VIDA ESPIRITUAL
Los Espíritus tienen ocupaciones y misiones que desempeñar. Más allá del trabajo
de mejorarse personalmente les corresponde ejecutar la voluntad de Dios, contribuyendo
así a la armonía de Universo. La ocupación de los Espíritus es continua. Esa acción
continua, no obstante, nada tiene de penosa, debido a que no están sujetos a la fatiga y
a las necesidades de la vida terrenal.
Los Espíritus inferiores e imperfectos también desempeñan una función útil en el
Universo, a pesar de que muchas veces no se den cuenta que eso, porque todos tienen
deberes que cumplir.
Los Espíritus deben recorrer los diferentes grados de la escala evolutiva para
perfeccionarse. De manera que todos deben habitar en todas partes y adquirir el
conocimiento de todas las cosas. Pero hay tiempo para eso. De tal forma, por la
experiencia y el aprendizaje que está pasando un Espíritu hoy, otro ya pasó y otro
todavía pasará.
Existen Espíritus que no se ocupan de cosa alguna, se mantienen totalmente ociosos.
Sin embargo, ese estado es temporal y tarde o temprano el deseo de progresar los
impulsa hacia una actividad, haciéndolos felices por sentirse útiles.
Las misiones de los Espíritus tienen siempre por objetivo el bien. Sea como
Espíritus o como hombres, están encargados de auxiliar al progreso de la Humanidad,
de los pueblos, de los individuos, dentro de un círculo de ideas más o menos amplias,
más o menos especiales y de velar por la ejecución de determinadas cosas. Algunos
desempeñan misiones más restringidas y, en cierto modo, personales o enteramente
específicas, como ser: asistir enfermos, agonizantes, afligidos; velar por aquellos de quienes
se han constituido en guías y protectores, dirigirlos, dándoles consejos e inspirándoles
buenos pensamientos. Puede decirse que hay tantas clases de misiones como especies
de intereses que resguardar, tanto en el mundo físico como moral. El Espíritu adelanta
según la manera como desempeñan su tarea.
Los Espíritus se ocupan de las cosas de este mundo de acuerdo con el grado de
evolución en que se encuentran. Los superiores solamente se ocupan de lo que resulta
útil al progreso. Pero los inferiores, se sienten ligados a las cosas materiales y de ellas se
ocupan. La felicidad de los Espíritus bienaventurados no consiste en la ociosidad contemplativa,
que sería, como hemos dicho muchas veces, una eterna y fastidiosa inutilidad
Las tribulaciones de los Espíritus están proporcionadas al progreso, a las luces que
poseen, a su capacidad, experiencia y al grado de confianza que inspiren al Señor soberano.
Ni favores ni privilegios que no sea el premio al mérito; todo es medido y pesado
en la balanza de la estricta justicia. Las misiones más importantes son confiadas solamente a quienes Dios considera capaces de cumplirlas e incapaces de desfallecer o comprometerse con ellas.
Junto a las grandes misiones confiadas a los Espíritus superiores hay otras de
importancia relativa en todos los grados, concedidas a Espíritus de todas las categorías y
puede afirmarse que cada encarnado tiene la suya, es decir, deberes que cumplir en bien
de sus semejantes, desde el jefe de familiar, aquí cabe el progreso de los hijos, hasta el
hombre pequeño, que lanza a las sociedades nuevos gérmenes de progreso. Es en esas
misiones secundarias que se verifican desánimos, transgresiones y rechazos que perjudican
al individuo sin afectar al todo. Todas las inteligencias concurren, pues, a la obra general, cualquiera sea el grado alcanzado y cada una lo hace en la medida de sus fuerzas, sea en el estado de encarnación o en el espiritual. Por todas partes la actividad, desde la base hasta el punto culminante de la escala, instruyéndose, cooperando en mutuo apoyo, serán las manos para alcanzar
el cenit.
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