martes, 17 de julio de 2012

CELIBATO Y POLIGAMIA


El casamiento, es decir, la unión permanente de dos seres  es un progreso
en la marcha de la Humanidad. Luego, la poligamia es una ley humana cuya abolición
marca un progreso social. El casamiento, según las miras divinas, tiene que fundarse en el
afecto de los seres que se unen. En la poligamia no hay afecto real: hay solamente
sensualidad.
 Si la poligamia estuviera conforme con la ley de la Naturaleza, debería tener la
posibilidad de llegar a ser universal, lo que sería materialmente imposible, dada la igualdad
numérica de los sexos. Debe ser considerada como un uso o legislación especial apropiada
a ciertas costumbres que el perfeccionamiento social hizo que desapareciera poco a
poco. La construcción de la felicidad real no depende del instinto satisfecho. La permuta de las células sexuales entre los seres encarnados, que garantiza la continuidad de las formas físicas en proceso evolutivo, es solamente un aspecto de las múltiples formas de intercambio amoroso. Interesa reconocer que el intercambio de fuerzas
sintonizadas entre almas que se aman, supera cualquier exteriorización perceptible de
afecto, sustentando obras imperecederas, de vida y de luz, en las ilimitadas esferas del
universo.
A pesar de que, en los días que corren, existen pueblos que todavía adoptan lo
poligamia, como las poblaciones musulmanas del norte de África y gran parte de los
asiáticos, la tendencia se dirige por fuerza del progreso moral, hacia la total abolición de
esa práctica.
«El casamiento o la unión permanente de dos seres, como es obvio, implica un
régimen de vida por el cual dos criaturas se confían la una a la otra, en el campo de la
asistencia mutua.
Esa unión refleja la Leyes Divinas que permiten que sea dado un esposo para una
esposa, un compañero para una compañera, un corazón para otro corazón o viceversa,
creando y desenvolviendo valores para la vida.
Entre la poligamia y la monogamia existe una distancia muy grande y la conquista
de esta última revela innegablemente un poderoso paso evolutivo de la humanidad en el
área de los sentimientos.
La vida de a dos, enlazados por el matrimonio, ofrece la oportunidad de progreso,
pues la constitución de un hogar no sólo permite la reencarnación de los Espíritus y, por consiguiente, el rescate de faltas del pasado, sino que representa la célula de la familia
universal, unidad primera de la educación espiritual.
Sin embargo, debemos considerar que existen personas que deliberadamente optan por el celibato. Abstinencia, en materia de sexo y celibato, en la vida de relación.
Abstinencia, en materia de sexo y celibato, en la vida de relación presupone experiencias de la criatura de dos fajas esenciales, la de aquellos Espíritus que eligen semejante posiciones
voluntariamente para perfeccionamiento o servicio, en el transcurso de determinada reencarnación, y la de aquellos otros que se ven forzados a adoptarlas, por obra de
inhibiciones diversas…
Los que consiguen abstenerse de la comunión afectiva, … con el fin de ser más útiles al prójimo, por cierto trazan para ellos mismos ascensos más rápidos a las cimas del
perfeccionamiento.
Existen almas que, para alcanzar las sagradas realizaciones de Dios, se entregan a
tareas de renuncia, durante una existencia de santificada abnegación.
En ese menester, es común que abdiquen transitoriamente de los lazos humanos,
para depurar sus afectos y sentimientos en una vida de ascetismo y prolongadas disciplinas
materiales.
Actuando de ese modo, por amor, al entregar su cuerpo al servicio de los semejantes y, de tal manera, amparando a sus hermanos de la Humanidad, a través de variadas maneras, convierten sus existencia, sin lazos sexuales, en camino de acceso a la sublimación, ambientándose en diferentes climas de creatividad, debido a que la energía sexual en ellos no estancó su flujo; simplemente, esa energía se canaliza hacia otros objetivos – los de naturaleza espiritual.
Paralelamente a esos seres, que eligen conscientemente ese tipo de experiencia
y se imponen duros regímenes de vida personal, encontramos a aquellos otros, los que
han renacido en el cuerpo físico inducidos u obligados a la abstinencia sexual, para
atender a inhibiciones irreversibles o a procesos de inversión mediante los cuales sanan
errores del pasado o se entregan a pesadas disciplinas que les facilitan el cumplimiento de
determinados compromisos, en relación con el espíritu.

Iniciativas filantrópicas, actividades religiosas o culturales ennoblecedoras
constituyen un valioso programa de superación de pensamientos torturantes, relacionados
con el sexo, para favorecer también, la transformación de las energías creadoras en
elementos de exaltación del bien y del embellecimiento de la vida.
 Numerosos Espíritus reciben de Jesús el permiso para ese genero de esfuerzos santificantes, debido a que en esa tarea, quienes se transforman en eunucos, por el reino de los Cielos, aceleran los procesos de redención del ser o de los seres amados, sumergidos
en las pruebas y, simultáneamente por su condición de más evolucionados, pueden ser más fácilmente transformados, en la Tierra, en instrumentos de verdad y del bien, resultando de su trabajo beneficios inestimables para los seres queridos, para la comunidad y para sí mismos. Afianzan para muchos de ellos, temporariamente, los legados de la prueba benéfica, los deberes del estatuto expiatorio, las exigencias del servicio especializado, en los que estudiantes, deudores y misioneros se imponen la
obligación de prolongadas fases de hambre y sed del corazón. No obstante, eso no es obstáculo para el amor Toda actitud extrema opera desarmonía y perturbación, con lamentables
consecuencias que se prolongan más allá del deceso carnal, en procesos de sombras y
aflicciones indescriptibles.  De manera que, si el ejercicio de renuncia a que ciertas personas se entregan con fervor los transforma en hipocondríacos o tristes, no deben vacilar en obedecer la prescripción del Apóstol Pablo, en la 1ra. Epístola a los Corintios, capítulo siete, versículo nueve: Pero, si no pueden contenerse, cásense. Porque es mejor casarse que abrasarse.
 Tales consideraciones nos impulsan a concluir que la vida sexual de cada
criatura humana es para ella misma un terreno sagrado y que, por eso, la abstención, la relación afectiva, la formación, de una familia, el celibato, el divorcio y otros acontecimientos del campo el amor, son problemas pertinentes a la responsabilidad de cada uno, erigiéndose, por esa razón, en un asunto no de cuerpo a cuerpo, sino de
corazón a corazón.

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