miércoles, 20 de febrero de 2013

PARÀBOLA DEL SEMBRADOR

LO QUE DAMOS ES LO QUE RECOGEMOS
Y ¡Nada más cierto! Dice Amalia Domingo Soler en uno de sus libros: Recogemos lo que hemos sembrado, y ¡Qué mala siembra habremos hecho los terrenales! Porque la mayoría de
los habitantes de la Tierra no recogemos más que punzantes espinas.
Jesús decía a sus discípulos: llevad a la práctica después de mi partida lo que ahora llevamos  a la práctica juntos, y desparramad mis palabras como las he dicho, sin cambiarles nada ni
añadirles nada.
«La Tierra se renovará y mis palabras serán comprendidas al pasar los siglos; yo os lo repito:
el espíritu ayudará al espíritu y el reino de Dios se establecerá, por obra del poder del
espíritu».
«El espíritu arrojará la palabra y la palabra será semilla».
«Muchos de vosotros verán el reino de Dios».
«Estas palabras no podéis comprenderlas y tengo que dejaros en la ignorancia, porque el
momento no ha llegado para explicároslas; pero muchos las comentarán y yo volveré debido a
esto y a otras cosas, por cuanto mi día no ha concluido y dejaré, muriendo, errores y dudas que
mi Padre me permitirá disipar».
«La verdad se siembra en un tiempo y los frutos de la verdad se recogen como cosecha en otro
tiempo. Mas la palabra de Dios es eterna, y todos los hombres la recibirán, porque la justicia
de Dios es también eterna, y porque su presencia se manifiesta en todos los tiempos».
EN LOS EVANGELIOS DE SAN MARCOS:
San Marcos: (4, 1-20) San Mateo: (13, 3-4, 19) Y San Lucas: (8, 4-15)
NOS HABLA DE LA PARÁBOLA DEL SEMBRADOR:
Aquel día Jesús se puso a enseñar a orillas del mar. Y se reunió tanta gente junto a él que tuvo
que subir a sentarse en una barca y toda la gente estaba en tierra a la orilla, en la playa.
Les enseñaba muchas cosas por medio de parábolas. Les decía en su instrucción:
Escuchad. Una vez salió un sembrador a sembrar.
Sucedió que, al sembrar, una parte de la semilla cayó a lo largo del camino; vinieron las aves y
se la comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde no tenía mucha tierra, y brotó
enseguida por no tener profundidad de tierra; pero cuando salió el sol se abrasó y, por no tener
raíz, se secó.
Otra parte cayó entre abrojos; crecieron los abrojos y la ahogaron, y no dio fruto. Otras partes
cayeron en tierra buena y, creciendo y desarrollándose, dieron fruto.
¡Quien tenga oídos para oír, que oiga!
El sembrador es Jesús, las semillas son la palabra y los diferentes lugares donde caen son las
diferentes personas que reciben la palabra del Evangelio. La tierra buena es la gente que acepta
a la palabra y a Jesús en su corazón.
El libro “EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO” nos dice:
Escuchemos, pues, nosotros, la parábola del sembrador:
Todo aquel que escucha la palabra del reino y no le da importancia, viene el espíritu maligno
y le arrebata lo que había sembrado en su corazón; es aquel que recibió la semilla junto al
camino.
Aquel que recibió la semilla en medio de las piedras, es el que oye la palabra y por lo pronto
la recibe con gozo; pero no tiene en sí raíces, siendo de poca duración; y cuando sobrevienen
los obstáculos y las persecuciones, por causa de la palabra, la toma pronto por objeto de
escándalo y de caída.
Aquel que recibe la semilla entre espinas, es el que oye la palabra; pero pronto los cuidados
de este siglo y la ilusión de las riquezas ahogan en él esa palabra y la dejan sin fruto.
Más aquél que recibe la semilla en una buena tierra, es aquél que escucha la palabra, que le
presta atención y da fruto.
La parábola del sembrador representa perfectamente los cambios que existen en la manera de
aprovechar las enseñanzas del Evangelio. En efecto, ¡Cuántas personas hay para las cuales es
sólo letra muerta, que, semejante a la semilla caída en las piedras, no producen ningún fruto!
El Evangelio es el mensaje más importante que podemos escuchar. De hecho nos habla de la
eternidad. No es ni siquiera algo de este mundo, es mucho mas importante que las cosas
cotidianas, como: el trabajo, la casa, el lujo, la ambición, las amistades, la ropa para vestirse,
la comida, las compras, etc… El Evangelio nos habla de nuestro destino eterno. Y esto es lo
más importante que podemos escuchar, lo profundo de las cosas espirituales.
Sin embargo, la actitud de cada uno ante este regalo, de infinito valor, es muy diversa.
Para algunos, el Evangelio no representa nada en su vida. O porque no han recibido todavía su
mensaje, o porque no les interesa. Da verdadera lástima, ver a las personas cómo viven; sin
saber porqué están aquí y para qué. Pasan los años como si todo terminase aquí en la Tierra, sin
más esperanza en una existencia futura.
Otros han oído hablar del Evangelio de Jesús, pero su fe es tan superficial que viven
sumergidos en la vida consumista y viciosa, sin preocuparse lo más mínimo, adaptando sus
costumbres a las del mundo. Piensan que así están bien y que al final todo se solucionará y que
la vida se acaba y hay que aprovecharla al máximo, porque todo acaba con la muerte del
cuerpo.
El Espiritismo bien entendido, es el único que puede remediar este estado de cosas, y servir,
como han dicho los Espíritus, de poderosa palanca para la transformación de la humanidad.
De estos cuatro caminos de la parábola, Dios ha preparado un camino para cada uno de
nosotros. Por fortuna nosotros no estamos en el camino pedregoso. Sabemos que nos ha tocado
el camino de la tierra buena y fértil.
Esto a su vez tiene un gran compromiso y responsabilidad. Nacer en tierra buena significa un
gran esfuerzo de nuestra parte. Si nosotros somos los agricultores de la semilla, no esperemos
que la semilla crezca y se desarrolle por sí sola, porque al final de la vida nos pedirán cuentas
sobre el trabajo que hemos realizado para que esa semilla que nos confiaron, creciera y diera
buenos frutos.
Lo que sembremos será lo que recojamos, porque cuando recibimos es porque primero hemos
entregado y esto no se refiere solamente a la parte física, esta ley interviene también y en gran
medida en las cosas morales y espirituales, y digo que es una ley porque así es, es una ley
universal, que funciona en todos los lugares y es igual para todas las personas, porque Dios no
hace distinciones. Aunque tengamos que oír a algunas personas sus quejas sobre las injusticias
divinas.
Estas mismas personas seguro que tienen sus creencias sobre la vida, que no dudo que para
ellos es la más lógica y correcta. En cambio los espiritistas con su estudio y firme creencia,
basada en las enseñanzas del Evangelio de Jesús, debemos de haber comprendido, que todo,
absolutamente todo cuanto nos suceda, es fruto de nuestros actos, bien de vidas pasadas o
presentes. Y esta comprensión sobre la vida nos da la paz y tranquilidad necesarias para
aceptar nuestras pruebas y expiaciones, y de este mismo modo, los espiritistas debemos tener la
suficiente comprensión sobre la práctica del Espiritismo, que con el estudio de esta doctrina nos
lleva a la consecuente práctica.
Una práctica muy importante es la “DIVULGACIÓN DE NUESTROS CONOCIMIENTOS” y
la mejor manera de hacerlo es, dando ejemplo con nuestros actos, de aquello que hemos
aprendido y aceptado como verdadero, y hacer una siembra de estos conocimientos que a
nosotros tanto bien nos han hecho. Con esta siembra me refiero a la divulgación gratuita:
tanto de libros como folletos, revistas, eventos, etc.; sin importarnos dónde cayó la semilla,
pues lo que importa es hacer la siembra en todas partes donde nos sea posible, porque su fruto
lo dará allá donde deba de darlo.
Podríamos pensar o decir, que no conocemos el resultado de esa siembra, sabemos su
efectividad en nuestro entorno, de forma visible está presente en todos nosotros aquí, y estamos
seguros de que esa siembra estará dando o dará su fruto:
Todos, en algún momento de nuestra vida hemos sido buscadores de información, de
conocimiento, leyendo libros, asistiendo a conferencias, consultando información a diestro y
siniestro por todas partes, hasta llegado el momento en que nos falta una pieza en el puzzle,
porque hemos recogido mucha semilla sin tener la tierra preparada, sin tener una tierra fértil
para que la semilla germine.
No hay que buscar al sembrador, no hay que buscar al maestro. Cuando la tierra está preparada
la semilla germina, cuando el alumno está preparado el maestro aparece, porque la semilla ya
estaba y el maestro también, sólo se tienen que dar las circunstancias propicias para ver lo que
tenemos delante y no vemos, saber lo que tenemos que hacer y no hacemos.
Voy a hacer una pregunta, que cada uno debe pensar detenidamente su respuesta para sí mismo:
¿Cómo cuál de estas semillas de la parábola seremos cada uno de nosotros?
-¿La semilla en el camino?
-¿La semilla en las rocas?
-¿La semilla en las espinas?
-¿La semilla en tierra fértil?
Todos somos llamados a ser sembradores, y la mayor caridad que podemos hacer en favor
del Espiritismo es su divulgación, y especialmente con nuestro ejemplo; así nos lo dicen los
espíritus.

No hay comentarios: