martes, 11 de septiembre de 2012

BUENA NUEVA


ANTE LA LECCIÓN
“Considera lo que te digo, porque el Señor te dará entendimiento en todo.” _ Paulo ( II Timoteo 2:7.)
Ante la exposición de la verdad, no te equivoques en la meditación de las luces que recibes.
Quien mira al cielo, de relance, sin contemplarlo, no divisa las estrellas; y quien oye una sinfonía, sin abrirle la cáustica del alma, no la percibe en las notas divinas.
En balde escucharas la palabra inspirada de predicadores ardientes, si no abres el corazón para que tu sentimiento busque la claridad bendita de aquella.
Innumerables seguidores del Evangelio se quejan de la incapacidad de retención de las enseñanzas de la Buena Nueva, afirmándose ineptos al frente de las nuevas revelaciones, y esto es porque no dispensan mayor atención a la lección odia, demorándose largo tiempo en la provincia de la distracción y de la liviandad. Cuando el cuarto permanece sombrío, somos nosotros quien abrimos el cerrojo de la ventana para que el sol nos visite.
Dediquemos algún esfuerzo a la gracia de la lección y la lección nos responderá con sus gracias.
El apóstol de los gentiles es claro en la observación.
“Considerar significa examinar, atender, reflejar y apreciar.
Estemos, pues, convencidos de que, prestando atención a las enseñanzas del Código de la Vida Eterna, el Señor, en retribución para nuestra buena voluntad, nos dará entendimientos en todo.
MODO DE HACER
“Es suerte que haya en vosotros el mismo sentimiento que hubo también en Cristo Jesús.” - Paulo. (Filipenses, 2:5.) Todos hacen alguna cosa en la vida humana, más raros no vuelven a la carne para deshacer cuanto hicieron.
Aun mismo la criatura ociosa, que paso el tiempo entre la inutilidad y la pereza, es constringida a tornar a la lucha, a fin de desintegrar la red de la inercia que tejió alrededor de si misma.
Solamente construye, sin necesidad de reparación o corrección, aquel que se inspira en el padrón de Jesús para crear el bien.
Hacer algo en Cristo es hacer siempre lo mejor para todos:
Sin expectativa de remuneración.
Sin exigencias.
Sin mostrarse.
Sin exhibir superioridad.
Sin tributos de reconocimiento.
Sin perturbaciones.
En todos los pasos del Divino Maestro, lo vemos en la acción incesante, a favor del individuo y de la colectividad, sin prenderse.
De la carpintería de Nazaret a la cruz de Jerusalén, pasa haciendo el bien, sin otra paga más allá de la alegría de estar ejecutando la Voluntad del Padre.
Exalta el veintén de la viuda y alaba la fortuna de Zaqueo, con la misma serenidad.
Conversa amorosamente con algunas criaturas y multiplica el pan para millares de personas, sin alterarse.    Reirguió a Lázaro del sepulcro y camina para la cárcel, con la atención centralizada en los Designios Celestes. No te olvides de hacer para la felicidad común, en la línea infinita de tus días  de tus horas. Todavía, para que la ilusión no te imponga la hiel del desencanto o de la soledad, ayuda a todos, indistintamente, conservando, por encima de todo, la gloria de ser útil, “de modo que haya en nosotros el mismo sentimiento que vive en Jesucristo”.
EN LA GRAN ROMERÍA
“Por la fe, Abrahán, siendo llamado, obedeció, yendo para un lugar que había de recibir por Herencia; y salió, sin saber para donde iba.” - Paulo (Hebreos, 11:8;)
Por la fe, el aprendiz del Evangelio es llamado, como Abrahán, para la sublime herencia que le es destinada. La conscripción atiende a todos. El gran patriarca hebreo salio sin saber para donde iba…
Y nosotros, por nuestra vez, debemos erguir el corazón y partir igualmente. Ignoramos las estaciones de contacto en la enorme romería, más estamos informados de que nuestro objetivo es Cristo Jesús.
¿Cuántas veces seremos obligados a pisar sobre espinos de la calumnia? ¿Cuántas veces transitaremos por el camino escabroso de la incomprensión? ¿Cuántos aguaceros de lágrimas nos alcanzaran el espíritu? ¿Cuántas nubes estarán, interpuestas, entre nuestro pensamiento y el Cielo, en los largos trechos de la senda?  Insoluble respuesta.
Importa, con todo, marchar siempre, en el camino interior de la propia redención, sin desanimarnos.
Hoy, es el sudor intensivo; mañana es responsabilidad; después, es sufrimiento y, en seguida, es la soledad… aun así, es indispensable seguir sin desanimo.
Cuando no sea posible avanzar dos pasos por día, trasfirámonos para delante, por lo menos, algunos milímetros…
Si abres la vanguardia en horizontes nuevos de entendimiento y bondad, iluminación espiritual y progreso en la virtud.
Subamos, sin reposo, por la montaña escarpada:
Venciendo desiertos…
Superando dificultades…
Atravesando nieblas…
Eliminando obstáculos…
Abrahán obedeció, sin saber para donde iba, y encontró la realización de su felicidad.
Obedezcamos, por nuestra vez, conscientes de nuestro destino y convencidos de que el Señor nos espera, más allá de nuestra cruz, en las cimas resplandecientes de la eterna resurrección.
CADA CUAL
“Ahora, hay diversidad de dones, más el Espíritu es el mismo.” - Paulo (I Corintios, 12:4.)
En todos los lugares y posiciones, cada cual puede revelar cualidades divinas para la edificación de cuantos con el conviven.
Aprender y enseñar constituyen tareas de cada hora, para que colaboremos en el engrandecimiento del tesoro común de sabiduría y amor.
Quien administra, más frecuentemente puede expresar la justicia y la magnanimidad.
Quien obedece, dispone de recursos más amplios para demostrar el deber bien cumplido.
El rico, más que los otros, puede multiplicar el trabajo y dividir las bendiciones.
El pobre, con más largueza, puede manejar la fortuna de la esperanza y de la dignidad.
El fuerte, más fácilmente, puede ser generoso, a todo instante.
El débil, sin mayores embarazos, puede mostrarse humilde, en cualquier ocasión.
El sabio, con dilatados recursos intelectuales o morales, puede ayudar a todos, renovando el pensamiento general para el bien.
El aprendiz, con oportunidades multiplicadas, puede distribuir siempre la riqueza de la buena voluntad.
El sano, comúnmente, puede proyectar la caridad en todas las direcciones.
El enfermo, con más seguridad, puede plasmar las lecciones de la paciencia en el ánimo general.
Los dones difieren, la inteligencia se caracteriza por diversos grados, el merecimiento presenta valores múltiples, la capacidad es fruto del esfuerzo de cada uno, más el Espíritu Divino que sustenta a las criaturas es substancialmente el mismo.
Todos somos sucesibles de realizar mucho, en la esfera del trabajo en que nos encontramos.
Repara la posición en que te sitúas y atiende a los imperativos del infinito Bien. Coloca la Voluntad Divina por encima de tus deseos, y la Voluntad Divina te aprovechara.
¿CONSIGUES IR?
“Ven a mi…” - Jesús (Mateo, 11: 28.)
El creyente escucha la llamada del Maestro, anotando bendecidas consolaciones. El adoctrinador lo repite para comunicar vibraciones de confort espiritual a los oyentes.
Todos oyen las palabras del Cristo, las cuales insisten para que la mente inquieta y el corazón atormentado le procuren el regazo refrigerante…
Con todo, si es fácil oír y repetir el “ven a mi” del señor, ¡cuan difícil es “ir para El”!
Aquí, las palabras del Maestro se derraman como bálsamo vitalizante , entre tanto, los lazos de la conveniencia inmediatista son demasiado fuertes; más allá se señala convite divino, entre promesas de renovación para la jornada redentora, todavía, el carcelero del desanimo aísla el espíritu, a través de rejas resistentes; allá, el llamamiento de lo Alto ameniza las penas del alma desilusionada, más es casi impracticable la libertad de los impedimentos constituidos por personas y cosas, situaciones e intereses individuales, aparentemente improrrogables.
Jesús, nuestro Salvador, nos extiende los brazos amorosos compasivos. Con el, la vida se enriquece de valores imperecederos y la sombra de sus enseñanzas celestes seguiremos, por el trabajo santificante, en la dirección de la Patria Universal…
Todos los creyentes le registran la llamada a consolador, más raros se revelan suficientemente valerosos en la fe para buscarle la compañía.
En suma, es muy dulce escuchar el “Ven a mí”…
¿Entre tanto, para hablar con verdad, ya conseguisteis oír?
ACEPTA LA CORRECCIÓN
“Y, en verdad, toda corrección, en el presente, no parece ser de gozo, sino de tristeza, más, después, produce un fruto pacifico de justicia en los instruidos por ella.” – Paulo. (Hebreos, 12:11.)
La tierra bajo la presión del arado, se rasga y dilacera, no en tanto, al breve tiempo, de sus hileras rectificadas brotan flores y frutos deliciosos.
El árbol, en régimen de poda, pierde basta reservas de savia, desnutriéndose y afeándose, todavía, en semanas rápidas, se cubre de nueva robustez, habilitándose para la belleza y para la abundancia.
El agua humilde abandona el bienestar de la fuente, sufre los impositivos del movimiento, alcanza el gran rió y, después, parte a la grandeza del mar.
Cual ocurre en las esferas simples de la Naturaleza, acontece en el reino complejo del alma.
La corrección es siempre ruda, desagradable, amarga; más, en aquellos que le aceptan la luz, resulta siempre en frutos bendecidos de experiencia, conocimiento, comprensión y justicia.
La Tierra, el árbol y el agua, la soportan, a través de constreñimiento, más el hombre, campeón de la inteligencia en el Planeta, es libre para recibirla y aplicarla en el propio corazón.
El problema de la felicidad personal, por eso mismo, nunca será resuelto por la fuga al proceso reparador. Se exterioriza la corrección celeste en todos los ángulos de la Tierra.
Raros, con todo, la aceptan la bendición, porque semejante dadiva, en la mayor parte de las veces, no llega envuelta en el armiño, y, cuando llevada a los labios, no se asemeja al sabroso confite. Surge, revestida de aguijones o mezclada de hiel, para guisa de remedio curativo y saludable.
No pierdas, por tanto, tu preciosa oportunidad de perfeccionamiento.
El dolor y el obstáculo, el trabajo y la lucha son recursos de sublimación que nos compete aprovechar.
Documentación extraída del libro de Chico Xavier por Enmanuel

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