Frustración de una reencarnación
Mi único interés, por encima de todo, está
centrado en proteger y defender la figura del espíritu que va a
reencarnar, informando sobre los principios superiores que rigen la
Vida y dando a conocer una serie de hechos sobre la realidad
espiritual que envuelve al futuro bebé y a los futuros padres que
nos ayuden a entender y aclarar qué y quién es realmente el embrión
o feto que se está desarrollando en el vientre materno.
El aborto, como tantos otros temas sin duda
complejos, hay que tratarlo y estudiarlo desde la perspectiva
espiritual, conociendo la auténtica naturaleza del ser humano, su
extraordinaria condición de hijo inmortal de Dios, las verdaderas
necesidades para su evolución y las leyes que presiden todo el
proceso anterior a la concepción y al nacimiento de un nuevo ser
para, de esta manera, poder estar en situación de comprender y
valorar lo que verdaderamente significa la interrupción de un
embarazo mediante el aborto voluntario. Porque, personalmente, estoy plenamente convencido
de que el conocimiento y la aceptación del maravilloso hecho
reencarnatorio ha de postrarnos llenos de admiración frente a las
Leyes Divinas que rigen desde un principio tal proceso, haciendo
surgir mansamente en nosotros, sino el amor, cuando menos el respeto
y toda la consideración hacia ese ser que se está desenvolviendo en
el seno maternal. Amor y respeto que ha de estar siempre por encima de
nuestros miedos, de nuestras comodidades, de nuestras angustias y de
nuestros intereses, transformado ese mundo íntimo negativo, en un
mundo renovado de €esperanza y de ilusión que nos permita sentir y
entender que ese embrión o feto que está palpitando en las entrañas
de la madre no es solamente una vida vegetativa sobre la cual se cree
tener posesión absoluta, sino que es algo mucho más grande, mucho
más inmenso, que forma parte de nosotros, y no solamente de nuestro
presente y futuro más inmediato sino, con mucha probabilidad, forma
parte también de nuestro pasado.
Libro de los Espíritus nº 358
¿Es un crimen el aborto provocado, cualquiera que sea el grado de
desarrollo de la gestación?
“Siempre hay crimen, desde que
se quebranta la ley de Dios. Y cualquier persona la quebranta
quitando la vida al niño antes del nacimiento, porque impide al
espíritu afrontar las pruebas cuyo instrumento debía de ser el
cuerpo.”
Vamos a tratar de profundizar en esta respuesta
porque, efectivamente, traer un hijo al mundo es proporcionar a un
espíritu una nueva oportunidad para proseguir en su evolución,
radicando aquí la verdadera responsabilidad y el mal del aborto: en
interrumpir el desarrollo de un organismo al cual está unido un
espíritu en proceso de reencarnación.
PLANIFICACION ESPIRITUAL
Los procesos de reencarnación pueden tener sus variaciones y sus particularidades dependiendo, principalmente, del
grado de evolución del espíritu reencarnante, de sus méritos o
deméritos contraídos y de su mayor o menor capacidad de cooperación
en el desarrollo de dicho evento.
Generalmente, a medida
que el espíritu se eleva en conocimiento y en responsabilidad, mayor
será su participación directa y consciente en todas las fases del
planeamiento y ejecución de su propia reencarnación, pudiendo
intervenir e influir, junto a los mentores espirituales, en la
programación de su futura vida en el mundo material.
En términos espirituales la vuelta al mundo
terrenal de un espíritu se forja mucho tiempo antes de la
fecundación física, produciéndose, en el plano espiritual, todo un
intenso trabajo de estudio y de programación en el que se supervisan
innumerables detalles y situaciones que son de vital importancia para
el buen desarrollo de todo el proceso reencarnatorio, teniendo
siempre presente que:
“Todo plano trazado en la Esfera Superior,
tiene por objetivos fundamentales el bien y la ascensión; y toda
alma que reencarna en el círculo planetario, aún aquella que se
encuentre en condiciones aparentemente desesperadas, tiene recursos
para mejorar siempre”
(Misioneros de la Luz – Chico Xavier/André Luiz)
LA FAMILIA COMO NUCLEO DE REENCUENTRO
Y dentro de esa planificación entra, naturalmente,
todo lo que concierne al nacimiento, al núcleo social donde
reaparecerá y quienes serán los padres del futuro bebé.
Porque un espíritu no encarna por casualidad en el
cuerpecito que se irá a gestar en el vientre de una determinada
madre. Ningún espíritu es ligado a un hogar sin una atracción
específica ni como consecuencia de un acaso biológico, sino que,
por el contrario, numerosos factores pueden entrar en juego, donde,
principalmente, los lazos afectivos o bien los débitos del pasado
atraen a la entidad reencarnante hacia el campo vibratorio que más
se le afiniza y hacia el grupo y situación social que precisa.
De este modo, el conjunto familiar es una escuela de
crecimiento espiritual, consecuencia de unos lazos del pasado, donde
se reúnen los Espíritus vinculados entre sí por los valores del
amor o por los compromisos contraídos.
Por consiguiente, tengamos la seguridad de que, en
una gran mayoría de ocasiones, ese hijo que hoy nace a la vida
física no es un extraño, sino que es un espíritu con el cual ya se
ha mantenido en pasadas existencias importantes relaciones, bien
fueran de afecto o de antipatía.
Y el próximo reencuentro entre nuestros protagonistas comienza, generalmente,
cuando los futuros padres, aprovechando el desprendimiento por el
sueño, son conducidos a la presencia del equipo espiritual
responsable por el proceso reencarnatorio, quien les informa que han
sido escogidos para acoger a determinado espíritu o bien, según el
caso, tan sólo es necesario recordar a los padres que ha llegado el
momento de cumplir con el compromiso que ya adquirieron ellos en la
espiritualidad antes de reencarnar, por el cual aceptaron, de
antemano, recibir a dicho espíritu como hijo es esta nueva
encarnación.
PROCESO REENCARNATORIO
Una vez establecido todo ello se va produciendo,
desde el plano espiritual, un acercamiento paulatino del espíritu
candidato a la reencarnación hacia el conjunto familiar que deberá
acogerle, pasando a participar poco a poco de la vida doméstica y
comenzando los primeros intercambios de vibraciones, de pensamientos
y de emociones con los miembros de su futura familia.
A medida que se va acercando el día de la
fecundación, los equipos espirituales especializados promueven un
contacto más directo del espíritu reencarnante con la futura madre,
en el que se origina una creciente interpenetración fluídica entre
ambos, que pasa a estrecharse progresivamente, hasta alcanzar y
fijarse al óvulo materno que ha de ser fecundado, quedando éste
impregnado y magnetizado por los efluvios periespirituales y por las
vibraciones propias que transmite el espíritu.
De esta manera, el óvulo en vías de ser fecundado
permanece irradiando y reflejando las características particulares
del espíritu y, como un espejo, retrata su imagen energética, que
será lo que, como veremos después, servirá para atraer al
espermatozoide que ha de fecundarlo.
Pero antes de producirse ese hecho se ha de
presenciar, en el plano espiritual, una de las escenas más hermosas,
entrañables y conmovedoras de todo el proceso reencarnatorio cuando
el espíritu, ya con su configuración periespiritual reducida a la
forma fetal, es entregado a su futura madre, lo que representa un
acto sublime, lleno de amor y de esperanza, en el que se destaca, por
encima de todo, la maravillosa función materna como intermediaria y
colaboradora en la obra de Dios, para posibilitar la aparición de un
espíritu en el mundo denso de la carne, hecho que debería llenar de
satisfacción y de felicidad, mas nunca de vergüenza, ni de
tristeza.
Al respecto nos explica A. Luiz:
“La futura madre parecía una sacerdotisa del
Poder de la Divinidad Suprema. El espíritu reencarnante se unía a
ella como la flor se une al tallo. Entonces comprendí que, desde
aquel €momento, era alma de su alma, aquel que sería carne de su
carne”
(Misioneros de la Luz – Chico Xavier / André Luiz)
Se acerca ya el momento de la fecundación, inicio
de una nueva vida física, cuando, horas después de la unión
sexual, se produce el gran encuentro entre el espermatozoide y el
óvulo, un acto totalmente falto de democracia, pues no es el acaso
biológico el que determina el espermatozoide que va a fecundar al
óvulo, donde todos disfrutarían de las mismas oportunidades, ni
siquiera el afortunado es el que presenta mejor potencial genético,
sino que, por el contrario, de todos los millones de espermatozoides,
la célula femenina seleccionará y atraerá a aquel que contenga los
genes que, por sintonía y afinidad, más se ajuste a las necesidades
evolutivas y a la situación real del espíritu reencarnante, la
cual, como hemos visto antes, ya se encuentra marcada en el óvulo,
posibilitando, de esta manera, la formación de un organismo adecuado
al cumplimiento del proyecto reencarnatorio en curso.
“La célula masculina que alcance el óvulo en
primer lugar para fecundarlo, no será la más apta en el sentido de
superioridad, y sí en el sentido de sintonía magnética.”
(Misioneros de la Luz –Chico Xavier / André Luiz)
De esta manera, en el instante de la fecundación el
espíritu reencarnante es ligado a esa primera célula resultante de
la unión entre el espermatozoide y el óvulo, iniciándose,
entonces, junto al maravilloso proceso de un nuevo desarrollo
embrionario, la reencarnación propiamente dicha en términos
físicos, donde a medida que el embrión o feto se va desenvolviendo
multiplica el número de células y, con ello, el cuerpo espiritual
aumenta su área de fijación, prendiéndose a las moléculas del
cuerpo físico en formación.
“Desde el instante de la fecundación, el
espíritu designado para habitar en un cuerpo determinado, se une a
él por un lazo fluídico, que no es más que una expansión de su
cuerpo espiritual, el cual se va estrechando a medida que el germen
se desarrolla, de modo que puede decirse que el espíritu echa raíces
en dicho germen como una planta en la tierra, hasta que, una vez
completado todo el desarrollo, el niño sale a la vida exterior.”
(Allan Kardec - El Libro de los Espíritus / El
génesis)
GENETICA HUMANA Y GENETICA ESPIRITUAL
Una vez efectuada la fecundación, a partir de
esa primera y única célula que se forma, siguiendo todo un proceso
continuo en el cual se suceden múltiples transformaciones y
modificaciones, el espíritu va modelando, a medida que avanza el
fenómeno de la gestación, lo que nueve meses después será el
nuevo cuerpecito del futuro bebé, valiéndose, según las leyes de
la herencia biológica, de las sustancias genéticas que recibe por
vía hereditaria de sus padres, hasta finalizar todo su maravilloso
desarrollo en la hora culminante del nacimiento, posibilitando, con
ello, la reencarnación de un Espíritu.
Pero durante el proceso de la construcción de
su nueva vestimenta física el Espíritu reencarnante estará siempre
limitado y sujeto por su propio estado y evolución, lo que le hará
personalizar un organismo carnal en perfecta consonancia con su
condición mental, de acuerdo con la orientación y los impulsos
propios del molde espiritual que, como un ordenador, transmitirá al
nuevo cuerpo físico todos los detalles particulares del ser y todos
los registros acumulados de su pasado, de modo que el nuevo individuo
formado después de los nueve meses de gestación jamás será la
consecuencia de un acaso biológico, sino la viva representación de
la entidad espiritual.
Se unen y compaginan, de esta manera, los
conceptos de Genética Humana y de Herencia Espiritual:
Genética humana que viene dada por las informaciones que transmiten el
espermatozoide paterno y el óvulo materno; y herencia espiritual,
inherente al propio ser, que es el resultado de sus adquisiciones en
innumerables etapas reencarnatorias y la que nos enseña que, por
encima de todo, el espíritu es heredero de sí mismo, de todo su
pasado, de sus propias acciones y de sus valores morales.
Aclarar, no obstante, que durante esta fase de
coexistencia entre los principios genéticos humanos y las leyes
extrafísicas, existen también las influencias de fuerzas
espirituales de orden superior que, de acuerdo con los méritos del
reencarnante, pueden imprimir modificaciones en la materia o bien
seleccionar el espermatozoide más adecuado que ha de fecundar al
óvulo, con vistas a favorecer el proyecto reencarnatorio y los
objetivos concretos que se pretenden.
¡NACER, REENCARNAR¡
Por consiguiente, después de todo lo explicado
hasta ahora, deberíamos de tener plena conciencia de que cuando una
mujer está embarazada, lo que se desarrolla y palpita en su interior
no es una simple aglomeración de huesos, nervios y carne en
formación sin más, sino que la realidad espiritual es mucho más
seria, hermosa y grande, porque ese feto en constante transformación
es el traje vivo de un espíritu en progresiva materialización
dentro del vientre materno, molécula a molécula, célula a célula,
órgano a órgano, que desciende desde el plano espiritual hacia el
mundo material para, finalmente, poder manifestarse como un ser
humano.
En definitiva, cuando un bebé nace no es más
que un espíritu, preexistente a la cuna y sobreviviente a la tumba,
en proceso permanente de evolución, que se reviste de carne,
trayendo consigo todo un patrimonio lleno de vivencias, de
sentimientos y de conocimientos propios adquiridos a través de las
distintas reencarnaciones experimentadas, y en la que esta nueva
existencia sólo va a ser otra página más dentro de toda su epopeya
como espíritu inmortal.
Por tanto, una vez cumplidos los nueve meses de
gestación, llega el maravilloso momento del nacimiento de un bebé y
la reencarnación de un espíritu, lleno de ilusión y de esperanzas
para afrontar otra jornada terrestre, que le brindará nuevas y
valiosas oportunidades para progresar, en las que tendrá pruebas que
superar, deudas que rescatar, reencuentros con antiguos afectos y
desafectos, momentos de alegría y momentos de desesperación, junto
a un sinfín de experiencias para acumular en su ya larga
trayectoria.
Pero, de momento, la más importante e
imprescindible de todas, porque sin la cual las demás no serían
posibles, se ha coronado con éxito y ha sido PODER NACER¡¡ PODER
REENCARNAR¡
LA IGNORANCIA, EL MATERIALISMO Y EL EGOISMO
HUMANO
¿Cuáles son, entonces, las razones que llevan
a una mujer a expulsar al ser que se está desarrollando en sus
entrañas? ¿Por qué la mujer contraría y se rebela, de
esta manera, ante la primera y más importante de todas las leyes
naturales? ¿Por qué un sector de la sociedad apoya y lucha para que
la acción del aborto se reconozca como una opción y un derecho de
la mujer, en lugar de luchar por el reconocimiento y los derechos del
ser en gestación?
¿Por qué se esgrime muchas veces como
explicación para aceptar el aborto el argumento de que la mujer es
libre y dueña de su cuerpo, cuando en verdad su libertad choca
frontalmente y destruye la libertad del ser que en ella se está
gestando, y cuando el cuerpo sobre el que ella “supuestamente”
puede decidir no es el suyo, sino que es el que ha de servir como
envoltura y como instrumento al espíritu que está reencarnando?.
Una gran parte de la respuesta, si no toda, se
ha de encontrar, sin duda alguna, en el triángulo nefasto que forman
la ignorancia, el materialismo y el egoísmo, del individuo en
particular y de la sociedad en general.
Porque la gran ignorancia que tiene el ser
humano de la condición divina e inmortal que palpita en su interior
y de las leyes que rigen el plano espiritual, le llevan a tomar como
referencia el mundo ilusorio de la materia, donde tan sólo lo
tangible es lo que cuenta, perdiéndose, de este modo, en la
apariencia de las formas y en la superficialidad de los hechos.
Esta manera de percibir la realidad lleva al
materialismo más absoluto que impera en la sociedad, que es incapaz
de ver más allá de sus inmediatos intereses y comodidades
materiales.
E ignorancia y materialismo conducen a creer que
el ser humano es tan sólo un montón de células formando un cuerpo
de carne, y que la vida es apenas un estado de la materia, que
empieza en el nacimiento y finaliza con la muerte, no existiendo nada
antes, ni quedando nada después, por lo que no puede considerarse
que haya algún mal en la práctica del aborto.
Y como consecuencia de esa ignorancia y de ese
materialismo, se desemboca, final y fatalmente, en una gran lacra
social: el egoísmo.
“Del egoísmo arrancan todos los males, él es
el verdadero cáncer de la sociedad. Cuando los hombres hayan
sacudido el egoísmo que los domina, vivirán como hermanos sin
hacerse mal, ayudándose por el mutuo sentimiento de la solidaridad”
(Libro de los Espíritus – Allan Kardec)
Egoísmo en el más amplio sentido de la
palabra, porque nos lleva a poner por delante siempre nuestro “yo”,
en forma de un problema económico, de una situación emocional
inestable, del interés personal, de una dificultad social o de las
condiciones particulares de cada uno, por muy dolorosas que éstas
puedan ser, sin tener en cuenta que en muchas ocasiones nuestro “yo”
va contra los más fundamentales derechos de “los otros” y, en
este caso, del derecho a la vida.
EL DERECHO A LA VIDA
Porque con el aborto se frustra, de una manera
cruel y miserable, el proceso de reencarnación de un espíritu que
se ha estado preparando en la espiritualidad durante mucho tiempo
para retornar al mundo material y, con ello, al destruirse ese
organismo en formación, se violenta la más elemental Ley de Dios.
L. EPIRITUS nº 880S
¿Cuál es el primero de todos los derechos naturales del ser humano?
“El derecho a la vida. Por eso nadie debe atentar contra la vida de su semejante, ni
hacer cualquier cosa que pueda comprometer su existencia corporal”
Y el derecho a la vida ampara tanto a aquel ser
que ya ha nacido, como a aquel otro que todavía está en el seno
materno.
No importa si ese ser ha sido generado en
circunstancias adversas y dolorosas, pues el Plano Espiritual siempre
hará lo máximo para que de un mal pueda resultar un bien donde, en
este caso, el nacimiento y la dedicación a ese hijo podrá
convertirse en fuente de agua cristalina que calmará la sed de
aquella mujer que, hallándose, sea la que sea, en una situación
desesperada y dramática, haya sabido encontrar fuerzas dentro de sí
misma para respetar el derecho de vida del ser que en ella estaba
germinando.
Y tampoco importa si ese feto es portador de
malformaciones, lesiones o serias deficiencias psíquicas, pues ello
no es fruto del acaso o de la mala suerte, sino que dichas
minusvalías son anteriores a la formación de ese feto y
corresponden a un espíritu enfermo y con alteraciones
periespirituales, que no hace sino que reflejar y plasmar su
enfermedad y desequilibrio en el cuerpo físico, como una forma de
depurar esas anomalías que padece.
Y ese Espíritu “defectuoso” que se está
materializando en el vientre de la madre, a pesar de ser
supuestamente perjudicado por mil dificultades, tiene una preciosa
oportunidad de perfeccionarse espiritualmente, siendo capaz de
desenvolver sus propias potencialidades. A cada uno de
nosotros le compete estimularlas y ofrecerle las ocasiones para que
pueda desarrollarlas.
Y en estos casos nadie debería tener la
autoridad de interferir provocando un aborto en nombre de una
supuesta piedad, pues un feto portador de deficiencias,
malformaciones o enfermo tiene la misma dignidad, el mismo derecho a
nacer y, seguramente, más necesidad y urgencia de hacerlo que un
feto sano y hermoso.
Por lo tanto, si la piedad es una de las razones
que se esgrime muchas veces para justificar el aborto, por favor, en
nombre de esa misma piedad, busquemos los recursos que ayuden a
mantener y a preservar la vida, y no aquellos que la interrumpan y la
destrocen.
En este sentido, cuando una mujer no se sienta,
sea por los motivos que sea, con una estructura psicológica fuerte y
adecuada para aceptar y criar al ser que se está gestando en su
vientre, debería competir a la sociedad y a los órganos
gubernamentales facilitar y estimular el desarrollo del embarazo y,
si finalmente procediese, la adopción de la criatura nacida, en
lugar de amparar su “muerte legal”.
Estemos convencidos, por otra parte, de que ese
espíritu que va a reencarnar en unas circunstancias anómalas y no
deseadas, se ha de presentar en un medio social y familiar donde,
especialmente los padres, han contribuido en el pasado, de una u otra
forma, para que ahora ese espíritu retorne a ellos en esas
condiciones adversas, necesitando, igualmente, pasar por esa
experiencia reeducativa.
Y ello es así porque las Leyes Divinas se
encargan de reunir nuevamente hoy a los protagonistas de ayer, para
darles la oportunidad de reajustar actitudes y sentimientos, y para
que si en el pasado venció el desequilibrio y el odio, hoy, en su
lugar, pueda vencer la Armonía y el Amor.
LA VIDA COMO UN PROCESO CONTINUO
Libro de los espíritus nº 360
¿Es racional
guardar al embrión o al feto las mismas consideraciones que al
cuerpo del niño que ha vivido?
“En todo ved la voluntad de Dios
y su obra, y no tratéis, pues, con ligereza cosas que debéis
respetar. ¿Por qué no se han de respetar las obras de la creación,
incompletas a veces por voluntad del Creador? Ello está dentro de
sus designios, que nadie está llamado a juzgar.”
Una buena mayoría de gente, cuando contempla a
un embrión de pocas semanas, seguramente, debido al rudimentario
aspecto y desarrollo morfológico que aún presenta, no es capaz de
asociarlo con el futuro bebé que llegará a ser, con lo que en esos
primeros días de la gestación quizás les resulta más aceptable o
comprensible la interrupción de la misma; mientras que, por el
contrario, si el embarazo ya está en una fase más avanzada
y, por consiguiente, el feto ya tiene una semejanza con la futura
forma final del bebé, entonces, parece ser que pesa mucho más en la
conciencia el efectuar el aborto.
¡Qué gran error del ser humano, que se pierde
debatiendo sobre dónde y cuándo empieza la vida! Porque se queda en
la superficialidad de los hechos y en la apariencia de la forma
física que tiene delante, ignorando que ésta es tan sólo portadora
de vida biológica y que para que la
persona y la vida se presente en toda su
plenitud y dignidad es necesaria e imprescindible la presencia de un
Espíritu que le confiera la inteligencia, el sentimiento, la
voluntad y su verdadera esencia.
Espíritu que es el mismo desde el instante de
la fecundación, en el embrión de pocas semanas y en el feto de
nueve meses.
Hoy en día la Ciencia no tiene ninguna duda de
que desde que el óvulo es fecundado por el espermatozoide, se inicia
un desarrollo físico diferenciado de cualquier otro:
“Se sabe que después de la fecundación del
óvulo por el espermatozoide se produce una primera célula llamada
cigoto, punto de partida de un desenvolvimiento embrionario con un
nuevo potencial genético, siendo único e irrepetible. Un nuevo tipo
de organización inicia la producción de un organismo multicelular
con identidad propia, hasta la formación completa del individuo.”
(Embriología Humana – Churchill Livinstone)
¿Y qué es lo que marca esta diferencia,
otorgando esa identidad única e irrepetible? Para nosotros, los
espiritistas, la respuesta es clara y evidente: Porque por encima de
esa realidad material de la gestación prevalece otra realidad,
espiritual y superior, que rige todo el fenómeno, pues desde el
mismo momento de la fecundación ya existe un espíritu que está
plasmando en las células físicas todo su particular potencial y
todas sus características personales, dando inicio, de esta manera,
a una nueva vida física y a una nueva reencarnación.
Vida física, por tanto, que se inicia en la
fecundación y continúa y no finaliza hasta la muerte, de modo que
si la naturaleza puede proseguir su curso normal, los distintos
eslabones que forman la cadena de la vida humana, desde el instante
de la concepción hasta completar todo el ciclo son: cigoto, embrión,
feto, bebé, niño, adolescente, adulto y anciano.
Es decir, que esa primera célula proveniente de
la unión entre el espermatozoide y el óvulo ya concentra en sí
misma toda la
potencialidad del desarrollo del futuro ser humano.
Y del mismo modo que si un bebé es destruido
nunca llegará a ser un adulto, y un adulto si es destruido nunca
será un anciano, tampoco un embrión o feto, si es destruido, nunca
podrá llegar a ser un bebé.
Da lo mismo por donde se rompa la cadena, pues
para alcanzar un eslabón es necesario primero consolidar el
anterior. Y todos tienen la misma importancia, porque todos forman
parte del mismo proceso que es la vida humana.
Llegado a este punto, hemos de ser conscientes
de que realizar un aborto es exactamente lo mismo que arrancar la
vida a un ser humano, pues tanto en un caso como en el otro la acción
y el resultado obtenido es idéntico, es decir, se destruye de una
manera agresiva un organismo físico, independientemente de cual sea
su grado de desarrollo y formación, provocando con ello la rotura
violenta de los lazos que unen al espíritu con dicho organismo, con
la diferencia de que en el caso de un ser ya nacido se fuerza su
desencarnación, mientras que en el caso de un ser todavía en el
vientre materno, se impide su reencarnación, pero con el agravio,
además, de que en el aborto ese ser destruido es una víctima frágil
que no tiene brazos fuertes para poder defenderse, ni voz para poder
suplicar piedad, y ni tan siquiera sus lágrimas van a poder
sensibilizar a quienes, antes de que pueda salir hacia la bendición
de la Luz, ya han decidido deshacerse de él.
EL FETO ES UN SER CON VIDA EMOCIONAL PROPIA
Porque ese ser que se está desarrollando en el
vientre de su madre, durante esos meses de gestación, es un ser que
ya tiene vida emocional propia, que es capaz de registrar
perfectamente informaciones y experiencias del medio exterior,
experimentando placer o desagrado, tristeza o alegría, inquietud o
bienestar.
Por tanto, la madre puede ir creando, según
sean los pensamientos hacia su hijito, una atmósfera psíquica
agradable o desagradable que envolverá al feto y que hará que éste
vaya sintiendo y percibiendo cuales son los sentimientos de
afectividad o de rechazo de ella hacia él, lo que, sin ningún
género de dudas, puede favorecer o perjudicar el desarrollo de la
gestación.
Tal como nos enseñan nuestros Amigos
Espirituales:
“El proceso de gestación es una sublime etapa
para que el hijo se integre con sus padres, conozca a su futura
familia y acompañe el desenvolvimiento de su cuerpo material con
emoción y esperanza, donde habrá constantes cambios de fluidos
entre la madre y la criatura, permitiendo el fortalecimiento
espiritual y auxiliando el desarrollo físico.”
(Mi vida en gestación / Abel Glasser - Cayo Mario)
Y esa criaturita, si se plantea la interrupción
de su gestación vive el problema intensamente. Y se angustia y sufre
terriblemente, sintiéndose rechazado y creándose en él un trauma y
una dolorosa sensación de no ser querido, siendo consciente, además,
de que se está decidiendo sobre la posibilidad de cortar, de una
forma violenta y mísera, su camino hacia la vida física.
Por tanto, me gustaría que nos quedara bien
claro y que asumamos en toda su trascendencia que el Amor representa,
en el contexto de la relación entre madre e hijo, la maravillosa
fuerza que ha de impulsar un nuevo inicio de vida y el punto de
partida fundamental para la reencarnación de un espíritu, que ha de
ir consolidándose poco a poco en el claustro materno, porque lo más
importante para el ser en gestación es sentirse amado y querido.
CONSECUENCIAS PARA EL ESPIRITU ABORTADO
Insistir aquí, una vez más, en que la
particularidad de cada caso puede determinar situaciones
absolutamente individuales y diferentes unas de otras.
En general, para el espíritu, ver cortado su
camino a la vida física por un aborto significa una enorme
frustración, una pérdida preciosa de tiempo y un gran sufrimiento
moral, acompañado, al mismo tiempo, de gravísimas lesiones
periespirituales y de un fuerte trauma mental.
Podemos encontrar desde la reacción más
positiva de un espíritu evolucionado, que sabrá sobreponerse al
terrible acto, sin dejarse llevar por el odio y resentimiento y que
desde pronto podrá estar capacitado para intentar una nueva
inmersión en el mundo carnal, hasta la reacción más
negativa del espíritu que, viendo su cuerpo en formación aniquilado
y sometido a terribles mutilaciones, reacciona de una manera más
descontrolada y agresiva, pues al sentirse traicionado, despreciado y
expulsado de las entrañas maternas, el espíritu transforma su mundo
íntimo que era de alegría y de esperanza, hacia las emociones
traumatizantes de odio y de venganza, revolviéndose con inmenso
dolor y angustia contra aquellos causantes de su desgracia, pudiendo
acarrear unas consecuencias negativas de variada tipología.
Una gran mayoría de espíritus abortados son
recogidos y llevados a hospitales de la espiritualidad, donde son
tratados hasta que puedan recuperar su forma espiritual adulta.
Algunos de ellos responden de forma positiva a la terapia y, en más
o menos tiempo, pueden recobrar su anterior configuración; pero
otros espíritus, por el contrario, como consecuencia del gran choque
y trauma mental que sufren, quedan mentalmente bloqueados y son
incapaces de reaccionar correctamente al tratamiento, mostrándose su
periespiritu con grandes deformaciones.
Otras veces, ocurre que el espíritu rechazado
se niega a colaborar, no queriendo rehacer su forma espiritual
creyendo, en su dolor e ingenuidad, que si permanece en la forma
infantil tendrá antes otras opciones para proseguir en su proceso de
reencarnación.
Testimonio de un espíritu abortado (extraído el libro “Deixe-me viver” / Irene Pacheco Machado – Luiz
Sergio)
Otro caso lamentable era el de Fernando: de
cintura hacia abajo poseía la forma de un bebé, y de cintura hacia
arriba su forma era de hombre. Su mirar destellaba odio. El médico
le preguntó:
- Fernando, ¿desea que hoy conversemos?
- No, no quiero nada, tan sólo poder morir de
una vez
- Fernando, sabe que eso es imposible. Tiene que
volver a la Tierra para proseguir el viaje
- Ustedes son locos y sanguinarios. ¡Vean cuál
es mi estado¡ Obedeciendo a la espiritualidad Mayor frecuenté todos los cursos para sumergirme en un nuevo
cuerpo físico y hoy ¿qué resta de mí?. Una deformación
odiosa, por el rechazo de alguien que prometió acogerme en su
vientre. ¡Todo es mentira¡ No quiero nada ni creo ya en
nada más.
- Fernando, por favor, vamos a tratar de
recuperar su antigua forma, ella está en su mente,
entreguémonos a los brazos de Jesús y verá como es capaz de poder
hacerlo.
Fernando gritaba:
- No puedo, ¿no se da cuenta de que estoy deformado?. Soy al mismo tiempo un hombre y un
bebé
- No, usted no es un bebé. Usted es quien
insiste en recordar tan terrible acto. Olvídelo, querido hermano
y busque en su alma la forma verdadera de su
cuerpo de hombre.
- ¡No puedo, ellos me matan¡ La mesa… los
aparatos…las jeringas… el dolor, el dolor me quema…
¡No, no me mate, madre¡ Yo no le hice ningún mal. Le pido
solamente: déjeme nacer¡¡
- Fernando, su cuerpo… Modélelo nuevamente
como era antes¡
- ¡No puedo¡ Estoy siendo asesinado fríamente¡
¿Qué les hice yo a ustedes, asesinos? Me reducen a un
feto y ahora, cobardemente, abusan de mi pequeñez y me matan¡ Por
favor, déjenme nacer¡¡, no los perturbaré jamás.
Abandónenme después para que otros me críen, pero no me maten,
cobardes. Yo no tengo armas para defenderme. Algún día
pagarán por esto y mi odio será eterno. ¿Cómo puedo llamarla
madre cuando asesina a un hijo inocente e indefenso?
Diciendo esto, Fernando se desmayó.
- Todos los días intentamos traer a Fernando de
nuevo a la realidad, pero él no consigue olvidar el aborto cobarde que sufrió.
(extraído el libro “Deixe-me viver” / Irene Pacheco Machado – Luiz Sergio)
En ningún momento voy a hablar de las
consecuencias para los padres, ni para los médicos o personas que de
una u otra forma se hayan involucrado en un aborto y que, según haya
sido su grado de participación, conocimiento e intención, sin duda
alguna han generado nuevos e ineludibles compromisos para un futuro
y, de uno u otro modo y según cada caso, tendrán que reparar el mal
hecho.
Y no lo voy ha hacer porque yo no quiero que el
miedo a posibles consecuencias negativas sea el factor que lleve a
decir no¡ al aborto, sino que, por el contrario, mi deseo es que el
aborto sea vencido por el Respeto y el Amor al ser que está
reencarnando. Porque el miedo es un sentimiento negativo que daña y
anula a la persona y, sin embargo, el Amor es el sentimiento
universal positivo por excelencia que engrandece al ser humano y que
tiene la milagrosa y maravillosa propiedad de poder transformar su
corazón.
LOS PADRES NO SON DUEÑOS E SUS HIJOS
Tener en nuestras manos la posibilidad de
decidir sobre la interrupción de un embarazo, con todas las
consecuencias que ello conlleva, es siempre una decisión de extrema
responsabilidad, porque se está decidiendo sobre la posibilidad de
denegar la vida a un ser, atentando contra las leyes naturales y
contra los designios de Dios.
Por tanto, después de haberse producido la
fecundación y, a pesar de las múltiples justificaciones que se
puedan alegar, sean cuales sean, la interrupción de un embarazo es
siempre un lamentable error, un tremendo acto de injusticia y un
ultraje y un desprecio hacia el ser en gestación.
Ser en gestación, por otra parte, que desde el
primer momento trae consigo en las entrañas maternas un mensaje para
sus padres, que si éstos supieran leer en el gran libro de las Leyes
de Dios lograrían ver su contenido, que más o menos podría ser el
siguiente:
“Vosotros habéis sido escogidos por Mí para
educar y proteger a esta alma que pongo en vuestras manos. Ella es
única e irrepetible, pues no existe ni existirá otra igual.
Respetadla y amadla sean cuales sean las circunstancias en que os sea
entregada. Y, sobre todo, recordad que no os pertenece, sino que Yo
os la cedo a vuestro cuidado hasta el día en que os llame para
preguntaros que habéis hecho con ella.”
Firmado: Dios
Porque los hijos no son de los padres ni les
pertenecen, pues ellos no han creado al espíritu de su hijo, sino
que el hijo que ahora viene al mundo físico ya existe desde mucho
antes del acto sexual que origina la concepción del nuevo ser.
Los hijos son hijos de Dios, que descienden al
mundo físico a través de los padres, quienes de esta manera
colaboran en Su obra proporcionando al espíritu los materiales
necesarios para que pueda formar su nueva vestimenta carnal, de
manera que debemos desterrar el concepto de que los padres puedan
atribuirse el derecho o la capacidad para decidir sobre la
posibilidad o no de cortar el camino a la vida física de un espíritu
frustrando, mediante el aborto, su proceso de reencarnación.
Debe quedar bien claro, también, que el derecho
de vida del feto ha de estar siempre por encima del confort
psicológico y del libre albedrío de los padres, pues el interés y
el beneficio espiritual ha de ser siempre un bien superior a los
intereses transitorios, inmediatistas y materiales de la vida carnal.
FINAL
Como he dicho al principio, tan sólo he
pretendido despertar las conciencias, anestesiadas por la ignorancia,
el materialismo y el egoísmo tan absoluto que dominan en la
sociedad actual y, a cambio, proponer las maravillosas enseñanzas
que ofrece el Espiritismo, dando a conocer la realidad que envuelve
al embrión o al feto y revindicar, al mismo tiempo, el derecho de
ese espíritu, que podría ser en un futuro cualquiera de nosotros, a
disfrutar de la bendición que significa poder disponer de un nuevo
cuerpo carnal.
Porque un embrión o un feto es mucho más que
ese cuerpecito físico que se está formando y porque un embrión o
feto posee una dignidad intrínseca en sí mismo conferida por el
simple hecho de la presencia de un espíritu inmortal, que desde el
mismo instante de la fecundación ya está ligado a ese nuevo ser en
vías de formación.
Por tanto, el ser en gestación debe ser siempre
considerado y contemplado como lo que es en esencia: un espíritu, un
hijo de Dios, igual que cada uno de nosotros, y que precisa de un
cuerpo carnal para poder continuar trabajando en su evolución, igual
que cada uno de nosotros.
Y nadie tiene la potestad para decidir sobre la
vida de otro ser, ni la capacidad de dictaminar sobre quién puede o
no puede iniciar el próximo compromiso en el mundo físico,
impidiendo esa oportunidad que significa poder nacer. Oportunidad,
por otra parte, que a ninguno de los que estamos hoy aquí presentes
se nos ha denegado.
Y que por deficiente, precaria o defectuosa que
pueda ser en apariencia, o bien aunque sea generada en las
condiciones más adversas, el Espiritismo nos enseña a respetar y a
que entendamos que la vida está siempre plena de sentido y de valor,
porque toda vida en gestación, sin excepción, está siempre
orientada por una programación superior cuya ley áurea es el Amor,
y cuya finalidad, por difícil que sea a veces comprenderlo, es
proporcionar al espíritu una oportunidad para mejorar.
Y cuando nos hayamos concienciado y asumido en
toda su trascendencia esa realidad, se conseguirá poco a poco
derrumbar ese terrible triángulo formado por la ignorancia, el
materialismo y el egoísmo.
Y entonces, la ignorancia será vencida por el
Conocimiento, el materialismo dejará paso a la Espiritualidad y,
finalmente, Conocimiento y Espiritualidad transformarán al egoísmo
en Respeto y Amor a la vida en general y, en concreto, a ese embrión
o feto que se está desarrollando en el vientre materno.
Y como consecuencia final de todo ello el aborto
desaparecerá y, en su lugar, sea en las condiciones y circunstancias
que sean, porque siempre existirán poderosas y superiores razones
que así lo determinen, resplandecerá la Vida.
Vida que, sin excepción, desde el mismo
instante de su concepción, ya posee siempre la mano de Dios
bendiciéndola.
“Precisamos alertar a toda la humanidad de que
ella está en la Tierra para exaltar la Ley de Amor, y nadie merece
ser más amado que aquel que implora un cuerpo de carne para cumplir
sus tareas reencarnatorias”
(Deixe-me viver – Irene P. Machado)
conferencia de Alfredo Tabueña
No hay comentarios:
Publicar un comentario