domingo, 29 de marzo de 2015

VIDA DE JESÚS CONTADA POR EL MISMO Capitulo XI 4ª Parte

El hombre vuelve a nacer hasta tanto no consiga libertarse de la esclavitud de la materia por la abundancia de los deseos espirituales. Creed y seréis fuertes para las luchas del espíritu con la materia
Hermanos míos, las predicaciones de Jesús provocan dudas por las contradicciones que encuentra en ellas el observador y él se convierte en un personaje oscuro, cuyos actos participan de lo humano y de lo divino al mismo tiempo.
Deseo establecer mi personalidad sobre la Tierra de manera que no deje la menor debilidad de espíritu referente a mi doctrina y a mi naturaleza. Voy a dar el resumen sucinto de mis enseñanzas para liberar mi persona de esa falsa luz en medio de la que mantienen los idólatras y los malintencionados. Escuchad pues, todavía a Jesús y esta vez que sea sobre la montaña, como cuando, solo con Pedro, Juan y Mateo, explicó las manifestaciones de los espíritus de la Tierra, mediante la
atracción del alma y del poder de la voluntad. En esas breves enseñanzas Jesús les indicó a sus apóstoles el medio de establecer correspondencia con los espíritus libres de la envoltura corporal, y los inició en la felicidad de experimentar el contacto divino, adorando el fuego de la vida y pidiéndole la libertad, más allá de los horizontes humanos. Los invita como a un banquete fraternal con los espíritus que vivieron en la Tierra y que le dirigen ahora una mirada de conmiseración.
Elías, Elías, grita él, yo te llamo y espero la prueba de tu presencia. Honor a ti, Elías y que Dios nos permita comunicarnos aquí contigo, en esta soledad para efectuar la alianza de nuestros espíritus y de la emanación de nuestros deseos.
Durante el éxtasis en que cayó mi alma, parecía que rayos de luz me rodearan y me confundieran con el tinte de fuego de las nubes doradas y purpúreas que se cernían sobre nuestras cabezas y la alegría que inundaba mi semblante se comunicó a los apóstoles, que exclamaron:
¡Elías está entre nosotros, el Señor nos lo ha mandado, sea bendecido su santo nombre!.
Al decir esto cayeron de rodillas, con la cara hacia el suelo, dominados por una mezcla de miedo y de adoración, de cuyo estado los saqué con estas palabras: Levantaos amigos míos y honrad la gracia como los espíritus fuertes. La Justicia de Dios os ha elevado por encima de los demás hombres, para
daros la virtud de instruirlos y de consolarlos. Nada digáis por ahora respecto a lo que habéis visto, pocos os creerán y muchos se burlarán y os insultarán, mas hacedles comprender a todos que el fervor atrae la gracia y que la fe levanta la voluntad.
Jesús se dispuso enseguida para el Sermón de la Montaña en medio de una compacta muchedumbre.
Él se sentó y sus discípulos, sentados como él, lo defendían en contra de los manifestantes, demasiado entusiastas. Las mujeres y los niños buscaron los primeros puestos y la palabra del
Maestro los autoriza a tomarlos. Los hombres de pie dominaban el centro de la asamblea, de manera que las palabras tenían que llegar a todos y el orden se demostraba como en una casa ordenada, que se prepara para recibir huéspedes muy esperados. La tarde era deliciosa, los semblantes se veían iluminados por los últimos rayos resplandecientes, los pechos se ensancharon con las primeras brisas de la noche y las emanaciones de la florida naturaleza aumentaban los atractivos de aquella reunión.
Jesús estaba sonriente, sus miradas reposaban sobre miradas amigas, su palabra empezó ensayándose en introducir entre los oyentes, ideas de consuelo y de esperanza, recorriendo con el pensamiento el vasto campo de los favores divinos y de los deberes del hombre. Amaos los unos a los otros y mi Padre os amará. Pedid a Dios lo que os haga falta y no dejéis jamás entibiar vuestra confianza.
Aproximaos al que sufre y no le digáis que merece sus sufrimientos, procurad en cambio aliviarlo. La verdadera caridad no mira hacia el pasado, fijándose tan sólo en el presente. Cerrad vuestra alma a la tristeza, y por grande que sea el rigor de vuestros enemigos, pensad en la recompensa que se os ha prometido si fuereis pacientes y misericordiosos. La Tierra es un lugar de destierro para los que tienen derecho a una posición mejor; la Tierra es un lugar de purificación para la mayor parte, mas todos deben ayudarse para conocer el patrocinio de la fraternidad y el principio del amor
universal. La libertad de muchos tiene lugar mediante el amor; el egoísta será castigado, y mucho se le perdonará al que mucho haya amado. Honrad la virtud, desenmascarad el vicio, mas perdonad a los que os hayan ofendido, para que a vosotros también se os perdone en la vida futura. No envidiéis el puesto de honor. Los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros en la casa de mi Padre; quien quiera que se ensalce será humillado y tan sólo el humilde se verá glorificado. Id a la casa del pobre y abrazadlo como a vuestro hermano. Desdeñad las distinciones de las riquezas y mostraos superiores a la mala fortuna. Empequeñeceos para hacer sobresalir a los demás, pero no imitéis a los hipócritas, que buscan los elogios con las apariencias de la modestia. Felices los que lloran a causa de las injusticias de los hombres, porque la Justicia de Dios los hará resplandecer.
Felices los que tienen el deseo de la vida eterna, porque ella los iluminará desde ahora. Felices los que tienen hambre y sed, porque ellos serán saciados.
Felices los que comprenden y practican la palabra de Dios. Aprended, amigos míos, a soportar la adversidad con coraje. Dios es la fuente de las alegrías del alma y el alma se eleva con las privaciones de los bienes temporales, buscando los dones de Dios con el desprendimiento de las ambiciones
terrestres. Facilitad los dones de Dios con el desprendimiento de las ambiciones y orad con un corazón devorado por los deseos espirituales. Vuestro Padre que está en los cielos se encuentra también entre vosotros, escucha vuestra oración y acogerá vuestro pedido si él está de acuerdo con lo que debéis a Dios y a los hombres. Yo os lo digo, ni siquiera un cabello cae de vuestras cabezas sin la voluntad del Padre Celeste, y la Divina Providencia que alimenta las avecillas, jamás os abandonará, si tenéis fe y amor. Os lo vuelvo a decir. El poder de Dios se manifiesta en las cosas más pequeñas, como en las más grandes, y su mirada penetra vuestro pensamiento en el mismo momento que recorre la inmensidad de la Creación.
La palabra de Dios será desparramada sobre toda la Tierra. Los que la busquen la encontrarán, porque la Tierra está destinada a progresar por medio de la palabra de Dios, a la que todos tienen derecho.
Id pues, mis fieles, dirigíos a la yerba en flor. Paced mis corderos. La yerba volverá a florecer eternamente, por cuanto la ley de Dios dice que el espíritu es inmortal.
La presente generación será la luz para la que le siga. Los hombres de este tiempo verán el reino de Dios, porque el hombre tiene que renacer y la Tierra debe recibir aún la semilla de la palabra de Dios.
Honrad mis demostraciones, llevando a la práctica lo que os digo y no preguntándome cosas que vosotros no podéis comprender.  Permaneced prendidos con firmeza de estos dos mandamientos: El amor hacia Dios y el amor hacia los hombres. En ello se encuentra toda la ley y todos los
profetas. Hermanos míos, la doctrina de Jesús es hoy la misma que predicó en la montaña. Todos los que no ponen en práctica el amor y la fraternidad, no son discípulos del Mesías. Acostumbraos a comprender la extensión y la aplicación de la fe, del amor, de la solidaridad, de la justicia y de la dulzura, para que la gracia de las emanaciones espirituales descienda sobre vosotros. Hombres de todas las religiones humanas, de todos los pueblos, de todas las clases, vosotros sois todos hijos de una sola patria y la leche de un mismo seno debe amamantaros a todos.
Hombres de todas las religiones, de todos los pueblos, de todas las clases, vosotros sois todos hermanos, y los más ricos en bienes temporales, los más sanos de cuerpo y de espíritu. Los más iluminados deben albergar a los pobres, curar a los enfermos, sostener a los débiles, e instruir a los ignorantes. Iniciaos los unos a los otros en los conocimientos de la igualdad primitiva y de la igualdad futura, que proporciona al espíritu el sentimiento de humildad y la conciencia respecto a sus propias fuerzas para sufrir los efectos de una desigualdad pasajera y para no enorgullecerse de un encumbramiento también pasajero. Adorad a Dios en espíritu y en verdad. Pedid y se os dará; llamad y se os abrirá. Luchad en contra de las emanaciones groseras. Libertad vuestra alma de las pasiones humanas y aguardad el porvenir; él está lleno de promesas.
Entregad a la ciencia de Dios la aplicación de vuestros espíritus. Aprended la palabra de vida y enjugad las lágrimas con esa palabra. Desprendeos de todo rigor y aún de la frialdad en vuestras demostraciones, aproximándoos a todo infortunio, cualquiera que sea su origen y atraed hacia vosotros, tanto la confianza del delincuente como la curiosidad del malvado y la gratitud del afligido.
Calmad los clamores de vuestra conciencia con la reparación del fraude y de la injuria. Esperad el perdón de Dios purificándoos con el arrepentimiento.
Elevaos marchando por el sendero de la virtud, vosotros que habéis desechado los hábitos del hombre viejo, aproximaos a la luz, vosotros que habéis comprendido el vacío que el espíritu encuentra en medio de sus errores. Aliaos conmigo vosotros que sentís que soy yo quien os habla aquí. Marchemos hacia la gloria de haber fundado la religión universal sobre la Tierra y de haber hecho penetrar en el espíritu humano el desprecio hacia la muerte corporal, con la esperanza divina de los bienes eternos. Honremos, hermanos míos, el fin de este discurso con una invocación de nuestros espíritus al Espíritu Creador y detengámonos en el recogimiento y en la adoración de nuestras almas. Dios nos bendecirá juntos si os eleváis a las alturas de la gracia y si ponéis fe en mis palabras; Dios os dará fuerzas si oráis con fervor y si practicáis el amor.
¡Dios del Universo, Padre nuestro misericordioso y todopoderoso, haz descender la luz de tus miradas sobre tus hijos. Haz descender sobre sus espíritus la gloria, la grandeza, las perfecciones de tu naturaleza para que ellos se inclinen ante tus decretos y gocen de la esperanza en medio de las pruebas y de los dolores humanos. A todos proporcionales la tranquilidad y el perdón. Prodígales a todos la abundancia de los consuelos! ¡Que tu Justicia ilumine de más en más el don de las alianzas fraternas y que tu misericordia baje a socorrer a los desviados!.
¡Avergoncémonos de la idolatría! Nosotros queremos adorar un solo Dios.
¡Avergoncémonos del egoísmo! Nosotros queremos sacrificarnos cada uno para todos y todos para con el deber.
¡Avergoncémonos de nuestro apego a los bienes perecederos! Queremos vivir en el cumplimiento de la justicia y amontonando tesoros para la vida futura.
¡Avergoncémonos del ocio! Nosotros queremos amarnos, ayudarnos y respetar las obras de Dios.
¡Hagámonos fuertes en contra de los instintos de la animalidad! Vivamos sobriamente en el seno de las riquezas de Dios y honradamente en el amor dictado por la naturaleza material.
¡Llevémonos en contra de la servidumbre del pensamiento y de la esclavitud del espíritu! Queremos luchar a favor de la emancipación y del progreso, a favor de la alianza universal de los pueblos y de la marcha de la humanidad hacia Dios.
¡Haz, pues, oh Señor, que el poder de tus espíritus de luz baje hacia nosotros!


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