
filósofos, y más de uno ha visto en la anterioridad del alma la única solución posible a los más importantes problemas de la psicología, sin cuyo principio se han enredado en el más intrincado laberinto, no pudiendo salir de él más que con el auxilio de la hipótesis de la pluralidad de existencias. La más fuerte objeción que puede hacerse a esa teoría, es el olvido de las existencias anteriores. En efecto, "una sucesión de existencias, inconscientes las unas de las otras; dejar un cuerpo para tomar otro en seguida, sin memoria del pasado, equivaldría a la nada: porque esto sería la nulidad del pensamiento; sería una porción de nuevos puntos de partida sin enlace con los precedentes; sería una ruptura incesante de todas las afecciones que forman el encanto de la vida presente y la más dulce y consoladora esperanza del porvenir; sería, en fin, la negación de toda responsabilidad moral”. Semejante doctrina sería tan inadmisible y tan incompatible con la justicia y la bondad de Dios, como la de una existencia con la perspectiva de una absoluta eternidad de penas por algunas faltas
temporales. Se comprende, pues, por que los que se han formado semejante idea
de la reencarnación, la rechazan, pero no es este el modo como nos la presenta el

Espiritismo. La existencia espiritual del alma, nos dice, es su existencia normal, con recuerdo retrospectivo indefinido; las existencias corporales solo son intervalos, estaciones cortas en la existencia espiritual, y la suma de todas esas estaciones es una pequeñísima parte de la existencia normal, absolutamente como si en un viaje
de muchos años, se detuviese uno de vez en cuando algunas horas. Si durante las existencias corporales parece haber solución de continuidad por la ausencia del recuerdo, el enlace se establece durante la vida espiritual que no tiene interrupción; la solución de continuidad, en realidad, solo existe para la vida corporal exterior y de relación; y en este caso, la ausencia del recuerdo prueba la sabiduría de la

Providencia, que no ha querido que el hombre se desviase demasiado de la vida real, en que tiene deberes que cumplir; mas cuando el cuerpo descansa durante el sueño, el alma vuelve a tomar en parte su vuelo, y entonces se restablece la cadena que solo se halla interrumpida mientras se esta despierto. Aun puede hacerse a esto una objeción: al preguntar el provecho que podemos sacar de las existencias anteriores para nuestro mejoramiento, si no nos
acordamos de las faltas que hemos cometido. En primer lugar, el Espiritismo contesta, que el recuerdo de las existencias desgraciadas, uniéndose a las miserias de la vida presente, haría que esta fuese muy penosa. Dios ha querido
con esto ahorrarnos mayor número de sufrimientos; sin ello, ¡cuál no sería nuestra humillación, pensando muchas veces en lo que hemos sido! En cuanto a nuestro mejoramiento, ese recuerdo sería inútil. En cada una de nuestras existencias damos un paso más, adquirimos algunas cualidades y nos despojamos de algunas imperfecciones; de este modo, cada una de ellas es un nuevo punto de partida, e


hacer, para mejorarse, que no habiendo hecho nacer su alma al mismo tiempo que
el cuerpo, y condenarla a tormentos perpetuos por errores pasajeros, sin haberle dado los medios de purificarse de sus imperfecciones? Por la pluralidad de existencias, el porvenir esta en sus manos; si tarda mucho tiempo en mejorarse, sufre las consecuencias: es la justicia suprema, peronunca se le niega la esperanza. Lasiguientecomparaciónpuedeayudar a que se comprendan las peripecias de la vida del alma.
Supongamos un largo camino en el que, de distancia en distancia, pero a
intervalos desiguales, se encuentran bosques que es preciso atravesar; al entrar en cada b

anda errante sin saber a donde va; al fin de muchas fatigas llega al extremo del bosque, abatido por el cansancio, destrozado por los matorrales, entumecido por
los cantos. Entonces encuentra otra vez el camino y la luz y prosigue su viaje
procurando curarse de sus heridas. Más lejos encuentra otro bosque, en donde le esperan las mismas dificultades, pero, más práctico, sabe evitarlas en parte y sale de él con menos contusiones. En uno de ellos encuent

debe seguir, sin que pueda perderse. Cada vez que debe cruzar el bosque aumenta su destreza, de tal modo, que con la mayor facilidad allana los obstáculos, tiene la seguridad de volver a encontrar a su salida el buen Camino, y esta confianza le sostiene, y después sabe orientarse mejor para encontrarlo con más
facilidad. El camino conduce a la cumbre de una alta montaña y desde allí descubre todo el espacio que ha recorrido desde el punto de partida; ve también todos los bosques que ha atravesado y se acuerda de las vicisitudes que ha sufrido, pero este recuerdo nada tiene de penoso, porque ha llegado al fin; es como el veterano que, en la calma del hogar doméstico, recuerda las batallas en que estuvo. Estos bosques diseminados en el camino son para él como puntos negros en una blanca cinta; dice entonces: "Cuando estaba en aquellos bosques,
sobre todo en el primero, ¡cuán pesado se me hacía atravesarlos! Creía no llegar al fin; todo

¡cuan pequeños se me presentan! Me parece que hubiera podidosalvarlos de un solo salto; aun más, los penetro con mi vista y distingo sus más pequeños detalles;
hasta veo los pasos que he dado en falso".
Entonces un anciano le dice: Hijo mío, has llegado al término de tu viaje, mas
un descanso indefinido te causaría muy pronto una tristeza mortal y echarías de menos las vicisitudes que experimentaste, las cuales dan actividad a tus miembros y a tu Espíritu. Desde aquí, ves un gran número de viajeros en el camino que has andado y que, como tu, corren riesgo de desviarse; tú tienes experiencia, ya no temes nada; ve a encontrarlos y procura guiarles c

Allá voy con gusto, contesta nuestro hombre, pero, añade, ¿Por qué no hay
un camino directo desde el punto de partida hasta aquí? De este modo los viajeros evitarían el pasar por esos bosques abominables.
Hijo mío replica el anciano, mira bien y verás cómo muchos evitan cierto
número de ellos; esos son aquellos que, habiendo adquirido más pronto la
experiencia necesaria, saben tomar un camino más recto y corto para llegar; mas esa experiencia es fruto del trabajo que se necesita en las primeras travesías, de tal modo, que no llegan aquí sino por su merito. Tú mismo, ¿qué sabrías si no hubieses pasado por ellos? La actividad que debiste desplegar, los recursos de tu imaginación que te han sido necesarios para abri

contribuido a la mejora de los bosques que has atravesado; lo que tú has hecho es muy poca cosa, imperceptible, pero debes pensar que son muchos los viajeros que hacen lo mismo y que trabajando para ellos, trabajan, sin saberlo, para el bien común. ¿No es justo que reciban el salario de sus penalidades con el descanso que gozan aquí? ¿Qué derecho tendrían a un descanso si no hubieran hecho nada? Padre mío responde el viajero, en uno de esos bosques encontré a un hombre que me dijo: En la pendiente hay un abismo inmenso que es preciso salvar de un

solo salto; pero de mil, apenas uno lo logra: todos los otros se precipitan en el fondo de un horno ardiente y se pierden sin esperanza de volver. Ese abismo no lo he visto. Hijo mío, es porque no existe, pues de otro modo, eso sería un abominable lazo tendido a todos los viajeros que vienen a mi casa. Se muy bien que necesitan
allanar muchas dificultades, pero también se que tarde o temprano las allanarán; si yo hubiese creado imposibles para uno solo, sabiendo que debía sucumbir, hubiera sido una crueldad, con mayor motivo si los hubiese hecho para el mayor número.
Ese abismo es una alegoría, cuya explicación te voy a dar. Mira el camino en el intervalo de los bosques; entre los viajeros, los ves que

curarán y será para ellos una lección que les aprovechará en el primer bosque que tengan que atravesar, y del cual saldrán menos lisiados. El abismo es la figura de los males que sufren y diciendo que de mil solo se salva uno, aquel hombre tuvo razón, porque el número de los imprudentes es muy grande, pero no ha tenido razón en decir que una vez en él no se sale mas:

El camino es la figura de la vida espiritual del alma, en cuya ruta es uno mas o menos feliz: los bosques son las existencias corporales en las que se trabaja para el adelantamiento y al mismo tiempo para la obra general; el viajero que llega al fin y vuelve para ayudar a los rezagados, es la figura de los ángeles guardianes, misioneros de Dios, que encuentran su felicidad en su vista, pero también en la actividad que despliegan, haciendo el bien y obedeciendo al supremo Señor.
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