sábado, 3 de diciembre de 2011

EL CAMINO DE LA VIDA

Hace tiempo que la cuestión de la pluralidad de existencias preocupa a los
filósofos, y más de uno ha visto en la anterioridad del alma la única solución posible a los más importantes problemas de la psicología, sin cuyo principio se han enredado en el más intrincado laberinto, no pudiendo salir de él más que con el auxilio de la hipótesis de la pluralidad de existencias. La más fuerte objeción que puede hacerse a esa teoría, es el olvido de las existencias anteriores. En efecto, "una sucesión de existencias, inconscientes las unas de las otras; dejar un cuerpo para tomar otro en seguida, sin memoria del pasado, equivaldría a la nada: porque esto sería la nulidad del pensamiento; sería una porción de nuevos puntos de partida sin enlace con los precedentes; sería una ruptura incesante de todas las afecciones que forman el encanto de la vida presente y la más dulce y consoladora esperanza del porvenir; sería, en fin, la negación de toda responsabilidad moral”. Semejante doctrina sería tan inadmisible y tan incompatible con la justicia y la bondad de Dios, como la de una existencia con la perspectiva de una absoluta eternidad de penas por algunas faltas
temporales. Se comprende, pues, por que los que se han formado semejante idea
de la reencarnación, la rechazan, pero no es este el modo como nos la presenta el
Espiritismo. La existencia espiritual del alma, nos dice, es su existencia normal, con recuerdo retrospectivo indefinido; las existencias corporales solo son intervalos, estaciones cortas en la existencia espiritual, y la suma de todas esas estaciones es una pequeñísima parte de la existencia normal, absolutamente como si en un viaje
de muchos años, se detuviese uno de vez en cuando algunas horas. Si durante las existencias corporales parece haber solución de continuidad por la ausencia del recuerdo, el enlace se establece durante la vida espiritual que no tiene interrupción; la solución de continuidad, en realidad, solo existe para la vida corporal exterior y de relación; y en este caso, la ausencia del recuerdo prueba la sabiduría de la
Providencia, que no ha querido que el hombre se desviase demasiado de la vida real, en que tiene deberes que cumplir; mas cuando el cuerpo descansa durante el sueño, el alma vuelve a tomar en parte su vuelo, y entonces se restablece la cadena que solo se halla interrumpida mientras se esta despierto. Aun puede hacerse a esto una objeción: al preguntar el provecho que podemos sacar de las existencias anteriores para nuestro mejoramiento, si no nos
acordamos de las faltas que hemos cometido. En primer lugar, el Espiritismo contesta, que el recuerdo de las existencias desgraciadas, uniéndose a las miserias de la vida presente, haría que esta fuese muy penosa. Dios ha querido
con esto ahorrarnos mayor número de sufrimientos; sin ello, ¡cuál no sería nuestra humillación, pensando muchas veces en lo que hemos sido! En cuanto a nuestro mejoramiento, ese recuerdo sería inútil. En cada una de nuestras existencias damos un paso más, adquirimos algunas cualidades y nos despojamos de algunas imperfecciones; de este modo, cada una de ellas es un nuevo punto de partida, en la que somos lo que nos hemos hecho, en la que nos consideremos comolo que somos, sin cuidarnos de lo que hemos sido. Si en una existencia anterior hemos sido antropófagos, ¿qué nos importa si ya no lo somos? Si tuvimos un defecto cualquiera del que ni quedan reliquias, es una cuenta saldada de la que no debemos ocuparnos. Por el contrario, supongamos un defecto del cual, no nos hayamos corregido sino a medias, el resto se encontrará en la vida siguiente y será preciso poner mucho cuidado en acabarse de corregirse de él. Pongamos un ejemplo: Un hombre fue asesino y ladrón, por cuyo crimen fue castigado, bien en la vida corporal, bien en la espiritual; se arrepiente y se corrige de su primera inclinación, pero no de la segunda; en la existencia siguiente, solo será ladrón, puede que un ladrón de fama, pero ya no será asesino; un poco más y no será mas que ratero; un poco mas tarde ya no robará, pero podrá tener inclinación al robo, que su conciencia neutralizará; con un esfuerzo más, habiendo desaparecido todos los síntomas de la enfermedad moral, será un modelo de probidad. En este caso, ¿que le importa lo que fue? El recuerdo de haber perecido en un cadalso, ¿no sería para él un tormento y una perpetuahumillación? Aplicad este razonamiento a todos los vicios, a todas las faltas y podréis ver cómo se mejora el alma, pasando y repasando por los tamices de la encarnación. ¿Acaso no es Dios mas justo en haber hecho al hombre arbitro de su propia suerte por los esfuerzos que puede
hacer, para mejorarse, que no habiendo hecho nacer su alma al mismo tiempo que
el cuerpo, y condenarla a tormentos perpetuos por errores pasajeros, sin haberle dado los medios de purificarse de sus imperfecciones? Por la pluralidad de existencias, el porvenir esta en sus manos; si tarda mucho tiempo en mejorarse, sufre las consecuencias: es la justicia suprema, peronunca se le niega la esperanza. Lasiguientecomparaciónpuedeayudar a que se comprendan las peripecias de la vida del alma.
Supongamos un largo camino en el que, de distancia en distancia, pero a
intervalos desiguales, se encuentran bosques que es preciso atravesar; al entrar en cada bosque se interrumpe la hermosa y ancha carretera, que reaparece a la salida. Un viajero sigue este camino hasta entrar en el primer bosque; ya no encuentra en él ni camino, ni vereda, sino un laberinto intransitable en medio del cual se pierde; la luz del sol desaparece bajo la espesura de los copudos árboles;
anda errante sin saber a donde va; al fin de muchas fatigas llega al extremo del bosque, abatido por el cansancio, destrozado por los matorrales, entumecido por
los cantos. Entonces encuentra otra vez el camino y la luz y prosigue su viaje
procurando curarse de sus heridas. Más lejos encuentra otro bosque, en donde le esperan las mismas dificultades, pero, más práctico, sabe evitarlas en parte y sale de él con menos contusiones. En uno de ellos encuentra un leñador que le indica la dirección que
debe seguir, sin que pueda perderse. Cada vez que debe cruzar el bosque aumenta su destreza, de tal modo, que con la mayor facilidad allana los obstáculos, tiene la seguridad de volver a encontrar a su salida el buen Camino, y esta confianza le sostiene, y después sabe orientarse mejor para encontrarlo con más
facilidad. El camino conduce a la cumbre de una alta montaña y desde allí descubre todo el espacio que ha recorrido desde el punto de partida; ve también todos los bosques que ha atravesado y se acuerda de las vicisitudes que ha sufrido, pero este recuerdo nada tiene de penoso, porque ha llegado al fin; es como el veterano que, en la calma del hogar doméstico, recuerda las batallas en que estuvo. Estos bosques diseminados en el camino son para él como puntos negros en una blanca cinta; dice entonces: "Cuando estaba en aquellos bosques,
sobre todo en el primero, ¡cuán pesado se me hacía atravesarlos! Creía no llegar al fin; todo a mi alrededor me parecía gigantesco e intransitable. ¡Cuando pienso que sin aquel leñador que me puso en el buen camino, aun estaría allí!... Ahora que desde aquí considero aquellos mismos bosques, desde el punto en que estoy,
¡cuan pequeños se me presentan! Me parece que hubiera podidosalvarlos de un solo salto; aun más, los penetro con mi vista y distingo sus más pequeños detalles;
hasta veo los pasos que he dado en falso".
Entonces un anciano le dice: Hijo mío, has llegado al término de tu viaje, mas
un descanso indefinido te causaría muy pronto una tristeza mortal y echarías de menos las vicisitudes que experimentaste, las cuales dan actividad a tus miembros y a tu Espíritu. Desde aquí, ves un gran número de viajeros en el camino que has andado y que, como tu, corren riesgo de desviarse; tú tienes experiencia, ya no temes nada; ve a encontrarlos y procura guiarles con tus consejos para que lleguen más pronto.
Allá voy con gusto, contesta nuestro hombre, pero, añade, ¿Por qué no hay
un camino directo desde el punto de partida hasta aquí? De este modo los viajeros evitarían el pasar por esos bosques abominables.
Hijo mío replica el anciano, mira bien y verás cómo muchos evitan cierto
número de ellos; esos son aquellos que, habiendo adquirido más pronto la
experiencia necesaria, saben tomar un camino más recto y corto para llegar; mas esa experiencia es fruto del trabajo que se necesita en las primeras travesías, de tal modo, que no llegan aquí sino por su merito. Tú mismo, ¿qué sabrías si no hubieses pasado por ellos? La actividad que debiste desplegar, los recursos de tu imaginación que te han sido necesarios para abrirte un camino, han aumentado tus conocimientos y desarrollado tu inteligencia; sin eso serías tan novicio como lo eras a tu salida. Además, mientras te has esforzado en salir del apuro, tú mismo has
contribuido a la mejora de los bosques que has atravesado; lo que tú has hecho es muy poca cosa, imperceptible, pero debes pensar que son muchos los viajeros que hacen lo mismo y que trabajando para ellos, trabajan, sin saberlo, para el bien común. ¿No es justo que reciban el salario de sus penalidades con el descanso que gozan aquí? ¿Qué derecho tendrían a un descanso si no hubieran hecho nada? Padre mío responde el viajero, en uno de esos bosques encontré a un hombre que me dijo: En la pendiente hay un abismo inmenso que es preciso salvar de un
solo salto; pero de mil, apenas uno lo logra: todos los otros se precipitan en el fondo de un horno ardiente y se pierden sin esperanza de volver. Ese abismo no lo he visto. Hijo mío, es porque no existe, pues de otro modo, eso sería un abominable lazo tendido a todos los viajeros que vienen a mi casa. Se muy bien que necesitan
allanar muchas dificultades, pero también se que tarde o temprano las allanarán; si yo hubiese creado imposibles para uno solo, sabiendo que debía sucumbir, hubiera sido una crueldad, con mayor motivo si los hubiese hecho para el mayor número.
Ese abismo es una alegoría, cuya explicación te voy a dar. Mira el camino en el intervalo de los bosques; entre los viajeros, los ves que marchan con lentitud, con aspecto alegre; ves aquellos amigos que se han perdido de vista en los laberintos del bosque: ¡cuán felices son al encontrarse otra vez a la salida! Mas, al lado de aquellos hay otros que se arrastran penosamente; están estropeados e imploran piedad por las heridas que por su falta se han hecho, cruzando las zarzas; mas ya
curarán y será para ellos una lección que les aprovechará en el primer bosque que tengan que atravesar, y del cual saldrán menos lisiados. El abismo es la figura de los males que sufren y diciendo que de mil solo se salva uno, aquel hombre tuvo razón, porque el número de los imprudentes es muy grande, pero no ha tenido razón en decir que una vez en él no se sale mas: hay siempre una salida para llegar a mí. Ve, hijo mío, ve a enseñar esa salida a los que están en el fondo del abismo; ve a sostener a los heridos en el camino y a enseñar la senda a los que cruzan los bosques.
El camino es la figura de la vida espiritual del alma, en cuya ruta es uno mas o menos feliz: los bosques son las existencias corporales en las que se trabaja para el adelantamiento y al mismo tiempo para la obra general; el viajero que llega al fin y vuelve para ayudar a los rezagados, es la figura de los ángeles guardianes, misioneros de Dios, que encuentran su felicidad en su vista, pero también en la actividad que despliegan, haciendo el bien y obedeciendo al supremo Señor.

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