sábado, 18 de mayo de 2013

LA ESCUELA DE LAS ALMAS


Congregados, alrededor de Cristo, los familiares de Simón oyeron la voz suave y persuasiva del Maestro, comentando los sagrados textos.
Cuando la palabra divina terminó la hermosa disertación, la suegra de Pedro indagó, inquieta:
— Señor, a final de cuentas, ¿qué viene a ser nuestra vida en el hogar?
Él la contempló, significativamente, demostrando la expectativa de más amplias aclaraciones, la respetable señora añadió:
— Iniciamos la tarea entre flores para que encontremos después pesada cosecha de espinas.
En el comienzo es la promesa de paz y comprensión; sin embargo, luego después, surgen piedras y sinsabores...
Notando que la señora galilea se sensibilizara hasta las lágrimas, Jesús se dio prisa en responder:
— El hogar es la escuela de las almas, el templo donde la sabiduría divina nos habilita, poco a poco, al grande entendimiento de la Humanidad.
Y, sonriendo, preguntó:
— ¿Qué haces inicialmente con las lentejas, antes de servirlas para comer?
La interpelada respondió, titubeante:
— Ciertamente, Señor, me cabe llevarlas al fuego para que se cuezan lo suficiente. Después, debo sazonarlas, tornándolas agradables al sabor.
—Por ventura, ¿pretenderías, también, servir pan crudo a la mesa?
— De ningún modo — respondió la señora  humilde —; antes de entregarlo al consumo casero, me compete someterlo al calor del horno. Sin esa medida...
El Divino Amigo entonces consideró:
— Hay también un banquete festivo, en la vida celestial, donde nuestros sentimientos deben servir a la gloria del Padre. El hogar, la mayoría de las veces, es el crisol santo o el horno que prepara. Lo qué nos parece aflicción o sufrimiento dentro de él, es recurso espiritual. El corazón despierto para la Voluntad del Señor retira las más luminosas bendiciones de sus luchas renovadoras, porque, solamente ahí, al encuentro de unos con los otros, examinando aspiraciones e inclinaciones que no son nuestras, observando defectos ajenos y aguantándolos, aprendemos a deshacer las propias imperfecciones.
¿Nunca notó la rapidez con que transcurre la existencia de un hombre? La vida carnal es idéntica a la flor de la hierba. Por la mañana emite perfume, por la noche, desaparece... El hogar es un curso ligero para la fraternidad que disfrutaremos en la vida eterna. Sufrimientos y conflictos naturales, en su círculo, son lecciones.
La suegra de Simón escuchó, atenta, y ponderó:
— Señor, pero hay criaturas que luchan y sufren; sin embargo, jamás aprenden.
El Cristo posó en la interlocutora los ojos muy lúcidos y volvió a indagar:
— ¿Qué haces con las lentejas endurecidas qué no ceden a la acción del fuego?
— ¡Ah! Sin duda las echo al basurero, porque herirían la boca del comensal descuidado y confiado.
— Ocurre lo mismo — terminó el Maestro — con el alma rebelde a las sugerencias edificantes del hogar. La lucha en común mantiene el hervor benéfico; todavía, cuando llega la muerte, la gran seleccionadora del alimento espiritual para los graneros de Nuestro Padre, los corazones que no cedieron al calor santificador, manteniéndose en la misma dureza, dentro de la cual fueron llevados al horno bendito de la carne, serán arrojados afuera, a fin de permanecer, por tiempo indeterminado, en la condición de abono, entre los detritos de la Naturaleza.

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