienen sus creencias sobre la vida, que no dudo que para
ellos es la más lógica y correcta. En cambio los espiritistas con su estudio y firme creencia,
basada en las enseñanzas del Evangelio de Jesús, debemos de haber comprendido, que todo,
absolutamente todo cuanto nos suceda, es fruto de nuestros actos, bien de vidas pasadas o
presentes. Y esta comprensión sobre la vida nos da la paz y tranquilidad necesarias para
aceptar nuestras pruebas y expiaciones, y de este mismo modo, los espiritistas debemos tener la
suficiente comprensión sobre la práctica del Espiritismo, que con el estudio de esta doctrina nos
lleva a la consecuente práctica.
Una práctica muy importante es la “DIVULGACIÓN DE NUESTROS CONOCIMIENTOS” y
la mejor manera de hacerlo es, dando ejemplo con nuestros actos, de aquello que hemos
aprendido y aceptado como verdadero, y hacer una siembra de estos conocimientos que a
nosotros tanto bien nos han hecho. Con esta siembra me refiero a la divulgación gratuita:
tanto de libros como folletos, revistas, eventos, etc.; sin importarnos dónde cayó la semilla,
pues lo que importa es hacer la siembra en todas partes donde nos sea posible, porque su fruto
lo dará allá donde deba de darlo.
Podríamos pensar o decir, que no conocemos el resultado de esa siembra, sabemos su
efectividad en nuestro entorno, de forma visible está presente en todos nosotros aquí, y estamos
seguros de que esa siembra estará dando o dará su fruto:
Todos, en algún momento de nuestra vida hemos sido buscadores de información, de
conocimiento, leyendo libros, asistiendo a conferencias, consultando información a diestro y
siniestro por todas partes, hasta llegado el momento en que nos falta una pieza en el puzzle,
porque hemos recogido mucha semilla sin tener la tierra preparada, sin tener una tierra fértil
para que la semilla germine.
No hay que buscar al sembrador, no hay que buscar al maestro. Cuando la tierra está preparada
la semilla germina, cuando el alumno está preparado el maestro aparece, porque la semilla ya
estaba y el maestro también, sólo se tienen que dar las circunstancias propicias para ver lo que
tenemos delante y no vemos, saber lo que tenemos que hacer y no hacemos.
Voy a hacer una pregunta, que cada uno debe pensar detenidamente su respuesta para sí mismo:
¿Cómo cuál de estas semillas de la parábola seremos cada uno de nosotros?
-¿La semilla en el camino?
-¿La semilla en las rocas?
-¿La semilla en las espinas?
-¿La semilla en tierra fértil?
Todos somos llamados a ser sembradores, y la mayor caridad que podemos hacer en favor
del Espiritismo es su divulgación, y especialmente con nuestro ejemplo; así nos lo dicen los
espíritus.

sábado, 16 de febrero de 2013

LA HISTORIA DEL HOMBRE EN EL CRISTIANISMO


Decir que el Espiritismo es el Consolador, el Espíritu de Verdad, que Jesús prometió que el
Padre enviaría para enseñarnos todas las cosas, y recordar todo lo que Él había dicho, es repetir
conceptos que los espíritas están cansado de escuchar.
Pero no podría dejar de constar en este pequeño esbozo de la evolución, mejor dicho, de la involución
espiritual del cristianismo, durante los siglos en que fue entregado a los “cuidados” de los hombres.
Jesús, en su profundo conocimiento de la humanidad terrena, ya sabía que, cuando los hombres
tomaran para sí las riendas de conducción de los destinos de las enseñanzas evangélicas, otros intereses menos
nobles interferirían en los conceptos puros, altamente espiritualizados que Él nos trajo, desvirtuándolos.
De ahí la necesidad de recordar a los hombres la pureza original del Evangelio, de la necesidad de
apartar los intereses materiales, la vanidad, la ambición y otras cosas, todas menos nobles, que ahogaron el espiritualismo puro que Él vino a traer a los habitantes del planeta.
Tal vez para demostrar la posición de corrección de los desmandos de los hombres, poco confiados, el Consolador adquirió el nombre de Religión de los Espíritus o Espiritismo.
No será a la opinión de un hombre que se unirán los otros, sino a la voz unánime de los espíritus,
no será un hombre, como tampoco será cualquier otro, que fundará la ortodoxia espírita; tampoco será un espíritu que se venga a imponer a quien quiera que sea; será la universalidad de los espíritus que se comunican por toda la Tierra, por orden de Dios”. (De la introducción de “El Evangelio, Según el Espiritismo) La verdadera, la correcta orientación, como dice Kardec, es la que viene de los espíritus, no importa quien hay sido el encarnado, debe prevalecer la orientación espiritual socorreremos el riesgo de que ocurra en el Espiritismo lo que ocurrió con el cristianismo.
A pesar de esa orientación del maestro Kardec, todavía encontramos muchos compañeros que,
incluso inconscientemente, hacen lo contrario, inclusive casi endiosando a encarnados.
Pero, al final, ¿cómo ocurrieron las transformaciones que obligaron a la intervención de los espíritus? Fueron lentas y paulatinas.
En un principio, los apóstoles mantuvieron el Evangelio exclusivamente para uso de los judíos.
Sólo después el Consejo de Jerusalén, en el año 49, cuando Pablo propuso que el Evangelio fuera divulgado, no solo entre los judíos, sino también a todos los pueblos del planeta, el cristianismo inició su expansión por el mundo. Con el crecimiento surge el primer problema. Los cristianos de origen judío se creían superiores a los demás. Querían obligarlos a practicar la circuncisión, lo que significaba casi una exigencia de conversión al judaísmo para después poder ser cristiano. Como si el cristianismo fuese una secta judaica. Después de algunas discordancias prevaleció el sentido común y Pedro aceptó los principios definidos por Pablo. Quedó reconocida la igualdad entre todos los cristianos. Había un hecho externo, muy fuerte, que impedía a los cristianos de separarse o pensar en cosas de menor valor; la persecución religiosa.
La primera conocida, de gran notabilidad, fue en el año 64. hubo un incendio en Roma que acabó
en gran parte destruida, dicen que por orden del emperador Nerón. Para aplacar la revolución del pueblo. Nerón acusó a los cristianos de autores del incendio e inició la serie de barbaridades que todos conocen. Otras persecuciones ocurrieron posteriormente, pero la más cruel fue la comandada por el emperador Diocleciano, que quería acabar con el cristianismo matando hasta el último de sus seguidores. Su sucesor, Galério, que gobernó en el periodo del 293 al 311, también hizo perseguir a los cristianos en los años 303 y 304, fue la última vez que ocurrió una persecución organizada a los seguidores de Jesús. Poco antes de morir en el 311, Galério firmó el llamado Edicto de Galério, estableciendo la tolerancia religiosa.
Terminó, así, la persecución a los seguidores de Jesús.
Por increíble que pueda parecer, la persecución fue el motivo de unión y manutención de la pureza
religiosa cristiana.
En el año 307, Constantino asumió el gobierno de Gália y el comando de las legiones allí establecidas.
La política de Roma era vacilante. Desde la muerte de Diocleciano, que resultó con la división del
imperio, faltaba fuerza al gobierno imperial.
Entonces, Constantino resolvió ocupar Roma y asumir el gobierno.
Al frente de sus tropas inició la marcha sobre Roma.
Consta que, en la víspera de un combate, Constantino había soñado que vio en el aire la figura de
una cruz y en ella las palabras “in hoc signo vincis”, que quiere decir: con esta señal vencerás. Desde entonces,
adoptó la cruz como estandarte y el día 28 de octubre del año 312, se enfrentó al ejército de Maxéncio, que intentaba impedir su arremetida, venció y entró triunfalmente en Roma.
Al año siguiente, 313, a través del Edicto de Milán, Constantino decretaba la libertad de culto para
los cristianos. Durante la primera época del cristianismo no había nada semejante a las leyes y a los elementos que posteriormente servirían de base a la iglesia. La unidad resultaba tan solo del acuerdo espontáneo de sus seguidores. La cristiandad era pura democracia espiritual, como debería ser hoy el espiritismo. Sin un dirigente oficial, la jerarquía era muy relativa, el obispo de Roma no poseía más poderes que los otros, sin medios de coacción externa, sin relaciones temporales con el Estado. El admirable Rui Barbosa, en la introducción que escribió para la edición en portugués de libro: “El Papa y el Concilio”, de Janus, es clara su indignación cuando se refiere a las modificaciones y concesiones hechas en el cristianismo a partir de Constantino.
Acredito que esta introducción es única. La obra de Janus posee 324 páginas, la introducción 332,
siendo, por tanto, 8 páginas mayor que el libro. Es preciso también decir que es más explicativa.
Veamos un trozo: “Había simplicidad, ausencia de ceremonias teatrales, severa prohibición de
imágenes, pureza y enseñanza.
En los días de Constantino, sin embargo, pasó la iglesia por una revolución. Comenzó el Cesarismo
religioso. Se sacrificó el cristianismo al engrandecimiento de jerarquías.
El emperador (no bautizado) recibe el título de obispo exterior; juzga y depone obispos; invita y
preside concilios; resuelve sobre dogmas. Ya no era más la iglesia de los primeros cristianos. Adquirió poder temporal, pero su autoridad moral decreció. De perseguida pasa a perseguidora.
Buscó riquezas y se corrompió, derramó sangre y sujetó el espíritu a la letra”.
No hay duda de que el gran tribuno Bahiano estaba cubierto de razones.
¿Pero quien, en verdad, era ese Constantino que gobernó Roma del 312 al 337?
Era un hombre con un inmoral, un asesino. Aliado de Licinio, que lo ayudó a asumir el poder, gobernó con él, pero después, habiéndose indispuesto contra éste, lo derrotó en el 324 y mandó asesinarlo en el 325. Mandó ejecutar a su propio hijo Crispo y después a su mujer (326.)Mandó matar, también, un cuñado y dos sobrinos. Con todas estas faltas morales asumió la dirección de la cristiandad, plenamente aceptado por los obispos y dirigentes cristianos.
Al mismo tiempo que convocaba y dirigía concilios, restauraba templos politeístas, sacrificaba a
los ídolos y aceptaba adoración pagana como si fuese Dios. Dejó grabada la afirmación de su divinidad junto a la divinidad cristiana. En cierta ocasión, para efectuar su culto, adornó la estatua de Apolo con reliquias del martirio de Jesús.
En el 325, Constantino convoca el 1º Concilio de Necia, para condenar a Ario, presbítero alejandrino, que negaba que Jesús era igual a Dios. Queda, entonces, determinado y proclamado que Jesús era igual a  Dios Empiezan, los cristianos, a decir que Jesús jamás dijo que fuera Dios, al contrario, siempre dijo que estaba subordinado a la voluntad del Padre. Pasaron los años pero no pasó el placer de estar en el poder temporal y de la riqueza misma, que imponía situaciones lamentables a la fe cristiana. Los emperadores continuaron haciendo y deshaciendo.
En el año 380, Teodósio I, a través del Edicto de Tesalónica transforma el cristianismo en religión
oficial del imperio romano. Debajo, claro está, de su influencia.
Al año siguiente, se consuma un atentado más a la pureza evangélica, Teodósio (siempre emperadores dirigiendo la religión cristiana) convoca el 1º Concilio de Constantinopla para no tan solo afirmar la decisión del 1º Concilio de Necia que igualaba Jesús a Dios, sino también para sumar a esa dualidad la figura del
Espíritu Santo. Estaba nuevamente creada la trinidad pagana, el politeísmo disfrazado. Tres individualidades que
en verdad forman tan solo una. Un Dios divisible. El cristianismo influenciaba, es verdad, las religiones paganas que más lo rodeaban, de contrapartida, recibía y aceptaba una influencia todavía mayor, una vez que para ello era estimulado a través del poder temporal. Cristianismo e imperio romano eran, ahora, casi la misma cosa. La religión se doblegaba a los intereses políticos prioritarios del imperio. Disminuir las diferencias entre la religión oficial del Estado y las religiones de los pueblos de las religiones dominadas, era una política interesante.
Aquí, la cristiandad ya estaba totalmente subordinada a los intereses políticos y económicos de
Roma. La religión pasa a ser tan solo un instrumento de poder. Las trinidades eran resquicios de un pasado pagano, acordémonos de que el judaísmo, de donde
surgió el cristianismo, era monoteísta. Jesús pregonó monoteísmo, Él afirmó que vino a confirmar la Ley. La Ley es monoteísta.
Durante 324 años, los cristianos no aceptaron que Jesús fuese Dios. Esta creencia les fue impuesta como dogma por un emperador romano. Durante 380 años el cristianismo no tuvo trinidad. Esta creación del hombre primitivo fue impuesta a los cristianos por otro emperador romano.
Las trinidades surgieron de las ideas politeístas y acompañaron al hombre durante siglos y siglos.
Tan solo el judaísmo mantenía de forma firme, la idea de un único Dios.
El monoteismo es un estado más avanzado de las ideas religiosas, era imprescindible para la
preparación del campo de siembra del Evangelio. Jesús pregonando tan solo un Dios, el Padre, tendría muchas más dificultades para la divulgación del Evangelio si el pueblo al que se dirigiera fuese politeístas  Tendría primero que pregonar la existencia de un único Dios. Entre los judíos está etapa ya estaba preparada. Los intereses inmediatistas de los lideres de la cristiandad hicieron al cristiano retroceder en ese punto. Dijimos que las trinidades existían en todas las religiones, veamos algunos ejemplos.
En Sumeria: An – En-Lil y En-Ki
En Acadia: Sin, Shamash e Ishtar
En Mari: Anat, Dagan y Addu
En Babilonia: Marduk (Baal), Shamash y Adad
En Cananea : Baal, Vam y Mot
En la India: (trimurti) Brama, Vishnu y Siva
En China: Fu, Lo y Cho.
En otras religiones existieron otras trinidades e incluso en las regiones arriba citadas. Cambiaban
de religión, cambian de trinidad. Tal vez, uno de los motivos de la aceptación de la introducción de esta cuña pagana en la cristiandad estuviese en el inconsciente de las criaturas. Después de milenios de reencarnaciones practicando religiones politeístas, las trinidades se convirtieron en un hábito, y es difícil, a veces, abandonar viejas costumbres. A fin de cuentas, ya hacía más de un siglo que el cristianismo había perdido su pureza, ya estaba contaminado de diversas ideas paganas, ya estaba acostumbrado a las modificaciones. ¿Quién sabe si no lo aceptaron porque aceptar una más era, incluso, quedar bien con el poder temporal, el dueño de la riqueza y del prestigio material?.
Los emperadores no abandonaban el culto de ídolos y de sus propias personalidades y continuaban
dirigiendo la cristiandad, tenían el poder, era bueno quedar bien con ellos, ¿y que daño haría una concesión más?. De esta forma, el cristianismo se distanciaba cada vez más de Cristo para acercarse a los intereses materiales del politeísmo pagano. La conformidad con los abusos y distorsiones no era total. Por todas partes surgían reacciones
intentando recuperar la pureza espiritual original de las enseñanzas evangélicas.
Así, el patriarca Nestório, Obispo de Constantinopla, se negaba a aceptar la denominación de
Madre de Dios a María, admitiendo, tan solo, el título de Madre de Cristo.
Pero la iglesia, ahora podemos llamarla así, el cristianismo gracias a la organización jerárquica y
de la decadencia doctrinaria, no admitía la libertad de pensamiento ni “insubordinaciones”.
En el año 431 fue convocado el Concilio Efesio con la finalidad de aplastar cualquier oposición a
los dogmas, preceptos, opiniones y retractación; por ello condena la posición libre y correcta de Nestório que es excomulgado. ¿Será que ellos creían que poseían poderes para tal cosa, que Dios obedecería las órdenes de los obispos y que Dios estaba sometido también al poder de la iglesia y tenía que sancionar sus actos desequilibrados?. Oprimieron pero no consiguieron suprimir las ideas de Nestório. Ciento veintidós años después (553) todavía existía quien iba contra la idea de Madre de Dios. Tanto, que en el segundo Concilio de Constantinopla fue preciso volver al asunto, confirmando la excomunión de Nestório para atemorizar a sus seguidores, extinguiéndolos.
Y sobre el asunto, en el año 500, la iglesia hacía una concesión más al paganismo.
El incienso, hasta el momento utilizado en ceremonias religiosas en homenaje a sus ídolos, es
introducido en los servicios de la iglesia. Durante 499 años, la cristiandad no utilizó el incienso.
Podemos imaginar el esfuerzo que la espiritualidad debía hacer intentando equilibrar alguna cosa
en medio de este inmenso desvarío. Tan solo, a través de mucho esfuerzo se pudo conseguir que el año 593 mejorase alguna cosa en este terrible cuadro. La iglesia creó la creencia en el purgatorio, cosa mucho más lógica, a pesar de no constar en los Evangelios, que no el absurdo infierno, cruel y inhumano. Pero el hombre quedándose con la iglesia va perdiendo lo poco que le quedaba de sus orígenes. En el 695, en nombre de Jesús, que pregonó el amor, la tolerancia, que enseñó que no debemos hacer al prójimo lo que no queremos que nos hagan a nosotros, pero olvidada de las persecuciones que sufrió en el pasado, la iglesia inició en España una gran persecución a los judíos.
Ya vimos que con Constantino la iglesia aceptó mezclarse con las ceremonias paganas, las imágenes
de Apolo y otros ídolos. Pero por lo menos, ya que no podía mantener las apariencias de monoteísmo, parecía mantener el aspecto de espiritualismo, libre de la influencia material en sus ceremonias. Puro engaño. Durante el segundo concilio de ‘Nicéia’, en el 787, abdica de los últimos vestigios de espiritualidad pura y adhiere públicamente a la materia, a los ídolos, cambiando tan sólo los nombres de sus imágenes. En ese concilio la iglesia FIJA LA VENERACIÓN DE IMÁGENES.
Durante 786 años, la cristiandad existió sin imágenes. Todavía había algún deseo de espiritualidad en algunos sectores de la iglesia, ya que en Frankfurt, en el año 794, se realizó una gran asamblea eclesiástica que REPRUEBA Y CONDENA LA DECISIÓN
DEL 2º CONCILIO DE ‘NICÉIA’, DE ADORACIÓN SUPERSTICIOSA DE IMÁGENES. Nada se adelantó. Prevaleció el absurdo en franca desobediencia al Primer Mandamiento de la Ley de Dios que Jesús dijo confirmar:
“NO HARÉIS IMÁGENES ESCULPIDAS, NI FIGURA ALGUNA DE LO QUE ESTÁ EN EL
CIELO NI DEBAJO DE LA TIERRA, NO LO QUE QUIERA QUE ESTÉ EN LAS AGUAS DE DEBAJO
DE LA TIERRA. NO LAS ADORARÉIS YNO LES PRESTARÉIS CULTO SOBERANO”.
La iglesia, a partir del año 787 transformó esta parte del 1º Mandamiento en letra muerta.
La opinión de los hombres prevalece, una vez más, sobre las enseñanzas evangélicas.
Si ya era una religión politeísta disfrazada, ahora era, una irrespetuosa en la religión de la materia,
la religión de los hombres.
Ese estado de cosas, esa degradación religiosa, lleva a la iglesia a un periodo de degradación moral
muy serio, la llamada era de la pornocrácia (904 a 974), muy poco comentada por motivos obvios.
La cortesana Marózia, hija de Teofilacto, nacida como princesa toscana en 892, se convierte, joven
todavía, amante del papa Sergio III (904 a 911), y después en mujer, sucesivamente, de varios príncipes de la iglesia. Adquiere de esa forma, enorme dominio en la Santa Sede.
Lo curioso es que todo esto indica un don familiar, había aprendido de su madre Teodora que
también poseyó gran influencia en el papado.
Fue gracias a los esfuerzos de Teodora, entonces viuda de Teofilacto, que Lando fue elegido papa
(913 a 914). Su sucesor, Juan X (914 a 928), también fue elegido por influencia de Teodora, pero habiendo incurrido en la cólera de Marózia, hija de Teodora, fue destituido y murió en la prisión.
Antes eran los emperadores quienes dominaban la iglesia, ahora eran las cortesanas.
A partir de ese momento, Marózia asumió un enorme poder en la iglesia. El papa León VI (8 meses en el 928) fue totalmente dominado por ella. Lo mismo ocurrió con su sucesor Esteban VII (928 a 931) que tuvo un oscuro reinado, siempre sujeto a la voluntad de Marózia.
Seguidamente, Marózia hizo elegir papa a su hijo, que gobernó con el nombre de Juan XI.
Este fue el periodo de mayor poder de Mazória. Su hijo dejó los negocios de la iglesia por entero a
su madre durante el periodo de su reinado, que fue del 931 al 935.
Marózia dejó su nombre incluso ligado al papado después de su muerte pues fue abuela del papa
Juan XII (955 a 964), tía del papa Juan XIII (965 a 972) y también abuela del papa Benedicto o Bento VI (973  a 974). Amante, madre, tía y abuela de papas, tuvo, Marózia, una influencia tan grande o mayor que la de los emperadores romanos en la iglesia. Moralmente entre cortesanas y emperadores, había poca o ninguna diferencia. Por lo menos, las cortesanas no impusieron ningún dogma absurdo al cristianismo. Tan solo su inmoralidad, lo que ya no fue poco. Fue el fin.
Había una tradición bastante antigua en la iglesia, la de canonizar criaturas que se distinguían de
las demás por sus acciones y, algunos, por el simple hecho de haber sido papas.
De esta forma, de los 54 primeros papas, en el periodo que va hasta el año 530, solamente Anastasio
II (496 a 498) no es considerado santo. La más remota modalidad de canonización consistía simplemente en inscribir el nombre de un cristiano aclamado públicamente en el canon destinado al nombre de los santos. Sin embargo, como los abusos eran frecuentes (muchas veces fueron declarados santos personas que no existieron), la iglesia resuelve crear reglas para la santificación.
En el 993, el papa Juan XV efectúa la 1ª canonización oficial. El papa pasaba a tener el poder de
decidir quien era y quien no era santo. Con la proliferación de los santos milagrosos (solo era santo quien hiciera milagros) se inició una especie de abandono u olvido de Dios y de Jesús.
Hoy, la gran mayoría de los católicos solo hace oraciones para el santo de su devoción,
preferentemente acompañadas de promesas, y se olvidan de orar a Dios.
Perdónenme los lectores que me honran con su lectura, pero esas promesas que hacen por ahí,
siempre dejan en mí, la impresión de intento de soborno. Pero no criticamos a los católicos que solo rezan a los santos, en el Espiritismo hay muchos compañeros que les gusta mucho hacer pedidos a éste o aquél espíritu y se olvidan de dirigirse al Padre, conforme Jesús enseñó.
Distanciándose cada vez más de Jesús, la iglesia inicia en el año 1012, la 1ª persecución a los
herejes en Alemania. La más grande demostración pública de “amor al prójimo” fue dada en el año 1054, en el llamado Cisma de Miguel Cerulário. Miguel Keroularios o Cerulário era patriarca de Constantinopla, muy influyente en el pueblo,  rehusó reconocer la primacía del obispo de Roma. Excomulgado por los legados de León IX (16 de julio de 1054), reunió un sínodo que promulgó el anatema contra la bula pontificia, siendo el cisma definitivo. En el nombre de Dios, las iglesias romana y griega se excomulgaron recíprocamente o sea, llenos de “amor por el prójimo”, se mandaron recíprocamente al infierno. ¡Bonito!. ¡Pásmense!, esta situación duró hasta 1965 cuando fue anulada. Pregúntese: ¿Será que Dios obedeció?. En caso de una respuesta afirmativa, preguntaríamos todavía: ¿A quién?.
Mandar a los otros al infierno se convirtió en moda. En el 1074 son excomulgados los padres
casados. Se crea, de esta forma, una situación por lo menos curiosa, principalmente para la época. El papa puede tener una cortesana pero el papa no puede tener esposa.
En el período de 1095 a 1270 la iglesia promueve 8 guerras que fueron llamadas “cruzadas”. Todos
conocen los hechos, no vamos a repetirlos. Por acción de la iglesia parece que Jesús no había enseñado: “amaos los unos a los otros”, sino que parecía que hubiera dicho: “mataos los unos a los otros”. En 1182 los judíos fueron expulsados de Francia. Como si no bastase perseguir y expulsar, la iglesia pasó también a apoyar asesinatos. Durante los festejos por la coronación de Ricardo I de Inglaterra en 1189, hubo una masacre de judíos. Todo en nombre de Dios, en nombre de la salvación de la pureza de la cristiandad. La iglesia era ahora un inmenso poder temporal. Si antes eran los emperadores e incluso las cortesanas quienes nombraban y destituían obispos y papas, ahora era la iglesia quien nombraba y destituía emperadores.
La política era la principal preocupación. Como forma de penetrar en los secretos, en los bastidores
de la política, para evitar la posibilidad de conspiraciones y rebeliones, el 4º Concílio de Latrón establece la  obligatoriedad de la confesión anual para todos los cristianos. A partir de 1215 fue prácticamente imposible coordinar cualquier movimiento contrario al arbitrio e interés de la iglesia.
La Santa Sede pasa a saberlo todo y de todos, pudiendo presionar y destruir a quien tuviese la
osadía de enfrentarla o de pensar por cuenta propia. Pero, ante de eso, en el año 1184, empezó a estructurar aquello que sería el mayor crimen cometido por la iglesia:  La Inquisición
Documentación recogida del libro Ya Estaba Escrito.
autor Helio Rachada Silveiria Pinto

domingo, 10 de febrero de 2013

INTELIGENCIA E INSTINTO

CREACIÓN DIVINA.
Inteligencia es el atributo del Espíritu, en virtud del cual toma conocimiento de su
propia existencia, así como ejerce una actividad voluntaria y libre. Cuando el Espíritu
alcanza el grado de humanidad, la inteligencia adquiere un desenvolvimiento superior,
como lo es el surgimiento de la razón y del sentido moral, que le proporcionan la
capacidad de concebir y reconocer la existencia de Dios.
Al realizar múltiples actos libres y voluntarios, al presentar finalidades nítidas y al obedecer a juicios y razonamientos bien elaborados, el hombre se muestra como un ser
que adopta una doble naturaleza: la material y la espiritual. Por lo tanto, una vez más cabe repetir:  Hay un Espíritu unido al cuerpo del hombre que constituye su alma, a la que exclusivamente debe su inteligencia y racionalidad, su conocimiento y sentimientos.
A si como su voluntad y libertad. Sin embargo, hay otros seres que realizan actos en los que se revela también una nítida finalidad, si bien parece que obedecieran antes a automatismos que a impulsos
provenientes de voluntades libres. Tales actos tienden, sobre todo, a la conversación del
individuo y de la especie, considerando las funciones de nutrición y reproducción,
proveyendo al crecimiento, al desarrollo, a la propagación, en fin, a la plena realización de
la vida dentro de las características peculiares de cada especie. Esos actos  se dice
son debidos al instinto, son actos instintivos. Aparecen ya esbozados en los vegetales
pero son mucho más evidentes en los animales. Actos instintivos, además, ocurren
también en el hombre, junto con los actos inteligentes.
Se pregunta, pues:  ¿Cual es la diferencia entre el instinto y la inteligencia?
¿Será el instinto una facultad diferente o un atributo inherente tan sólo a la materia,
como algunos todavía ‘piensan al atribuir el instinto solamente al cuerpo? Si así fuera
tendría que admitirse que la materia es inteligente, (lo que evidentemente es falso) e
incluso, más inteligente que el Espíritu, porque el instinto no se equivoca, mientras que la
inteligencia, porque es libre, puede equivocarse. Si al acto instintivo le falta, pues, el
carácter principal del acto inteligente, que es el ser deliberado, revela no obstante una
causa inteligente, porque está en condiciones de provenir, a fin de evitar la equivocación.
Por eso, otros son llevados a admitir que el que el instinto y la inteligencia proceden de
un único principio, que tendría solamente las cualidades del instinto, pero que después
se desenvolvería, evolucionaría y pasaría por una transformación, que le daría las
características de la inteligencia libre. Esa suposición no resiste un análisis más
profundo, visto que frecuentemente el instinto y la inteligencia se encuentran
juntos en el mismo ser y, muchas veces, se asocian en el mismo acto. En el
de caminar, por ejemplo, como recuerda Kardec, es instinto el simple movimiento
de las piernas, tanto en el hombre como en el animal y un pie va delante de otro
maquinalmente; pero al acelerar el paso o retardarlo, interviene la voluntad libre, la
deliberación y el calculo. También el animal carnívoro es impulsado por el instinto a
alimentarse de carne, pero actúa con inteligencia, e incluso con astucia, al tomar medidas
para asegurarse la presa, medidas que varían conforme con las circunstancias.
De manera que, a la pregunta: ¿Qué es el instinto y como se distingue de la
inteligencia?, muchos responden todavía: Es una especie de inteligencia. Otros
opinan agregando que es una inteligencia sin raciocinio. Resulta imposible establecer
un limite definido de separación entre el instinto y la inteligencia, porque muchas
veces se confunden y nunca se sabe donde acaba una y comienza la otra. A nuestro
entender, así como al de muchos que han reflexionado acerca de este asunto,
inteligencia e instinto son, en efecto, manifestaciones del mismo principio espiritual y,
por lo tanto, inteligente, pero que obedecen a dos determinantes o a dos motores
diferentes: uno que está ligado a la voluntad y a la libertad del individuo y otro ajeno por
completo a la voluntad y a la libertad. En estas condiciones pueden distinguirse
perfectamente los actos que dependen de la inteligencia plenamente desarrollada, de
aquellos que provienen estrictamente del instinto. Por ser la inteligencia, en su
plenitud, la facultad de pensar y de obrar racional y deliberadamente, los actos
inteligentes son conscientes, voluntarios, libres y calculados, obedecen a un
planeamiento. A esto se agrega que pueden sufrir variaciones, para adaptarse a
circunstancias ocasionales y a modalidades individuales. La inteligencia, variable e
individual por excelencia, puede por eso mismo progresar, de modo que los actos
inteligentes provienen del aprendizaje y por medio del aprendizaje se depuran.
No son Asi los actos instintivos. Consideremos, por ejemplo, el acto
absolutamente instintivo que realiza el patito, tan pronto como rompe la cáscara
del huevo que lo mantenía encerrado: si ve en las proximidades un estanque o
un lago, corre alegremente hacia él y se lanza al agua, nadando inmediatamente a la
perfección. ¿Dónde aprendió este animalito a nadar? ¿Con quien, si nadó en cuanto
se produjo su nacimiento?
Es instintivo también el acto del castor que construye su casa o madriguera con
tierra, agua y ramas de árboles; de los pájaros, que construyen a la perfección sus nidos;
de la araña, que teje con precisión su tela. Se ven ya en estos, algunos de los caracteres
del instinto: es innato, perfecto y especifico, es decir, que surge espontáneamente, sin
previo aprendizaje, en todos los animales de una misma especie y solamente de esa
especie, conduciendo a actos complejos, acabados, perfectos, desde la primera vez que
son realizados. Se observa, no obstante, que esos actos continúan durante toda la vida
del animal sin ningún cambio. Toda esa capacidad de nadar, de construir, de edificar, de
tejer, no sufrió ninguna variación a través del tiempo y el castorcito construye hoy su
madriguera como lo hacían sus ancestros y lo harían sus descendientes, con los mismos
materiales y del mismo modo. De igual manera, las aves construyen sus nidos y las
arañas tejen sus telas desde hace siglos y milenios, sin vacilación alguna, sin progreso, sin
cambio posible. ¡Tan diferente es eso de lo que hacen nuestros nadadores, en los diversos
estilos de natación, nuestros constructores, los ingenieros y los arquitectos! ¡Cuanta
variación a través del tiempo, según las circunstancias los individuos, los medios, las
culturas! ¡Cuantas adaptaciones a los gustos, a los deseos, a los puntos de vista y sobre
todo a los objetivos que se quieren alcanzar! En las construcciones de los hombres hay
inteligencia porque hay actos sujetos a la voluntad y a la libertad, variables de acuerdo
con las circunstancias, que obedecen a razonamientos, a cálculos, a planeamientos. Nada
de eso existe en los actos que emanan del instinto, que son perfectos, siempre los mismos,
sin variaciones, sin progreso, no por eso son menos maravillosos. Es verdaderamente
maravilloso lo que ocurre en el mundo de los insectos, de ciertos Himenópteros, por
ejemplo, de la familia de los Apidos o abejas, al punto de haber merecido una obra
especial al respecto, de la autoríceme de Mauricio Maeterlinck, poeta y dramaturgo belga,
premio Novel de literatura en 1911, pero que también se interesó mucho por las cosas
de la Naturaleza y escribió «La Vida de las Abejas» y además «La Vida de las Hormigas»
y «La Vida de las Termitas». Pero, en la vida misma del ser humano ocurren actos
instintivos tendientes a su conservación y a su procreación.
Citemos tan solo lo que acontece en los primeros tiempos posteriores al nacimiento
cuando, igual que ocurre con las crías de otras especies de animales mamíferos, al ser
llevada a los brazos maternos, la criatura recién nacida comienza inmediatamente a
succionar y absorber así su primer alimento. ¿Pero le faltó aprender a mamar? No, en
realidad ¡la criatura nació sabiendo mamar! Y para ejercer ese acto, que practica de
manera, espontánea y perfecta, reveladora de un conocimiento. Innato, es suficiente
con que esté en contacto con el seno materno, ¡Cuantas consideraciones y elucubraciones
podríamos hacer ahora, acerca de esa manera misteriosa en que Dios conduce a sus
criaturas, de modo que realicen actos espontáneos y perfectos, que son necesarios para
la propia preservación y la de su especie! Pero preferimos citar a Kardec. Dice él en el
ítem 14 del Capitulo III de la «La Génesis»: «Otra hipótesis que, en suma, se conjuga
perfectamente con la idea de la unidad de principio, sobresale del carácter esencialmente
previsor del instinto y concuerda con lo que el Espiritismo enseña en lo referente a las
relaciones del mundo espiritual con el mundo corpóreo.
Se sabe ahora que muchos espíritus liberados del envoltorio carnal tienen la misión
de velar por los encarnados, de los que se constituyen en protectores y guías; que los
envuelven en sus efluvios; que el hombre actúa muchas veces de modo inconsciente por
la acción de esos efluvios.
De igual modo, el instinto, lejos de ser el producto de una inteligencia rudimentaria
e incompleta, lo seria de una inteligencia extraña en la plenitud de su fuerza, inteligencia
protectora que suple la insuficiencia, ya sea de una inteligencia más joven  a la que
aquella compelería a hacer por si misma , o de una inteligencia madura, pero
momentáneamente disminuida en el uso de sus facultades, como se da con el hombre
en la infancia y en los casos de idiotez y de afecciones mentales.
Pero Kardec va más allá y, en el ítem 15 del mismo Capitulo III de la obra citada
dice: «En este orden de ideas se puede todavía ir más lejos. Si observamos los
efectos del instinto notaremos, en primer lugar, una unidad de miras y de conjunto, una
seguridad de resultados, que cesan en cuanto la inteligencia los sustituye… La uniformidad
en lo resultante de las facultades instintivas es un hecho característico, que forzosamente
implica la unidad de causa.
Como en las criaturas, estén encarnadas o no encarnadas, no se nos presentan las
cualidades necesarias a la producción de tal resultado, tenemos que subir más alto, es
decir, al Creador mismo. Si nos atenemos a la explicación dada acerca de la manera en
que se puede concebir la acción providencial (Cáp. II, Nº 24), si nos imaginamos a todos
los seres penetrados del fluido divino, soberanamente inteligente, comprenderemos la
sabiduría previsora y la unidad de miras que preside todos los movimientos instintivos,
que se efectúan para el bien de cada individuo. Tanto más activa es esa protección
cuantos menos recursos tiene el individuo en si mismo y en su inteligencia. Por eso es
que ésta se muestra mayor y más absoluta en los animales y en los seres inferiores, que en
el hombre.
Según esa teoría se comprende por qué el instinto es un guía seguro. El instinto
materno, el más noble de todos, que el materialismo rebaja al nivel de las fuerzas de
atracción de la materia, queda así realzado y ennoblecido. En razón de sus consecuencias
no podía ser entregado a las eventualidades caprichosas de la inteligencia y del libre
albedrío. Por intermedio de la madre, Dios mismo está velando por las criaturas que nacen.
Para finalizar:
«Todas esas maneras de considerar el instinto son forzosamente hipotéticas y ninguna
presenta el carácter seguro de la autenticidad como para ser considerada una solución
definitiva. La cuestión, sin dudas, será resuelta un día cuando se hayan reunido los
elementos de observación que todavía faltan. Hasta entonces tenemos que limitarnos a
someter las diversas opiniones al matiz de la razón y la lógica y esperar que la luz se haga.
La solución que más se aproxime a la verdad será seguramente la que mejor condiga con
los atributos de Dios, es decir, con la bondad suprema y la suprema justicia.

miércoles, 6 de febrero de 2013

EL ALMA

 Hay en el hombre un principio inteligente llamado Alma o Espíritu,
independiente de la materia y que le concede el sentido moral y la facultad de pensar.
Si el pensamiento fuese una propiedad de la materia, se vería a esta pensar; luego, como nadie ha visto jamás a la materia inerte dotada de facultades intelectuales, porque cuando el cuerpo ha muerto ha cesado de pensar, es preciso deducir de todo lo expuesto que el alma es independiente de la materia, y que los órganos materiales no son otra cosa que los instrumentos de que se aprovecha el hombre para manifestar su pensamiento.
Las doctrinas materialistas son incompatibles con la moral y subversivas   del orden social.
Si el pensamiento fuese secretado por el cerebro, como lo es la bilis por el hígado, según pretenden los materialistas, resultaría que, a la muerte del cuerpo, la inteligencia del hombre, lo mismo que todas sus cualidades morales, entrarían de nuevo en la nada; que todos aquellos parientes o amigos que se habría amado, se
hubieran perdido definitivamente; que el hombre de genio no tendría mérito alguno,
puesto que sus eminentes facultades las debería a la casualidad que presidió en su
organización, y que entre el hombre de talento y el imbécil, no habría otra
diferencia que la de tener una masa cerebral mas o menos imperfecta.
Las consecuencias de esta doctrina serían tristísima. No esperándose nada
para después de esta vida, no habría el menor interés en practicar el bien y nada
más natural que procurarse el mayor número posible de goces, aun cuando fuese a
costa de otros. Sería soberanamente ridículo causarse molestia por los demás, y el egoísmo sería el más racional de todos los sentimientos. El hombre verdaderamente desgraciado encontraría excelente remedio en el suicidio, porque lograría el beneficio de abreviar sus padecimientos.
La doctrina materialista es, pues, la sanción del egoísmo, fuente de todos los vicios, la negación de la caridad, manantial de todas las virtudes y base del orden social, y la justificación del suicidio.
 La independencia del alma es probada por el Espiritismo.
La existencia del alma es probada por los actos inteligentes del hombre, que deben reconocer una causa inteligente y no inerte. Su independencia de la materia esta claramente demostrada por los fenómenos espiritistas que la demuestran
obrando por ella misma, y sobre todo, por el experimento durante la vida, que le
permite manifestarse, pensar y obrar ausente del cuerpo.
Puede decirse que así como la química separa los elementos constitutivos del
agua poniendo al descubierto sus propiedades, y puede a voluntad descomponer o rehacer un cuerpo compuesto cualquiera, también el Espiritismo puede aislar los
dos elementos constitutivos del hombre: el Espíritu y la materia, el alma y el cuerpo; separarlos y reunirlos a voluntad, lo cual no permite dudar de su independencia.
 El alma del hombre sobrevive al cuerpo y conserva su individualidad después de la muerte.
Si el alma no sobreviviera al cuerpo, el hombre no tendría delante de si otra perspectiva que el vacío, lo mismo que si la facultad de pensar fuese producto de la materia; si no conservara su individualidad, esto es, si fuese a perderse en el
gran todo, como las gotas del agua en el Océano, sería esto para el hombre el vacío del pensamiento y las consecuencias las mismas que si no tuviera alma.
La vida del alma después de la muerte corporal, queda probada de una
manera irrecusable, y hasta cierto punto palpable, por las comunicaciones
espiritistas. Su individualidad esta demostrada por el carácter y las cualidades propias de cada uno, pues siendo estas cualidades el distintivo de unas almas de otras, constituyen lo que se llama su personalidad; y si fuesen confundidas en un todo común, estas cualidades serian de todo punto uniformes. Además de estas pruebas inteligentes, existe la material de las manifestaciones visibles o apariciones, que son tan frecuentes y auténticas que no es posible dudar de ellas.
 El alma del hombre es feliz o desgraciada después de la muerte, según el bien o el mal que haya hecho durante la vida.
Admitida la existencia de un Dios soberanamente justo, no puede admitirse que las almas tengan reservada una suerte igual. Si la situación futura del criminal y del hombre virtuoso debiera ser idéntica, quedaría excluida la utilidad de obrar
bien; así que, suponer que Dios no establezca diferencia entre el que obra bien o mal, sería negar su justicia. No siendo castigada la maldad ni premiada la virtud durante la peregrinación terrestre, es forzoso creer que la justicia se demostrar mas
tarde, pues de lo contrario, Dios no sería justo. Las penas y goces quedan
probados, además, por las comunicaciones que el hombre puede establecer con
las almas de los que fueron y que describen su estado venturoso o feliz, la clase de
sus goces o sufrimientos, como también la causa de ellos.
 Dios, el alma, la individualidad y vida del alma después de la muerte del
cuerpo, y las penas y recompensas futuras, son los principios fundamentales de
todas las religiones.
El Espiritismo añade a las pruebas morales de estos principios, las pruebas
materiales de los hechos; y la experimentación destruye los sofismas del
materialismo. En presencia de los hechos, la incredulidad no tiene razón de ser; así
es que el Espiritismo devuelve la fe a los que la han perdido y aclara las dudas de
los indecisos.