Tadeo, aficionado a los comentarios más fervorosos, en el culto de la Buena Nueva en casa de Pedro, se había entusiasmó durante la reunión, con el enunciado de los deberes para la felicidad humana y protestaba al mismo tiempo contra los dominadores de Roma y los rabinos del Sanedrín.
Excitado por una inocultable rebeldía, hizo una extensa disertación sobre la discordia y el sufrimiento que reinaba en el pueblo, ubicando su causa en las deficiencias políticas de la época, después de que expuso algunas consideraciones importantes acerca del asunto, Jesús le preguntó
Tadeo, ¿cómo interpretas tú la felicidad?
Señor, la felicidad es la paz de todos.
Cristo esbozó una significativa expresión en su fisonomía y adujo:
Así es, Tadeo no ignoro eso; entre tanto, estimaría saber qué te haría realmente feliz.
El discípulo, con cierta timidez, enunció:
Maestro, supongo que expresaría la suprema tranquilidad si llegara a comprender a los otros. Deseo, en tal sentido, que mi prójimo no desprecie mis intenciones nobles y puras. Sé que muchas veces, me equivoco, porque soy humano; no obstante, estaría satisfecho si quienes conviven conmigo reconocieran mi sincero propósito de acertar.
Gozaría de un bendito júbilo si pudiese confiar en mis semejantes, y si ellos me dispensaran la debida consideración de que me sienta acreedor, en concordancia con la elevación de mi ideal.
Ansío ser respetado por todos para que pueda trabajar sin impedimentos.
Sería motivo de regocijo que la maledicencia se olvidara de mi.
Vivo con la expectativa de la cordialidad ajena y en mi opinión, el mundo sería un paraíso, si las personas comunes se tratasen de acuerdo con mi anhelo sincero de ser respetado por los demás. La indiferencia y la calumnia me duelen en el corazón.
Considero que el sarcasmo y la sospecha han sido organizados por los Espíritus de las tinieblas, para tormento de las criaturas humanas.
La crueldad es amargura, cuando está dirigida en contra mía; la maldad es un fantasma doloroso cuando sale a mi encuentro. En razón de todo eso, me sentiría venturoso si mis parientes, allegados y coterráneos me buscaran, no por lo que aparento ser en las imperfecciones del cuerpo, sino por
el contenido de buena voluntad que presumo conservar en mi alma.
Por encima de todo, Señor, estaría sumamente satisfecho si cuántos peregrinan conmigo me concediesen el derecho de experimentar libremente mi género de felicidad personal, desde que me sienta aprobado por el código del bien, en el campo de mi conciencia, sin ironías y críticas absurdas.
Resumiendo, Maestro, quisiera recibir la comprensión el respeto y la estima de todos, aunque no sea, aún, el modelo de perfección que el Cielo espera de mí, con el bendito aporte del dolor y del tiempo.
El apóstol se quedó en silencio, y se insinuó en el humilde salón un incontenible movimiento de curiosidad ante la opinión que Cristo adoptaría.
Algunos de los compañeros esperaban que el Amigo Celestial hiciera uso de la palabra en una extensa disertación, pero el Maestro detuvo su limpia mirada en el discípulo y habló con franqueza y dulzura:
Entonces, Tadeo, si tu propósito es la alegría y la felicidad de todo el mundo, haz a los otros como deseas que los otros, hagan contigo. Si cada hombre caminara según esa misma norma, en breve propagaríamos
en la en la Tierra la dicha del paraíso.
1 comentario:
"Si nuestro propósito es la alegría y la felicidad de todo el mundo, hagamos a los otros como deseamos que los otros hagan con nosotoros", dijo el nuestro querido Maestro a Tadeo. Esta respuesta de nuestro Maestro es demasiado sabia y justa como todo lo decía; no importa si los demás no nos agradecen por el bien que hagamos a ellos, ni tampoco todo el mundo nos acepta como somos, entonces esa fue la respuesta al joven Tadeo, natural de Caná de Galilea, Palestina, hijo de Alfeo (o Cleofas), y de María Cleofas, los familiares de Jesús. Que Dios la bendiga, Carmen, por tener la sensibilidad de publicar yan bella y tan significativa página. Un gran abrazo desde SCS, São Paulo, Brasil, y un gran saludo a los hermanos del Ceentro Espírita Amalai Domingues Soller, de Bracelona,ES.
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