miércoles, 3 de octubre de 2012
CREACIÓN DIVINA
ELEMENTOS GENERALES DEL UNIVERSO
Hay dos elementos generales en el Universo: la materia y el espíritu y por
encima de todo Dios, el creador, el padre de todas las cosas. Dios, Espíritu y materia
constituyen el principio de todo lo que existe, la trinidad universal. Pero al elemento
material debe agregarse el fluido universal, que desempeña el papel de intermediario
entre el Espíritu y la materia propiamente dicha, por demás grosera como para que el
Espíritu pueda ejercer acción sobre ella. A pesar de que, desde cierto punto de vista,
sea lícito clasificarlo con el elemento material, se distingue de éste por propiedades
especiales. Está colocado entre el Espíritu y la materia; es fluido, como la materia
es materia, y susceptible, por sus innumerables combinaciones con ésta y por la acción
del Espíritu, de producir la infinita variedad de las cosas.
Para la ciencia oficial, las principales propiedades de la materia son: poseer masa,
tener extensión, impenetrabilidad, inercia y divisibilidad.
Los principales elementos constitutivos de la materia son las moléculas y los
átomos, los cuales se subdividen en partículas cada vez menores, que son objeto de las
más recientes investigaciones de la ciencia oficial.
Dotado por Dios con el atributo superior de la inteligencia, el hombre ha buscado
conocer el mundo en que vive y el Universo del que éste es una ínfima parte. Sin
embargo, el alcance de su inteligencia es todavía limitado y el principio de las cosas le está
vedado. En encarnaciones sucesivas, no obstante, por su aplicación a la búsqueda
incesante de nuevos conocimientos, va desarrollando y adquiriendo, también, dignificantes
virtudes morales, con las que obtiene el merecimiento de concesiones divinas cada vez
más elevadas. Así progresa el Espíritu, penetrando poco a poco los secretos del Universo
y aproximándose a los misterios de los orígenes. Esa es la perspectiva de esperanza que
nos trae la consoladora Doctrina de los Espíritus.
No es dado al hombre conocer el principio de las cosas, todavía, porque Dios
no permite que todo sea revelado al hombre en este pero, es cierto que «el
velo se levanta de sus ojos a medida que se depura; pero para comprender ciertas cosas,
le son necesarias facultades que todavía no posee».
Inclusive, a pesar de los grandes progresos de la ciencia, el hombre todavía está
limitado. «La ciencia le fue dada para su adelanto en las cosas; él, no obstante, no puede
trasponer los límites que Dios estableció.
Más allá de la Ciencia, que es la fuente de los conocimientos que debe adquirir con
su propio esfuerzo de investigación, aplicando la inteligencia, la lógica de los razonamientos
y los métodos experimentales, el hombre tiene en la Revelación otra fuente para acrecentar
sus conocimientos. Dios permite que esa revelación le sea hecha por intermedio de
Espíritus Superiores, dentro del dominio exclusivo de la Ciencia Pura, es decir, sin objetivos
utilitaristas, aplicaciones prácticas o tecnológicas.
«¿ Es dado al hombre recibir, sin que sea por medio de las investigaciones de la
Ciencia, comunicaciones de orden más elevado acerca de lo que escapa al testimonio de
los sentidos?
- Sí, si lo juzga conveniente, Dios puede revelar lo que la Ciencia no le es dado
aprehender».
Por lo tanto, ¿qué es lo que valiéndose de esas dos fuentes de información, ya
puede el hombre saber acerca de la constitución del Universo? La Ciencia se limitó a
considerar como únicas realidades existentes la materia y la energía; pero al profundizar en
su conocimiento, llegó a la conclusión de que están estrechamente relacionadas que, en
verdad, representan dos expresiones de una sola y misma realidad, no siendo la materia
más que la energía condensada o concentrada, limitada en su fuerza y dinamismo propios,
realmente esclavizada, encerrada en ámbitos restringidos para formar las masas densas
de los cuerpos materiales. A la inversa, en determinadas condiciones, la materia es alcanzada
en su masa, sufre la des concentración, se descondensa, se desintegra, liberando energía
en radiaciones diversas de naturaleza corpuscular. Siempre hay, de un lado del Universo
al otro, materia densa y energía libre en interacciones recíprocas, que condicionan los
procesos inversos de condensación y de liberación de energía. Enorme es ya el acervo
de conocimientos que sobre ese aspecto del Universo, la Ciencia y la tecnología han
permitido que el hombre conquiste pero que escapa, evidentemente, a los objetivos de
este resumen. Sin embargo – y esto es lo que nos corresponde señalar aquí -, la Ciencia
no consideró en la formación del Universo, más que el elemento material, sea en su
estado denso o en sus manifestaciones energéticas. No procedió así la Revelación. Ésta
enseña que hay fundamentalmente dos elementos generales en el Universo: el elemento
material, bruto y el elemento espiritual, inteligente. Pero con una particularidad importantísima
referente al elemento material: éste no abarca solamente las formas densas, visibles y
tangibles, dotadas de masa y ponderabilidad, extensión e impenetrabilidad, sino también
estados sutiles, no accesibles a los sentidos, en los que desaparece la masa tangible y la
ponderabilidad y surge la característica de penetrabilidad, en relación con la masa densa.
Veamos qué respondieron los Espíritus a las indagaciones de Kardec:
«Generalmente se define la materia como lo que tiene extensión , lo que es capaz de
impresionar nuestros sentidos, lo que es impenetrable. ¿Son exactas esas definiciones?
- Desde vuestro punto de vista lo son, porque no habláis sino de lo que conocéis;
pero la materia existe en estados que ignoráis. Puede ser, por ejemplo, tan etérea y sutil
que ninguna impresión os cause a los sentidos. No obstante, siempre es materia; pero
para vosotros no lo sería.
«¿Qué definición podéis dar de la materia?»
- La materia es el lazo que liga al Espíritu; es el instrumento del que éste se sirve
y sobre el cual, al mismo tiempo, ejerce su acción.
«¿Hay entonces dos elementos generales del Universo, la materia y el Espíritu?»
- Sí y por encima de todo Dios; el creador, el padre de todas las cosas. Dios,
Espíritu y materia constituyen el principio de todo lo que existe, la trinidad universal.
Pero el elemento material se tiene que unir al fluido universal, que desempeña el papel de
intermediario entre el Espíritu y la materia propiamente dicha, que es por demás grosera
como para que el Espíritu pueda ejercer acción sobre ella. A pesar de que, desde cierto
punto de vista, sea lícito clasificarlo como elemento material, se distingue de éste por
propiedades especiales. Si el fluido universal fuese efectivamente materia, no habría
razón para que no lo fuese también el Espíritu. Está colocado entre el Espíritu y la
materia; es fluido, como la materia es materia y capaz por sus innumerables combinaciones
con ésta y por la acción del Espíritu, de producir la infinita variedad de las cosas de las
que solamente conocéis una parte mínima. Ese fluido universal o primitivo o elemental,
por ser el agente del cual el Espíritu se vale, es el principio sin el cual la materia estaría en
perpetuo estado de división y nunca adquiriría las cualidades que la gravedad le da.
Esos pasajes de «El Libro de los Espíritus», especialmente el último, nº. 27, resultan
bastante esclarecedores, si es que el Espíritu esclavizado a los prejuicios científicos
materialistas. Todo en el Universo procede de Dios, suprema potencia creadora. Dios
creó el fluido universal o materia cósmica, que llena el espacio infinito y es, verdaderamente,
el elemento primitivo a partir del cual se forma lo que en el Universo es material: los
mundos y los seres. Estos son la concreción de las ideas divinas, por fuerza de Su
omnipotente voluntad. Dios creó también el Espíritu, elemento inteligente, que está
sometido a una demorada elaboración a través de los diversos reinos de la Naturaleza
. En contacto con minerales, vegetales y animales, el principio inteligente recibe
impresiones que, por la repetición, se van fijando, dando origen a automatismos, reflejos,
instintos, hábitos y memoria, para llegar a integrarse como individualidades conscientes,
dotados de razón y voluntad, libre albedrío y responsabilidad, destinados a progresar
hasta que adquieran pureza y la perfección que las aproximan a la Inteligencia Suprema.
Entonces, siendo ya Espíritus puros y perfectos – que han alcanzado con la perfección
un profundo conocimiento de las leyes universales, poseen también los más elevados
sentimientos y excelsas virtudes, depositarias de sentidos y poderes espirituales superiores
-, las ideas divinas se les hacen perceptibles, les son transmitidas y, como pueden ser
ejecutores de la Suprema Voluntad, las concretan en formas materiales, elaborando mundos
y presidiendo de ellos el despertar de la vida. Se transforman así en colaboradores de
Dios en la obra de la creación.
Por lo tanto, la idea creadora procede de Dios y puede surgir en el Espíritu. Sólo el
Espíritu puede concebir ideas. La idea toma forma por acción de la voluntad divina o
Programa IV Aspecto Filosófico
del Espíritu sobre el fluido universal que, por su naturaleza intermedia entre el Espíritu y
la materia, es apto para recibir la influencia de aquél y transmitirla a ésta.
La importancia de ese fluido universal en la formación del Universo se puede
aquilatar correctamente en las respuestas dadas por los Espíritus a las indagaciones de
Kardec, que constan unas en «El Libro de los Médiums» y otras en la obra básica ya citada.
1. El fluido universal no es una emanación de la divinidad.
2. Es una creación divina, como todo lo que hay en la Naturaleza.
3. El fluido universal es también el elemento universal; es el principio elemental de
todas las cosas».
4. Es el elemento del fluido eléctrico,
5. Para encontrar al fluido universal en su simplicidad absoluta, es preciso ascender a
los Espíritus puros. En nuestro mundo está relativamente modificado, para formar
la materia compacta que nos rodea.
6. El estado de simplicidad absoluta que más se le aproxima es el del fluido al que
llamamos fluido magnético animal. La Ciencia considera las siguientes
propiedades de la materia:
a. MASA cantidad de materia de un cuerpo.
b. EXTENSIÓN – es la porción de espacio ocupada por la materia. Toda
materia ocupa un determinado lugar en el espacio.»
c. IMPENETRABILIDAD - «dos porciones de materia no pueden, al mismo
tiempo, ocupar el mismo lugar en el espacio»
d. INERCIA – «cuando un cuerpo, formado naturalmente por materia está en reposo,
es necesaria una fuerza para colocarlo en movimiento. Si el cuerpo estuviera en
movimiento es necesaria una fuerza para alterarlo o detenerlo.
e. DIVISIBILIDAD – podemos dividir un cuerpo o pulverizarlo hasta cierto
límite. Las partículas están formadas de partículas menores llamadas
Es interesante definir también que Materia es todo lo que posee masa y extensión.
Cuerpo es una porción limitada de materia y sustancias son las diferentes especies de la
materia.
La materia tal como está conceptuada por la Ciencia es ponderable; es decir,
puede ser pesada.
El fluido universal, a pesar de desempeñar el papel intermediario entre el
Espíritu y la materia propiamente dicha. y que, desde cierto punto de
vista, sea lícito clasificarlo como elemento material. es imponderable. Es una
de las propiedades especiales de que nos hablan los Espíritus en las enseñanzas de la
Codificación.
En relación con otra propiedad de la materia, veamos lo que Kardec nos presenta
en «El Libro de los Espíritus»:
«¿La materia está formada de uno solo o de muchos elementos?
- De un solo elemento primitivo. Los cuerpos que consideráis simples no son
verdaderos elementos, son transformaciones de la materia primitiva.
«¿Dónde se originan las diversas propiedades de la materia?
- Son modificaciones que sufren las moléculas elementales, por efecto de su
unión, en ciertas circunstancias.
«¿La misma materia elemental es susceptible de experimentar todas las modificaciones
y de adquirir todas las propiedades?
- Sí, ¡y es eso lo que debe entenderse cuando decimos que todo está en todo!
¿No pareciera que esta teoría da la razón a los que admiten en la materia nada más
que dos propiedades esenciales: la fuerza y el movimiento, entendiendo que todas las
demás propiedades no son otra cosa que efectos secundarios, que varían conforme con
la intensidad de la fuerza y la dirección del movimiento?
- Esa opinión es acertada. Falta tan sólo agregar: y conforme con la disposición
de las moléculas, como la muestra, por ejemplo, un cuerpo opaco, que puede tornarse
transparente y viceversa.
Finalmente, completando el asunto sobre las propiedades de la materia, Allan Kardec
pregunta a los Espíritus Superiores:
«¿Tienen una forma determinada las moléculas?
- Por supuesto, las moléculas tienen una forma; sin embargo, no sois capaces de
apreciarla.
¿Esa forma es constante o variable?
- Constante la de las moléculas elementales primitivas; variable la de las moléculas
secundarias, que no son más que aglomeraciones de las primeras; porque lo que llamáis
molécula está lejos todavía de la molécula elemental.
Estas últimas afirmaciones de los Espíritus, que Kardec registró con absoluta
fidelidad, constituyen una admirable anticipación de las verdades sobre la discontinuidad
de la materia y su unicidad, la primera totalmente probada ya por la experimentación
científica y la segunda admitida por ella como enteramente probable. De hecho, aunque
hoy se consideran básicas para la constitución de la materia otras numerosas partículas,
además de las moléculas y los átomos, como consecuencia de notables investigaciones
experimentales de la Ciencia – de manera que la nomenclatura aplicada a esas partículas o
corpúsculos incluyen otras denominaciones, como ser hadrones y leptones, subdivididos
los hadrones en mesones y báriones (incluyendo los bariones a los neuronas y protones de los
núcleos atómicos) y los leptones en neutrinos, muones y electrones -, en la época en que
Kardec escribió, las partículas consideradas como las porciones más pequeñas de las
sustancias eran llamadas justamente moléculas: eran las moléculas constitutivas de las sustancias
simples, formadas por la unión, dos a dos, de los átomos de un único elemento químico
(como el gas oxígeno, representado por la fórmula O2, el gas hidrógeno H2, el gas cloro
C12, eta.) y las moléculas integrantes de las sustancias compuestas, a su vez formadas por la
combinación de átomos de dos o más elementos, en determinadas proporciones (como
el gas clorhídrico HCl, el agua H2O, el gas carbónico CO2 el ácido sulfúrico H2 SO4 etc.).
Por lo tanto, Allan Kardec no podía emplear otro término sino moléculas para designar las
partículas más pequeñas de las sustancias, tanto las que representan la materia densa
como aquellos estados sutiles de la materia, que derivan directamente del fluido universal,
que es el fluido elemental primitivo. Entre tanto, carente de la nomenclatura que
proporciona los términos actuales, en la era de la atomística y de la cuantificación de la
energía, de la interacción de las partículas en campos de fuerza generados por las mismas
partículas -, Kardec, al traducir el pensamiento de los Espíritus, estableció categóricamente,
Programa IV Aspecto Filosófico Guía 4
en términos de generalización, las dos grandes verdades que la Ciencia confirma día tras
día de la discontinuidad de la materia en todas sus modalidades, más o menos densas y la
de unicidad de origen; es decir, que la materia es una, a pesar de su aparente diversidad y
todas las modalidades de sustancias no son más que modificaciones de la materia cósmica
o sustancia elemental primitiva, elemento único del cual deriva todo lo que es material en
el Universo. Total loor, pues, a Kardec, cuya obra en lugar de consignar un error o un
engaño, muy por el contrario, registra, en términos generales, una admirable anticipación
de la verdad.
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