
amor y paz para ver todo que quiere que hagamos y por eso lo queremos cada vez más.
Por la tarde en el centro de CEADS. Tuvimos unas charlas sobre la prevención del suicidio, que
fueron muy constructivas, para entender todo lo que esta pasando en el mundo.
Expongo un relato de una madre y su hijo. del libro El Cielo y el Infierno de Allan Kardec

Evocación al hijo muchos días después del acontecimiento.
P. ¿Tenéis noticia de la muerte de vuestra madre, quien se ha suicidado,ante la desesperación que le ha causado vuestra muerte?
R. Sí, y si no fuera por la pena que me ha causado su fatal resolución, sería completamente feliz.
¡Pobre y excelente madre! No ha podido soportar la prueba de esta separación momentánea, tomado, para estar reunida con su hijo, a quien amaba tanto, el camino que de él debía
alejarla, ¡ay de mí!, por mucho tiempo. ¡Ha retardado así indefinidamente esta reunión, que habría
sido tan pronta si la sumisión a la voluntad del Señor hubiera llenado su alma y si se hubiese
resignado humilde y arrepentida ante la prueba que debía sufrir y la expiación que iba a purificarla!
¡Orad! ¡Oh! ¡Orad por ella!... y sobre todo, ¡no la imitéis, madres que os enternecéis con el

orgullo. No, no amaba más, pero le ha faltado el valor y la resignación. Madres que me escucháis,
cuando veáis que la agonía cubre los ojos apagados de vuestros hijos, acordaos que, como Cristo,
suben la cima del calvario desde donde deben elevarse a la gloria eterna.
Benjamín C...
Evocación de la madre. R. ¡Quiero ver a mi hijo! ¿Tenéis el poder de devolvérmelo?... ¡Crueles!... ¡Me lo han quitado para llevarlo a la luz y me han dejado en las tinieblas!... ¡Lo quiero, lo quiero... me pertenece!... ¿Acaso no es nada el amor maternal?.. ¡Qué! Haberle llevado nueve meses en mi seno, haber alimentado su carne con mi carne, su sangre con mi sangre. Haber guiado sus primeros pasos. Haberle enseñado a balbucear el nombre sagrado de Dios y el dulce nombre de madre. Haber hecho de él un hombre lleno de actividad, de inteligencia, de honradez, de rectitud, de amor filial y perderle cuando realizaba las esperanzas que de él había concebido, cuando un brillante porvenir se abría ante él. No, Dios no es justo, éste no es el Dios de las madres. No comprende su desesperación y su dolor..., ¡y cuando me entrego a la muerte para no dejar a mi hijo, me es arrebatado de nuevo!... ¡Hijo mío! ¡Hijo mío! ¿Dónde estás?
P. ¡Pobre madre! Participamos de vuestro dolor, pero habéis tomado un triste medio para
estar reunida con vuestro hijo. El suicidio es un crimen a los ojos de Dios, y debierais haber
pensado que castiga toda infracción a sus leyes. La privación de la vista de vuestro hijo es vuestro castigo.
R. No, yo creía que Dios era mejor que los hombres. No creía en su infierno, sino en la
reunión eterna de las almas que se amaron como nos amamos. Me he engañado... ¡Dios no es justo
y bueno, puesto que no ha comprendido la inmensidad de mi dolor y de mi amor!... ¡Oh! ¡Quién me
volverá a mi hijo! ¿Lo he perdido para siempre? ¡Piedad!, ¡piedad, Dios mío!
P. Vamos, serenad vuestra desesperación. Pensad que si hay modo de volver a ver a vuestro
hijo no es blasfemando de Dios como lo lograréis. En vez de ser oída, atraes sobre ti mayor severidad.
R. Me han dicho que no lo volvería a ver. Entendí que lo han llevado al paraíso ¿Y yo estoy en el infierno?..., ¿el infierno de las madres?... Existe, sí, demasiado lo compruebo
P. Vuestro hijo no está perdido para siempre, creedme, lo volveréis a ver, ciertamente, pero
es preciso merecerlo con vuestra sumisión a la voluntad de Dios. Mientras que rebelándoos podéis
retardar este momento indefinidamente. Escucha: Dios es infinitamente bueno, pero es infinitamente justo. No castiga jamás sin causa, y si os ha impuesto grandes dolores en la Tierra, es
porque los habéis merecido. La muerte de vuestro hijo era una prueba para vuestra resignación. Desgraciadamente, habéis sucumbido a ella en vuestra vida, y ahora después de muerta,vuelves a caer ¿Cómo queréis que Dios recompense a sus hijos rebeldes? Pero Él no es inexorable, acoge
con cariño el arrepentimiento del culpable. Si hubieses aceptado sin murmurar y con humildad la prueba que os ha enviado con esa separación momentánea esperado con resignación el momento en que Él te llevase de la Tierra, a vuestra entrada en el mundo en que estáis hubieseis visto de inmediato a tu hijo, quien te habría de tender los brazos. Habríais tenido la alegría de verle radiante
después de ese lapso de ausencia. Lo que hicisteis, y lo que hacéis en este momento, pone entre él
y vos una barrera infranqueable.
No creáis que esté perdido en las profundidades del espacio, no, está más cerca de vos de lo

habéis castigado, reconozco que lo he merecido. Dignaos aceptar mi arrepentimiento y mi sumisión
a vuestra santa voluntad.”
R. ¡Qué luz de esperanza acabáis de hacer brillar en mi alma! Es un resplandor en la noche
que me cerca. Gracias, voy a orar. Adiós.
Hay que tener claro que Dios no castiga a un que en esta historia lo exponga. somos nosotros quien no cumplimos las leyes de la naturaleza y nos exponemos a pagar la deuda.
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