La materia inerte, que constituye el reino mineral, solo tiene en si una
fuerza mecánica. Las plantas, a pesar de estar compuestas de materia inerte, están
dotadas de vitalidad. Los animales, también compuestos de materia inerte e
igualmente dotados de vitalidad, poseen, además de eso, una especie de inteligencia
instintiva, limitada y la conciencia de su existencia y de su individualidad. El hombre,
al tener todo lo que hay en las plantas y en los animales, domina todas las otras
clases por una inteligencia especial, indefinida, que le da la conciencia de su futuro, la
percepción de las cosas extra materiales y el conocimiento de Dios.
El hombre tiene que resignarse a ver en su cuerpo material, nada más que
el último eslabón de la animalidad en la Tierra. el hombre, por el físico
es como los animales y menos dotado que muchos de estos. Reconoced al
hombre por la facultad de pensar en Dios
Hay entre el alma de los animales y la del hombre, una distancia
equivalente a la que existe entre el alma del hombre y Dios.
El alma de los animales, después de la muerte, conserva su individualidad pero
no la conciencia de su "yo"
Al observar a los seres de la Naturaleza, los naturalistas los clasificaron en tres
reinos: mineral, vegetal y animal. En este último incluyeron también al hombre por
considerarlo solamente desde el punto de vista físico, es decir, solamente en su cuerpo
material. Este, en realidad, es en todo semejante al de los animales superiores, pero si se
le considera en su integridad. El hombre evidentemente se distingue de todos los otros
seres por su inteligencia y conciencia la inteligencia, que en el se halla desenvuelta en
grado superior, le permite una actividad consciente altamente elaborada, incluyendo
ideas y juicios, razonamiento lógico y pensamiento discursivo. En el hombre brilla, pues,
la luz de la razón – que no existe en el animal, que lo faculta para el conocimiento de las
leyes universales , a la cual se suma el sentido moral, que lo eleva todavía más por
encima de los demás seres, por la percepción de las leyes morales y también la intuición
de Dios. El hombre se destaca, por lo tanto, nítídamente de los animales, por cualidades
que no pertenecen a la materia, al cuerpo del hombre, por lo que los atributos del Espíritu
en la Naturaleza constituyen un cuarto reino: el hominal.
Hecha esta salvedad y admitiendo al hombre como un ser aparte, pueden
considerarse esos tres reinos. En otros términos, más allá del hombre racional y moral,
existen en nuestro mundo las piedras o minerales, las plantas o vegetales y los animales
irracionales. Esa distinción entre los seres de la Naturaleza, teniendo en cuenta a los
representantes más evolucionados de los tres reinos, es de tal modo intuitiva que desde
hace mucho tiempo ha penetrado en el entendimiento humano. Sin embargo, al
profundizar el análisis y observar a los seres más simples de los extremos de las tres series
naturales, se está obligado a reconocer formas de transición tan sutiles, que entre ellas se
torna ambigua la definición absoluta de los tres reinos.
No obstante, hay un carácter distintivo sobre el que no caben dudas, entre los seres
minerales y los de los otros grupos: es la ausencia de vida en los minerales y la presencia
de ella en los vegetales y animales. Por eso, se prefiere la división más simple que considera
por un lado los minerales, que constituyen los seres brutos o inorgánicos y por otro, los
vegetales y los animales reunidos para constituir el grupo de los seres vivos u orgánicos.
La presencia de la vida se traduce en los vegetales y animales por la organización celular
de la materia de sus cuerpos y la correspondiente aparición de las grandes funciones de
nutrición y de reproducción progresivamente evolucionados. Hay una infinidad de seres
constituidos de una única célula. Son seres unicelulares vegetales, las protofitas y los
animales, los protozoarios. Pero en seres progresivamente evolucionados, hasta llegar a
los vegetales y animales superiores (metafitas y metazoarios), las células microscópicas se
reúnen en tejidos, los tejidos en órganos y estos en sistemas y aparatos orgánicos.
A la pregunta nº 585 de El Libro de los Espíritus ¿Qué pensáis de la división
de la Naturaleza en tres reinos, o mejor en dos clases: la de los seres orgánicos y la de los
inorgánicos? Según algunos la especie humana forma parte de una cuarta clase. ¿Cuál de
estas divisiones es preferible? Los Espíritus respondieron: Todas son buenas
según el punto de vista. Del punto de vista material solamente hay seres orgánicos e
inorgánicos. Del punto de vista moral evidentemente hay cuatro grados.
Los seres que forman el reino mineral solamente manifiestan una fuerza mecánica,
es decir, que proviene únicamente de la materia de que están formados. Solo existen
invernes y brutos, les falta la inteligencia y la voluntad; ni siquiera revelan instintos, lo que
prueba que si en ellos existe algún principio diferente a la materia, está completamente
apagado, duerme en total estado de latencia e inactividad.__ Hay bellos y deslumbrantes
minerales – el cuarzo – y las diversas variedades coloridas – el rubí, el topacio, la
esmeralda; — está el oro rutilante, en pepitas o en filones, sales diversas disueltas en las
aguas de los mares y de los ríos o en minas terrestres de sal de roca y otros; hay preciosos
depósitos de minerales de donde el hombre extrae los metales, rocas de bellísimo aspecto,
los gigantescos bloque de mármol blanco de Carrara, con irisados de colores diversos,
está el granito y el gneiss, las arcillas blancas y rojas. ¡Que variedad enorme de rocas y de
tierras, que abundancia de cristales, pertenecientes a diversos sistemas, en los cuales las
leyes de la Cristalografía reflejan, incluso en la naturaleza inerte bruta, la sabiduría divina y
duerme sin dar la menor señal de vida, mucho menos de conciencia o ni siquiera de
instinto.
Los seres que forman el reino vegetal existen, en cierto modo, también inertes y
brutos, sin inteligencia ni voluntad activa, pero ya presentan – a pesar de estar fijos y sin
poder desplazarse ‘por si mismos – el movimiento interior de la vida, realizando un
completo ciclo vital: nacen, crecen, se nutren, se desarrollan, se reproducen, declinan y
mueren. Es que, más allá de la materia densa presentan otro principio sutil y dinámico –
el principio vital, del que deriva esa fuerza prodigiosa que les comunica con la vida. Todo
es maravilloso en ese mundo de plantas, en su conjunto admirable, desde las talofitas,
cuyo cuerpo vegetal es un simple tallo, sin raíces (pueden presentar rizoides), sin un
verdadero tallo, sin hojas, sin flores ni frutos, seres rudimentarios entre los cuales se
encuentran las bacterias, algas y hongos, pasando por las talofitas y las pteridofitas, estas
ya más evolucionadas, como se puede ver en las bellas asperillas y samambayas de
múltiples formas y tamaños, hasta las espermatofitas, que incluyen, ya en el tope de la
escala, los vegetales superiores, con raíz, tallo, hojas, flores y frutos. Que variedad entonces,
de colores y sabores y de valores nutritivos, en esa multitud de seres que van desde las
hierbas diminutas y los arbustos gráciles hasta los frondosos y gigantescos árboles, los
cocoteros altivos y las araucarias, las higueras frondosas y los jacatirones floridos, los
robles…
¡Cuanta manifestación de fuerza y de vida!
Sin embargo, esos seres tampoco revelan conciencia alguna de su existencia, no
sienten placeres ni dolores, no tiene percepciones verdaderas ni sentimientos; solo tiene
vida orgánica, que les es transmitida exactamente por su unión con el principio vital. El
Espiritismo confirma esas ideas de la Ciencia, como podemos ver en las siguientes
preguntas de «El Libro de los Espíritus». ¿Tiene las plantas conciencia de que
existen? No, porque no piensan, solo tienen la vida orgánica. ¿Experimentan
sensaciones? ¿Sufren cuando las mutilan? … Reciben impresiones físicas que actúan
sobre la materia, pero no tienen percepciones. Por consiguiente no tienen sensación de
dolor. ¿No habrá en las plantas, como en los animales, un instinto de conservación
que las induzca a buscar lo que les pueda ser útil y a evitar lo que les pueda ser nocivo? –
Hay, si quisierais, una especie de instinto, pero eso depende de la extensión que se de al
significado de esta palabra. Es, no obstante, un instinto puramente mecánico. Cuando
en las operaciones químicas observáis que dos cuerpos se reúnen, es que uno conviene al
otro; quiere decir que entre ellos hay afinidad. Ahora bien, a esto no dais el nombre de
instinto.
Los seres que forman el reino animal existen y viven como los vegetales, pero se
agregan el movimiento y las sensaciones, que los vegetales no tienen, si bien en los
animales superiores, los movimientos son libres y obedecen claramente a la voluntad,
denotando también cierto grado de inteligencia. Pero en el animal todavía prevalece el
instinto; la inteligencia no tiene aun capacidad de raciocinio.
Mientras tanto, queremos recordar que si por su cuerpo material el hombre se
asemeja a los animales, de ellos se distingue totalmente por su naturaleza espiritual, por
su alma, que le confiere razón y sentido moral. Los Espíritus Superiores han afirmado
que entre el alma del hombre y la del animal existe ¡la misma distancia que entre el
hombre y Dios
El hombre no es un simple animal porque en él vibra, como ser esencial, un Espíritu
consciente, libre responsable, destinado a realizar en la plenitud de su pureza la justicia, el
amor y la caridad.
Unos quieren que el hombre sea un animal y otros que el animal sea un hombre. Todos están equivocados. El hombre es un ser aparte que a veces desciende
muy bajo y que también puede elevarse muy alto. Por el físico es como los animales y
menos dotado que muchos de estos. La Naturaleza les dio todo lo que el hombre está
obligado a inventar con su inteligencia, para satisfacción de sus necesidades y para su
conservación. Su cuerpo se destruye como el de los animales, es cierto, pero a su Espíritu
está asignado un destino que sólo él puede comprender, porque solo él es enteramente
libre… Reconoced al hombre por la facultad de pensar en Dios.
Además entre los animales y el hombre hay una diferencia que nos gustaría señalar:
después de la muerte del cuerpo físico, el alma de los animales conserva su individualidad;
no la conciencia de su Yo. La vida inteligente en él permanece en estado latente
El alma del animal, luego de la destrucción del cuerpo físico, queda en una
especie de erraticidad, puesto que ya no se encuentra unida al cuerpo pero no es Espíritu
errante. El Espíritu errante es un ser que piensa y obra por su libre voluntad. El de los
animales no dispone de la misma facultad. La conciencia de si mismo es lo que constituye
el principal atributo del Espíritu. El del animal, después de la muerte, es clasificado por los
Espíritus a quienes incumbe esta tarea y utilizado casi inmediatamente. No se le da
tiempo para entrar en relación con otras criaturas.
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