miércoles, 31 de octubre de 2012

EL ESPÍRITU NO RENACE NI MUERE


que nos han sido concedidas para utilizar nuestro libre albedrío.
La Tierra es un inmenso taller de perfeccionamiento para los
seres encarnados, cuya evolución es infinita, y en cada una de
nuestras existencias temporales, las astrales como las terrenales,
se escribe una página en la historia de nuestro Espíritu inmortal.
Nuestro planeta es aún un mundo nuevo, envejecido por la
Es verdad que el Espíritu se reencarna, pero no nace, no
crece, no envejece y no muere; es el cuerpo físico el que nace,
crece, envejece y finalmente muere. El Espíritu es un reflejo de
la inmensa Luz de su Creador, que ilumina todo el Universo, y
no puede ser destruido porque es eterno.
Cuando el Espíritu ya puede existir como entidad libre,
continúa subordinado a las leyes de Dios, pues aunque sea un
Espíritu eterno y disponga de su libre albedrío, jamás deja de ser
un servidor de su Creador.
El Espíritu se manifiesta de forma temporaria, por medio
de su cuerpo físico, que es su instrumento de trabajo en el
aprendizaje y en el ambiente en que tiene que vivir. En sus
múltiples existencias aprende el significado y la importancia que
tiene para nosotros, el pecado y la virtud, el bien y el mal, la
salud y la enfermedad, lo cierto y lo equivocado, lo inferior y lo
superior. Para distinguir y valorar la importancia de estos
conocimientos, el Espíritu tiene que vivir repetidas existencias,
sólo nos cabe dar un giro rápido a nuestro rumbo, cambiar
nuestra forma de vida para evitar mayores sufrimientos.
Para poder tener un nuevo cuerpo físico, el Espíritu debe
extender su periespíritu en forma disminuida, hasta acoplarse en
el útero peri-espiritual de la futura madre encarnada. Es así
como se consigue que el cuerpo físico en formación, reúna las
condiciones más parecidas a las que el Espíritu necesita para su
nueva vida. El gameto masculino, en su recorrido instintivo en
dirección al óvulo, se convierte en un detonador psíquico, una
especie de “eslabón” o “conmutador automático”, que funciona
en su esencia ectoplásmica, ligando el mundo espiritual con el
mundo físico.
Después del acoplamiento del cuerpo fluídico del Espíritu
reencarnante, situado en el útero de la madre, gradualmente recibe
los fluidos indispensables para la vida física y la constitución
molecular propia de la Tierra.
Este proceso de reducción del periespíritu para poder
acoplarse a la forma fetal en el vientre espiritual de la futura madre,
es más o menos largo, según el estado evolutivo en que se
encuentre el Espíritu.
El Espíritu se somete en el Más Allá, a un proceso lento
para reducir su periespíritu, hasta alcanzar la forma fetal
apropiada para acoplarse en el vientre peri espiritual de la
madre. El Espíritu ya trae consigo su molde invisible, el cual se
reduce en el útero y se rellena de sustancia física hasta el límite,
para desarrollar su crecimiento, sin que pueda sobrepasar el
molde o matriz peri-espiritual, que ya existía antes de la
formación del cuerpo físico.
Después de la gestación física en el vientre de la mujer, la
criatura nace en el plano físico, realizando la materialización de
su periespíritu reducido anteriormente antes de la gestación.
Después del corte umbilical, el Espíritu continúa desenvolviendo
su periespíritu hasta el límite trazado por su propio
compromiso espiritual individual.
El Espíritu despierta gradualmente con su envoltura, hasta
alcanzar su configuración primitiva, que tenía antes de encarnar.
Cada existencia humana es una nueva experiencia que a través
del cuerpo físico tiene el Espíritu.
La naturaleza gradúa proporcionalmente la unión del
Espíritu con su cuerpo físico, por medio de tiempo controlado y
conocido como infancia, juventud, madurez y vejez. Pero así
como se puede extinguir la vida de una lámpara eléctrica, ante la
sobrecarga de un alto voltaje, los raciocinios contradictorios y
emociones, los sentimientos violentos y vibraciones negativas,
que por diversas razones recibe el Espíritu durante su existencia,
puede afectar la cohesión molecular del cuerpo, alterar el
sistema nervioso, desarmonizar las colectividades microbianas y
provocar graves enfermedades cuando esa alteración ultrapase la
resistencia y capacidad que posee el organismo afectado.
Es necesario tener conocimientos, una mente clara y una
creencia firme y segura para poder vivir en un mundo tan
materializado, contaminado y aparentemente tan injusto como
éste y no contaminarse, ni dejarse influenciar por la negatividad
que existe. Si queremos evitar las enfermedades mencionadas,
tenemos que reunir estas condiciones, es decir, saber vivir en un
mundo negativo, sin dejarnos contaminar por él.
El Espiritismo tiene los argumentos y esclarecimientos
para que la realización de este importante cambio, en nuestra
forma de vida, sea mucho más fácil.
El ser humano, hace muchos siglos que vive condicionado
a los dogmas, tabúes y creencias cultivadas y promovidas por las
organizaciones religiosas que sólo trataron de atemorizar a sus
fieles, pero nada les aclararon con respecto a la vida del Espíritu
después de la muerte del cuerpo.
El ser humano necesita librarse de las sombras causadas
por los misterios religiosos y los preconceptos  de la sociedad
humana que le impide o dificulta, ejercer el derecho que tiene
para investigar y conocer la verdad.
La mente humana debe renovarse definitivamente de sus
viejas y viciadas creencias religiosas, para aceptar y comprender
los nuevos conceptos de la Religión Universal.
Es verdaderamente difícil para el hombre liberarse de sus
viejas y tradicionales creencias, admitir nuevos conceptos
desconocidos y abandonar la dirección de los sacerdotes con sus
templos. La nueva doctrina le parece extraña y aparentemente
dudosa, porque es una idea nueva que pertenece a un nuevo
movimiento espiritualista, destructor de las viejas y cristalizadas
tradiciones. Es una decisión difícil para el hombre, dejar una
creencia conocida, con su mundo divino de apariencia tierna y
feliz, para aceptar sobre sus hombros toda la responsabilidad de
su destino, bueno o malo. Por esto es tan difícil abandonar las
convicciones religiosas del pasado, porque aún influyen en
nuestros sentimientos, los misterios y milagros que alimentaron
nuestra fe primaria.
Los cristianos son los hombres que siguen los preceptos y
enseñanzas de Jesús, los “ Críticos” son las almas universalices
e integrados al metabolismo del Amor Divino, que se encuentra
exceptuado de preconceptos y convenciones religiosas.
Jesús era un Crítico y los hombres que le seguían se
decían cristianos. El cristiano sólo admite el Evangelio de Jesús,
el Crítico vibra bajo el Amor latente en todos los códigos
espirituales, divulgados por los diversos instructores del Cristo.
El Espiritismo es una doctrina codificada para la divulgación
popular de la realidad espiritual. Le cabe efectuar determinadas
correcciones en el dogmatismo y creencias supersticiosas
de las religiones, rechazando los símbolos, fórmulas misteriosas,
liturgias, y el uso de objetos utilizados para la adoración, para
que sus adeptos tengan un rápido conocimiento de la realidad
espiritual, desconocida hasta ahora por ellos.
Mientras las religiones pierden su tiempo en ceremonias
litúrgicas, los espíritas conseguimos aprovechar mejor el tiempo,
estudiando y trabajando en nuestra transformación interior, para
acercarnos cada vez más a la realidad espiritual.
El Espiritismo no es un competidor más en las discusiones
y desentendimientos religiosos del mundo; es una doctrina, un
ideal nuevo que puede unir a todos los hombres interesados en
conocer la realidad y autenticidad de su naturaleza espiritual. El
Espiritismo tiene el deber de divulgar su consolador mensaje
espiritual para el esclarecimiento del ser humano. Es una
doctrina codificada por Allan Kardec para liberarnos de las
supersticiones, milagros, dogmas y preconceptos religiosos, pero
lo más importante es preparar a la humanidad para que
comprenda este mensaje y esté preparada para los cambios y
acontecimientos que se avecinan. El mundo espiritual está
movilizando todos los recursos posibles para que estos
acontecimientos no sean demasiado dolorosos, para ello es
necesario que los seres humanos acepten la existencia del
mundo espiritual y la supervivencia del Espíritu inmortal. Esta
creencia no nos calma el dolor, pero nos fortalece y nos da
fuerzas para soportarlo, no nos libra de la muerte, pero sí del
pánico y el miedo que ella nos produce, porque sabemos que la
muerte sólo tiene su efecto en el cuerpo físico. Nuestro ser
pensante, nuestro Espíritu, continúa viviendo en un mundo
mejor, en el mundo de la verdad.
La principal función de los centros espíritas es la de iniciar
a sus adeptos hacia una vida superior, intentando elevar su
frecuencia religiosa para enseñarles todo aquello que está más
allá de su comprensión y capacidad espiritual.
Los espíritas que se estacionan en las prácticas espiritistas
que se realizaron en el siglo XIX, negando el progreso realizado
hasta hoy, ignorando los mensajes y consejos de espíritus de
indiscutible elevación, que nos revelan nuevas formas de vida y
un conocimiento más claro y convincente del mundo espiritual;
estos espíritas que aún con el estudio de los libros y las nuevas
revelaciones continúan fanatizados queriendo dirigir los destinos
del plano espiritual, seguramente son los católicos del pasado,
que rechazando los ídolos de su antigua religión no se liberaron
del fanatismo religioso. Cambiaron el rótulo religioso, pero se
mantienen bajo la misma frecuencia espiritual y la misma
obstinación de antaño; siendo incapaces de adaptarse al
concepto universalista del Espiritismo. Subliman sus viejas
creencias, sustituyendo a los sacerdotes por los médiums; las
imágenes de los santos por los líderes espíritas consagrados; el
agua bendita por la fluidificada; los rezos por las oraciones
extensas; las bendiciones por los pases, la misa de los domingos
por la irradiación a los desencarnados; los milagros de la Iglesia
por las curas mediúmnicas, y las exequias católicas por los
discursos junto a la tumba de los hermanos fallecidos.
Hay que aplicar la libertad espiritual enseñada por Allan
Kardec, y, como el Espiritismo es deliberadamente contrario a
cualquier culto, ceremonia, idolatría u obligación religiosa, los
espíritas debemos interpretarlo y vivirlo así. El Espiritismo
simplificó las enseñanzas complejas de Oriente acerca de la
reencarnación, de la ley de consecuencias o ley de causa y
efecto, exponiéndolas de forma fácil y precisa, sin las sutilezas
iniciáticas, ni los simbolismos tan complejos, propios de la
capacidad mental de los adeptos de aquellas remotas épocas. La
revelación y el conocimiento de la vida inmortal del Espíritu, no
se dará de un modo instantáneo y milagroso, sino que se
producirá a través del estudio, investigación y transformación
del espirita, conseguida con su trabajo y esfuerzo.
Muchos espíritas aún están confundidos ante los cambios
que deben hacer, tienen miedo de conocer otros movimientos o
principios doctrinarios, que en verdad se apoyan en los mismos
fundamentos y las bases del Cristianismo. Tales dudas y recelos
crean un estancamiento mental que estos espíritas no podrán
vencer hasta otra existencia futura.
La Tierra es una escuela de educación espiritual primaria,
que sólo libera a sus alumnos después que aprobaron todas las
materias existentes. Los espíritas saben que no hay privilegios ni
preferencias en el camino de la evolución espiritual. Por esto
cuando el espírita conoce la verdadera realidad de la vida
inmortal, se encuentra ante un problema capital de su actual
existencia, porque al mismo tiempo entra en conflicto con su
conciencia, con los instintos primarios del animal y la imperante
necesidad que tiene su Espíritu de elevarse para vivir en un
mundo mejor; esto lo impulsa y le da fuerza para la lucha, hasta
convertirse en un vencedor de sus propios instintos. En estas
circunstancias tiene que elegir entre el “cielo” y el “infierno”,
pues tiene que desintegrar la personalidad del “hombre viejo”
para que nazca el “hombre nuevo”, con un sistema nuevo de
vida y cambiando el rumbo de su camino. No se puede cambiar
la forma de vida de un planeta, sin antes rectificar la conducta y
los sentimientos de la humanidad que viven en él. El ambiente
moral y social de la Tierra aún es muy primario, y las
modificaciones fundamentales de este ambiente dependen
esencialmente de mejorar el patrón espiritual de sus habitantes.
Desgraciadamente ya está muy limitado el plazo para los
reprobados que quieren una nueva oportunidad, es decir, una
nueva existencia; esto cada día es más difícil porque ya están
llegando espíritus en mejores condiciones, para integrarse en la
nueva humanidad que tiene que poblar la Tierra, ya reformada.
El Espiritismo tiene que colaborar muchísimo para esclarecer a
los que estén interesados en estos momentos de transición,
popularizando las enseñanzas ocultas, dando a conocer el mundo
de los espíritus.
Los Espíritus Superiores nos dicen: es necesario distribuir
la literatura Espírita, tiene que ser conocida, para que los seres
humanos comprendan la realidad de la vida y de la muerte. El
libro Espírita es una luz esclarecedora y consoladora que debe de
llegar a los hogares de los más pobres, enfermos y necesitados.
Bajo la inspiración del mundo Superior, el Espiritismo está
destinado a cumplir esta importante misión.
Muchos hombres de cultura y científicos de renombre
universal, han divulgado el Espiritismo de forma apropiada y
convincente. Hicieron un elevado trabajo y una verdadera
contribución doctrinaria con el fin de impedir los excesos de la
imaginación y de las prácticas supersticiosas. Estos hombres
reencarnaron en la Tierra para cooperar en la elevada obra de
Allan Kardec, para liberarla de las supersticiones y misticismos,
y de las prácticas mediúmnicas perniciosas que confunden y
hasta obsesionan a los asistentes de ellas.
Hombres inteligentes como: Gabriel Delanne, Akasakoff,
León Denis, William Croockes, Oliver Lodge, Guillen, Cairbal
Shutel, Biten Court Sampaio, Becerra de Menezes, Cirne,
Amalia Domingo Soler, Miguel Vives, Fernández Colavida,
Francisco Cándido Xavier, y otros, prestaron al Espiritismo un
servicio digno y provechoso. Gracias a estos hombres, valerosos
y dedicados, el Espiritismo resistió las arremetidas capciosas del
clero fanático y se impuso respetuosamente, abierto a cualquier
investigación.
Kardec organizó y codificó la estructura del Espiritismo y
sus discípulos cuidaron de su cuerpo doctrinario, sin que sus
adversarios tengan la posibilidad de contestar o refutar a la
lógica de sus afirmaciones sobre la vida inmortal y la convivencia
con los espíritus. Nosotros los espíritas que tenemos este
conocimiento y convencimiento, debemos cuidar mucho de
nuestra actitud y pensamientos. Tenemos que ser humildes y
tolerantes para comprender a los demás, sin dejarnos influenciar
por los sentimientos negativos como la ira, los celos, el orgullo,
la envidia, etc.; estas vibraciones producen en el Espíritu,
formas con el pensamiento negativo, causando alteración en el
sistema endocrino, contraen la vesícula, atrofian el intestino,
producen congestión hepática, debido a la sobrecarga cardiaca o
ralentización circulatoria sanguínea.
La oración cuando es verdadera y sentida, es útil al cuerpo
físico, porque le transmite poderosas fuerzas espirituales y lo
defiende contra las vibraciones inferiores, proyectadas por otras
mentes mal intencionadas. La oración y la meditación es una
especie de centinela vigilante contra las influencias negativas.
Con la oración el hombre se fortalece y no se ve afectado ante
los impulsos inferiores, rechazando las explosiones de odio,
celos y orgullo. En cada órgano del cuerpo humano repercute la
carga negativa creada por nuestra mente, ya que acelera, retarda
y hasta paraliza las funciones orgánicas, pues, actúa en perfecta
sintonía con nuestra fuerza mental positiva o negativa.
La armonía que asegura una parte importante de nuestra
salud corporal, depende mucho de nuestro estado espiritual.
Cada ser humano crea para sí mismo la felicidad, desgracia,
sufrimiento o tranquilidad, en su vida.
Debemos de comprender y saber todos los que sufrimos
“injusticias” y enfermedades, que no existe una ley de castigo o
venganza, pero sí existe una ley de rectificación y consecuencias
para nuestro propio bienestar, las víctimas de hoy fuimos los
verdugos de ayer; somos enfermos sometidos a un riguroso
tratamiento, que si nos sometemos a él humildemente, nuestra
cura será más rápida y menos dolorosa, sin embargo, si nos
resistimos y nos revelamos contra el tratamiento, nuestra cura
será más larga y dolorosa, retardando nuestra recuperación
espiritual. Para conseguir este conocimiento, tenemos que creer
en la vida inmortal del Espíritu y comprender que la vida en el
cuerpo físico es necesaria para la evolución del Espíritu.
Estamos viviendo unos tiempos que se caracterizan por sus
exclusivas tendencias materialistas. El egoísmo individual y
colectivo, es el guía de todas las actividades. La cómoda y
clásica interpretación de la moral; la corrupción y confusión en el campo político y diplomático; el odio que existe entre razas y naciones; el estancamiento y la ineficacia de las religiones  positivas, por su evidente falta de claridad para reconocer la realidad del mundo espiritual, y la inmortalidad del Espíritu, y la  ley de vidas sucesivas o la ley de la reencarnación ya enseñada por Jesús, estas son algunas de las causas responsables de la  degeneración y el atraso moral de nuestra civilización
Con la llegada del Espiritismo ya se están aclarando y
descubriendo muchas verdades; esta doctrina es asimilada fácilmente
por los más humildes, porque anuncia una nueva era para
el futuro de la humanidad, un consuelo y una esperanza para los
desengañados.
El Espiritismo aporta las pruebas necesarias para creer en
la vida después de la muerte, y explica al mismo tiempo a través
de las comunicaciones de las entidades más elevadas, todas las
cosas relacionadas con la vida espiritual, hasta los límites
impuestos a los conocimientos humanos. El Espiritismo hará
renacer en las conciencias, la creencia en la inmortalidad del
alma, y los seres humanos consientes de esta verdad, tendremos
un conocimiento apoyado en pruebas irrefutables. Consecuencia
de esto, será un cambio en la forma de vivir y de pensar.
La comunicación de los espíritus tiene la gran virtud de
conmover a los seres humanos, y sin duda alguna, provocará una
total revisión en las creencias religiosas que hasta ahora han
recibido acerca de la verdadera naturaleza del hombre y su
destino futuro.
Es realmente sublime la filosofía Espírita enseñada por los
Espíritus Elevados, en sus comunicaciones con las mismas
enseñanzas que el Maestro Jesús nos dio en el maravilloso
Sermón de la montaña. La máxima del Evangelio: “Sólo por el
amor será salvo el hombre”, es la fuerza poderosa que sacará a
esta humanidad del abismo en que está sumergida y la
encaminará hacia su destino de progreso, para conseguir los
méritos necesarios y seguir viviendo en este mundo ya
renovado. Para esto es indispensable tener la convicción íntima
de su propia supervivencia, más allá de la muerte, pues ésta no
es más que un paso necesario para que el Espíritu siga su
camino de evolución, naciendo en la vida material y muriendo
de nuevo de regreso al mundo invisible, para nacer nuevamente
en otro cuerpo físico.
Siendo los responsables de nuestros actos, sembramos y
recogemos, pues somos los constructores de nuestro presente y
de nuestro futuro. Ésta es una ley inmutable que rige la vida en
este mundo y en todo el Universo.
Extraído del libro las verdades espíritas

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