jueves, 21 de julio de 2016

PENSAR Y RECORDAR

PENSAR Y HACER. 
En muchas situaciones vamos a encontrar, en lo más íntimo del hombre, la confusión instaurada entre el pensar y el hacer.
¿Por qué pienso en el bien y no consigo hacerlo? se preguntan algunos. Este es un problema que existe en la humanidad y con índice alto hasta hoy. No obstante, llamamos la atención para otra posibilidad que existe y que se define en la siguiente expresión: "todavía pienso en el mal, pero ya consigo no hacerlo".
Esta etapa transitoria en la evolución humana es muy importante, pues tanto marca el distanciamiento del patrón existente de hacer el mal, como indica el ejercicio de hacer el bien algo tan necesario para el mantenimiento de la salud integral.
Un día conseguiremos no pensar en el mal nunca más, y al contrario, experimentalmente, hacer siempre el bien. Entre el pensar y el hacer humanos, necesitamos acordarnos del ser psíquico que es el hombre. Cuando Jesús dijo que bastaba pensar en algo para realizarlo, se refería a la dimensión psíquica del hombre. Espíritu eterno que es, a la realización energética.
Recordemos que pensar en enfermedad o pensar de forma enfermiza (el pensamiento desequilibrado, en desaliño y malicioso) es ponerse enfermo, es enfermar su cuerpo y contaminar a aquellos que estén cerca, si ellos lo permiten. Pensemos en Bien y hagamos el bien y en el bien viviremos para siempre. nadie, absolutamente nadie, que piense en desear el mal para alguien se verá privado de sufrir la correspondencia de la propia acción.
Con Jesús en nosotros, el Bien está y estará siempre presente en nuestra vida, que se hace con lo que hagamos. ¿Está enfermo? ¿Siente que va a enfermar? "Modificad vuestro pensamiento" nos enseñó Jesús. Porque, si no, despues... no se queje de la inyección que se verá obligado a tomar.¡ Sabe Dios por cuánto tiempo!
RECORDATORIOS. No hay mucho más que decir , solo recuerda:
1...No pierda el tiempo en su día a día, pues una hora perdida es una hora irrecuperable.
2...Perdone mientras haya tiempo, pues después puede doler más. Los malos sentimientos hacen daño al Espíritu
3...Trabaje mientras haya tiempo, pues siempre hay tiempo para hacer el bien. El bien es tiempo presente.
4...Apártese de los vicios y tendrá más calidad de vivir y servir, pues guardar lo que no sirve es invertir en el mal que nos aniquila.
5...Sea usted mismo, pues reconocer nuestras limitaciones es saludable y nos calma el alma. Tan sólo no use esta expresión por orgullo e insensatez.
6...Deje de disculparse, pues quien quiere cambiar no se disculpa, simplemente, el cambio debe nacer en usted.
7...Revise sus objetivos de vivir y cuando perciba que se está apartando de ellos, no pierda tiempo, vuelva a la ruta correcta y será feliz.
8...Deje de insultar, pues si en un niño es feo, en un adulto es insoportable e indica inferioridad. La palabra debe ser utilizada siempre para construir.
9... Cuidado con la cabeza, pues existen ladrones de varios tipos. Querer lo que es de otro es una forma de negación de sí mismo.
10... Tenga siempre templanza, calma y esperanza y no le faltarán condiciones para servir y amar. El equilibrio es necesario para el buen hacer.
Este no es un decálogo, aunque sean diez recordatorios amigos que le dedico, amigo/amiga que busca aprender hacerlo bien. Que Dios nos ilumine y Jesús nuestro Modelo guié siempre nuestros pasos
este texto esta dictado por el Espíritu Dr. Hans mi felicitaciones Dr Hans eres maravilloso.

miércoles, 6 de julio de 2016

VIDA DE JESÚS DICTADA POR EL MISMO XVI 4ª PARTE

Sigo con la vida de Jesús es tan interesante, que no puedo dejar de contarla gracias amigo Jesús por esta vida tan maravillosa.
Cafarnaúm, demuestran mi conocimiento en la ciencia divina, puesto que me dirigía a hombres capaces de comprenderme. Estos hombres, desgraciadamente, eran tímidos aliados o déspotas depravados, y los primeros no me podían sostener sino con la ayuda del pueblo. Apoyarme en el pueblo hubiera sido, tengo de ello la convicción hoy, crearme seguridades durante el tiempo necesario para la fundación de mi gloria humana como Mesías y revelador de la ley universal.
Cometí un gran error al alejarme de Jerusalén, y de este error dimanan las supersticiones que han mantenido alejados a los espíritus, del propósito latente de todas las humillaciones, la adoración de un solo Dios, el amor fraterno y el progreso en la adoración y en el amor.
De las enseñanzas de Jesús en esa época, deducimos que el pensamiento que dominaba en ellas, destruía desde la cima hasta la base, los preceptos de la antigua ley para reemplazarlos con los de la nueva. Se pronunciaron entonces estas palabras:
La luz viene de Dios y yo soy la luz. Dios ha puesto en mí todas sus esperanzas, en el sentido de que la verdad se hiciera evidente para vosotros. Felices los que comprenderán la verdad. El hombre no sería hombre, si no hubiera aprendido algo antes de nacer. Haceos sabios para descubrir lo que ha
precedido a vuestra actual existencia. El porvenir os será revelado por el conocimiento que adquiráis de vuestro pasado.
Creed en la purificación por medio de las pruebas y jamás dudéis de la misericordia divina, pero retened bien esto: La purificación se opera lentamente y la misericordia divina no podría contrariar la ley de la organización y de la desorganización.
Observad mi ley. Ésta dice: Orad en secreto, perdonad a vuestros enemigos y ayudad a vuestros hermanos.
Os lo repetiré siempre: El que abandona al pobre será a su vez abandonado. Al que mata se le matará, el que maldiga será maldito. Este es un secreto divino que se explica no en una vida sino en muchas.
Defendeos en contra de las supersticiones inferiores de la niñez de los pueblos, que asemejan a Dios con los miembros de la humanidad, y adorad a vuestro Padre, sin pedirle que altere cosa alguna de sus designios.
Los hombres de buena voluntad levantarán un templo a Dios y el reinado de Dios se establecerá sobre la Tierra. Os lo digo: muchos de entre vosotros verán el reino de Dios, mas comprended bien mis palabras; estas palabras son de todo tiempo, porque el espíritu es inmortal, la vida sucede a la muerte, la luz disipa las tinieblas, y el santo nombre de Dios será bendecido por toda la Tierra.
Alejaos de los falsos profetas. Los reconoceréis fácilmente. Ellos anuncian  siempre el hambre, la peste y todos los flagelos. Invocan la cólera de Dios sobre los que han prevaricado y sobre los hombres que investigan los designios de ellos para dar a conocer su picardía. Afirman que Dios protege su poder y afectan grandes apariencias de virtud, mientras su corazón se encuentra sobrecargado de odios.
Ahora os lo digo: Dios no tiene sino amor para sus criaturas. Él las castiga sin enojo y para llevarlas hacia el arrepentimiento. Todos recogen en un tiempo lo que han sembrado en otro. Todos deben cuidar los sembrados, para que el buen grano no se vea sofocado por la mala yerba. Seguid la ley de amor y Dios hablará a vuestros espíritus y os mandará mensajeros de su amor. La gracia de Dios es obra de Justicia.
Felices los que desean la gracia y sabrán merecerla. La verdad les será revelada y ellos la desparramarán para confundir a los malos y a los hipócritas, para instruir a los ignorantes, para consolar a los pobres y a los pecadores, para facilitarles a los justos los medios para fundar el reino de Dios sobre la Tierra.
La verdad se recomienda por sí misma, desde que habla en nombre de la razón, de la igualdad, de la fraternidad, de la inmortalidad, puesto que demuestra la felicidad futura, apoyando sus demostraciones sobre la justicia, sobre el amor y sobre la sabiduría del Creador; puesto que ella desliga la justicia de Dios de las feroces venganzas, el amor de Dios de las debilidades de las predilecciones, la sabiduría de Dios de las indecisiones y cambios de la voluntad.
Hermanos míos, estas instrucciones, todas ellas llenas de la llama divina, estas expansiones de un espíritu penetrado de las grandezas espirituales, tenían que resultar bastante incomprensibles para muchos hombres, mas estos hombres comprendían la oposición que yo les hacía a todos los abusos de autoridad, y me amaban por ello; mas estos hombres decían que yo era el Mesías anunciado por los
Profetas y creían en mí. Si yo hubiera consentido dejarme rodear y defender y no obstante en mis triunfos populares hubiese permanecido dueño de mí mismo, mi muerte, inevitable resultado de la volubilidad de las opiniones humanas, hubiera sido la consagración de la alianza de los mundos y de los espíritus.
En los preparativos de mi alma para sufrir esta muerte, tuvieron lugar grandes luchas en mí. ¿Debía yo revelar públicamente mi ciencia o dejar a mis fieles el cuidado de divulgarla? El silencio que guardé me acusa de una culpa no menos grave que la de haber abandonado Jerusalén cuando era necesario el permanecer en ella.
Yo debía grabar mi semblante de Mesías sobre el porvenir, llenando de espanto a mis verdugos, con palabras que ellos hubieran sido impotentes para corromper. Ellos, lo mismo que los propagadores de mi origen celeste, no habrían podido demoler un conjunto de principios, desligados por mí de los errores de las primeras apreciaciones, y de las contradicciones establecidas dentro del propósito
de la seguridad necesaria.
Dediquemos, hermanos míos, una atención seria a las faltas de Jesús. Ellas dan la medida de las concepciones del espíritu espiritualizado, pero circunscripto por las enfermedades humanas; ponen en luz la Justicia Eterna que concede al misionero la libre dirección de su tarea: prueba la ceguera de la clarividencia, la debilidad de la fuerza, la decadencia de la superioridad, por efecto de dos naturalezas opuestas en el mismo Ser. Jesús arrastró el peso de estas dos naturalezas y si alguna vez sucumbió bajo la presión de corrientes opuestas, siempre se levantó después de la caída, fortalecido por el presentimiento de su gloria cercana.
En Cafarnaúm y sus alrededores, tantas veces recorridos por mí, mis enseñanzas, se habían colocado al nivel de las personas a quienes me dirigía. Empecé en un principio con máximas aisladas y con consejos aplicables a todas las situaciones morales y a todos los sufrimientos físicos. Nadie en Galilea se ocupaba de la medicina propiamente dicha, pero todos los hombres que querían estar en auge con el pueblo, debían establecer su superioridad sobre el mismo con demostraciones
ostensibles de alguna ciencia, y el arte de curar era lo que excitaba en el más alto grado la emoción popular.
La naturaleza me ofrecía en abundancia, en esos campos, plantas preciosas, y guiado por algunos estudios anteriores, obtuve éxitos, que más tarde, se tomaron como milagros y exorcismos. Con mis discípulos emprendí giras en los alrededores de Cafarnaúm. Visité sinagogas, estudié los alcances intelectuales del pueblo e hice uso, para hacerme querer, de una dulzura familiar, que me empujaba tanto hacia las fiestas como hacia la búsqueda de enfermos y de gente abandonada.
Mis parábolas se inspiraban en las mismas pasiones de mis oyentes, mediante un estilo imaginativo y breves comparaciones. Mis descripciones de los tormentos del infierno, mis éxtasis por las bellezas del cielo, los exaltaba, y me creían entonces cuando les decía.
Los que me amen me seguirán y yo los llevaré a la verdadera vida. Yo soy el buen pastor. Cuando el buen pastor percibe que un cordero se ha extraviado, deja por un momento a los otros corderos para descubrir al perdido, y lo devuelve al corral.
Pedid y se os dará. Llamad y se os abrirá. Yo soy el distribuidor de las esperanzas y de los consuelos.
Yo mezclaba a menudo lo que se encuentra entre líneas en la Doctrina pura con los dogmas ortodoxos; pero en las instrucciones más íntimas libraba la Doctrina de las obscuridades de que la veía rodeada. El anuncio del reino de Dios volvió entonces a figurar a menudo en mis discursos y recalqué con energía las siguientes palabras.
Muchos entre vosotros verán el reino de Dios.  Lo repito, hermanos míos:
El reino de Dios se establecerá sobre la Tierra y muchos de vosotros verán el reino de Dios.
¿Por qué dieron a mis palabras un significado absurdo? Para descubrirme en el error ante la presente generación y ante la posteridad. Mas encontrándose ya claramente definida ahora mi doctrina, ¡haced lugar a los hombres de buena voluntad, vosotros hombres intrigantes, hombres de mala fe! ¡Haced lugar a la verdad, ella volverá a traer a la Tierra el reinado de Dios!.
Hermanos míos, os bendigo.
Hermanos míos, el límite que he fijado a este trabajo me obligará al silencio si alguno de vosotros tuviera el deseo de mayores aclaraciones o de una nueva confirmación de los hechos que os he referido. En segundo lugar, el curso de los acontecimientos hasta el final de este libro, me dará motivos para numerosas digresiones con respecto del asunto que en él se desenvuelve. Nosotros limpiaremos el camino y ablandaremos el terreno; sembraremos por Dios. Edificaremos la casa de
nuestros hijos en la luz y acumularemos riquezas para ellos, derramando tesoros divinos sobre las riquezas humanas. Revelémonos tanto por la sencillez de nuestro estilo, como por el ardor de nuestro amor. Expliquemos nuestra defensa delante de los hombres que nos acusan, nuestra fuerza delante de los que nos niegan, nuestra afectuosa piedad ante los que deforman nuestra personalidad. Digámosles a todos, infelices o culpables, ignorantes o malvados.
Acercaos, amigos míos, os daré la felicidad de creer en Dios nuestro Padre, principio y adorable fin de la creación, alianza y movimiento de las invisibles armonías e inconmensurables grandezas del Universo. Os demostraré la superioridad gradual y la afinidad de los espíritus entre ellos, la diversidad de los elementos, y la superioridad absoluta de la dirección de los globos planetarios, de los fosforescentes astros errantes, de las reconstituciones luminosas, del decrecimiento y de la regeneración de los mundos.
Os enseñaré la vida espiritual en la materia y fuera de la materia, os referiré mis dudas, mi esperanzas, mis faltas, mi glorioso coronamiento, el martirio de mi alma, el triunfo de mi espíritu, las luchas de mi naturaleza carnal con las aspiraciones de mi pensamiento, la tendencia humana ardiendo en mi corazón, completamente lleno de los deseos de una pureza inmortal. Os describiré a Jesús como el más adelantado de los Mesías venidos a la Tierra y haré resplandecer la casa de Dios,
libre de toda superstición hija de las criaturas; os volveré al sentimiento del deber y os convenceré de la felicidad que les espera a los fuertes, humildes y devotos observadores de las leyes de Dios.
¡Al oír mi voz, sed consolados vosotros que lloráis, y caminad bajo mi tierna protección, oh, vosotros que gemís en el aislamiento y en la ingratitud, en el abandono y en la injusticia, en el agotamiento de las fuerzas físicas y en las amargas sensaciones del recuerdo y del remordimiento!. Yo quiero agotar toda creencia en lo maravilloso, haciéndome conocer tal cual soy y afirmando la gracia como un efecto de la justicia divina.
La gracia es el beneficio de la fuerza; la fuerza resulta del progreso del espíritu, y todos los espíritus se elevan mediante las pruebas de la vida carnal, cuando comprenden sus enseñanzas. Jesús, desde la felicidad espiritual, hacia la cual lo llevaron los oprobios humanos, tuvo que preparar sus derechos a una gloria cada vez más luminosa, así les sucederá a todos los que llegan al desarrollo de las fuerzas
por medio de la voluntad.
Hasta el próximo, capitulo de esta interesante vida.