sábado, 3 de enero de 2009

Jesús, el educador de almas

El mensaje cristiano fue empequeñecido, podado, manipulado por aquellos que de ella se apoderaron, al construir una religión atemorizada y salvacionista, con base en actitudes místicas La Humanidad comenzó, con el advenimiento del Espiritismo, a conocer con más amplitud y profundidad lo que significó para el mundo, la venida de Jesús, el Maestro más perfecto que la Tierra conoció, aquel que basó sus enseñanzas en la pedagogía del ejemplo. No hay una sola enseñanza de él que haya quedado sin su testimonio personal. Jesús fue simple y minucioso en lo que enseñó verbalmente y completó en la ejemplificación. Por eso es que debe tomarsele como el Maestro y Guía a ser seguido, y no como un simple intermediario entre el hombre y Dios, que habría sellado una pretendida alianza con el Creador, a través del ofrecimiento de su sacrificio para la salvación de la Humanidad, conforme interpretaciones equivocadas de los teólogos.
El propio concepto de religión fue modificado a partir de sus enseñanzas. Con Jesús, se aprende que la religión no es algo mágico para ser llevado a efecto en el interior de los templos. No más aquella idea de que la religión es practica mística, contemplativa, ritualista, llena de ofrendas y formular repetitivas vividas en el interior de las así llamadas "Casas de Dios". La religión, conforme sus enseñanzas y, principalmente sus ejemplos, pasó a ser, para aquel que le entendió las lecciones, un nuevo modo de vivir, de relacionarse con el prójimo, en todos los ambientes, en todos los momentos. Enseñando que Dios esta presente en todo el universo, alargó los límites de los templos, conceptuando un universo como un templo inmenso: "En la casa de mi Padre hay muchas moradas" (Ju, 14:2)Jesús no fue Maestro de gestos largos, de actitudes místicas y contemplativas, que viviese confinado en un ambiente religioso, o en lugares distantes, aislado de la convivencia diaria, lejos de la vida practica. Por el contrario, el Maestro siempre convivió con las personas y, para prevenir cualquier interpretación equivocada, dejó enseñanzas lapidarias, registradas por dos evangelistas: "He que os envío como ovejas en medio de lobos (...)." (Mt, 10:16) y "Id; he que os mando como corderos en medio de lobos. (Lucas, 10:3). No era un profesional religioso: vivía como un simple carpintero, que causaba espanto a algunos, delante de lo que hablaba y hacia: "... ¿de donde le vienen esas cosas? ¿Y qué sabiduría es esta que le fue dada? ¿Y cómo se hacen tales maravillas por sus manos? ¿No es este el carpintero, hijo de María, y hermano de Santiago y de José, y de Judas, y de Simón? ¿Y no están con nosotros aquí sus hermanas? Y se escandalizaban de el." (Mac, 6: 6:2 y 3).Jesús fue un educador de almas, que siempre enfatizó la necesidad del empeño de la criatura en el sentido de educarse, de progresar, conforme enseñó en el Sermón de la Montana: "Así resplandezca vuestra luz delante de los hombres (...)." (Mt, 5: 16). Todo el mensaje religioso del Maestro se fundamenta en el esfuerzo de la criatura en el sentido de revelar esa herencia divina que todos traemos. Nada de gracia, más allá de la gracia de la vida. Nada de privilegios: "(...) y entonces dará a cada uno según sus obras." (Mt, 16:27).Trajo una nueva dimensión al entendimiento humano, a través de un mensaje que es un verdadero desafío, en el sentido de que sus discípulos trascendiesen los límites de la ley antigua, que preconizaba "ojo por ojo, diente por diente": "(...) si vuestra justicia no excede a la de los escribas y fariseos, de modo ninguno entrareis en el reino de los cielos." (Mt, 5:20). "Oísteis lo que fue dicho: amaras a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo. Yo, sin embargo, os digo: amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, hacer bien a los que os odian, y orad por los que os maltratan y os persiguen; (...)." (Mt, 5:42 y 43). La fe razonada, enseñada por el Espiritismo, comenzó con Jesús Jesús no deseo discípulos pasivos, encantados, deslumbrados. Por el contrario, siempre busco tocar el sentimiento, juntamente con el apelo para que la criatura razonase, a fin de saber, de comprender porque debería obrar de ese o aquel modo. El Sermón de la Montaña, que para muchos es sólo un himno al sentimiento y, también, un fuerte mensaje a la inteligencia, al razonamiento: "¿Y cuál de entre vosotros es el hombre que, pidiéndole pan a su hijo, le dará una piedra? ¿Y, pidiéndole peces, le dará una serpiente? ¿Si vosotros, pues, siendo malos, sabéis dar buenas cosas a vuestros hijos, cuanto más vuestro Padre, que esta en los cielos dará bienes a los que los pidieran?" (Mt, 7:9 al 11).Jesús llevó el entendimiento, la comprensión, el uso del razonamiento, al amparo de la fe. La fe enseñada por Jesús trasciende los límites de la emoción, del sentimiento, por asociarse a un componente esencial: la razón. Incuestionablemente, la fe razonada, ensenada por el Espiritismo, comenzó con Jesús. Kardec, como profundo conocedor de los Evangelios – libre de los prejuicios causados por los sucesivos exegetas, a lo largo de los tiempos – supo ver la objetividad y la racionalidad de las enseñanzas del Maestro. Supo ver que Sus lecciones tienen siempre dos direccionamientos: al sentimiento y a la razón: "Mira para las aves del cielo, que ni siembran, ni siegan, ni se juntan en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No tenéis vosotros mucho más valor que ellas?" (Mt, 6:26). Al enseñar a la criatura a no crear fantasías sobre la fe, muestra la línea divisoria entre aquello que debe ser objeto de la preocupación del hombre, y lo que debe ser entregado a Dios, preguntando: "¿Y cuál de vosotros podrá, con todos sus cuidados, añadir una curvatura a su estatura?" (Mt, 6:27). Ese es el motivo de leerse en la hoja del principio de "El Evangelio según el Espiritismo": "La fe inquebrantable sólo es la que puede encarar frente a frente la razón, en todas las épocas de la Humanidad."La educación religiosa que Jesús propicia al hombre llevándolo a concienciarse de que no será a través de oraciones repetidas que estaremos agradando a Dios: "Y, orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por mucho hablar serán oídos." (Mt, 6:7). Ni a través de ofrendas o adulaciones: "Por tanto, si trajeras tu ofrenda al altar y ahí te acordaras de que tu hermano tiene alguna cosa contra ti, deja allí delante del altar tu ofrenda." (Mt, 5:23 y 24). En Su trabajo educativo de Espíritu humano, Jesús mostró la importancia de la buena relación con el prójimo como camino para Dios, conforme bien entendió el Apóstol Juan que registró: "Pues quien no ama a su hermano, al cual vio, ¿óomo puede amar a Dios, a quien no vio?" (I Ju, 4: 20).Significativo es el diálogo entre el doctor de la ley y Jesús, conforme es relatado en el Evangelio de Lucas (10: 25 al 37): "Maestro, ¿que haré para heredar la vida eterna?" allí se vio a un hombre, conocedor profundo de las leyes religiosas, a punto de citarlas de memoria, después que fue inquirido por Jesús: "Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y de todas tus fuerzas, y de todo tu entendimiento, y a tu prójimo como a ti mismo." (Deu, 6:5 y Lv. 19:18). Efectivamente, los judíos sabían de memoria esos dos mandamientos mayores. Entre tanto, cuando Jesús le dijo: "Haz eso y vivirás", aquel hombre no comprendió, porqué para él no había conexión entre el precepto religioso, que le adornaba el campo intelectual, como la vida practica, a punto de preguntar: "¿Quién es mi prójimo?" para aquel hombre "prójimo" era una palabra mágica, sagrada, usada en los momentos religiosos, en el templo, sin ningún significado real en la llamada vida profana. De ahí su espanto. Extrañó que Jesús le recomendase la aplicación del precepto religioso a la vida común. Sabiendo de la distancia que había entre los preceptos religiosos y la vida en sociedad, es por lo que el Maestro le contó la Parábola del Buen Samaritano, mostrando que aquel hombre – despreciado por los judíos – hizo su ofrenda a Dios, no delante de un altar, si no a través del más legitimo representante de Dios: ¡el prójimo! El Maestro jamás invitó a nadie a orar en un templo Él mismo se dio como ejemplo en el servicio a Dios en a persona del prójimo. Curaba siempre, imponiendo las manos sobre los enfermos, aunque no necesitase hacerlo para curar (ved cura del servicio del centurión: Mt, 8: 5 a 13), mas lo hizo para enseñar, recomendando que se hiciese lo mismo: "… y podrán las manos sobre los enfermos y los curaran." (Mc, 16:18). Dejó bien claro, también lo gratuito de la practica religiosa: "…de gracias recibisteis, dad de gracias." (Mt, 18:8).Se ve, así, que Jesús trajo a la Tierra un mensaje, profundo sin ser complicado. Una concepción religiosa liberadora no agrada a aquellos que desean ejercer el poder religioso. Estos buscaban conservar la religión como algo mágico, místico, extático, complejo al punto de a ella sólo tener acceso los doctos y los sabios, personas pretendidamente especiales, que estarían más habilitadas a mediar los mensajes de las criaturas al Creador. Jesús concedió una verdadera carta de liberación a la Humanidad, en relación a la intermediación sacerdotal, al informar a la criatura humana de que ella tiene el derecho legítimo e inalienable de comunicarse con su Creador, directamente, en cualquier lugar donde se encuentre, dando como ejemplo el lugar donde se duerme: "Pero tú, cuando orases, entra en tu aposento y, cerrando tu puerta, ora a tu Padre que está en lo oculto; y tu Padre, que ve secretamente, te recompensará." (Mt, 6: 6). Al meditar sobre esa enseñanza, se percibe en cuanto a su mensaje que fue deformado por los teólogos, que enseñan a que tengan ciertas personas determinadas prerrogativas de ser oídas por Dios, como si fuesen abogados llevando agradecimientos o a reivindicar determinadas donaciones, en una práctica desenvuelta en medio de rituales completamente extraños a las enseñanzas y a los ejemplos de Jesús, con la agravante de ser remunerados.Jesús liberó a la criatura humana también de la necesidad del comparecimiento al templo, a fin de encontrarse allí con Dios. El Maestro jamás invitó a nadie a orar en ningún templo. Por el contrario, cuando la Samaritana se manifestó en el sentido de orar a Dios en el Templo de Jerusalén, el Maestro desautorizó tal actitud, diciéndole: "Mujer, créeme que la hora viene, en que ni en esta montaña ni en Jerusalén adorareis al Padre. Dios es espíritu e importa que los que Lo adoran Lo adoren en espíritu y en verdad." (Ju, 4: 21 y 24). Para Jesús no había santuarios, lugares especiales. Sus enseñanzas, sus curas, sus oraciones siempre fueron llevadas a efecto donde quiera que él se encuentre.Él fue crucificado exactamente por el coraje de contraponerse al poderío sacerdotal, a aquella verdadera dictadura religiosa. Infelizmente, con el pasar de los tiempos, el eje del mensaje cristiano se fue desviando, saliendo del área del estudio, de la meditación y del servicio a la luz de la oración consciente, pasando de las practicas exteriores. El Maestro vino a traer la seguridad de que Dios es Padre, es Amor Esas verdades religiosas simples, que estuvieron al alcance de humildes pescadores, de viudas y de desheredados, fueron, con el paso del tiempo, relegadas a un segundo plano, habiendo puestos en primer lugar el ritual, la solemnidad, el manoseo de objetos de culto, las velas, el vino, el tabaco, los cánticos, las ropas especiales y todo un conjunto inmenso de practicas exteriores alienadoras, buscadas en el judaísmo y en el paganismo romano, que distanciaban al hombre cada vez más del esfuerzo de auto-perfeccionamiento preconizado por Jesús. Los pronunciamientos liberadores de Jesús no fueron objeto de estudio por los teólogos que crearon las liturgias, los sacramentos y, peor aun, la hedionda teoría de las penas eternas, deshaciendo la imagen del Dios Misericordioso, tan bien delineado por el Maestro.El mensaje cristiano fue empequeñecido, podado, exteriorizado por aquellos que de ella se apoderaron, al construir una religión atemorizadora y salvacionista, con base en actitudes místicas y en la creencia de que sería la sangre de Jesús el remisor de los pecados de la Humanidad. Fue enfatizada la adoración extática a Jesús-muerto, en detrimento del esfuerzo en seguir a Jesús-vivo.El Maestro vino a traer la seguridad de que Dios es Padre, es Amor, es Misericordia, contraponiéndolo a la figura presentada en el Viejo Testamento, que mostraba al Creador como alguien iracundo, vengativo, capaz de tener preferencias por determinados pueblos y abominación por otros. Infelizmente, el Padre Misericordioso, tantas veces demostrado por Jesús, fue negado por los teólogos, al crear el Infierno de penas eternas. En verdad, Jesús habló de sufrimiento después de la muerte, pero nunca con la posibilidad de que fuesen eternos. Por el contrario, dijo: "En verdad te digo que de manera alguna saldrás de allí mientras no pagues el último centil." (Mt, 5: 23) pero el Maestro, conocedor de la fragilidad humana, sabía que, de alguna forma, eso iba a ocurrir, por eso prometió el Consolador: "Pero aquel Consolador, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, ese os enseñará todas las cosas, y os hará recordar todo cuanto os he dicho." (Ju, 14:26)Cumpliendo su promesa, nos envió el Espiritismo, que no es apenas una religión cristiana, si no el propio Cristianismo primitivo, que resurge en su pureza, pujanza y objetividad originales, destacándose de las demás religiones, por lo menos de las del Occidente, por su aspecto altamente educativo. Bibliografia: A Bíblia Sagrada - Trad. João Ferreira d' Almeida - Ed. Sociedade Bíblica Britannica e Estrangeira – 1937. texto enviado, por Davilson Silva un gran amigo

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