jueves, 28 de julio de 2011

MANIFESTACIONES DE LOS ESPÍRITUS

PRELIMINARES 1. Las almas o Espíritus de los que han vivido constituyen el mundo invisible
que puebla el espacio y en medio del cual vivimos. De aquí resulta que desde que
existen hombres, existen Espíritus, y que si éstos tienen el poder de manifestarse,
han debido hacerlo en todas las épocas. Así lo patentizan la historia y las religiones
de todos los pueblos. En estos últimos tiempos, empero, las manifestaciones de
los Espíritus han adquirido un gran desenvolvimiento y un carácter de mayor
autenticidad, porque estaba en las miras de la Providencia poner término a la plaga
de la incredulidad y del materialismo con pruebas evidentes, permitiendo a los que
han dejado la tierra, venir a atestiguar su existencia y revelar su situación feliz o
desgraciada.
2. Viviendo el mundo visible en medio del invisible, con el que esta en
perpetuo contacto, resulta que incesantemente reacciona el uno con el otro. Esta
reacción es origen de una multitud de fenómenos que se han considerado como
sobrenaturales por ignorarse su causa.
La acción del mundo invisible sobre el visible y viceversa, es una de las leyes,
una de las fuerzas de la naturaleza, necesaria a la armonía universal como la ley
de atracción; si cesara de funcionar se perturbaría la armonía, como si se separase
una rueda de las de un mecanismo. Estando semejante acción fundada en una ley
de la naturaleza, se deduce que todos los fenómenos por ella producidos, nada
tienen de sobrenaturales. Sólo han parecido tales, porque no se conocía su causa,
como así ha sucedido con ciertos efectos de la electricidad, de la luz, etc.
3. Todas las religiones tienen por base la existencia de Dios y por objeto el
porvenir del hombre después de la muerte. Este porvenir, que es para el hombre
de capital interés, esta necesariamente enlazado con la existencia del mundo
invisible. Por esta razón, el conocimiento de semejante mundo ha sido en todo
tiempo objeto de las investigaciones y preocupaciones de aquel. Su atención ha
sido naturalmente atraída hacia los fenómenos que tienden a probar la existencia
del mundo invisible, y no los había más concluyentes que los de la manifestación
de los Espíritus, por cuyo medio sus mismos habitantes revelaban su existencia.
He aquí por que, los tales fenómenos han constituido la base de la mayor parte de
los dogmas de todas las religiones.
4. Teniendo naturalmente el hombre intuición de un poder superior, ha sido
inducido, en todos los tiempos, a atribuir a su acción directa, los fenómenos cuya
causa le era desconocida, y que eran para él prodigios y efectos sobrenaturales.
Esta tendencia es considerada por los incrédulos como consecuencia del apego
del hombre a lo maravilloso, pero no inquieren la causa de tal apego, que reside
sencillamente en la intuición mal definida de un orden de cosas extra corporal. Con
el progreso de la ciencia y el conocimiento de las leyes de la naturaleza, esos
fenómenos han pasado poco a poco del dominio de lo maravilloso, al de los efectos
naturales, de tal modo, que lo que en otro tiempo parecía sobrenatural, no lo es en
la actualidad, y lo que hoy lo es, no lo será mañana.
Los fenómenos que dependen de la manifestación de los Espíritus, han
debido proporcionar, por su misma naturaleza, un abundante contingente a los
hechos tenidos por maravillosos; pero había de llegar un tiempo en que, siendo
conocida la ley que los rige, entrarían, como los otros, en el orden de los hechos
naturales. Ha llegado el tiempo y, dando a conocer semejante ley, el Espiritismo
ofrece la clave de la mayor parte de los pasajes incomprensibles de las sagradas
Escrituras que a él hacen alusión y de los hechos considerados como milagrosos.
5. El carácter del hecho milagroso, es el de ser insólito y excepcional, es una
derogación de las leyes de la naturaleza. Desde el momento en que un fenómeno
se produce en condiciones idénticas, es porque está sometido a una ley y no es
milagroso. Esta ley puede ser desconocida, pero no deja por ello de existir; el
tiempo se encarga de darla a conocer.
El movimiento del sol, o mejor de la tierra, detenido por Josué, sería un
verdadero milagro, porque fuera una derogación manifiesta a la ley que rige el
movimiento de los astros; pero si el hecho pudiera reproducirse en condiciones
dadas, sería porque estaba sometido a una ley y dejaría, por consiguiente, de ser
milagroso.
6. Sin razón, se sobrecoge la Iglesia al ver que se estrecha el circulo de los
hechos milagrosos, puesto que Dios prueba mejor su grandeza y poderío por el
admirable conjunto de sus leyes, que por algunas infracciones de las mismas, tanto
mas cuanto que ella atribuye al demonio el poder de hacer prodigios, lo que
implicaría que, pudiendo el demonio interrumpir el curso de las leyes divinas, seria
tan poderoso como Dios.
Atreverse a decir que el Espíritu del mal, puede suspender la acción de las
leyes de Dios, es una blasfemia y un sacrilegio.
La religión, lejos de perder su autoridad, porque hechos tenidos por
milagrosos pasen al orden de los hechos naturales, no puede menos que ganar.
Ante todo, porque si un hecho es tenido sin razón por milagroso, es un error y la
religión no puede dejar de perder, apoyándose en un error, sobre todo si se obstina
en mirar como un milagro lo que no lo es. En segundo lugar, no admitiendo muchas
personas la posibilidad de los milagros, niegan los hechos reputados milagrosos, y
por consiguiente, la religión que en ellos se apoya. Si, por el contrario, la
posibilidad de tales hechos es demostrada como consecuencia de las leyes
naturales, no hay lugar a rechazarlos, como tampoco a la religión que los proclama.
7. Los hechos evidenciados por la ciencia de un modo perentorio, no
pueden ser impugnados por ninguna creencia religiosa contraria. La religión no
puede menos de ganar en autoridad, siguiendo el progreso de los conocimientos
científicos, y de perder, quedándose rezagada o protestando contra esos mismos
conocimientos en nombre de los dogmas; porque ninguno de estos podrá
prevalecer contra las leyes de la naturaleza ni anularlas. Un dogma, fundado en la
negación de una ley de la naturaleza, no puede ser expresión de la verdad.
El Espiritismo, fundado en el conocimiento de las leyes no comprendidas
hasta ahora, no viene a destruir los hechos religiosos, sino a sancionarlos, dando
de ellos una explicación racional. Solo viene a destruir las falsas consecuencias
que han sido deducidas a causa de la ignorancia de aquellas leyes o de su errónea
interpretación.
8. Induciendo al hombre la ignorancia de las leyes de la naturaleza a buscar
causas fantásticas a los fenómenos que no comprende, es el origen de las ideas
supersticiosas, de las que son algunas debidas a los fenómenos espiritistas mal
comprendidos. El conocimiento de las leyes que los rigen, destruye las ideas
supersticiosas, reduciendo las cosas a su realidad y demostrando el límite de lo posible.
Texto recogido del libro Obras Postumas de Allan Kardec:

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