sábado, 16 de febrero de 2013

LA HISTORIA DEL HOMBRE EN EL CRISTIANISMO


Decir que el Espiritismo es el Consolador, el Espíritu de Verdad, que Jesús prometió que el
Padre enviaría para enseñarnos todas las cosas, y recordar todo lo que Él había dicho, es repetir
conceptos que los espíritas están cansado de escuchar.
Pero no podría dejar de constar en este pequeño esbozo de la evolución, mejor dicho, de la involución
espiritual del cristianismo, durante los siglos en que fue entregado a los “cuidados” de los hombres.
Jesús, en su profundo conocimiento de la humanidad terrena, ya sabía que, cuando los hombres
tomaran para sí las riendas de conducción de los destinos de las enseñanzas evangélicas, otros intereses menos
nobles interferirían en los conceptos puros, altamente espiritualizados que Él nos trajo, desvirtuándolos.
De ahí la necesidad de recordar a los hombres la pureza original del Evangelio, de la necesidad de
apartar los intereses materiales, la vanidad, la ambición y otras cosas, todas menos nobles, que ahogaron el espiritualismo puro que Él vino a traer a los habitantes del planeta.
Tal vez para demostrar la posición de corrección de los desmandos de los hombres, poco confiados, el Consolador adquirió el nombre de Religión de los Espíritus o Espiritismo.
No será a la opinión de un hombre que se unirán los otros, sino a la voz unánime de los espíritus,
no será un hombre, como tampoco será cualquier otro, que fundará la ortodoxia espírita; tampoco será un espíritu que se venga a imponer a quien quiera que sea; será la universalidad de los espíritus que se comunican por toda la Tierra, por orden de Dios”. (De la introducción de “El Evangelio, Según el Espiritismo) La verdadera, la correcta orientación, como dice Kardec, es la que viene de los espíritus, no importa quien hay sido el encarnado, debe prevalecer la orientación espiritual socorreremos el riesgo de que ocurra en el Espiritismo lo que ocurrió con el cristianismo.
A pesar de esa orientación del maestro Kardec, todavía encontramos muchos compañeros que,
incluso inconscientemente, hacen lo contrario, inclusive casi endiosando a encarnados.
Pero, al final, ¿cómo ocurrieron las transformaciones que obligaron a la intervención de los espíritus? Fueron lentas y paulatinas.
En un principio, los apóstoles mantuvieron el Evangelio exclusivamente para uso de los judíos.
Sólo después el Consejo de Jerusalén, en el año 49, cuando Pablo propuso que el Evangelio fuera divulgado, no solo entre los judíos, sino también a todos los pueblos del planeta, el cristianismo inició su expansión por el mundo. Con el crecimiento surge el primer problema. Los cristianos de origen judío se creían superiores a los demás. Querían obligarlos a practicar la circuncisión, lo que significaba casi una exigencia de conversión al judaísmo para después poder ser cristiano. Como si el cristianismo fuese una secta judaica. Después de algunas discordancias prevaleció el sentido común y Pedro aceptó los principios definidos por Pablo. Quedó reconocida la igualdad entre todos los cristianos. Había un hecho externo, muy fuerte, que impedía a los cristianos de separarse o pensar en cosas de menor valor; la persecución religiosa.
La primera conocida, de gran notabilidad, fue en el año 64. hubo un incendio en Roma que acabó
en gran parte destruida, dicen que por orden del emperador Nerón. Para aplacar la revolución del pueblo. Nerón acusó a los cristianos de autores del incendio e inició la serie de barbaridades que todos conocen. Otras persecuciones ocurrieron posteriormente, pero la más cruel fue la comandada por el emperador Diocleciano, que quería acabar con el cristianismo matando hasta el último de sus seguidores. Su sucesor, Galério, que gobernó en el periodo del 293 al 311, también hizo perseguir a los cristianos en los años 303 y 304, fue la última vez que ocurrió una persecución organizada a los seguidores de Jesús. Poco antes de morir en el 311, Galério firmó el llamado Edicto de Galério, estableciendo la tolerancia religiosa.
Terminó, así, la persecución a los seguidores de Jesús.
Por increíble que pueda parecer, la persecución fue el motivo de unión y manutención de la pureza
religiosa cristiana.
En el año 307, Constantino asumió el gobierno de Gália y el comando de las legiones allí establecidas.
La política de Roma era vacilante. Desde la muerte de Diocleciano, que resultó con la división del
imperio, faltaba fuerza al gobierno imperial.
Entonces, Constantino resolvió ocupar Roma y asumir el gobierno.
Al frente de sus tropas inició la marcha sobre Roma.
Consta que, en la víspera de un combate, Constantino había soñado que vio en el aire la figura de
una cruz y en ella las palabras “in hoc signo vincis”, que quiere decir: con esta señal vencerás. Desde entonces,
adoptó la cruz como estandarte y el día 28 de octubre del año 312, se enfrentó al ejército de Maxéncio, que intentaba impedir su arremetida, venció y entró triunfalmente en Roma.
Al año siguiente, 313, a través del Edicto de Milán, Constantino decretaba la libertad de culto para
los cristianos. Durante la primera época del cristianismo no había nada semejante a las leyes y a los elementos que posteriormente servirían de base a la iglesia. La unidad resultaba tan solo del acuerdo espontáneo de sus seguidores. La cristiandad era pura democracia espiritual, como debería ser hoy el espiritismo. Sin un dirigente oficial, la jerarquía era muy relativa, el obispo de Roma no poseía más poderes que los otros, sin medios de coacción externa, sin relaciones temporales con el Estado. El admirable Rui Barbosa, en la introducción que escribió para la edición en portugués de libro: “El Papa y el Concilio”, de Janus, es clara su indignación cuando se refiere a las modificaciones y concesiones hechas en el cristianismo a partir de Constantino.
Acredito que esta introducción es única. La obra de Janus posee 324 páginas, la introducción 332,
siendo, por tanto, 8 páginas mayor que el libro. Es preciso también decir que es más explicativa.
Veamos un trozo: “Había simplicidad, ausencia de ceremonias teatrales, severa prohibición de
imágenes, pureza y enseñanza.
En los días de Constantino, sin embargo, pasó la iglesia por una revolución. Comenzó el Cesarismo
religioso. Se sacrificó el cristianismo al engrandecimiento de jerarquías.
El emperador (no bautizado) recibe el título de obispo exterior; juzga y depone obispos; invita y
preside concilios; resuelve sobre dogmas. Ya no era más la iglesia de los primeros cristianos. Adquirió poder temporal, pero su autoridad moral decreció. De perseguida pasa a perseguidora.
Buscó riquezas y se corrompió, derramó sangre y sujetó el espíritu a la letra”.
No hay duda de que el gran tribuno Bahiano estaba cubierto de razones.
¿Pero quien, en verdad, era ese Constantino que gobernó Roma del 312 al 337?
Era un hombre con un inmoral, un asesino. Aliado de Licinio, que lo ayudó a asumir el poder, gobernó con él, pero después, habiéndose indispuesto contra éste, lo derrotó en el 324 y mandó asesinarlo en el 325. Mandó ejecutar a su propio hijo Crispo y después a su mujer (326.)Mandó matar, también, un cuñado y dos sobrinos. Con todas estas faltas morales asumió la dirección de la cristiandad, plenamente aceptado por los obispos y dirigentes cristianos.
Al mismo tiempo que convocaba y dirigía concilios, restauraba templos politeístas, sacrificaba a
los ídolos y aceptaba adoración pagana como si fuese Dios. Dejó grabada la afirmación de su divinidad junto a la divinidad cristiana. En cierta ocasión, para efectuar su culto, adornó la estatua de Apolo con reliquias del martirio de Jesús.
En el 325, Constantino convoca el 1º Concilio de Necia, para condenar a Ario, presbítero alejandrino, que negaba que Jesús era igual a Dios. Queda, entonces, determinado y proclamado que Jesús era igual a  Dios Empiezan, los cristianos, a decir que Jesús jamás dijo que fuera Dios, al contrario, siempre dijo que estaba subordinado a la voluntad del Padre. Pasaron los años pero no pasó el placer de estar en el poder temporal y de la riqueza misma, que imponía situaciones lamentables a la fe cristiana. Los emperadores continuaron haciendo y deshaciendo.
En el año 380, Teodósio I, a través del Edicto de Tesalónica transforma el cristianismo en religión
oficial del imperio romano. Debajo, claro está, de su influencia.
Al año siguiente, se consuma un atentado más a la pureza evangélica, Teodósio (siempre emperadores dirigiendo la religión cristiana) convoca el 1º Concilio de Constantinopla para no tan solo afirmar la decisión del 1º Concilio de Necia que igualaba Jesús a Dios, sino también para sumar a esa dualidad la figura del
Espíritu Santo. Estaba nuevamente creada la trinidad pagana, el politeísmo disfrazado. Tres individualidades que
en verdad forman tan solo una. Un Dios divisible. El cristianismo influenciaba, es verdad, las religiones paganas que más lo rodeaban, de contrapartida, recibía y aceptaba una influencia todavía mayor, una vez que para ello era estimulado a través del poder temporal. Cristianismo e imperio romano eran, ahora, casi la misma cosa. La religión se doblegaba a los intereses políticos prioritarios del imperio. Disminuir las diferencias entre la religión oficial del Estado y las religiones de los pueblos de las religiones dominadas, era una política interesante.
Aquí, la cristiandad ya estaba totalmente subordinada a los intereses políticos y económicos de
Roma. La religión pasa a ser tan solo un instrumento de poder. Las trinidades eran resquicios de un pasado pagano, acordémonos de que el judaísmo, de donde
surgió el cristianismo, era monoteísta. Jesús pregonó monoteísmo, Él afirmó que vino a confirmar la Ley. La Ley es monoteísta.
Durante 324 años, los cristianos no aceptaron que Jesús fuese Dios. Esta creencia les fue impuesta como dogma por un emperador romano. Durante 380 años el cristianismo no tuvo trinidad. Esta creación del hombre primitivo fue impuesta a los cristianos por otro emperador romano.
Las trinidades surgieron de las ideas politeístas y acompañaron al hombre durante siglos y siglos.
Tan solo el judaísmo mantenía de forma firme, la idea de un único Dios.
El monoteismo es un estado más avanzado de las ideas religiosas, era imprescindible para la
preparación del campo de siembra del Evangelio. Jesús pregonando tan solo un Dios, el Padre, tendría muchas más dificultades para la divulgación del Evangelio si el pueblo al que se dirigiera fuese politeístas  Tendría primero que pregonar la existencia de un único Dios. Entre los judíos está etapa ya estaba preparada. Los intereses inmediatistas de los lideres de la cristiandad hicieron al cristiano retroceder en ese punto. Dijimos que las trinidades existían en todas las religiones, veamos algunos ejemplos.
En Sumeria: An – En-Lil y En-Ki
En Acadia: Sin, Shamash e Ishtar
En Mari: Anat, Dagan y Addu
En Babilonia: Marduk (Baal), Shamash y Adad
En Cananea : Baal, Vam y Mot
En la India: (trimurti) Brama, Vishnu y Siva
En China: Fu, Lo y Cho.
En otras religiones existieron otras trinidades e incluso en las regiones arriba citadas. Cambiaban
de religión, cambian de trinidad. Tal vez, uno de los motivos de la aceptación de la introducción de esta cuña pagana en la cristiandad estuviese en el inconsciente de las criaturas. Después de milenios de reencarnaciones practicando religiones politeístas, las trinidades se convirtieron en un hábito, y es difícil, a veces, abandonar viejas costumbres. A fin de cuentas, ya hacía más de un siglo que el cristianismo había perdido su pureza, ya estaba contaminado de diversas ideas paganas, ya estaba acostumbrado a las modificaciones. ¿Quién sabe si no lo aceptaron porque aceptar una más era, incluso, quedar bien con el poder temporal, el dueño de la riqueza y del prestigio material?.
Los emperadores no abandonaban el culto de ídolos y de sus propias personalidades y continuaban
dirigiendo la cristiandad, tenían el poder, era bueno quedar bien con ellos, ¿y que daño haría una concesión más?. De esta forma, el cristianismo se distanciaba cada vez más de Cristo para acercarse a los intereses materiales del politeísmo pagano. La conformidad con los abusos y distorsiones no era total. Por todas partes surgían reacciones
intentando recuperar la pureza espiritual original de las enseñanzas evangélicas.
Así, el patriarca Nestório, Obispo de Constantinopla, se negaba a aceptar la denominación de
Madre de Dios a María, admitiendo, tan solo, el título de Madre de Cristo.
Pero la iglesia, ahora podemos llamarla así, el cristianismo gracias a la organización jerárquica y
de la decadencia doctrinaria, no admitía la libertad de pensamiento ni “insubordinaciones”.
En el año 431 fue convocado el Concilio Efesio con la finalidad de aplastar cualquier oposición a
los dogmas, preceptos, opiniones y retractación; por ello condena la posición libre y correcta de Nestório que es excomulgado. ¿Será que ellos creían que poseían poderes para tal cosa, que Dios obedecería las órdenes de los obispos y que Dios estaba sometido también al poder de la iglesia y tenía que sancionar sus actos desequilibrados?. Oprimieron pero no consiguieron suprimir las ideas de Nestório. Ciento veintidós años después (553) todavía existía quien iba contra la idea de Madre de Dios. Tanto, que en el segundo Concilio de Constantinopla fue preciso volver al asunto, confirmando la excomunión de Nestório para atemorizar a sus seguidores, extinguiéndolos.
Y sobre el asunto, en el año 500, la iglesia hacía una concesión más al paganismo.
El incienso, hasta el momento utilizado en ceremonias religiosas en homenaje a sus ídolos, es
introducido en los servicios de la iglesia. Durante 499 años, la cristiandad no utilizó el incienso.
Podemos imaginar el esfuerzo que la espiritualidad debía hacer intentando equilibrar alguna cosa
en medio de este inmenso desvarío. Tan solo, a través de mucho esfuerzo se pudo conseguir que el año 593 mejorase alguna cosa en este terrible cuadro. La iglesia creó la creencia en el purgatorio, cosa mucho más lógica, a pesar de no constar en los Evangelios, que no el absurdo infierno, cruel y inhumano. Pero el hombre quedándose con la iglesia va perdiendo lo poco que le quedaba de sus orígenes. En el 695, en nombre de Jesús, que pregonó el amor, la tolerancia, que enseñó que no debemos hacer al prójimo lo que no queremos que nos hagan a nosotros, pero olvidada de las persecuciones que sufrió en el pasado, la iglesia inició en España una gran persecución a los judíos.
Ya vimos que con Constantino la iglesia aceptó mezclarse con las ceremonias paganas, las imágenes
de Apolo y otros ídolos. Pero por lo menos, ya que no podía mantener las apariencias de monoteísmo, parecía mantener el aspecto de espiritualismo, libre de la influencia material en sus ceremonias. Puro engaño. Durante el segundo concilio de ‘Nicéia’, en el 787, abdica de los últimos vestigios de espiritualidad pura y adhiere públicamente a la materia, a los ídolos, cambiando tan sólo los nombres de sus imágenes. En ese concilio la iglesia FIJA LA VENERACIÓN DE IMÁGENES.
Durante 786 años, la cristiandad existió sin imágenes. Todavía había algún deseo de espiritualidad en algunos sectores de la iglesia, ya que en Frankfurt, en el año 794, se realizó una gran asamblea eclesiástica que REPRUEBA Y CONDENA LA DECISIÓN
DEL 2º CONCILIO DE ‘NICÉIA’, DE ADORACIÓN SUPERSTICIOSA DE IMÁGENES. Nada se adelantó. Prevaleció el absurdo en franca desobediencia al Primer Mandamiento de la Ley de Dios que Jesús dijo confirmar:
“NO HARÉIS IMÁGENES ESCULPIDAS, NI FIGURA ALGUNA DE LO QUE ESTÁ EN EL
CIELO NI DEBAJO DE LA TIERRA, NO LO QUE QUIERA QUE ESTÉ EN LAS AGUAS DE DEBAJO
DE LA TIERRA. NO LAS ADORARÉIS YNO LES PRESTARÉIS CULTO SOBERANO”.
La iglesia, a partir del año 787 transformó esta parte del 1º Mandamiento en letra muerta.
La opinión de los hombres prevalece, una vez más, sobre las enseñanzas evangélicas.
Si ya era una religión politeísta disfrazada, ahora era, una irrespetuosa en la religión de la materia,
la religión de los hombres.
Ese estado de cosas, esa degradación religiosa, lleva a la iglesia a un periodo de degradación moral
muy serio, la llamada era de la pornocrácia (904 a 974), muy poco comentada por motivos obvios.
La cortesana Marózia, hija de Teofilacto, nacida como princesa toscana en 892, se convierte, joven
todavía, amante del papa Sergio III (904 a 911), y después en mujer, sucesivamente, de varios príncipes de la iglesia. Adquiere de esa forma, enorme dominio en la Santa Sede.
Lo curioso es que todo esto indica un don familiar, había aprendido de su madre Teodora que
también poseyó gran influencia en el papado.
Fue gracias a los esfuerzos de Teodora, entonces viuda de Teofilacto, que Lando fue elegido papa
(913 a 914). Su sucesor, Juan X (914 a 928), también fue elegido por influencia de Teodora, pero habiendo incurrido en la cólera de Marózia, hija de Teodora, fue destituido y murió en la prisión.
Antes eran los emperadores quienes dominaban la iglesia, ahora eran las cortesanas.
A partir de ese momento, Marózia asumió un enorme poder en la iglesia. El papa León VI (8 meses en el 928) fue totalmente dominado por ella. Lo mismo ocurrió con su sucesor Esteban VII (928 a 931) que tuvo un oscuro reinado, siempre sujeto a la voluntad de Marózia.
Seguidamente, Marózia hizo elegir papa a su hijo, que gobernó con el nombre de Juan XI.
Este fue el periodo de mayor poder de Mazória. Su hijo dejó los negocios de la iglesia por entero a
su madre durante el periodo de su reinado, que fue del 931 al 935.
Marózia dejó su nombre incluso ligado al papado después de su muerte pues fue abuela del papa
Juan XII (955 a 964), tía del papa Juan XIII (965 a 972) y también abuela del papa Benedicto o Bento VI (973  a 974). Amante, madre, tía y abuela de papas, tuvo, Marózia, una influencia tan grande o mayor que la de los emperadores romanos en la iglesia. Moralmente entre cortesanas y emperadores, había poca o ninguna diferencia. Por lo menos, las cortesanas no impusieron ningún dogma absurdo al cristianismo. Tan solo su inmoralidad, lo que ya no fue poco. Fue el fin.
Había una tradición bastante antigua en la iglesia, la de canonizar criaturas que se distinguían de
las demás por sus acciones y, algunos, por el simple hecho de haber sido papas.
De esta forma, de los 54 primeros papas, en el periodo que va hasta el año 530, solamente Anastasio
II (496 a 498) no es considerado santo. La más remota modalidad de canonización consistía simplemente en inscribir el nombre de un cristiano aclamado públicamente en el canon destinado al nombre de los santos. Sin embargo, como los abusos eran frecuentes (muchas veces fueron declarados santos personas que no existieron), la iglesia resuelve crear reglas para la santificación.
En el 993, el papa Juan XV efectúa la 1ª canonización oficial. El papa pasaba a tener el poder de
decidir quien era y quien no era santo. Con la proliferación de los santos milagrosos (solo era santo quien hiciera milagros) se inició una especie de abandono u olvido de Dios y de Jesús.
Hoy, la gran mayoría de los católicos solo hace oraciones para el santo de su devoción,
preferentemente acompañadas de promesas, y se olvidan de orar a Dios.
Perdónenme los lectores que me honran con su lectura, pero esas promesas que hacen por ahí,
siempre dejan en mí, la impresión de intento de soborno. Pero no criticamos a los católicos que solo rezan a los santos, en el Espiritismo hay muchos compañeros que les gusta mucho hacer pedidos a éste o aquél espíritu y se olvidan de dirigirse al Padre, conforme Jesús enseñó.
Distanciándose cada vez más de Jesús, la iglesia inicia en el año 1012, la 1ª persecución a los
herejes en Alemania. La más grande demostración pública de “amor al prójimo” fue dada en el año 1054, en el llamado Cisma de Miguel Cerulário. Miguel Keroularios o Cerulário era patriarca de Constantinopla, muy influyente en el pueblo,  rehusó reconocer la primacía del obispo de Roma. Excomulgado por los legados de León IX (16 de julio de 1054), reunió un sínodo que promulgó el anatema contra la bula pontificia, siendo el cisma definitivo. En el nombre de Dios, las iglesias romana y griega se excomulgaron recíprocamente o sea, llenos de “amor por el prójimo”, se mandaron recíprocamente al infierno. ¡Bonito!. ¡Pásmense!, esta situación duró hasta 1965 cuando fue anulada. Pregúntese: ¿Será que Dios obedeció?. En caso de una respuesta afirmativa, preguntaríamos todavía: ¿A quién?.
Mandar a los otros al infierno se convirtió en moda. En el 1074 son excomulgados los padres
casados. Se crea, de esta forma, una situación por lo menos curiosa, principalmente para la época. El papa puede tener una cortesana pero el papa no puede tener esposa.
En el período de 1095 a 1270 la iglesia promueve 8 guerras que fueron llamadas “cruzadas”. Todos
conocen los hechos, no vamos a repetirlos. Por acción de la iglesia parece que Jesús no había enseñado: “amaos los unos a los otros”, sino que parecía que hubiera dicho: “mataos los unos a los otros”. En 1182 los judíos fueron expulsados de Francia. Como si no bastase perseguir y expulsar, la iglesia pasó también a apoyar asesinatos. Durante los festejos por la coronación de Ricardo I de Inglaterra en 1189, hubo una masacre de judíos. Todo en nombre de Dios, en nombre de la salvación de la pureza de la cristiandad. La iglesia era ahora un inmenso poder temporal. Si antes eran los emperadores e incluso las cortesanas quienes nombraban y destituían obispos y papas, ahora era la iglesia quien nombraba y destituía emperadores.
La política era la principal preocupación. Como forma de penetrar en los secretos, en los bastidores
de la política, para evitar la posibilidad de conspiraciones y rebeliones, el 4º Concílio de Latrón establece la  obligatoriedad de la confesión anual para todos los cristianos. A partir de 1215 fue prácticamente imposible coordinar cualquier movimiento contrario al arbitrio e interés de la iglesia.
La Santa Sede pasa a saberlo todo y de todos, pudiendo presionar y destruir a quien tuviese la
osadía de enfrentarla o de pensar por cuenta propia. Pero, ante de eso, en el año 1184, empezó a estructurar aquello que sería el mayor crimen cometido por la iglesia:  La Inquisición
Documentación recogida del libro Ya Estaba Escrito.
autor Helio Rachada Silveiria Pinto

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