sábado, 21 de febrero de 2009

Evagelio espirita Por sus obras se conocerá al cristianismo

No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Escuchad esta sentencia del Maestro, vosotros todos los que rechazáis la Doctrina Espírita atribuyéndola a obra del demonio. Aprestad vuestros oidos´que el momento de escuchar es llegado.

¿Basta vertir la librea del Señor para ser uno de sus fieles sevidores? ¿Es suficiente afirmar soy cristiano para seguir a Cristo? Buscad a los auténticos cristianos, y por sus obras los reconoceréis.
No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis. Son estas las palabras del Maestro. Discipulos de Cristo,comprendedlas bien.¿Qué frutos debe producir el árbol del cristianismo, árbol potente cuyas frondosas ramas cubren con su sombra una parte del mundo, pero no han resguardado todavía a todos aquellos que deben congregarse bajo su copa?

Los frutos del árbol de vida son también frutos de vida, de esperanza y de fe. El Cristianismo, tal como ha venido haciemdolo desde muchos siglos atrás, sigue predicando esas divinas virtudes, trata de difundir sus frutos, pero ¡cuán pocos los recogen! El árbol continua siendo bueno, más los jardineros son incompetentes. Han querido formarlo según su propia idea, quisieron modelarlo con arreglo a sus necesidades. De ahí que lo hayan podado, descornado, mutilado.De resultas de lo cual sus estériles ramas no ofrecen malos frutos, pero tampoco buenos...El sediento viajero que se detiene a su sombra para en él buscar el fruto de esperanza que deberá infundirle valor y fuerza, sólo ve ramas mustias que hacen presentir la tormenta. En balde pide al árbol de vida su fruto de vida: las hojas, secas, caen. Tanto las maltrató la mano del hombre, que las ha quemado.

Aprontad, pues, vuestros oídos y corazones, bienamados míos.Cultivad ese árbol de vida cuyos frutos la vida eterna. El que lo plantó os compromete a cuidarlo con amor, y todavía le veréis producir en abundancia sus divinos frutos. Dejardlo tal como Cristo os lo entregó: no lo mutiléis.

Su inmensa sombra quiere extenderse por el Universo. No podéis sus ramas.Sus frutos bienhechores caen con profusión para sostener al viandante que padece sed y que desea llegar a destino. No junteis tales frutos para almacenarlos y dejar que se estropeen a fin de que no sirvan a nadie.Muchos son llamados, y pocos escogidos. Es que hay también acaparadores del pan de la vida, como existen con frecuencia los del pan material. No os suméis a ellos. El árbol que proporcione buenos frutos debe repartirlos a todos los hombres. Id, pues, a buscar a los sedientos, llevadlos bajo el ramaje del árbol y partid con ellos el resguardo que os ofrece. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Amigos míos, apartaos de los que os llaman para mostraros los obstáculos del camino, y seguid, en cambio, a aquellos otros que os conducen hasta la sombra del árbol de vida.

El divino Salvador, el Justo por excelencia, lo ha dicho, y sus palabras no caerán en el olvido: No todo el que ha dicho, y sus palabras no caerán en el olvido: No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.

¡Bendígaos el Señor de bendición, ilumíneos el Dios de luz, reparta el árbol de vida con profusión y a todos vosotros la ofrenda de sus frutos! ¡Creed y orad! ( Simeón. Burdeos, I863)

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