miércoles, 14 de marzo de 2012

LEY DE IGUALDAD

La posición elevada del hombre en este mundo y el tener autoridad sobre sus semejantes son pruebas tan grandes y tan riesgosas como la desgracia, porque cuanto más rico y poderoso es, tantas más obligaciones tiene que cumplir y tanto más abundantes son los medios de que dispone para hacer el bien y el mal. Dios prueba al pobre por la resignación y al rico por el empleo que da a sus bienes y a su poder. La riqueza y el poder hacen nacer todas las pasiones que nos ligan a lamateria y nos apartan de la perfección espiritual. Por eso Jesús dijo: «En verdad osdigo que es más fácil que pase un camello por el ojo de una aguja que entre un rico en el reino de los cielos
DESIGUALDAD DE LAS RIQUEZAS: LAS PRUEBAS DE LA RIQUEZA Y DE LAS MISERIAS
La igualdad de las riquezas no es posible: A eso se opone la diversidad de las facultades y caracteres.
Los hombres no son iguales. Unos son más previsores, otros menos.
Unos más egoístas, otros menos. Unos más inteligentes, activos y trabajadores,
otros menos. Entonces, si fuera la riqueza repartida en partes iguales, a cada uno
daría una porción mínima e insuficiente que, suponiendo efectuada esa repartición, el
equilibrio estaría roto en poco tiempo, por la diversidad de los caracteres y las aptitudes;
que, suponiéndola posible y duradera, si cada uno no tiene más que con qué vivir, el
resultado sería el aniquilamiento de todos los grandes trabajos que concurren al progreso
y bienestar de la humanidad; que, admitiendo que se le diera a cada uno lo necesario, ya
no existiría el incentivo que impulsa a los hombres a los descubrimientos y a las empresas
útiles. Si Dios la concentra en ciertos puntos es para que de ahí se expanda en cantidad
suficiente, de acuerdo con las necesidades.
Dios concedió las pruebas de la riqueza a unos y las de la pobreza a otros, «para
probarlos de modos diferentes. Además de eso, como sabéis, esas pruebas fueron escogidas por los mismos Espíritus, que sin embargo, con frecuencia sucumben en ellas. Una de las pruebas más difíciles es la de la pobreza, tanto como lo es la de la riqueza.
En la primera, el Espíritu puede sufrir la tentación de la rebeldía. En la segunda, la del abuso de los bienes de la vida, desvirtuando sus supremos objetivos. Espíritus realmente evolucionados o simplemente esclarecidos sobre la Ley de Causa y Efecto, pueden solicitar la prueba de la pobreza, como oportunidad para el acrisolamiento de cualidades o la realización de tareas. Algunas veces, el mal uso de la riqueza, en una existencia procedente, lleva al Espíritu a pedir la condición contraria, con lo que espera resarcir abusos cometidos y ponerse a
salvo de nuevas tentaciones, para las cuales no se sientasuficientemente fuerte. El libre albedrío del hombre puede conducirlo a la pobreza, sin que lo justifiquen
antecedentes espirituales, causas ligadas al pasado. Por ejemplo, la falta de
estímulo para enfrentar los problemas de la vida, la pereza, la falta de previsión, que son factores que pueden conducir al hombre al estado de dificultades económicas. La pobreza es, para los que la sufren, la prueba de la paciencia y de la resignación;
la riqueza es, para los otros, la prueba de la caridad y de la abnegación. Si la riqueza hubiera de constituir un obstáculo absoluto a la salvación de los que la poseen, conforme se podría inferir de ciertas palabras, de Jesús, interpretadas según la
letra y no según el espíritu, Dios, que la concede, había puesto en las manos de algunos un instrumento de perdición, sin apelación de ninguna clase, idea que repugna a la razón. Sin duda, por los excesos a que da origen, por las tentaciones que genera y por la
fascinación que ejerce, la riqueza constituye una prueba muy arriesgada, más peligrosa que la de la miseria. Es el supremo excitante del orgullo, del egoísmo y de la vida sensual.
Cuando Jesús dijo: Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que entre un rico en el reino de los cielos» (Mateo, 19:24; Marcos, 10:25; Lucas, 18:25) se
estaba refiriendo a los males, a las tentaciones a que la riqueza puede conducir al hombre.
Es erróneo interpretar que el rico no puede alcanzar la perfección; no fue lo que Jesús anunció. Si la riqueza solamente hubiera de producir males, Dios no la habría puesto en la Tierra. Compete al hombre hacerla producir bien. Si no es un elemento
directo de progreso moral es, incuestionablemente, un poderoso elemento de progreso intelectual.
Por la riqueza puede el hombre mejorar la situación material del planeta donde vive, mejorar la producción a través de la relación entre los pueblos; crear mayores y mejores recursos sociales a través del estudio, la investigación y el trabajo. Con razón, pues, la riqueza es considerada elemento de progreso.
La riqueza favorece las mayores tentaciones, por eso es difícil al rico acceder al reino de los cielos, pero no imposible, pues dispone de innumerables medios para hacer el bien. Pero, eso es justamente lo que no siempre hace. Se vuelve egoísta, orgulloso e insaciable. Es por esos hechos que la prueba de la riqueza, a pesar de ser tan difícil como la de la pobreza, es más peligrosa para el progreso moral del hombre.

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