miércoles, 21 de marzo de 2012

LEY DE DESTRUCCION

Los flagelos destructores son de dos tipos: los naturales y los provocados por
los hombres. En la primera línea de los flagelos destructores, naturales e
independientes del hombre, deben ser colocados las pestes, el hambre, las
inundaciones, las perturbaciones atmosféricas fatales para las producciones de la
tierra. Sin embargo, ¿no ha encontrado el hombre en la Ciencia, en las obras de
arte, en el perfeccionamiento de la agricultura, en la racionalización de las siembras y
en los regadíos, en el estudio de las condiciones higiénicas, medios para impedir o al
menos atenuar muchos desastres? ¿Qué no hará el hombre por su
bienestar material cuando sepa agregar el sentimiento de verdadera caridad para
con sus semejantes? Dios castiga a la Humanidad con flagelos destructores para hacerla
progresar con más rapidez.
El hombre es impulsado a la guerra por el «predominio de la naturaleza animal
sobre la naturaleza espiritual y el desbordamiento de las pasiones.
La Providencia hace necesaria la guerra con el objeto de alcanzar «la libertad y
el progreso.
FLAGELOS DESTRUCTORES: GUERRAS
«Todo lo que vive en este mundo: naturaleza, animal, hombre, sufre y sin embargo,
el amor es la ley del Universo y fue por amor que Dios formó a los seres. Esta contradicción
aparentemente horrible, este problema angustioso perturbó a tantos pensadores y los
condujo a la duda y al pesimismo.
El animal está sometido a la lucha ardiente por la vida. Entre las hierbas del prado,
las hojas y ramajes de los bosques, en el aire, en el seno de las aguas, por todas partes se
desarrollan dramas ignorados.
En cuanto a la Humanidad, su historia no es más que un largo martirologio. A través de los tiempos, por sobre los siglos, rueda la triste melopea de los sufrimientos
humanos
El dolor sigue todos nuestros pasos; nos acecha en todas las curvas del camino. Y
frente a esta esfinge que lo observa con su mirada extraña, el hombre se plantea la eterna
pregunta: por qué existe el dolor?
Fundamentalmente considerado, el dolor es una ley de equilibrio y educación.
En este sentido, los flagelos destructores son permitidos por Dios para que la
Humanidad pueda «progresar más de prisa. Además, la palabra flagelo generalmente
es interpretada como algo perjudicial cuando, en realidad, representa el medio por el cual
las transformaciones necesarias al progreso humano se realizan más rápidamente.
Es muy cierto que existen otros procesos, menos rigurosos, para hacer que los
hombres progresen y Dios los emplea todos los días, pues dio a cada uno los
medios de progresar por el conocimiento del bien y del mal. El hombre, no obstante, no
aprovecha esos medios. Por lo tanto, se hace necesario que sea castigado en su orgullo y
que se le haga sentir su debilidad.
Y con el abatimiento del orgullo, la Humanidad se trasforma, como ya se
transformó en otras épocas, y cada transformación queda señalada con una crisis que es,
para el género humano, lo que son para los individuos las crisis de crecimiento. Aquellas
resultan muchas veces penosas, dolorosas, arrebatan consigo a las generaciones y las
instituciones, pero son siempre seguidas de una fase de progreso material y moral.
Cuando los flagelos naturales, tales como cataclismos, inundaciones, hambre,
epidemias de enfermedades y de plagas de plantaciones, la sequía, los terremotos y
maremotos, las erupciones volcánicas, los ciclones, etc., se abaten sobre la Humanidad,
muchos se rebelan contra Dios y pierden valiosas oportunidades de comprender el
significado de tales acontecimientos.
«La Ley del Karma o de Causa y Efecto ejerce su ineludible influencia no sólo
sobre los hombres, en forma individual, sino también sobre los grupos sociales.
Así, por ejemplo, cuando una familia, una nación o una raza busca algo que le
traiga mayores satisfacciones, se esfuerza por mejorar sus condiciones de vida o adopta
medidas tendientes a acelerar su desenvolvimiento: sin perjudicar o hacer mal a otro
está contribuyendo, de alguna forma, a la evolución de la Humanidad, y esto es bueno.
Recibirá entonces nuevas y más amplias oportunidades de trabajo y progreso,
conduciendo a los elementos que la componen a niveles cada vez más elevados.
No obstante, si procede al contrario, tarde o temprano sufrirá la pérdida de
todo aquello que adquirió injustamente, en circunstancias más o menos trágicas y
aflictivas, según el grado de malicia y crueldad que haya caracterizado sus acciones.
Es así que más tarde, en otras existencias planetarias, son convocados a expiaciones
colectivas o individuales, que aparecen bajo la forma de flagelos destructores.
Sin embargo, sucede que muchos flagelos son el resultado de la imprevisión
del hombre. A medida que adquiere conocimiento y experiencia puede ir conjurándolos,
es decir, previniéndolos, si sabe investigar sus causas. A pesar de eso, entre los males
que afligen la Humanidad hay algunos de carácter general que están en los decretos de la
Providencia y de los cuales cada individuo recibe, en mayor o menor medida, el
contragolpe. A esos el hombre nada puede oponer sino la sumisión a la voluntad de
Dios. Esos mismos males, sin embargo, él los agrava, muchas veces, por su negligencia.
En la primera fila de los flagelos destructores, naturales e independientes del hombre,
deben ser colocados la peste, el hambre, las inundaciones, las tempestades fatales para
las producciones de la tierra.
Al enfrentar esos flagelos, el hombre es impulsado por la fuerza de la necesidad a
buscar soluciones para liberarse del mal que lo ataca. Es por eso que el dolor se transforma
en un proceso o un medio de equilibrio y educación, como ya hemos señalado.
Asimismo, las guerras, que no representan más que el predominio de la naturaleza
animal sobre «la naturaleza espiritual y el desborde de pasiones», generan «la libertad y
el progreso de la Humanidad.
Dios permite que exista la guerra y todas sus funestas consecuencias para que el
hombre, al contacto con el dolor, se libere: por un lado de su pasado de errores, y pula,por otro, las malas tendencias que todavía lo hacen mantenerse en atraso moral.
Documentación recogida del libro de los espiritus preg. 737 a 744 y del génesis, los tiempos son llegados item. 9

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