hombre, que ocurrirá luego de incontables reencarnaciones; en una sola existencias en
totalmente imposible tal aprendizaje.
Por otro lado, no es suficiente con que solamente nos informemos respecto a la
Ley Divina. Es necesario que la comprendamos en su verdadero sentido para que
podamos cumplirla. Todos pueden conocerla, pero no todos la comprenden. Los
hombres de bien y los que se deciden a investigarla son los que mejor la comprenden.
No obstante, todos llegarán a comprenderla algún día, porque es forzoso que el progreso
se efectúe.
La justicia de las diversas encarnaciones del hombre es una consecuencia de este
principio, puesto que en cada nueva existencia su inteligencia se encuentra más desarrollada
y comprende mejor qué es el bien y qué es el mal.
La verdad , para que sea útil, precisa ser revelada de conformidad con el
grado de entendimiento de cada uno de nosotros. De ahí que no haya sido puesta
siempre al alcance de todos, igualmente dosificada.
Kardec, instruido por las Voces de lo Alto, nos dice que en todas las épocas y en
todas las latitudes de la Tierra, siempre ha habido hombres de bien (profetas) inspirados
por Dios para contribuir a la marcha evolutiva de la humanidad.
Los «profetas, legisladores y sabios han sido los maleables instrumentos de los que
se sirvió al Padre Amantísimo a través de los tiempos, a fin de que el hombre dentro del
ergástulo del cuerpo, pudiera encontrar el rumbo seguro para alcanzar el reino venturoso
que lo espera.
Sin embargo, entre todos, Jesús fue el prototipo de la misericordia divina, «el tipo
más perfecto que Dios haya ofrecido al hombre, para que le sirviera de guía y modelo.
Modelo para ser imitado, que enseñó mediante el ejemplo y el sacrificio, que selló
con un testimonio supremo la excelencia de su amorosa condición mesiánica, a través
de la entrega de su vida, para incitarnos a incorporar a la actividad cotidiana de la
existencia, la incuestionable lección de la ofrenda santificante de sí mismo.
Síntesis del asunto
Las Leyes Morales
Estos profetas, sabios y legisladores que Dios envió (y envía) a la Tierra «son
Espíritus, que encarnan con el fin de hacer progresar a la humanidad». Son
Espíritus misioneros que pueden llegar a dejar de cumplir con su cometido por fuerza
de la influencia de la materia; sin embargo, como en definitiva eran hombres
geniales, aun entre los errores que enseñaron muchas veces se encuentran grandes
verdades». No obstante, vale la pena tener en cuenta que las grandes misiones
son confiadas a Espíritus para los cuales la posibilidad de fallar es muy reducida. Son
Espíritus que ya poseen un cierto bagaje espiritual, que han vivido innumerables
experiencias y que, al comprometerse con una cierta tarea, para ella se preparan
concienzudamente, antes de sumergirse en la existencia corporal. Por eso, para
esas misiones siempre son escogidos Espíritus ya adelantados, que cumplieron con
sus pruebas en otras existencias, visto que si no fueran superiores al medio en el que
saben actuar, su acción resultaría nula.
Siendo así, llegamos a la conclusión de que el verdadero misionero de Dios tiene
que justificar por su superioridad, por sus virtudes, por su grandeza, por el resultado y
por la influencia moralizadora de sus obras, la misión de la que dice ser portador.
Sacad también esta otra conclusión: si por su carácter, virtudes o inteligencia se
muestra por debajo del papel con que se presenta o del personaje bajo cuyo nombre
se coloca, no es más que un histrión de baja condición, que ni siquiera sabe imitar
el modelo que eligió.
Otra consideración más: los verdaderos misioneros de Dios ignoran su condición,
en su mayor parte; desempeñan la misión a la que fueron llamados impulsados por el
genio que poseen, secundados por el poder oculto que los inspira y dirige sin que lo
sepan, pero sin tener un designio premeditado. En una palabra: los verdaderos profetas
se revelan por sus actos, son descubiertos por los demás, al paso que los falsos
profetas se consideran ellos mismos enviados de Dios. Los primeros son humildes y
modestos; los segundos, orgullosos y llenos de sí mismos, hablan con altivez y como
todos los mendaces parecen siempre temerosos de que no se les crea.
Las leyes morales son una subdivisión de la Ley Divina o Natural. «Son de
todos los tiempos, las leyes morales de la vida que ha establecido el Padre Supremo.
Invariables, constituyen el rumbo de la felicidad en la senda evolutiva, se van
imponiendo paulatinamente a la inteligencia humana, encontrándose establecidas en
las bases de la armonía perfecta en que se equilibra la Creación.
Las leyes morales que expresa la Codificación Kardeciana, son las siguientes:
Leyes de adoración, trabajo, reproducción, conservación, destrucción, sociedad, progreso,igualdad, libertad y por fin la de justicia amor y caridad. L
No hay comentarios:
Publicar un comentario