sábado, 15 de septiembre de 2012

CUANDO EL TEDIO APAREZCA


Cuando el desaliento te amenace el camino, piensa en los demás, en
aquellos que no disponen de tiempo para ninguna entrevista con tedio.
Si te crees amargando lecciones demasiado severas en el colegio de la
vida, frecuenta, de cuando en cuando, la es cuela de las grandes pruebas,
donde los aprendices se acomodan en la silla de las lágrimas. Muchos
yacen en la calle, extendiendo las manos fatigadas a los que pasan con
prisa. . . En la mayoría, son enfermos que la onda renovadora del grupo
social arrojó a la playa de la asistencia púb1ica o madres afligidas a
quienes las exigencias de niños pequeños aún no permiten la libertad de
una profesión...
Probablemente, alguien dirá que entre ellos se encuentran oportunistas y
malhechores que se disfrazan de enfermos para asaltarte la bolsa en
nombre da la piedad. Comprendemos semejante alegato y justificamos,
porque el mal existe siempre donde queramos destacar su presencia y,
aunque te roguemos el beneficio de la oración, en favor de los que actúan
así, más por ignorancia que por maldad, apelamos para que consultes aun
aquellas otras salas de aula que se enfilan en los recintos do los hospitales
y en los albergues olvidados. Acompaña los estudios de aquéllos cuyo
cuerpo se carga de heridas dolorosas para que agradezcas la piel saludable
que te viste la figura o sigue la cartilla de agónicas emociones de los que se
recogen en los manicomios, sorbiendo angustia y desespero en los
resbaladeros de la locura o de la obsesión, a fin de que valorices el cerebro
tranquilo que te corona la existencia. . . Visita los asilos que resguardan la
chatarra del sufrimiento humano y observa las disciplinas de los que fueron
entregados a las meditaciones de la penuria, para quienes un simple
sándwich es un presente raro y comparte los ejercicios de nostalgia y de
dolor de los que fueron abandonados por los seres que más aman, a fin de
que bendigas el pan de tu casa y los afectos que te enriquecen los días.
Cuando el tedio te procure, ve a la escuela de la caridad. . . Ella te
despertará hacia las alegrías puras del bien y te hará luz en el corazón,
librándote de las tinieblas que acostumbran descender sobre las horas
vacías.
Emmanuel

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