lunes, 27 de febrero de 2012

DE LA INFANCIA

El Espíritu de un niño puede ser incluso más evolucionado que el de un adulto, a
pesar de que su inteligencia no se manifieste plenamente, porque su organismo físico
todavía no está suficientemente desarrollado.
El estado de turbación por el que pasa el Espíritu, en el acto de la encarnación, sólo de a poco va cediendo, hasta disiparse totalmente con el pleno desarrollo de los órganos.
La infancia es una fase de adaptación muy necesaria para el espíritu que encarna.
No transcurre de la misma forma en los diferentes mundos; en los más adelantados es menos ruda. Recién salido del mundo espiritual, donde gozaba de mayor libertad y disponía de
mayores recursos, el Espíritu se ve en dificultades para expresar sus pensamientos y manifestar sus sensaciones, en pleno ejercicio de sus reales facultades.
En esa fase en que el Espíritu se ve limitado en su libertad, la infancia es una
demostración de la misericordia de Dios, que le propicia una doble ventaja:
primero, el Espíritu gana el tiempo indispensable, a fin de prepararse para las
futuras difíciles tareas de la nueva existencia que recorrerá;
segundo, por la fase que atraviesa - común a todos los niños, es decir, de simplicidad y de inocencia - despertará en los padres y en aquellos con quienes conviva, mucha simpatía, interés y buena voluntad, lo que le facilitará mucho el desempeño de actividades.
Sabemos, así mismo, que cada niño revelará más tarde todas sus tendencias y fallos
morales, de acuerdo con su adelantamiento espiritual y que el niño rebelde se
mantiene ignorante e imperfecto sin embargo, su aprovechamiento depende
de su mayor o menor docilidad. Al reencarnar con la forma inicial de un niño el Espíritu, durante ese período, es más accesible a las impresiones que recibe, capaces de favorecer su adelanto, al que deben contribuir los encargados de su educación. Como niño el espíritu, pues, viste temporariamente la túnica de la inocencia. Fue por eso que Jesús destacó ese estado de pureza y de simplicidad de la infancia, remarcando su importancia y haciendo ver que lo ideal sería que el alma permaneciera siempre con tales disposiciones a lo largo de toda su vida.
Y Jesús, llamando a un niño, lo colocó en medio de ellos, y dijo: En verdad os digo que si no os convirtierais y si no llegarais a ser como niños, de ningún modo entraréis en el reino de los Cielo.
El canalla más frío habrá de recordar un día que ha sido niño, de apariencia inocente y pura y pensará que mucho le hubiera valido haber continuado cultivando tales virtudes.
información recogida del libro de los espíritus y el evangelio según el espiritismo
POR AMOR AL NIÑO
Nosotros que tantas veces rogamos socorro a la Providencia Divina, ¡oremos al corazón de la Mujer, suplicando por los hijitos de las otras! Pidamos a las labradoras del bien por los niños desamparados, ¡flores humanas azotadas por el viento de infortunio, en las promesas del amanecer!
Por los niños que fueron abandonados en los callejones de nadie;
por los que deambulan sin dirección, atemorizados en las tinieblas nocturnas;
por los que chupan sus propios dedos mientras contemplan a través de vidrieras
fastuosas, la comida sobrante desperdiciada;
por los que nunca vieron la luz de la escuela;
por los que duermen, a los sobresaltos, en las fauces oscuras de un albañal
por los que fueron relegados a la protección del lodo y se transforman en cobayos
de gusanos destructores; por los que la tuberculosis espía, ensaña, a través de los harapos con que se cubren; por los que jamás oyeron una voz que los bendijera y se consideran malditos por el destino por los que fueron adoptados por falsa ternura y son mantenidos en casas nobles como bestezuelas, constantemente golpeadas por la vara de la injuria; y por aquellos otros que cayeron, desorientados en las celadas del delito y son entregados al vicio y a la indiferencia, ¡entre el cautiverio y los castigos de la cárcel! ¡Madres de la Tierra, mientras os regocijáis con el amor de vuestros hijos, abrid los brazos a los huérfanos de madre! .... Rememoremos el pedido inolvidable de Cristo: dejad venir a mí a los niños». Y recordemos, sobre todo, que si el hombre debe edificar
las paredes imponentes del mundo venidero, sólo la mujer podrá convertirlo en alegría
de vivir y cariño del hogar.
Enmanuel

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