miércoles, 5 de junio de 2013

3º PARTE EL VALLE DE LOS SUÍCIDAS

La 1ª y 2ª parte del valle de los suicidas la escribí hace un tiempo en este mismo Blog, paginas atras estan explicadas y sigo escribiendo esta interesante obra para saber la trayectoria de estos hermanos que van evolucionando poco a poco con una seguridad ejemplar, prosigo con la 3ª parte.
LA CIUDAD UNIVERSITARIA -- LA MANSIÓN DE LA ESPERANZA
La primera noche la pasamos en ansiosa expectación. Nuestros aposentos daban
sobre el jardín y de las ojivas que los rodeaban veíamos el amplio horizonte de la metrópolis,
adornado de pabellones graciosos como construidos en madreperla y de cuyos quioscos,
que lo adornaban pintoresca mente, emanaban fragancias delicadas de miríadas de arbustos
y tiernas flores, ya no monótonas, níveas, como en el Departamento Hospitalario.
Todo indicaba que gravitáramos, según nuestras afinidades, a una Ciudad
Universitaria, donde nuevos ciclos de estudio y aprendizaje se nos concedería, según
nuestro deseo. Mientras paseábamos, ante nuestros ojos interesados se extendía un paisaje ameno y
seductor, donde soberbios edificios, finamente trabajados en un estilo ideal, que recordaría
el padrón de una civilización que nunca llegaría a concretarse en las camadas terrestres,
nos llevaron a meditar sobre la posibilidad de neblinas ignotas, irisadas de palideces también
desconocidas, servir a artistas aquellas cúpulas seductoras, los encajes sugestivos, el
pintoresco encanto de los balcones convidando a la mente del poeta a devaneos profusos,
camino al Ideal!. Inmensas avenidas se abrían entre arboledas majestuosas y lagos
dulcemente encrespados, orlados de ramilletes floridos y perfumados. Y, alineadas, como en
visión inolvidable de una ciudad de hadas, las Academias donde el infeliz que atentara
contra la sacrosanta oportunidad de la existencia terrena debería habilitarse para las
decisivas reformas personales que serian indispensables para, mas tarde, después de una
nueva encarnación terrena, donde testificase los valores adquiridos durante la preparación, ser admitido en la verdadera Iniciación. No me permitiré el intento de describir el encanto que se irradiaba de ese barrio donde las cúpulas y torres de los edificios parecían filigranas resplandeciendo discretamente, como que rociadas, y sobre las que los rayos del Astro Rey, proyectados en conjunto con evaporaciones de gases sublimados, prestaban tonalidades de efectos cuya belleza a nada se puede comparar!. En todo, sin embargo, se diseñaba una augusta superioridad, desprendiendo
sugestiones grandiosas, inconcebibles al hombre encarnado. Y, en tanto, no era residencia privilegiada!. Apenas un grado mas arriba del triste asilo hospitalario!...
Emocionados, nos detuvimos ante las Escuelas que deberíamos cursar. Allá estaban,
coronándolas, los letreros descriptivos de las enseñanzas que recibiríamos:
- Moral, Filosofía, Ciencia, Psicología, Pedagogía, Cosmogonía, y hasta un idioma
nuevo, que no seria apenas una lengua mas, a ser usada en la Tierra como adorno de ricos,
ornamento frívolo de quien tuviese recursos monetarios suficientes para comprar el privilegio
de aprenderla. ¡No!. El idioma cuya indicación allí nos sorprendía seria el Idioma Definitivo,
que había de en el futuro estrechar las relaciones entre los hombres y los Espíritus, por
facilitarles el entendimiento, removiendo igualmente las barreras de la incomprensión entre
los humanos y contribuyendo para la confraternización ideada por Jesús de Nazaret: "Una sola lengua, una sola bandera, un solo pastor!" Ese idioma, cuya ausencia entre médiums brasileros le había imposibilitado realizar obras como deseara, contribuyendo para que fuera mas penoso el trabajo de mi rehabilitación, tenia un nombre que se aliaba al dulce alivio que aclaraba nuestras mentes. Se llamaba, como nuestro barrio, Esperanza, y allá estaba, junto a los demás, el majestuoso edificio donde era enseñado, acompañándose de las recomendaciones fraternales para las que fue ideado!. Convendría, así, que lo aprendiésemos, para que, al reencarnar, llevándolo
impreso en el fondo del Espíritu, no descuidásemos de ejercitarlo en la Tierra.
El benéfico frescor matinal nos traía al olfato el perfume dulcísimo, que afirmaríamos
ser de los claveros sanguíneos que las damas portuguesas tanto gustan de cultivar en sus
canteros, de las tiernas glicinas, excitadas por el rocío saludable de la alborada. Y pájaros,
como si cantasen a lo lejos, sonaban tiernas melodías, completando el dulzor del cuadro.
Habíamos llegado en la víspera, cuando las estrellas comenzaban a fulgir irradiando
caricias luminosas. Romeu y Alceste, nos presentaron a la dirección del nuevo Instituto, se despidieron enseguida, dando por terminada la misión junto a nosotros. No fue sin profunda emoción que vimos partir a los jóvenes buenísimos a quienes tanto debíamos, y a los que abrazamos, conmovidos, aunque, sonriendo, observasen: "- No estaremos separados. Apenas mudasteis de recinto, dentro del mismo hogar. ¡¿Por ventura el mismo Universo Infinito no es el hogar de las criaturas de Dios?!..." El hermano Sostenes era el director de la Ciudad Esperanza. Nos habló grave, discreto, bondadoso, sin que nos animásemos a mirarlo:
"- Sed bienvenidos, mis caros hijos!. Que Jesús, el único Maestro que, en verdad, aquí
encontrareis, os inspire la conducta a seguir en la nueva etapa que hoy se delinea para
vosotros. ¡Confiad!. ¡Aprended!. ¡Trabajadad!. – ¡a fin de que podáis vencer!. ¡Esta mansión
os pertenece. Habitáis, por tanto, en un hogar que es vuestro, y donde encontrareis
hermanos, como vosotros, hijos del Eterno!. María, bajo el beneplácito de su Augusto hijo,
ordenó su creación. Para que os fuese proporcionada ocasión de preparativos honrosos
para la rehabilitación indispensable. Encontrareis en su amor de madre el sustentáculo
sublime para vencer el negror de los errores que os alejaron de los pasos del Gran Maestro
a quien debéis antes amor y obediencia!. Cumple, por tanto, apresurar la marcha, recuperar
el tiempo perdido!. Espero que sabréis comprender con inteligencia vuestras propias
necesidades." No respondimos. Lágrimas humedecieron nuestras mejillas. Eramos como niños
tímidos que se viesen solas por primera vez con el viejo y respetable profesor aun
incomprendido. Fue cuando, después, nos condujeron al Internado donde deberíamos
residir, donde pasáramos la noche y de donde, por la mañana, saldríamos a pasear.
Aquí y allí, por los parques que bordeaban la ciudad, encontrábamos a grupos de
alumnos oyendo a sus maestros bajo la poesía dulcísima de arboledas frondosas, atentos y
absortoscomo otros lo habrian sido los discípulos de Sócrates o de Platón, bajo el
murmullo de los plátanos de Atenas; los iniciados del gran Pitágoras y los desgraciados de
Galilea y Judea, los sufridores de Cafarnaum o Genesaré, embebidos ante la intraducible
magia de la palabra mesiánica!. Señoras caminaban por las alamedas, acompañadas de severos vigilantes como Marie Nimiers, a quien mas tarde conoceríamos muy de cerca; o impenetrables como Vicência de Guzman,  joven religiosa de la antigua Orden de S. Francisco, hermana de nuestro antiguo benefactor, Conde Ramiro de Guzman, a la cual igualmente pasamos a bien querer
tan luego supimos de los eslabones inmarcesibles que la unían a aquel dedicado servidor de
la Sección de las Relaciones con la Tierra.
Absortos, consentíamos que la imaginación se desbocase arrastrada por las
sugestiones, dejando palpitar en nuestra mente múltiples impresiones, cuando suavemente
alguien me tocó el hombro, produciendo en mi sensibilidad la suave emoción de una caricia
infantil que me despertase de un prolongado torpor. Me volví, ya mis compañeros más
cercanos reducidos a Joâo y Belarmino, ya que los demás se habían internado en el
24 Personajes de una narración incluida en los apuntes concedidos por el verdadero autor de estas páginas en el curso de veinte años de experiencias mediúmnicas, mas la cual su compilador tuvo por bien omitir en el presente volumen, reservándolo para un nuevo ensayo literario en moldes espiritas. Recogimiento. Dos damas estaban a nuestro lado, invitándonos para una reunión de honor
para la cual fuera convocada la pequeña falange llegada ayer. Decían las damas, que,
entonces, seriamos presentados a nuestros nuevos mentores, aquellos que nos darían la
educación definitiva. Seriamos entregados a ellos como los verdaderos guardianes que por
nosotros celarían paternalmente, hasta terminar el curso de experiencias renovadoras que
urgía las realizásemos en la próxima encarnación en los planos terrestres.
La primera de esas damas, justamente la que me tocara, era una niña rubia y delicada,
que andaría por las quince primaveras, dueña de una gracilidad irresistible!. Vestía, sin
embargo, curiosamente, no escapándosenos, ninguno de nosotros, del impertinente análisis.
Una túnica blanca atada a la cintura, manto azul colgado al antiguo uso griego y una
pequeña guirnalda de minúsculas rosas adornándole la frente eburnea. Parecía un ángel a
quien le faltasen las alas. Al comienzo me creí víctima de una alucinación, que, salido del
Valle de los Réprobos para la Ciudad de la Esperanza, tendría el don de crear lo opuesto de
lo hediondo, o sea, lo agradable y lo Bello. La niña tenía el poético e imponente nombre de
Cassía de Fórjaz Franzâo, decasílabo que la habría implicado en un círculo familiar
aristócrata, en la ultima etapa terrena sufrida en tierras de Portugal. Pasados algunos días,
no teniendo el deseo de elucidarme acerca de sus interesantes vestidos, la veía
entristecerse ante mi indiscreción, mientras oía su respuesta a mi interrogante:
“- Me sepultaron así, o mejor, así vistieron mi fardo carnal, cuando lo abandoné por
ultima vez, en la Tierra. Tan grata fue a mi corazón la vuelta a lo Invisible, no obstante del
desastre que ocasionó a un ser muy querido para mi, que retuve en la mente el recuerdo del
último "toilette" terreno..." La segunda, alta, también rubia, debería haber dejado la vestidura corporal no lejos de los cincuenta años, conservando aun las impresiones mentales que permitían esas observaciones. Simpática y atrayente, me extendió la diestra muy gentilmente,
presentándose de modo asaz cautivante para: " Tengo la certeza que ya oísteis hablar de mi... Soy Doris Mary Steel da Costa.., y vengo de una existencia terrena en la que muy gratamente serví de madre a mi pobre Joel... vuestro amigo del Departamento Hospitalario. "
Nos confesamos encantados, no teniendo frases suficientemente expresivas para
traducir la emoción que nos conmovía. Respetuosamente  nos dimos la mano que tan
democrática -mente nos era extendida, mas sinceramente lo hicimos, sin la afectación a que
nos habituáramos siempre. A la hora marcada fuimos introducidos a la sala de reuniones, situada en la sede central del nuevo Departamento, por hermanas vigilantes encargadas del servicio interno.
Nuestro grupo, que contaba cerca de doscientos pecadores, era de las mas grandes
que en el momento habían en la Ciudad, contando en su conjunto con un gran contingente
de damas brasileñas pertenecientes a variados planos sociales de la Tierra, lo que mucho
nos admiró, reconociendo que las estadísticas de suicidios de mujeres en el Brasil es
mucho mayor que la de Portugal. Presidía la magna reunión el Guardián jefe del Instituto, el
Hermano Sóstenes. Iniciándola, nos exhortó a un homenaje mental al Creador, lo que hicimos orando íntimamente, tal como nos fuese posible, impelidos, todavía, por un sincero respeto. A su
derecha estaba un anciano, cuyas barbas níveas, bajando hasta la cintura, para terminar en
punta, le imprimían tal aspecto de venerabilidad a su personalidad que, emocionados, nos
creímos en presencia de uno de aquellos patriarcas que los libros sagrados nos retratan o a
un faquir hindú experimentado en virtudes y ciencias a través de las mas austeras
disciplinas. A la izquierda, otro iniciado nos despertó la atención con su perfil hindú clásico,
lo que infundió a nuestro espíritu un singular sentimiento de atracción. Tan venerable cuanto
el otro, el nuevo personaje tenia, sin embargo, menos edad, reflejando antes la madurez con
la pujanza de su equilibrio racional estampada en el vigor de sus facciones que nos dejaba
ver con nitidez. Más allá, un joven casi adolescente nos despertó mayor atención, ya que ocupaba otra cátedra de maestro, y no el lugar reservado a los adjuntos. Hermosísimo de
rostro, de una hechura por así decir angelical, su perfil hebreo irradiaba tan impresio
nante
dulzura que creíamos tratarse antes de una aparición de las que los libros orientales eran
fértiles en mencionar, si no fuera por la realidad indiscutible de todo cuanto nos cercaba. A la
derecha de Sostenes, codeándose con el anciano. A una seña del Hermano Sostenes, se inició la llamada de los pacientes. Nuestros nombres, registrados en el voluminoso libro de matrícula donde los firmáramos a llegar resonaban, uno a uno, proferidos por la vigorosa voz de un adjunto que, al lado da tribuna de honor, como secretario de la reunión. Y, oyendo que nos llamaban, respondíamos tímidamente, como colegiales bisoños, mientras el eco hacia repetir nuestros nombres mas allá, entre salas y galerías, llevándolos, a través de las alamedas distantes, de los parques de la ciudad que se extendía entre flores y pabellones grandiosos, para perpetrarlos, quien
sabe? repercutiéndolos a través del Infinito y de la Eternidad!. Ante todos los presentes, se levantó el director para el discurso de honor: "- Iniciáis en este momento una nueva fase en vuestra existencia de Espíritus delincuentes, mis caros amigos!. Entre tantos padecientes que con vosotros llegaran a esta Colonia, fuisteis los únicos a alcanzar las condiciones indispensables para las luchas del aprendizaje espiritual que os conferirá una base sólida para adquirir valores personales en
los días por venir. Seréis matriculados en nuestras escuelas, una vez que presentáis el
necesario desenvolvimiento moral y  mental para la adquisición de esclarecimientos que os
permitirán la próxima reencarnación recuperadora, capaz de daros la rehabilitación decisiva
del error en que sucumbisteis. Como desde hace mucho debéis haber percibido, no sois condenados irrecuperables a los que la Ley Universal aplicaría medidas extremas, relegandoos a la eterna inferioridad del presente, al abandono de las angustias inconsolables de la actualidad, por excluiros de la armonía apropiada a toda criatura originada del Sempiterno Amor!. Al contrario, estamos
participandoos que tenéis el derecho de mucho esperar de la bondad paternal del
Omnipotente Creador, porque, la misma Ley, por El establecida, que infringisteis con el acto
irrespetuoso de la rebelión contraproducente, a todos os facultará la posibilidad de recomenzar la experiencia interrumpida por el suicidio, dándoos, honrosamente, oportunidad de rehabilitación segura. Nada conocéis,
sin embargo, de la Vida Espiritual y urge que la conozcáis. Hasta ahora
vuestras estadías en la erraticidad vienen verificándose en zonas inferiores de lo Invisible
donde poco habéis aprovechado moralmente, a causa de la coraza de animalidad que
envuelve vuestras vibraciones mentales soldadas, particularmente, al dominio de las
sensaciones. Hace cerca de un siglo, sin embargo, llegó la época de anteponer rigores a
vuestros continuados desatinos y despertaros del círculo vicioso en que os dejasteis estar
encaminándoos hacia la alborada de la redención con Jesús, que os conducirá al verdadero
objetivo que, como criaturas de Dios, debéis forzosamente alcanzar!.
Muchos de vosotros, que fuisteis doctos en la Tierra, lúcidas inteligencias que se
impusieron en el concepto de la sociedad terrena, desconocéis, todavía, los mas
rudimentarios principios de espiritualidad, llevando realmente la displicencia al extremo de
negarlos y combatirlos, cuando los descubristeis ornando el carácter del prójimo. Debéis, por
eso mismo, iniciar con nosotros un curso de reeducacion moral-mental-espiritual, que es lo
que os ha faltado, ya que las predisposiciones para tan elevado acto acudieron a las
invocaciones desesperadas de los sufrimientos por los que pasáis!.
Si no fuera por el gesto audaz de precipitación, afrontando leyes invariables que aun
desconocéis, y hoy estaríais glorificados por una victoria magnífica, laureados por el
cumplimiento del Deber, preparados para nuevos ciclos de aprendizaje. Sin embargo, el
suicidio, que no os trajo la muerte, porque la muerte es ficción en este Universo vivo y regido
por leyes eternas oriundas de la sabiduría de un Creador Eterno; que no os concedió ni
reposo, ni olvido, ni aniquilamiento, porque no alcanzó sino el cuerpo físico-terreno y no,
jamas! el espiritual, donde reside vuestra personalidad verdadera y eterna, el suicidio,
decimos, arrebató todo el mérito que podríais tener, precipitándoos a una situación calamitosa, de la cual no saldréis mientras restauraciones totales no sean realizadas. Y os advierto, mis amigos, que, en la lucha que emprenderéis para conseguir tal desideratum,
mas de un siglo presenciará las lágrimas que derramareis sobre las consecuencias del
execrable acto irrespetuoso hacia vosotros mismos, como hacia Dios!.
Sin embargo, las enseñanzas que os administraremos influirán bastante en la victoria
que deberéis alcanzar contra vosotros mismos. Mas, no saldréis de este local, alcanzando
esferas espirituales mas compensadoras, mientras de nuestro Instituto, o de vuestras
Consciencias, no recibáis certificados de rehabilitación, los que os conferirán el ingreso a
lugares normales en la jerarquía de la evolución, y tales certificados, mis amigos, solo os
serán confiados después de la reencarnación que deberéis abrazar, una vez terminado el
curso iniciado en este momento." Siguió una pausa breve, que nos dio la impresión de que nuevas disposiciones despertaban las fibras de nuestras almas. Volviéndose hacia los tres compañeros que lo rodeaban, el orador continuó, prendiendo acaso aun más nuestra atención:
"- Aquí tenéis a vuestros educadores. Son como ángeles-tutelares que sobre vosotros,
como sobre vuestros destinos, se inclinaran, amparandoos en la espinosa jornada!. Os
acompañaran, a partir de este momento, en todos los días de vuestra vida, y solo darán por
cumplida la noble misión de que encargaron junto a vosotros, cuando, ya glorificados por la
observancia de la Ley que infringisteis, volváis de la Tierra, nuevamente, a este asilo,
recibiendo, entonces, como que el pasaporte para otra localidad espiritual, donde retornéis el
hilo normal de la ruta evolutiva interrumpida por el suicidio.
Las credenciales de los maestros a quienes, en este momento, sois entregados en
nombre del Pastor Celeste, se extienden, en virtudes y méritos, a un pasado remoto,
muchas veces comprobado en los testimonios santificantes.
A mi derecha, está Epaminondas de Vigo, en cual, en escala ascensional brillante,
viene desde el antiguo Egipto hasta los sombríos días de la Edad Media, en España,
sirviendo a la Verdad y exaltando el nombre de Dios, sin que sus triunfos se enfriasen en los
planos de la Espiritualidad hasta el momento presente. En los tiempos apostólicos, donde,
como discípulo de Simón Pedro, glorificó al Maestro Divino, tuvo el honor supremo de sufrir
el martirio y la muerte en el circo de Domício Nerón. En España, bajo el imperio de las
tinieblas que circundaban las leyes impuestas por el llamado Santo-Ofício, brilló como
estrella salvadora, mostrando caminos sublimes a los desgraciados y perseguidos, como a
muchos corazones ansiosos por el ideal divino, empuñando antorchas de ciencias
sublimadas en el amor y en el respeto a los Evangelios del Cordero Inmaculado, ciencias
que fuera a buscar, desde hacia mucho, en peregrinaciones devotas, a los arcanos sagrados
de la vieja India, sabia y protectora, en la Tierra, de verdades inmortales!. Mas justamente
porque brillara en medio de tinieblas, lo sacrificaran nuevamente, ya no tirando su viejo
cuerpo carnal a las fieras hambrientas, y sí quemándolo en la hoguera pública, donde,
todavía una vez mas, probó él su inmarcesible dedicación al Señor Jesús de Nazaret!.
A la izquierda tenéis a Souria-Omar, antiguo maestro de iniciación en Alejandría;
filósofo en Grecia, luego después de la venida de Sócrates, cuando fulgores inmortales
comenzaban a encenderse para el pueblo, hasta entonces alejado de los conocimientos
sublimes, ya que estos eran mantenidos en secreto y apenas para conocimiento y uso de
sabios y doctos. Como el eminente precursor del Gran Maestro, enseñó la Doctrina Secreta
a discípulos elevados de las mas modestas clases sociales, a los desheredados e infelices;
y, a la sombra benéfica de las hayas frondosas o bajo la amenidad poética de los plátanos,
les hacia sorber enseñanzas llenas de divina magnificencia, transportándolos de felicidad en
la elevación de los pensamientos hacia el Dios Sempiterno, Creador de Todas las Cosas,
aquel Dios desconocido cuya imagen no constaba en la colección de los altares de piedra de
la antigua Hélade... Mas tarde, lo tenéis reencarnado en la propia Judéa, atraído por la figura
incomparable del Maestro de los maestros, manifestándose en actitudes humildes, oscuras,
mas generosas y sanas, por seguir los pasos luminosos del Celeste Pastor!. Entrado ya en
edad avanzada, conoció las férreas persecuciones de Jerusalén, después del
apedreamiento de Esteban. Estoico, fortalecido por una fe inquebrantable, sufrió un largo
martirio en el fondo siniestro de un antiguo calabozo; torturado con la ceguera, por ser
considerado varón de muchas letras y, por tanto, peligroso, nocivo a los intereses farisaicos;
martirizado con golpizas, mutilaciones dolorosas, hasta sucumbir, ignorado por la sociedad,
irreconocible por la propia familia, mas glorificado por el Maestro Excelso, por amor de quien
todo soportó con humildad, amor y reconocimiento. Souria-Omar, como Epaminondas, tuvo
la mente vuelta, desde hace muchos siglos, hacia las altas expresiones de la Espiritualidad,
el alma fervorosamente balizada en la pira sagrada de la Ciencia Divina y del amor a Dios!.
Hoy, se encuentra trabajando en la región de angustias en que nos encontramos todos,
materializado al punto de ser por vosotros reconocido como en su ultima estructura corporal,
no será porque le falten luces y merecimientos para alcanzar otros lugares, en armonía con
sus méritos, mas porque fieles, ambos, a principios de la iniciación cristiana, que observa
por encima de cualquier otra norma, prefieren extender atenciones y amor a los mas
desgraciados y desprovistos de animo, dedicándose a encaminarlos a la redención
inspirados en el ejemplo del Príncipe Celeste que abandonó Su reino de glorias para darse,
en sacrificios continuos, al bien de las ovejas de la Tierra...
...!Y Aníbal, mis caros hijos!. Este joven que conoció personalmente a Jesús de
Nazaret, durante sus sermones inolvidables a través de la sufrida Judea!. Aníbal de Silas,
uno de aquellos niños presentes en el grupo que Jesús acarició cuando exclamó,
demostrando la inconfundible ternura que una vez mas expandía entre las ovejas aun
vacilantes: "Dejad que los niños vengan a mi, porque de ellas es el reino de los Cielos..."
Aníbal, que os dará enseñanzas cristianas exactamente como las oyera del mismo
Rabí, a quien ama con arrebatos de idealista entusiasta y ardoroso, desde la infancia lejana,
pasada, entonces, en el Oriente!. Asevera él que, cuando el Señor enseñaba su hermosa Doctrina de Amor, cuadros explicativos, de maravillosa precisión y encanto inefable, surgían inesperadamente a la visión del oyente de buena voluntad, elucidándolo de forma inconfundible, por imprimir en los arcanos del ser de cada uno el ejemplo que nunca mas sería olvidado!. Que era por eso que, hablando, conseguía el gran Enviado refrenar, en serenidad inalterable, multitudes
hambrientas, por largas horas, dominar turbas rebeldes, arrebatar oyentes, convencer
corazones que, o se prosternaban a su paso, tímidos y aturdidos, o a Su Doctrina para
siempre se prendían, encantados y fieles. Los impíos, sin embargo, cuyas mentes viciadas
permanecían desafinadas con las vibraciones divinas, nada perciban, oyendo apenas relatos
cuya excelsitud no eran capaces de alcanzar, ya que traían las almas impregnadas del virus
letal de la mala voluntad!. Uno de esos cuadros, ciertamente el mas bello de cuantos el
Maestro Amado creó para instruir a sus ovejas descarriadas, porque aquel mismo que lo
retrataba en su gloria de Unigénito del Altísimo, bastó para que Saulo de Tarso se
transformase en arrimo ardiente de la Doctrina Redentora con que honrara al mundo!.
Aníbal creció se hizo hombre, sintiéndose siempre envuelto por las radiaciones
inmarcesibles del Divino Pastor, y que nunca mas se apagaran de sus recuerdos. Trabajó
por la Causa, repitió aquí como mas allá lo que oyera del Señor o de sus Apóstoles,
prefiriendo, sin embargo, instruir a criaturas y jóvenes, recordándose de la dulzura indecible
con que Jesús se dirigía a la infancia. Viajó y sufrió persecuciones, ultrajes, injurias,
injusticias, todavía porque era de buen gusto social criticar a los adeptos del Nazareno,
ofenderlos, perseguirlos, matarlos!. Y, una vez llegado a Roma, se vio glorificado por el
martirio, por amor al Enviado Celeste: tuvo su fardo carnal incinerado en uno de aquellos
postes de iluminación festiva, en la célebre ornamentación de los jardines de Nerón, a los
treinta y siete de edad!. Mas, entre la tortura del fuego resinoso, por ventura aun mas atroz,
y el espanto por verse cogido en las redes del sublime testimonio, él que se consideraba
humilde, incapaz de merecer tan elevada honra, revió nuevamente las márgenes del
Tiberíades, el lago hermoso de Genesaré, las aldeas simples y pintorescas de Galilea y a
Jesús evangelizando dulcemente la Buena Nueva celestial con aquellos arrebatadores
cuadros que, en la hora suprema, se mostraban aun mas bellos y fascinantes a su alma de
adepto humilde y fervoroso, mientras Su Voz dulcisima repetía, como el ósculo de la
extremaunción que le bendijese su alma, destinándola a la gloria de la Inmortalidad:
"Venid a mi, benditos de Mi Padre, pasad a mi derecha..."
Enamorado sincero de la Buena Nueva del Cordero inmaculado, será la Buena Nueva
la enseñanza que os administrará, pues, para él, sois niños que todo ignoráis acerca de
ella... Y lo hará como aprendió del Maestro Inolvidable: - en cuadros demostrativos que os
representen, lo mas fielmente posible, el encanto que para siempre lo arrebató y prendió a
Jesús!. A fin de especializarse en tan sublime genero de confabulación mental le han sido
necesarias al devoto Aníbal vidas sucesivas de renuncias, trabajos, sacrificios, múltiples
experiencias y dolorosas en el carrero del progreso, pues solamente así seria posible
desarrollar en las facultades del alma tan precioso don. El lo consiguió, sin embargo, porque
jamas en su corazón faltó la voluntad de vencer, jamas olvidó los días gloriosos de los
sermones mesiánicos, el momento, sempiterno en su Espíritu, en que sintió la diestra del
Celeste Mensajero posándose sobre su frágil cabeza de niño, para el convite inolvidable:
"Dejad que los niños vengan a mi..." Es que Aníbal venia siendo, para eso, preparado desde eras lejanas!. Vivió en los tiempos de Elías, respetando el nombre del verdadero Dios!. Fue, mas
tarde, iniciado en los mistérios augustos de las Ciencias, por la antigua escuela de los
Egipcios. El respeto y la devoción al Dios Verdadero, y a la esperanza inquebrantable en el
advenimiento libertador del Mesías Divino, iluminaban su mente desde entonces, por entre
antorchas de virtudes que no se desmayarían mas!.
No obstante, después del sacrificio en Roma, trabajador e infatigable, renació Todavía
sobre la costra del planeta. Lo seducía la voluntad poderosa e inflexible de seguir en las
pisadas del Maestro, consintiendo a Sus divinas invocaciones. Sufrió, por eso, nuevas
persecuciones en tiempos de Adriano, y exultó con la victoria de Constantino!.
Desde entonces, se dedicó particularmente al amparo y a la educación de la infancia y
de la juventud. Sacerdote católico en la Edad Media, mas de una vez se hizo ángel tutelar de
pobres criaturas abandonadas, olvidadas por la prepotencia de los señores de entonces,
convirtiéndolas en hombres útiles y aprovechables para la sociedad, en mujeres honestas,
dedicadas al culto del Deber y de la Familia!. Y tanto Aníbal se preocupó con la infancia y la
juventud, tanto fijó energías mentales en aquellas caritas hermosas y dulces, que su mente
imprimió en si misma un eterno rostro de adolescente gentil, pues, como veis, se diría que
aun es el niño acariciado por el Maestro Nazareno, en Judéa, hace casi dos mil años!...
... Hasta que un día, glorioso para su Espíritu de siervo fiel y amoroso, una orden
directa bajó de las altas esferas de luz, como gracia concedida por tantos siglos de
abnegación y amor: Ve, Aníbal... y ofrece tus labores a la Legión de Mi Madre!. Socorre con Mis
enseñanzas, que tanto aprecias, a los que mas destituidos de luces y de fuerzas encuentres,
confiados a tus cuidados... Piensa, preferentemente, en aquellos cuyas mentes han
desfallecido bajo las penas del suicidio... Los entregué, desde hace mucho, a la dirección de
Mi Madre, porque sólo la inspiración maternal será bastante caritativa para erguirlos hacia
Dios!. Enséñales Mi palabra!. Despiértalos, acordándoles los ejemplos que dejé!. A través
de Mi lecciones, enséñalos a amar, a servir, a dominar las pasiones, oponiendo a ellas las
fuerzas del Conocimiento, a encontrar el camino de redención en el cumplimiento del Deber,
que para los hombres tracé, a sufrir con paciencia, porque el sufrimiento es preanúncio de
gloria, palanca poderosa del progreso... Abreles el libro de tus recuerdos!. Recuerda de
cuando me oías, en Judéa... e ilumínalos con las claridades de Mi Evangelio, pues es solo
eso lo que les falta!... " Y aquí lo tenéis, mis caros hijos, modesto, pequeñito como un adolescente, mas tocado por la flama inmortal de la inspiración con que lo une a la bondad inmarcesible del Maestro Excelso... A él os confío!." Una intensa conmoción alcanzaba nuestras almas, extrayendo de lo mas íntimo de nuestro ser, reales sentimientos de admiración por las tres figuras que nos eran presentadas y que tan estrechamente se ligarían a nuestro destino por un tiempo que no podríamos,
absolutamente, prever. También la inconfundible figura del Nazareno nos fuera
singularmente presentada. La verdad era que, hasta entonces, El se nos aparecía a las
cogitaciones mas como una sublimidad ideal, incomprensible a la mente humana, que como
una personalidad real, capaz de hacerse comprensible e imitada por las demás criaturas.
Nuestros tres maestros, sin embargo, habían sido contemporáneos de El. Lo conocieron. Le
oyeron hablar. Realmente hablaron, con El, porque era de notarse que ese Divino Maestro
jamas se negó a hablar con quien lo buscase!. Uno de aquellos mismos maestros sintiera a
blanda caricia de su mano acariciarle la cabeza. Jesucristo, así conocido, así visto, así
amado, atraía nuestra atención. Muchos internos presentes habían bajado la frente. Otros se abandonaban a las lágrimas silenciosas, discretas, que bajaban, como rociando sus almas, en un grato y fervoroso bautismo!. El silencio continuó por algunos instantes, después Sostenes continuó,
orientador y celoso: "- Como jamas será aconsejable la perdida de tiempo, porque, algunos minutos
desperdiciados en la bendita labor del progreso podrán acarrear para el futuro sinsabores
difícilmente reparables, iniciaremos hoy mismo medidas favorables a vosotros. Seréis
nuevamente divididos en grupos homogéneos de diez
individuos, continuando separadas,
como en el Hospital, las damas de los caballeros. Solamente durante las aulas o en días
fijados para reuniones recreativas, podréis veros y trocar ideas. Eso acontecerá porque
traéis aun restos penosos de la Matéria, inquietudes mentales perturbadoras, que conviene
educar. Vuestros pensamientos deberán habituarse a la disciplina higiénica, encaminándose
lo mas rápidamente posible hacia las buenas expresiones del Espíritu, para cogitaciones
cuyo avo estará en la idea de Dios!. Haréis con nosotros el ejercicio mental de elevación del
ser hacia el Infinito; mas para que consigáis tanto será indispensable que os desobliguéis de
preocupaciones subalternas. ¡La idea del sexo es una de las mas incomodas trabas a las
conquistas mentales!. Las inclinaciones sexuales oprimen la voluntad, turban las energías
del alma, le entorpecen las facultades, arrastrándola a vibraciones pesadas e inferiores, que
retardan la acción del verdadero estado de espiritualidad. Por eso, será prudente, mientras
no progreséis bastante, el aislamiento será, un buen consejero que os llevará al olvido de
que fuisteis hombres y mujeres todavía ayer, recordandoos, enseguida, de que, ahora, os
debéis buscar preferentemente con el amor espiritual, con el sentimiento fraterno
inmarcesible, inclinación divina, apropiada para los arrebatos del Espíritu. No obstante,
entidades ya educadas en las reales afinidades del alma, y que animaran, en la Tierra,
cuerpos femeninos, son indicadas para acompañaros en misión educativa, como familiar.
Escogidas en nuestro cuerpo de vigilantes, serán como preceptoras que os auxiliaran en la
verdadera adaptación al ambiente espiritual, que en verdad desconocéis, visto que vuestros
estadios en el Mas Allá se han verificado, hasta ahora, apenas entre las camadas inferiores
de lo Invisible, lo que no es la misma cosa... Oirán ellas vuestras confidencias, os consolaran
con sus consejos y experiencias, cuando las fatigas o las posibles añoranzas os amenacen
el ánimo; atenderán vuestros pedidos, transmitiéndolos a la dirección de esta Mansión, y, así
actuando, mantendrán alrededor de vuestros corazones los dulces y sacrosantos
sentimientos de la Familia, impidiendo que los olvidéis por una larga separación, pues no
podréis prescindir de los sentimientos de familia, tal como en la Tierra son ellos
experimentados, porque todavía muchas veces reencarnareis en sus escenarios,
reconstituyendo hogares que no siempre supisteis apreciar, testimoniando enseñanzas que
habéis de aprender en el plano espiritual, con vuestros maestros, delegados de Jesús. Junto
a vosotros, aquí desempeñaran ellas como que el papel de la solicitud materna, del interés y
de la dedicación fraternas!.
Como veis, toda la ayuda que la Ley permite en vuestro deplorable caso, os será
facultada por la magna dirección de la Colonia Correccional que os abriga, cuyos estatutos,
fundamentados en la Doctrina Excelsa del Amor y de la Fraternidad, tienen por ideal el
educar para elevar y redimir!.
Avanzad, pues, caros amigos y hermanos! corajudos y decididos, para la batalla que os
concederá la libertad de las graves consecuencias que creasteis en la hora de la infeliz y
temeraria inspiración!."
En un salón que precedía a la sala de asambleas, encontramos a las Damas de la
Vigilancia, noble corporación de legionarias que ejercían el aprendizaje sublime para las
futuras tareas femeninas a ser experimentadas en la Tierra, y lo hacian junto a nosotros, sus
hermanos sufrientes carentes de elucidaciones y consuelo. Esperaban por sus protegidos, a
fin de ser debidamente presentadas. Ora, un grupo formado desde el Hospital por mi,
Belarmimo de Queiroz e Souza y Jôao d´Azevedo, y que viera enriquecido, ahí mismo, por
mas algunos aprendices afines, portugueses y brasileños, recibió como futuros “genios
buenos” a las damas que nos habían encaminado a la reunión de la que saliéramos, o sea,
Doris Mary y Rita de Cássia. Encantados con el acontecimiento, porque una irresistible
simpatía ya impelía a nuestros Espíritus hacia ellas, fue conmovidos que confesamos la
satisfacción que nos avasallaba el besarles la diestra que bondadosa-mente nos fuera
extendida. Sin perdida de tiempo, fuimos encaminados al noble edificio en el quem funcionaban
las clases de Filosofía y Moral, uno de los magníficos palacios situados en la hermosa
Avenida Académica. Cuando entramos al recinto de las aulas, una suave conmoción agitó las fibras
doloridas de nuestro ser. Era un salón inmenso, dispuesto en semicírculo, cuyas cómodas
graderías acompañaban un trazado idéntico, mientras una placa luminosa de grandes
dimensiones despertaba la atención del visitante, y en el centro, junto a ella, la cátedra del
expositor, profesor emérito del trascendental curso que iniciaríamos. Notamos que no nos
resultaban extraños los aparatos. Ya los viéramos, mas de una vez en los servicios del
hospital. Sin embargo ese, ahora, parecía perfeccionado, presentando una leveza y
dimensiones diferentes. Suaves tonalidades blanco-azuladas proyectaban en el ambiente en que entrábamos por primera vez el encanto sugestivo de los santuarios. Jamas sintiéramos tan
profundamente la insignificancia de nuestra personalidad como al entrar al extraño anfiteatro
donde el primer detalle a despertar nuestra atención era el sublime convite del Señor de
Nazaret, escrito en caracteres fulgurantes leyéndose sobre el telón:
"Venid a mi; todos los que estáis trabajados y cargados, que yo os haré
descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mi, que soy manso y
humilde de corazón, y hallareis descanso para vuestras almas; Porque mi yugo es
fácil, y ligera mi carga.”
(25) JESÚS-Mateo, 11:28,29, y 30.
Súbitamente, sin embargo, el tintinear suave de una campanilla despertó nuestra
atención. El maestro apareció: - era el joven Aníbal de Silas, a quien fuéramos presentados
hacia pocos minutos. Venia seguido de
dos adjuntos, Pedro y Salústio, dos adolescentes,
como él, delicados y atrayentes, que inmediatamente iniciaron los preparativos para la
magna actividad. Pensamientos remolineaban precipitadamente por los rincones de mi
consciencia, dejando que recuerdos queridos de la infancia aflorasen gratamente al
corazón... y me reví pequeñito, conmovido y temeroso al
enfrentar, por primera vez, al viejo
maestro que me diera a conocer las primeras letras del alfabeto...
Los adjuntos conectaron al sillón, donde ya Aníbal se sentara, hilos imperceptibles, no
obstante, luminosos, y prepararan como
una diadema que distinguimos como semejante a la
vista en la Torre, para la elucidación de Agenor Peñalva. el silencio era religioso. Se percibía
una gran homogeneidad en la asamblea, pues la armonía se imponía, creando un bienestar
indefinible a todos nosotros. Sufridores, excitados, afligidos, angustiados que éramos,
aquietamos quejas y preocupaciones personales, aguardando la secuencia del momento!.
Sobre el tablado mas seis hermanos iniciados se presentaran. Se sentaran en cojines
dispuestos en semicírculo, mientras Aníbal se conservaba en el centro y Pedro y Salústio se
distanciaban. Aníbal se levantó. Parecía que besos maternales rociasen nuestras almas caliginosas.
Ansias de esperanza susurraban misteriosamente a nuestros corazones obliterados por la
larga desesperación, y suspiros se distendieran, aliviando opresiones abominables. Oímos
sones lejanos y armonías de conmovedoras melodías, como un himno sacro, los que
predispusieron a nuestros Espíritus, alejando del ambiente cualquier resquicio de
preocupación subalterna que aun permaneciesen por la atmósfera. Instintivamente nos
vimos presa de profundo y singular respeto, que llegaba realmente a una impresión de
temor. Ignotos escalofríos rozaban nuestras fibras psíquicas, calentándolas dulcemente,
mientras que un extraño burbujeo de lágrimas refrescaba nuestras pupilas ardientes por el
llanto inflamado de la desgracia!. Era evidente que ondas magnéticas preparativas eran
conducidas a través de los sones de aquel himno mirífico, que unificaba nuestras mentes a
los balanceos de acordes irresistibles, haciéndonos vibrar convenientemente, en un
armonioso estado de concentración de pensamientos y voluntades.
En medio de un silencio de tumba, en el que no nos distraíamos siquiera con las
molestias provenidas de los males que nos afectaban, la voz de Aníbal, grave y cariñosa a
un solo tiempo, esparció por la sala el tierno convite:
"- ¡Vamos a orar, mis hermanos!. Antes de ningún emprendimiento que tentemos para
fines elevados, tenemos el honroso deber de presentarnos a Dios Altísimo a través de las
fuerzas mentales de nuestro Espíritu, homenageandolo con nuestros respetos para que
solicitemos su bendición divina..."
Las pupilas encendidas, con el fulgor de la inteligencia, entraron en lo mas intimo de
nuestros corazones, como si levantasen de las sombras interiores de nuestro ser el acervo
de nuestros pensamientos, con la intención de iluminarlos. Tuvimos la impresión perfecta de
que aquella mirada chispeante era una antorcha viva que iluminaba nuestras almas
temerosas y abatidas, una a una, y bajamos las míseras cabezas, amedrentados ante de la
superior fuerza psíquica que nos penetraba en lo mas recóndito del alma!.
Bondadoso, prosiguió, como en un preludio armonioso:
"- La oración, mis caros hermanos, será el vigoroso baluarte capaz de mantener
serenos vuestros pensamientos ante las tormentas oriundas de las experiencias y
renovaciones indispensables para el progreso que haréis. Aprendiendo a elevar la mente al
Infinito, en las suaves y sencillas expresiones de una oración sincera e inteligente, estaréis
en posesión de la llave áurea que os suscitará el secreto de la buena inspiración. Orando, y
presentandoos, confiados y respetuosos, ante el Padre Supremo, es como un deber de cada
uno de nosotros, de El recibiréis el influjo bendito de fuerzas ignotas, que os habilitaran para
el heroísmo necesario para las luchas de las realizaciones cotidianas, propias de aquellos
que desean avanzar por el camino del progreso y de la luz!. Impulsados por la oración bien
sentida y comprendida, aprenderéis, progresivamente, a sumergir el pensamiento en las
regiones acariciadas por las claridades celestes, y volveréis esclarecidos para el desempeño
de las mas arduas tareas!. Es con la intención de iniciaros en ese itinerario provechoso que os convido a extender el pensamiento por el Infinito, acompañando el mío... No importa que el ardiente recuerdo de los delitos cometidos en el pasado os pese en las consciencias, ni que, por eso, dificultades de expansión os traben el necesario desprendimiento. Lo que es preciso, lo que se torna
urgente e impostergable es querer iniciar la tentativa, y os arrojareis, vigorosamente
reanimados por el mas vivo coraje que pudiereis convocar de lo profundo del ser, para la
caminada por los compensadores canales de la oración... porque, sin que os preparéis en
este curso iniciatico de conjugación mental con los planos superiores, ¡¿como habéis de
entrar en ellos a fin de que os edifiquéis?!.
Y Aníbal oró, entonces atrayendo nuestros míseros pensamientos hacia aquellas vías
suaves, distribuidoras de los bálsamos consoladores, de las fuerzas renovadoras!. A medida
que oraba, sin embargo, una faja fosforescente, de radiación opalina, se extendía sobre él,
y, abarcando a la asistencia, a todos envolvía como en un ósculo maravilloso de
bendiciones. El himno acompañaba dulcemente, en sordina, las palabras ungidas de fe, que
Aníbal profería... y dulcísimas impresiones lenificaban las contusiones todavía doloridas del
pasado. Aníbal de Silas se sentó en el centro del semicírculo formado por los seis iniciados que
lo acompañaban. Pedro y Salústio le colocaran en la frente la diadema de luz, conectándola
a una pantalla a través de los hilos argénteos que conocemos. Un minuto grave de
recogimiento y fijación mental predominó entre el grupo de maestros que veíamos en acción,
concentrando, armonizando sus voluntades. Luego después, inició el catedrático la
explicación de su importante aula. Por la magnitud de lo que pasó, entonces, no solo en aquel día, como en los subsiguientes, durante esas aulas inolvidables; por la capital influencia que ejerció sobre nuestro destino, nuestro desarrollo moral y mental y la importancia del método pedagógico,
absolutamente inédito para nosotros, ,conscientes de que, a pesar del esfuerzo y de la buena voluntad que empleemos, apenas un reflejo muy pálido de lo que presenciamos conseguiremos
explicaros.
«VENID A MI»
Aníbal entró a comentar la urgencia de que cada uno de nosotros, como de la
Humanidad entera, ya sea del plano físico-terreno o del Invisible inferior e intermediario, se
reeducarse bajo la orientación de las fecundas normas cristianas. Afirmó, en un análisis
sucinto, contrariando ideas que muchos de nosotros abrigábamos, que no existían ni
misticismo supersticioso ni hechos milagrosos y anormales en la epopeya magnífica del
Cristianismo, epopeya que no se limitaba del pesebre de Belén al drama del Calvario, mas
que se extendía de las Esferas de Luz
a las sombras de la Tierra, perennemente, en lances
patéticos, positivos, sublimes, los que solo la ceguera de la ignorancia deja de apreciar
debidamente. Al contrario de eso, el Cristianismo, doctrina universal cuyo origen se fija en
las propias Leyes Sempiternas, poseía bases prácticas por excelencia, trayendo por
finalidad la recuperación moral del hombre para si mismo y la sociedad en que sea llamado
a vivir en su larga caminata evolutiva, con vistas al engrandecimiento de la Humanidad ante
las Leyes Sabias del Creador. Recordó que los hombres terrenos proyectaran sombras
sobre las enseñanzas del Maestro Excelso, envolviéndolas en complejos calamitosos, por
empañarles el brillo de la esencia primitiva con innovaciones y atavíos propios de la
inferioridad personal de cada uno, desfigurando, de ese modo, la verdad de que son, las
mismas enseñanzas, el exponente máximo. Aseveró con vehemencia impresionante, de la
cual no juzgaríamos capaz a un adolescente, que solo los magnos y altruistas conocimientos
de las doctrinas educativas expuestas por el Excelso Catedrático Jesús de Nazaret nos
permitirían a nosotros, como a la Humanidad, la ocasión a la rehabilitación imprescindible,
preparándonos para la adquisición de una nueva y elevada Moral, para la sanidad de
acciones capaces de llevar a aparecer en nuestros míseros corazones horizontes
vastisimos, de resurgimiento personal y colectivo, de un progreso legítimo, en la escala de
ascensión para la Vida abundante de la Inmortalidad!. Que por, doctos, sabios, genios que
fuésemos, que de nada nos servirían tan
ilustre acervo si continuásemos ignorantes de las
normas de la Moral del Cristo de Dios, en cuya aplicación reside la gloria de la felicidad
eterna, ya que Sabiduría sin Amor y sin Fraternidad tiene sus ficticias glorias apenas en el
seno de las sociedades terrenas...
Nos participó, enseguida, que su primera aula consistiría en presentarnos a nosotros,
sus discípulos, su personalidad. Que seria necesario que lo conociésemos íntimamente, a fin
de que sus ejemplo nos estimulase en la senda espinosa en la que seríamos llamados a
solventar grandes débitos, porque será siempre buena pedagogía que el mentor presente
sus propios ejemplos a los alumnos, a quienes inicie, y también para que aprendiésemos a
amarlo, a confiar en él, tornándonos sus amigos, considerándolo bastante digno de ser oído
y acatado. Que pudiésemos, en un primer análisis, observar en él mismo los efectos
inmarcesible de un carácter reedificado por el amor del Buen Pastor, redimido a través de
los preceptos que deberíamos, a nuestra vez, conocer para reerguirnos de las sombras de la
impiedad en la que yacíamos, pues la verdad era que desconocíamos totalmente el
Cristianismo legado por el Maestro Nazareno, no éramos cristianos, sino adversarios de
Cristo, ovejas rebeldes que, en verdad, no conocían a su Pastor!
Entonces, el joven Aníbal nos contó su vida!. No apenas la existencia última,
testimoniada en tierras de Italia durante los ominosos días de la Edad Media, y sí las
variadas migraciones terrenas en su giro evolutivo que le correspondiera, sus deslices como
Espíritu en marcha, que también es, las luchas por la redención, frente a los sacrificios y las
lágrimas de las reparaciones, los impulsos hacia el Bien, las incansables labores que le
trajeran los méritos en las inspiraciones del verdadero arrepentimiento por el tiempo perdido,
labores siempre crecientes, cada vez mas arduas, así también el aprendizaje realizado
durante la erraticidad, tareas y misiones en el plano Astral como en el material, a fin de
probar la eficiencia de los progresos adquiridos, su devoción a Jesús Nazareno, a quien se
ligara por los ardores de una pasión que nada mas podría ensombrecer o enfriar!.
En tanto, era con asombro que oíamos las palabras de Aníbal traducidas en imágenes
y escenas que se reflejaban en la pantalla milagrosa que estaba a su lado. Así fue que,
mientras hablaba, la realidad de sus transmigraciones terrenas espirituales se reproducían,
allí, con tan verídica nitidez, que nos creíamos coparticipantes suyos a través de las edades
resucitadas de los repositorios secretos de sus pensamientos, pues la elevada sugestión
ejercida sobre nosotros dominaba nuestras facultades, ligándolas a la voluntad del mentor y
de sus iguales allí presentes, y llevándonos a olvidar que no pasábamos de meros alumnos
que recibían la introducción a la primera aula!. Positivamente mas real, mas completo y
sugestivo que el cinematógrafo de nuestros días, mas convincente que las escenas teatrales
que tanto absorben y arrebatan al observador, porque era la vida en si misma, natural,
humana, realmente vivida, el retrospecto del pensamiento de Aníbal fue pasando
gradualmente por el telón mientras ni siquiera de este nos recordábamos, pues no lo
distinguíamos, sino los hechos conmovedores que se calcarían en nuestras mentes como
estímulos para futuras tentativas!. Cuando cesó el dramático desfile, el bello instructor
adolescente surgía a nuestro entendimiento como un ser amado de quien nunca mas nos
desearíamos apartar!. Fuera, por así decir, un consorcio de nuestras almas con la suya lo
que se verificara a través de las exposiciones hechas, porque, la mas viva atracción afectiva
nos impelía hacia él, correspondiendo, así, nuestros sentimientos a sus nobles y fraternos
deseos. No obstante, viendo nuestra confusión, pues nos sorprendía el hecho para la
explicación de la cual no teníamos conocimientos suficientes en el acervo del capital
intelectual hasta entonces adquirido, habló todavía el profesor, suspendiendo, enseguida, los
trabajos, del día: "- Las escenas que acabasteis de ver, en esta pantalla reproductora, que no son sino un espejo singular, para vosotros desconocido, donde dejé que se reflejase mi propia alma,
fueron mis recuerdos, carísimos discípulos, despiertos intactos, vivos, de los rincones
supremos de la Consciencia!.
Todos los hijos del Altísimo, al vivir las existencias planetarias, como las espirituales,
las imprimen en las gavetas del alma, en las camadas profundas de la Consciencia, toda la
gran epopeya de las trayectorias vividas, las acciones, las obras y hasta los pensamientos
que conciben!. Su larga y tumultuosa historia se encuentra en ellas mismos gravada, como
la historia del globo, donde ya vivimos, está archivada en las camadas geológicas y
eternamente reproducida, fotografiada, igualmente archivada, en las ondas luminosas del
éter, a través del Infinito del Tiempo!. A su vez el cuerpo astral, envoltorio que traemos
actualmente, como Espíritus libres del fardo material; aparato delicadísimo y fiel, cuya
maravillosa constitución aun no sois capaces de comprender, registra, con nitidez idéntica,
los mismos depósitos que la Consciencia almacenó a través del tiempo, los archiva en sus
arcanos, los refleja o expande conforme a la necesidad del momento - tal como lo hice ahora
 bastando para eso la acción de la voluntad educada!. Bien, si tuvieseis educadas las
facultades de vuestra alma, si, cursando Universidades, en la Tierra, esclareciendo
inteligencias como hombres que fuisteis, igualmente hubieseis cultivado los preciosos dones
del Espíritu, así conquistando los sublimes conocimientos de las Ciencias Psíquicas, a mas
de no haber con vosotros la posibilidad de una derrota producida por el suicidio, porque os
habríais colocado en planos muchas veces superiores a los planos en que medran las
pasiones e insanias que a este dan origen, ahora estaríais a la altura de comprender mis
expresiones mentales sin la ayuda, por así decir, material, de este aparato que me fotografió
y animó los pensamientos, los recuerdos y reminiscencias, re-produciéndolas, para vosotros,
tal como están archivadas en los libros secretos de mi Espíritu!.
Es una operación delicada la que acabáis de ver!. Exige sacrificio por parte de quien la
tienta. Mis hermanos de ideal aquí presentes y mis discípulos me dieran los fluidos
magnéticos necesarios para la corporificacion de las imágenes y la reproducción de los
sonidos, a fin de que mi esfuerzo no fuese mucho; y, envueltos en un ambiente dominado
por ondas especiales, de un magnetismo superior, que es nuestro principal elemento,
vosotros mismos os sugeristeis la convicción de que conmigo vivisteis mis vidas, cuando la
verdad era, apenas, que asistíais al desarrollo del pasado en mi ser depositado... Os participo, a tiempo, que no tardareis en conocer las mismas experiencias, extrayendo de vosotros mismos el pasado que aun dormita, porque mantenéis, embrutecidas por las repercusiones chocantes de vuestro estado de suicidas, dones del alma que en las entidades normales despiertan con facilidad tan luego ingresan en la espiritualidad... sin
embargo, no me competirá el orientaros en este áspero y doloroso retrospecto.
El conocimiento que, con el hecho ahora presenciado, adquiristeis, común en los
planos de la Espiritualidad, aunque vulgarísimo, un día enriquecerá las adquisiciones
intelectuales y científicas de la Tierra, para galardón de los hombres, a través de la Ciencia
Psíquica Transcendental. Hasta allá, todavía, habrá el hombre de moralizarse, desenvolver
facultades preciosas del Espíritu, las que, en el momento, él ignora poseer, a fin de, sólo
entonces, tornarse digno de tan sublime adquisición, para que no venga a servirse de un don
de naturaleza divina como instrumento de crímenes y pasiones subalternas, como ha
acontecido con otros valores sagrados que hasta hoy ha recibido!. "
En la prop
ia Tierra, ese don, cuyo valor inestimable aun es desconocido a las
inteligencias vulgares, fue ejercido para las altas finalidades de la educación de las primeras
masas que se hicieran cristianas. Seria difícil hacer comprender el sublime alcance del
Evangelio del Reino a criaturas simples e iletradas, apenas con el ardor de la oratoria, la
magia del verbo. El Nazareno, compasivo y amoroso, señor de poderes psíquicos
incalculables para nosotros, donó la mayor fuerza mental que ya nos fue dado concebir,
exponiendo sus hermosas lecciones creaba escenas y las corporificava, dando a los oyentes
maravillados el esplendor de visiones interiores, que su pensamiento fecundo y poderoso no
se cansaba de distribuir, Es cierto, sin embargo, que no todos aquellos que lo oían estarían
a la altura de comprenderlo. Aun entre los escogidos para auxiliarle en el ministerio redentor
hubo quien no lo comprendiese. Mas los otros, para quienes El representaba la luz
incorruptible de la Verdad, los simples, los sufridores sedientos de justicia y de esperanza,
los de buena voluntad, destituidos de vanidad, en quienes el egoísmo del siglo ya no
medraba, vibrando mas o menos armoniosamente con El, le seguían las ondas creadoras
del pensamiento luminoso y absorbían sus enseñanzas ejemplificadas de todas formas. Sus
discípulos, del mismo modo, al hablar de Él, inconscientemente proyectaban recuerdos y
pensamientos que, recogidos por los cooperadores espirituales incumbidos de asistirlos,
eran inmediatamente corporificados, en sugestiones poderosas, para la visión del oyente
sincero y de buena voluntad, en cual pasaba, entonces, no apenas a oír una narración, y sí
verla, y la veía como si estuviese presente a los hechos sublimes del Inolvidable Maestro.
De este modo también, caros discípulos, realizaremos nuestras lecciones respecto a la
Doctrina legada por el Divino Instructor, pues muy inspiradamente anduvo la dirección de
esta Colonia de reclusos adoptando tal método para instrucción de sus internos, por ser
imposible, a través del ella, interpretaciones personales, conceptos erróneos, sofismas o
interpolaciones!." A partir de aquel día asistíamos periódicamente a las aulas de Aníbal, ya iniciado,
definitivamente, nuestra preparación moral a la luz de las superiores doctrinas expuestas por
el verbo inmarcesible del Divino Mesías. El catedrático explanó, al principio, las causas de la venida de Jesús a la Tierra. Un arrebatador desfile de civilizaciones pasó, gradualmente, por el telón mágico, mostrando a nuestros sorprendidos testimoniamos la mas fecunda exposición de las necesidades humanas, muchas de las cuales jamas habíamos tenido ocasión de percibir!. Sin la palabra mesiánica las sociedades terrenas, entonces, se nos figuraran, en efecto, como tan bien
conceptuaba Aníbal de Silas, un mundo sin la tibia luz de un globo solar, un corazón vacío
de la fuerza impulsora de la Esperanza!. El maestro hablaba y sus historias, sus
exposiciones magistrales, sus ejemplos mas que convincentes, irresistibles, y su verbo
entusiasta y ardiente arrancaban del torbellino polvoriento de los siglos muertos, de las
edades desaparecidas y hasta de los momentos contemporáneos, imágenes y escenas,
motivos reales, ejemplos colectivos o individuales, que, bajo el calor magnético de su
superior voluntad, asociada a la de sus pares, se humanizaban ante de nosotros,
llevándonos a examinarlos y estudiarlos bajo el criterio elucidativo de sus orientaciones.
Un curso superior y atrayente de Filosofía y Análisis comparado fue por nosotros
iniciado, entonces. Y era conmovedor, era bello e impresionante, con nuestro emérito
instructor resucitar del silencio de los siglos la existencia de las sociedades que se fueron en
la sucesión de las edades, sus costumbres, sus caídas, su heroísmo, sus victorias!. Ante
nuestro entendimiento se presentó la vida de la Humanidad desde los orígenes,
ofreciéndonos el mas bello estudio que osaríamos concebir, la mas fecunda elucidación que
nuestras mentes serian capaces de abarcar, porque la historia magnífica del crecimiento de las sociedades que lucharan sobre la costra del planeta, de las falanges que allí iniciaran su propio desenvolvimiento moral y mental, que nacieran y renacieran muchas veces y después
se fueran, alcanzando ciclos mejores en otras moradas del Universo, y, así, dando lugar a otras falanges, a otras humanidades, sus hermanas, las que, a su vez, lucharían también, a través de los renacimientos, trabajando continuamente en busca del mismo progreso,
enamoradas del mismo objetivo - la Perfección!.
En tanto, al correr de tales exámenes tantas eran las desgracias que descubríamos
para estudiar, tantos los sufrimientos, las apremiantes situaciones, los problemas
indefinidos, los desorientan-tes complejos engendrados por el egoísmo con sus múltiples
modos apasionados, tan grandes las luchas de la humanidad ignorante de su propia
finalidad, que imposible se tornó permanecer indiferentes como un frío observador que
estudia apenas el cadáver. Formando parte de esa sociedad terrena, de esa humanidad
desgraciada, impía y sufridora que desconoce a Dios por preferirlo a las pasiones, éramos
solidarios con sus mismos infortunios, puesto que también eran nuestros, y una pesada
angustia se infiltraba por los meandros de nuestro espíritu, despertando ansias
inexpresables, estados mentales y alucinatorios inconcebibles al pensamiento humano,
como deseos sacrosantos de algo que nos liberase de las tinieblas famélicas por la que nos
sentíamos tragados...
Hasta que, en cierta aula, en un día ameno y armonioso en el que palpitaban en
nuestro interior ansias vagas de esperanzas, como promesas benditas que entornasen
aleluyas por nuestro ser, Aníbal nos presentó la figura inconfundible, la figura inolvidable del
Dulce Rabí de Galilea, a través del recuerdo reproducido en el telón magnético con el
colorido vivo y seductor de la realidad!. Entonces, la epopeya augusta del Cristianismo,
desde el pesebre humilde de Belén transformada en cuna celeste, se desarrolló
magistralmente, en estudios fecundos para nuestro entendimiento, que comenzó a deletrear,
solo entonc
es, la palabra sacrosanta de la redención!. Las escenas descriptas por el
expositor, que tan bien conociera la época de la venida de la Buena Nueva del Reino de
Dios, mostraban circunstancialmente, con claridad impresionante, las prédicas inolvidables
del Divino Mensajero, los discursos sugestivos, animados por el vivo colorido de los cuadros
citados, las lecciones resplandecientes de la mas elevada y pura moral, lanzadas a los aires
de la humilde y oprimida Judéa, mas resonando por los rincones mas lejanos del mundo
como convites amistosos y perennes a la regeneración de las costumbres para el reinado
del verdadero Bien, invocaciones amorosas de confraternizacion personal y social, para la
concreción de una Patria ideal en la Tierra, cuyas normas de gobierno El ofrecía a través de
Su oratoria impecable, de Su ejemplo en la vida práctica sin precedentes, como en las
fulguraciones imperecibles de aquella áurea Doctrina cuyo objetivo era la educación moral
del hombre, cuya finalidad era su exaltación hacia la gloria de la vida sin ocasos, de la Vida
Eterna en la unidad con Dios!. La imagen seductora del Enviado Celeste se gravó, por así
decir, también en nuestras mentes, en trazos cautivantes e indelebles, tornando cada uno de
nuestros corazones sincero enamorado del Cristianismo, predispuestos a adquisiciones
morales bajo sus benéficas inspiraciones, pues, mientras Aníbal narraba hechos, recordando
pasajes enternecedores, mientras su palabra vibraba en ondas sonoras de comentarios
fértiles, extrayendo esencias de enseñanzas capitales para nuestra iluminación, veíamos los escenarios que servían a la acción grandiosa del Gran Maestro, al mismo tiempo que su figura inconfundible dominaba la expresión, ejerciendo el apostolado sublime!. Teníamos la impresión convincente de estarlo oyendo proferir el Sermón de la Montaña, mientras la brisa
perfumada que venía dulcemente de la cumbre de la colina le hacia volar el manto,
desaliñándole los cabellos... Otra vez, era a las márgenes del Tiberíades, era en Genesaré,
por las ciudades de Judéa o por las aldeas pobres de Galilea, como si lo siguiésemos también, formando parte de aquella masa de pueblo ávido de sus palabras consoladoras, de
sus favores dulcísimos!... Y por todas partes: en conversaciones con partidarios, amigos o
discípulos; en el Templo, explicando a los exegetas de la época las reglas áureas de la
Buena Nueva que traía; o curando, favoreciendo, protegiendo, consolando, exaltando,
educando, enseñando, redimiendo, Aníbal nos llevaba a oírlo y a aprender, con El mismo,
los caminos para nuestra urgente rehabilitación!. Lo hacia, sin embargo, Aníbal,
pacientemente, tejiendo comentarios cual un profesor emérito celoso de la claridad de las
tesis expuestas, para la buena comprensión de los alumnos...
Así fue que fuimos informados de que no solo la Tierra recibiera el premio de la Buena
Nueva, a través de su palabra de bondad y redención, mas también el Astral inferior fue
visitado por su presencia, ya que Él tenia suficiente poder para presentarse en cualquier
lugar, tornándose visible como quería, y ya que se trataba de un lugar donde los infortunios y
las calamidades de orden moral son, indudablemente, mas intensos y profundos que los del
planeta, allí también comparecía, convirtiendo Espíritus que hacia siglos permanecían en las
tinieblas de la ignorancia o en el pozo del ostracismo, tal como en la Tierra convertía
hombres, extendiendo a todos su mano fraterna y redentora! Igualmente nos decía que el
mundo terreno desconoce gran parte de las enseñanzas traídas por El, puesto que, fueron
destruidos muchos aspectos, verdaderamente feéricos, de la Verdad Divina expuesta por El,
que fueron rechazados por la mala fe o por la ignorancia presuntuosa de los hombres!. Mas que, en tanto, llegara el momento en que su Doctrina Grandiosa seria debidamente erguida para el conocimiento de todas las camadas sociales!. Para eso, la Tercera Revelación de Dios a los hombres era ya ofrecida a la Humanidad en nombre del Redentor... y nosotros
mismos, que éramos Espíritus, estábamos convidados a colaborar en ese conmovedor movimiento dirigido por el Maestro, procurando hablar con los hombres a fin de revelarlos todas estas cosas, porque la llamada Tercera Revelación no era mas que un intercambio
ostensivo, minucioso, de ideas entre los Espíritus y la Humanidad, subordinado a los dictámenes de la Ciencia Universal como de la Moral Excelente del propio Cristo de Dios!.
Después, al terminar el drama del Calvario, conocimos las ardientes luchas de los
discípulos por la difusión del Testamento regenerador del Maestro, el martirio de los
humildes y abnegados cristianos, inspirados siempre por la fuerza inmanente de la fe... y la
reforma consiguiente de los individuos que se sometían a aquellos principios regeneradores
y educativos!. Estudiamos, analizamos e investigamos todo cuanto fue posible a nuestra
mentalidad admitir respecto a la Doctrina de Jesús Nazareno. Muchos tomos, complejos,
delicados, precisaríamos escribir para que pudiésemos dar cuentas al lector de la
profundidad y extensión de esa incomparable Doctrina que tiene origen el propio
pensamiento divino, y que, siendo la misma Ley estatuida por el Creador de Todas las
Cosas, un día envolverá en sus impredecibles fulgores a todos los sectores de las sociedades
terrestres y espirituales!.
Nos sentíamos atraídos y arrebatados. Sólo entonces comprendimos la razón de la
súbita transformación de aquella María de Magdalena, tan seductoramente señalada en el
Evangelio del Señor; de aquel Saulo de Tarso, persona escogida por el Mesías Celeste; y
que antes nos parecían un mito, leyendas fabulosas de místicos orientales, se agrandó en
nuestro entendimiento como un hecho lógico e irresistible, que no podría dejar de existir tal
como se dio y las tradiciones narraran!. Presentado a nuestra comprensión así,
naturalmente, con simpleza, sin los atavíos de los misterios con que los hombres se obstinan
en ofuscar su grandeza, el Enviado Celeste se impuso a nuestra convicción realmente como
el Maestro por excelencia, el Guía Incomparable, dedicado al superior ideal de la
regeneración humana a través del Amor, de la Justicia, del Trabajo!. Lo comprendimos y lo
amamos, entonces, lo necesario para abastecernos de la Fe y de la Esperanza, cualidades
indispensables al Espíritu en marcha de progreso, las que, hacia siglos, nos faltaban como
patrimonio de nuestros corazones!.
Ese admirable curso requirió de nuestra buena voluntad y esfuerzos, y de la
abnegación de nuestro preceptor espiritual, largos años de dedicación y estudios
incansables, así como de ejemplos y práctica, ya que la Doctrina Mesiánica es práctica por
excelencia, confirmándose invariablemente a través de la vida cotidiana de cada adepto. Era
la iniciación cristiana rigurosamente administrada, de forma a no dejarnos motivos ni
ocasiones para futuros deslices en los campos de la Moral!.
Mas la caminata parecía ardua, extremadamente larga para muchos de nuestros pares,
los que se dejaban turbar ante la labor espinosa y constante, que se tornaría imprescindible
desenvolver todavía, llegáramos a una época de nuestra existencia de Espíritus en la que ya
no era posible parar, aplastados bajo los engranajes del desánimo. Reaccionábamos contra
las amenazas de la debilidad, de la angustia feraz que nos rondaba, comprendiendo que
urgía proseguir a despecho de las infinitas luchas que esperaban en porvenir, mientras que
la protectora voz de la Consciencia nos advertía de que, con el Profesor Magnífico de
Nazaret, adquiriríamos capitales justos para la jornada que se delineaba ante nuestro pávido
entendimiento de delincuentes arrepentido!. "Venid a mi, los que sufrís, y yo os aliviaré..."
Y nosotros atendíamos al dulce e irresistible llamado y avanzábamos... y seguíamos...
a Jesucristo, Divino Redentor de las almas frágiles y rebelabas cumplía la promesa: nos
atraía con sus enseñanzas sublimes, nos tomaba a su redil y nos convencía a perseverar en
sus consejos, probándonos todos los días, a través de la transformación milagrosa que en
nuestro ser se operaba, el caritativo interés en desviarnos de la desgracia para
encaminarnos a la redención!.
Impresionados por ese curso atrayente, que tanto alivio nos trajera, olvidábamos los
dramas penosos, el desequilibrio de las pasiones que nos habían desgraciado, olvidábamos
la Tierra y de ella sólo nos recordábamos gracias a otros estudios que alternadamente
éramos conducidos a experimentar, para eficiencia de la preparación, pues, como afirmamos
mas arriba, teníamos aulas prácticas, donde comprobaríamos la eficiencia del aprendizaje
teórico, antes de que las pruebas reales de una nueva encarnación terrestre nos diese la
palma de la rehabilitación.
No era raro recibir la visita, durante las arrebatadoras aulas que pálidamente
esbozamos, de otros antiguos maestros de iniciación, los que, presentados por nuestro
catedrático, exploraban conceptos y apreciaciones respecto a las doctrinas y normas
cristianas, con un ardor impresionante y sublime!. Nuevos motivos para instrucción
obteníamos entonces, nunca menos bellos ni menos agradables de lo que los que
diariamente nos eran expuestos. Vivíamos reclusos, era bien cierto. Continuaba no
existiendo permiso para salir de la Colonia a no ser en grupos escoltados, en los grupos de
aprendices, mas también no era menos verdadero que vivíamos rodeados de una asistencia
selecta, en el ámbito social de una pleyade de educadores e intelectuales cuya elevación de
principios ultrapasaba todo cuanto podríamos concebir!. Y porque comprendiésemos que tal reclusión nos resultaba como una dádiva magnánima a auxiliarnos a progresar, a ella nos resignábamos con paciencia y buena voluntad.  Diariamente, al atardecer, nos eran permitidos recreos en el gran parque de la Universidad. Nos reuníamos entonces en grupos homogéneos y nos dábamos a
conversaciones, comentarios alrededor de nuestras vidas y de la situación presente. Nuestras buenas preceptoras, las vigilantes de cada grupo, generalmente tomaban parte en esos recreos, ya hasta nuestras hermanas de los Departamentos Femeninos, lo que nos permitió ensanchar intensamente el número de nuestras relaciones de amistad. Seria difícil,
después de diez años de internado en el Instituto de Ciudad Esperanza, reconocer en
nosotros las figuras enfurecidas y trágicas del Valle Siniestro, aquellos mentecatos ridículos
reproduciendo a cada instante el acto maléfico del suicidio y sus satánicas impresiones!.
Sosegados por la Esperanza, aliviados por la magia envolvente del Amor de Jesús, bajo la
inspiración de cuyas enseñanzas ensayábamos un nuevo vuelo, éramos entidades que
podrían ser consideradas normales, si no fuera la consciencia que teníamos de nuestra
propia inferioridad de tránsfugas del Deber, cosa que mucho nos afligía y avergonzaba,
turnándonos indignos en nuestro propio concepto, inmerecedores del auxilio de que nos
rodeaba!. Las solemnidades del Ángelus nos encontraban, frecuentemente, todavía en el parque.
Se acentuaba la penumbra en nuestra Ciudad y la nostalgia dominante envolvía nuestros
sentimientos. Del Templo, situado en la Mansión de la Armonía, región donde se demoraban
con frecuencia los directores y educadores de la Colonia, partía el convite los homenajes
que, en aquel momento, seria bueno prestar a la Protectora de la Legión a la que
pertenecíamos todos – María de Nazaret. Por los rincones mas sombríos de la Colonia
resonaban entonces dulces acordes, melodías sumarísimas, entonadas por las vigilantes.
Era el momento en que la dirección-general rendía gracias al Eterno por los favores
concedidos a cuantos vivían bajo el abrigo generoso de aquel reducto de amonestaciones,
bendiciendo la solicitud incansable del Buen Pastor en torno de las ovejitas rebeldes,
tuteladas de la Legión de su Madre amorosa y piadosa. Y era todavía cuando ordenes
bajaban de lo Mas Alto, orientando los intensos servicios que se agitaban bajo la
responsabilidad de los dedicados siervos de la misma Legión. Sin embargo, no éramos
obligados a orar. Lo haríamos si lo quisiésemos. En Ciudad Esperanza, sin embargo, jamas
tuviéramos conocimiento de que algún aprendiz o interno se negase a agradecer al
Nazareno Maestro o a su buenísima Mad
re, entre lágrimas de sincera gratitud, la merced
recibida de su inapreciable amparo!.
La ternura de aquella oración, cuya simplicidad solo igualaba su propia excelsitud,
despertaba en nuestras mentes los mas tiernos recuerdos de la existencia: - reveíamos,
llevados por el imperio de gratas sugestiones, los dulces, añorados días de la infancia, las
figuras cariñosas de nuestras madres - enseñándonos el dulce homenaje del Arcángel a la
Virgen de Nazaret, y las palabras inolvidables de Gabriel, ungidas de veneración y respeto,
repercutían en las profundidades de nuestro "yo" tocadas del añorado sabor del desvelo
materno que, en la vida planetaria, jamas supimos debidamente considerar. ¡Llorábamos!. Y
añoranzas muy punzantes de la Familia y de la cuna natal, del hogar que habíamos
menospreciado y enlutado, de los entes queridos y amigos que hiriéramos con la deserción
de la vida, rodeaban a nuestro ser, pre disponiéndonos a grandes pesares sentimentales,
como nuevas fases de remordimientos dolorosos. Entonces orábamos, allí mismo en la
quietud envolvente del parque o recogidos en un lugar determinado, orábamos sintiendo
cada día el ósculo de un benéfico aliento vivificando nuestras almas, como si
misericordiosos bálsamos refrescasen nuestras consciencias de los excesivos ardores que
habían rasgado nuestro ser las garras infames del suicidio que nos deprimiera y desgraciara
ante nosotros mismos!. Y, mezclado con el consuelo, súbitamente se agrandaba la
necesidad imperiosa de hacernos dignos de esa misericordia que nos amparaba tanto - la
necesidad de los testimonios que a Dios probasen nuestro inmenso pesar por reconocernos
graves infractores de sus Magníficas Leyes!.

No hay comentarios: