
UN REINADO TERRESTRE
8. ¿Quién mejor que yo puede comprender la verdad de estas palabras de Nuestro Señor: Mi reino no es de este mundo? El orgullo me perdió en la Tierra. ¿Quién comprendería la insignificancia de los reinos de este mundo, si yo no los comprendiese? ¿Qué pude traer de mi realeza terrestre? Nada, absolutamente nada; y para que la lección fuese más terrible, y ni siquiera lo conservé hasta la tumba! Reina fui entre los hombres, humillación cuando en vez de ser recibida allí como soberana, vi sobre mí, y mucho más alto, hombres a quienes creía muy pequeños y que desprecié porque no eran de sangre noble! ¡Oh! ¡Entonces comprendí la esterilidad de los honores y de las grandezas que con tanta avidez se buscan en la Tierra! Para prepararse un lugar en este reino, es necesario la abnegación, la humildad, la caridad en toda su celeste práctica, la benevolencia para todos; no se os pregunta lo que fuisteis, que posición ocupasteis, sino el bien que habéis hecho, las lágrimas que habéis enjugado. ¡Oh! ¡Jesús! Dijiste que tu reino no era de este mundo, porque

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