
Los cuadros sublimes o terribles en el plano externo, corresponden, de algún modo, a nuestra expectativa pero los fenómenos morales dentro de nosotros mismos, son siempre fuertes e inesperados.
Antes del tránsito, todo me parecía infinitamente simple.
La muerte, creía, vendría a ser una mera liberación del Espíritu, y nada más. Nuestra alma se dirigiría a esferas en las que sería juzgada, de donde volvería a reencarnar, en caso de no ser transferida a los Mundos Felices.
Comprendo hoy que aceptar esta fórmula sería lo mismo que menoscabar la existencia humana, declarando que el hombre apenas renacerá en la Tierra, respirará entre las criaturas, y, seguidamente, se libertará del cuerpo de densa condensación flúidica. ¡Cuántos conflictos, no obstante, entre la llegada y la disgregación del vehículo carnal! ¡Cuántas lecciones entre la infancia y el declinar de las fuerzas físicas!
Reconozco ahora, que las dificultades no son menores para el alma liberada, de lo que son los pesados fardos del plano material. Entre el acto de perder el cuerpo físico y la iniciación de la reencarnación o de la elevación, tenemos el tiempo, y el contenido de ese tiempo reside en nosotros mismos. ¡Cuántos óbices a vencer! ¡Cuántos enigmas a solucionar!

Llega, entonces, el momento en que la muerte nos reconduce a la intimidad del hogar interior. Y si no hubo de nuestra parte la preocupación de construir, ahí dentro, un santuario para las determinaciones divinas, ¿cuántos días no emplearemos en la limpieza, en el reajuste y en la iluminación?
¡Oh, mis amigos del Espiritismo que tanto amo!
Es para vosotros miembros de la gran familia que tanto deseo servir que dicté estas páginas, sin la presunción de convencer. ¡No se crean a tono con la Ley, por haber atendido a pequeños deberes de solidaridad humana; ni se supongan preparados para alcanzar el paraíso, por haber recibido la manifiesta protección de un ser espiritual! ¡Ayúdense a sí mismos en el desempeño de las obligaciones evangélicas! Espiritismo no es solamente la gracia recibida; es también la necesidad de espiritualizarnos para alcanzar las esferas superiores. Les hablo hoy con experiencia más amplia.

Agradezco, sensibilizado, la colaboración de los espíritus de Emmanuel y de André Luiz, en los registros humildes de mi renovación espiritual, en estas páginas que dedico a mis hermanos de ideal y de servicio.
Y pidiendo a Jesús que nos fortalezca a todos en la tarea que nos ha sido encomendada, a fin de que podamos entendernos, ruego también ayuda para mí mismo, a fin de que la Luz Divina me ilumine y auxilie en el nuevo camino de trabajo y de elevación, porque, si la experiencia carnal culmina y pasa, la vida prosigue y la lucha continúa.
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